Instinto



Capítulo 3

La primera vez que Akaashi vio a Kuroo sintió deseos de llorar.

Era normal que al encontrarse con un alfa se sintiera protegido instintivamente a pesar de todo lo vivido; eso le había sucedido con Bokuto. En cuanto sus caminos se cruzaron sintió una calidez y comodidad que no había tenido en mucho tiempo. Era como estar en un refugio, un lugar a salvo de todo mal. Los buenos alfas eso era lo que transmitían a los omegas. Los malos, por otra parte, utilizaban su poder solo para dominar, pero incluso en esa dominación su instinto se sentía en paz. Como si por fin pudiera dejar todas las preocupaciones de lado y simplemente obedecer, seguir el ritmo o los gustos que el alfa determinara para él.

La diferencia entre los buenos y los malos alfas recaía finalmente en lo que hacían con la libertad de las demás personas. Los buenos alfas eran como una manta de protección, los malos como una jaula confortable.

Kuroo era diferente a ambos tipos, casi como si se tratara de una mezcla. Cuando su mirada se cruzó por primera vez con él, la respiración le empezó a hacer falta y un nerviosismo muy impropio de él se acomodó en su pecho. Su presencia más que ser una manta o jaula, era como si se tratara de un abrazo protector que no lo dejaba ir. Le sorprendería luego el que pudiera mantener una conversación formal o fingirse indiferente. Especialmente si tomaba en cuenta que lo que en un principio era nerviosismo con el paso de los segundos se fue transformando en algo más, en algo peor. Sentía un vacío en el estómago y las piernas débiles; pasados unos segundos había tenido que apoyarse en el mesón fingiendo no estar afectado.

Y así como al ver a Bokuto supo que iba a ser una persona importante en su vida, cuando vio a Kuroo supo que lo mejor era alejarse de él. Renunciar incluso si era necesario.

No hizo nada de eso. Su instinto había ganado nuevamente aunque su mente fingía no saberlo. Fingía también no darse cuenta de que cada vez que él llegaba sentía una anticipación tonta y deseos de complacerlo. Ignoraba sus propias preguntas de por qué siempre tenía un expresso a punto de ser servido y una taza reservada en un compartimiento especial del mesón.

Ignoraba en lo general todo eso, pero las ganas de llorar seguían volviendo aunque hasta que sus brazos recibieron a Kuroo nunca lo hiciera.

Una vez dejó a su instinto tomar el control, las lágrimas simplemente se habían desbordado.

Las lágrimas se mezclaron pronto con su saliva. Estaban en el piso de la oficina, sin importarle a ninguno de los dos lo frío o incómodo de éste. Sus cuerpos se sentían lo suficientemente calientes e incluso la ropa molestaba, todo lo que impidiera que su piel estuviera en contacto con la del otro se transformaba en un enemigo.

Ambos necesitaban del otro de una forma desesperada. Era incluso peor que antes, ahora estaban frente a frente, sus aromas mezclándose como drogándolos a ambos. Kuroo no podía pensar, estaba intoxicado, nada nunca se había sentido como esto. Nunca el olor de un omega lo había dejado así; no era la primera vez que veía a uno en celo, pero sí era la primera vez en que se había sentido afectado. Sus manos se movían de forma atrevida y posesiva por el cuerpo de Akaashi... acariciándolo se preguntaba idiotamente por qué no lo había hecho antes.

¿Cómo no se había dado cuenta? Él era perfecto, él era suyo. La única verdad que existía en ese momento para el alfa era Akaashi. No había más realidad que su cuerpo, su aroma, sus gemidos. No se le pasó por la cabeza en ese minuto ninguna concepción de amistad ni moral. No le importaba lo que dijera su familia, ni sus amigos, ni nadie. Él quería a hacer suyo a Akaashi, quizás incluso llevárselo a otro lugar. Ellos no necesitaban a nadie más, o al menos eso era lo que su mente perturbada pensaba en esos momentos.

—Kuroo – Akaashi murmuró, provocando solo con sus palabras que Kuroo se excitara aun más.

Al ver a Akaashi llorando, Kuroo también sintió deseos de llorar. Llorar de frustración de querer tenerlo rápido y duro, de hacerlo suyo pronto y a la vez de añorar abrazarlo, besar cada uno de los rincones de su cuerpo buscando encontrar sus puntos más sensibles.

—Sí, ya voy – murmuró cariñosamente en su oído antes de besar su cuello y aspirar su aroma con fuerza.

Fiel a sus palabras, Kuroo comenzó a desnudar al otro. La camisa pronto dejó de ser un obstáculo para la boca del pelinegro que recorrió el pecho del menor con atención, deteniéndose en sus pezones y haciendo gemir a un Akaashi que había dejado de pensar. En ese momento el omega era solo sensaciones, su cerebro junto con las lágrimas que había derramado parecía haberse marchado. Solo quedaba su cuerpo sintiendo a Kuroo acariciando ahora su erección y avanzando hacia su entrada.

Cada caricia significándolo todo. La invasión de los dedos del alfa insuficiente pero al mismo tiempo esperada. Su interior estaba listo para él; desde hace días que era así en realidad. Esto no era algo de hace unos minutos como podría parecer, era la culminación de la negación de hace más tiempo aún incluso.

Había sido desde que lo había visto. No era necesario engañarse.

Había querido esto por tanto...

—Ven – murmuró anhelante, buscando que Kuroo dejara de juegos y lo follara—. Te quiero dentro de mí– apenas pudo jadear. La respiración era agitada, sus sentimientos también.

—Sí, sí... — gruñó a su vez el alfa, antes de dejar el control que se mantenía vivo incluso de su instinto de lado, para hacer suyo al otro. Su miembro no tuvo problemas para traspasar la entrada del omega; éste estaba completamente listo para él, incluso los muslos estaban llenos de sus fluidos.

Sus cuerpos por fin en contacto fueron una nueva epifanía; si creían que el deseo previo a la unión era ridículo, lo de ahora tenía aun menos sentido. Las lágrimas de ambos se mezclaban con su saliva y sudor. Las embestidas del sexo de Kuroo sobre Akaashi siendo insuficientes para el omega que seguía buscando atraerlo más hacia sí arañando su espalda.

Todo era insuficiente pero extrañamente maravilloso. Ese anhelo espiritual que había afectado a Akaashi no existía en su memoria, y cualquier huella que pudo existir dentro del omega desapareció. Los recuerdos parecían una ilusión incluso para esa parte de él que lo había disfrutado porque comparado con lo que sentía ahora era una burla; una mala copia de lo que realmente necesitaba.

—Mío, mío... — susurraba Kuroo al oído de Akaashi. Su parte más animal haciéndose cargo de todo, besando el cuello del otro y jugueteando dando mordidas sin ser éstas la marca definitiva.

—Demuéstramelo

Sus miradas se cruzaron un momento luego de la declaración de Akaashi, como si de un momento de lucidez se tratara. Ninguno dijo nada más, pero los embates del alfa aumentaron su ritmo, haciendo que ambos gimieran alto y llevándolos al límite.

Antes de que todo acabara, nuevamente sus ojos se encontraron. La mordida esta vez fue real.

Todo había cambiado.

****

"Perdóname" decía el mensaje. A Bokuto no le costó saber a qué se refería Kuroo con éste. Era terriblemente obvio que había sido un idiota al pensar que dejar solo a Akaashi era una buena idea. Ahora se sentía culpable y tenía unas ganas terribles de vomitar.

Su pobre Akaashi había sido atacado por un alfa. No por cualquier alfa; por su amigo. Su mejor amigo. Él sabía, por supuesto que sabía, que Akaashi tenía una historia detrás, no era normal que una persona con la educación y modales del pelinegro le pidiera trabajar en una cafetería de mesero. Aun siendo un omega, o quizás incluso precisamente por serlo, él parecía encajar con un entorno distinto, algo más lujoso. Un lugar donde solo lo mimaran.

En cambio trabajaba en su cafetería, la misma donde había sido atacado. En el peor de los casos era incluso posible que Kuroo lo hubiera marcado y si eso sucedía... Bien, si eso sucedía complicaría aun más las cosas. Entrometerse entre compañeros no estaba bien visto, no era correcto. Y sin embargo Bokuto sabía que querría hacer algo de todas formas. Que si Akaashi se veía aunque sea un poco miserable iba a meter las narices en esa relación.

La primera llamada no conectó. La segunda tampoco. La décima seguía sin ser contestada.

Dos horas más tarde, la veinteava dio resultado.

—¡¿Cómo pudiste?!

—No fue a propósito Bokuto. Ni siquiera sabía que era omega... —la voz la tenía ronca y se oía cansado, pero en ese momento nada de eso fue importante para Bokuto.

—¿Es esa tu excusa? ¡No he podido contactar con él en todo el día y no estaba en su apartamento

—Lo sé – respondió tranquilamente.

Hubo unos segundos de silencio.

—Estás con él... —murmuró el peligris.

—Sí.

—Voy a matarte Kuroo. ¡Eres un alfa! ¡¡Se supone que debes proteger a los omegas, no aprovecharte de ellos!!

—¡¡Lo sé!! – dijo en un tono más alto antes de que nuevamente volviera el silencio— Pero no puedo cambiar lo que pasó... solo tengo que hacerme cargo de la situación y...

—¿Y?

—Bokuto, déjame tratar con esto a mí. Por favor no interfieras – dijo seriamente aunque todavía agotado—. No te incumbe.

—Sí que lo hace—

—No, ya no.

Cuando Bokuto intentó responder a eso, Kuroo ya había cortado la comunicación. Escondido en el baño del hotel en realidad no tenía mucho tiempo para hablar. Había pedido servicio a la habitación y tenía que estar ahí para recibirlo.

Cuando salió de su escondite Akaashi seguía durmiendo.

Kuroo suspiró cansado. En realidad no sabía qué pensar de todo esto; una parte de él se sentía culpable pero otra... la otra se sentía extrañamente en paz. No, era más que eso. Se sentía satisfecha. Feliz. Su instinto le gritaba que había hecho lo correcto, que lo que sucediera de ahora en adelante no podía salir mal.

No se sentía con ganas de contradecir a su instinto. Tampoco se había sentido así el día anterior; apenas recobró parte de su consciencia y se dio cuenta del lío en el que se había involucrado había tomado al omega e ido a un hotel cercano. Su casa estaba fuera de discusión; habían demasiados olores extraños, y aunque no lo reconociera, no quería que Bokuto llegara y se entrometiera.

Un golpe en la puerta le hizo saber que la comida había llegado. En cuanto volvió al centro de la habitación a dejar la bandeja se encontró con que Akaashi lo miraba.

—Ey –murmuró acercándose a donde se encontraba el otro, luego de dejar el pedido en una mesa ubicado al costado derecho de la cama—. ¿Tienes hambre?

—No –respondió Akaashi atrayendo a Kuroo más hacia sí y escondiendo su rostro en su pecho.

—Tienes que comer.

—Me dejaste – murmuró, la voz amortiguada por el cuerpo del otro.

—Solo para conseguir comida.

—No quiero comida. Ven conmigo.

Kuroo encontraba increíble el poder que tenía sobre él el omega en ese momento. Aunque intentara negarse a lo que el otro le pedía, la verdad es que el tirón estaba ahí, persuadiéndolo a que simplemente hiciera lo que Akaashi le decía.

—No puedes estar tanto tiempo sin comer – dijo él esta vez. Había vuelto a recostarse en la cama, abrazando a un Akaashi que si bien no estaba abrumado por las hormonas del celo como hace un par de horas, seguía sin ser él mismo. O quizás era él mismo cuando dejaba de lado ese autocontrol que parecía rodearlo siempre. Tetsuro no estaba seguro de nada de eso, no lo conocía lo suficiente como para entenderlo... quizás si hubiera sido Bokuto...

Un sentimiento nuevo se instaló en su pecho. El solo pensar en la posibilidad de que su amigo fuera el que ahora cuidaba de su omega lo hacía sentir furioso. Era diferente a los celos que sentía de su emparejamiento con Kenma, esto era algo más primordial; podía sentir el dolor de una forma física, no solo mental o espiritual.

El abrazo se hizo más fuerte a la vez que el dolor y los celos se transformaban solo en posesividad, en el conocimiento de que jamás dejaría ir al otro de su lado. El instinto en su apogeo, sin molestar al omega que en realidad lo único que deseaba era estar con su alfa sin interrupciones.

—¿Ni siquiera me responderás Akaashi? – preguntó Kuroo volviendo a pensar en que debía alimentar al omega, al menos darle algo de beber. El estar letárgico era normal dada su condición, pero le preocupaba que la condición empeorara pasadas las horas.

—No necesito comida, te tengo a ti— dijo mirando al mayor a los ojos y antes de besarlo—. Te puedo comer a ti.

Kuroo rió, pensando en que le gustaba esta faceta de Akaashi. De todas formas eso no evitó que tomara a omega en sus brazos y lo llevara a comer.

Era increíble lo que el instinto era capaz de hacer; no es que antes no le importara Akaashi, pero ahora tenía la necesidad imperante de cuidar de él, no solo porque se encontrara cansado. Era porque de alguna forma en este corto periodo de tiempo, el bienestar del otro se había alzado como prioridad, como una responsabilidad de la cual SOLO ÉL podía encargarse.

Pasados unos minutos en los que todo lo que pudo darle fue un poco de fruta y agua, el mismo aroma que ayer lo había vuelto loco comenzó a saturar el ambiente. Su omega volvía a estar excitado. Podía sentirlo en su cuerpo más caliente, en su transpiración, en su erección contra su cuerpo... y así también en esa especie de llamado que se había formado entre ambos.

—Alfa... — susurró contra su oído. Los brazos alrededor de su cuello buscando acercar el contacto.

—Acá estoy, acá estoy— murmuro por su parte Kuroo antes de volver a la cama.

Akaashi iba a acabar con él.

No le importaba.

****

Kuroo sabía que el celo de su compañero estaba acabando. El omega que los primeros días había sido entregado y aun "despierto" cariñoso, había dado paso la última jornada a una persona más reservada. No es que se alejara de él, era que podía sentir que comenzaba a preocuparse. A usar su cerebro y no solo su instinto.

Una parte del mayor tenía miedo de la próxima vez que Akaashi despertara. No quería que abriera sus ojos y la actitud normal de él volviera. Tenía miedo de lo que pudiera pensar de todo lo que había pasado. Kuroo sabía que si el pelinegro ocultaba su naturaleza no era por simple capricho y el hecho de que un alfa lo marcara probablemente no estaba entre sus planes. Menos si ese alfa era Kuroo; si en todo este tiempo hubiera sentido atracción hacia él los pensamientos a futuro de Tetsuro habrían sido más positivos. Sin embargo, en el único que parecía haber estado interesado Akaashi era en Bokuto, en él y la pastelería. Nada más. Y acá estaba recostado junto al mejor amigo (o ex mejor amigo) de la persona por la que al parecer sentía algo.

La idea de Akaashi queriendo a otro lo atormentaba. No era la primera vez que se sentía así; prácticamente en cada ocasión que el otro dormía, Kuroo volvía a analizar lo que sucedería, en cómo reaccionarían los demás, pero sobre todo en cómo su compañero se tomaría lo que estaba pasando.

Sí, había sido solo instinto. Solo lo que siempre había renegado, lo que lo había alejado de Kenma, lo que encontraba terriblemente injusto, pero eso no evitaba que rezara porque el propio instinto de Akaashi fuera lo suficientemente fuerte como para dejar la racionalidad de lado y aceptarlo. No quería pensar en lo que haría si intentaba alejarse... y aun así lo hacía.

El menor había vuelto a despertar, lo estaba mirando preocupado.

—Ey... ¿pasa algo?

No hubo respuesta, solo la misma mirada de antes.

—Hazme el amor.

La mirada no estaba vidriosa, las feromonas menos fuertes. La petición más sincera que las demás, como si el que la hiciera no fuera solo el omega sino que Akaashi; él con su parte omega y la consciente. Kuroo no se quiso ni pudo negar a ninguna de ellas.

Los besos más meticulosos, las caricias más pensadas y delicadas. El encuentro de ambos llenos de una necesidad que no nacía solo del deseo. Las sonrisas compartidas con un dejo de tristeza detrás pero cálidas. Más cálidas que antes; no era el fuego lo que los unía como las veces anteriores, no estaba esa necesidad frenética de unirse. No era solamente follarse al otro hasta hacerlo perder la cabeza. Era unirse más allá de sus cuerpos, dejar una marca en él que nadie pudiera borrar. Una que no fuera de la mano solo con su naturaleza de alfa y omega, una que los identificara como Akaashi y Kuroo en la memoria del otro.

Una vez todo acabado, volvieron a dormir juntos y abrazados.

Cuando Kuroo despertó Akaashi ya no estaba en la habitación.

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