Al hombre que nunca amé
Café...
Que desprende su aroma golpeando mis banales recuerdos.
Tan tuyos como esta soledad que siempre me acompaña después de ti.
Así de caliente y negro como lo han sido todas estas primaveras rotas.
Una copa...
Tan tinta y tan amarga, al igual que las noches turbias junto a tu cuerpo inerte.
Igual que todas esas caricias mustias que se suicidaron dentro de aquel cuarto de hotel barato.
Me embriagué tanto de ti, de tu desenfreno que hoy mi alma se rompe al igual que esa copa.
El mar...
Tan inmenso como tu olor, es el mismo que te espera, placido y libre, como siempre has sido.
Me callo y me aguanto las ganas de ser tuya, de sentir esas manos desgarrando lo prohibido.
Eres de todas y de nadie, maldito masoquismo que me devuelve a tus brazos.
Ellas...
Malditas todas esas manos ajenas que acarician tu adicción a otros cuerpos;
los mismos que cual marionetas, te llevan nuevamente aquí.
Maldito tú y toda la decadencia de tu alma muerta y desgastada.
Traición...
Es el sinónimo de lo que significaste aqui, de lo que dejaste y enterraste dentro de mis huesos.
Es la caída en picada de este amor que murió mucho antes de saber vivir.
Es lo que fue o lo que nunca logró ser; calcinado, suicidado por tu carencia y tu maldita indecencia.
Adiós...
Palabra que se desprende de mi boca sin siquiera asegurarme de su veracidad.
Camino a seguir lejos de mi adicción a tu cuerpo, a esas ganas que arañan la soledad.
Al calvario que ha sido tenerte y no tenerte, a la vida que me espera lejos de tu boca.
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