¿Feliz Navidad?

Akaashi tenía claro que ser beta era lo más cómodo que podría haberle sucedido. Ser alfa implicaba una responsabilidad tremenda, una para la que estaba preparado pero no estaba seguro de querer asumir. Por otra parte ser omega significaba ser una moneda de intercambio, o así era al menos en su familia. Un beta, en cambio, solo era un ciudadano promedio; no se depositaba expectativas ajenas en él y no se lo menospreciaba por el simple hecho de su fisiología.

El problema recaía en que la vida no era cómoda, tampoco fácil. A los quince Akaashi lo aprendió cuando en su primer celo durante el tercer día llegó un extraño a su habitación. Al principio había pensado que era un médico, hasta que la mirada vidriosa lo hizo saber que no era así. Había llegado un alfa, un salvador para el momento de necesidad, pero así también un comprador; la parte de Akaashi que seguía consciente lo odió, mientras que a la más primitiva no le importó y recibió con los brazos abiertos.

Esa parte primitiva disfrutaba de sus besos y se sentía lo suficientemente satisfecha; no le importaban sus gemidos ni tampoco pedir más. Le gustaba sentir al alfa en su interior, su aroma, le gustaban también sus intentos de morderlos infructíferos por tener una protección en su cuello. Le gustaba la frustración y deseo ajeno. Le gustaba... todo.

Su parte racional se escondía hasta que de la nada volvía a aparecer.

Había momentos en que Akaashi casi podía sentir la batalla de ambas. Su parte omega susurrándole que se dejara llevar y su yo real diciéndole que ya no lo reconocía. Al final del día ganaba siempre la parte consciente. Vomitaba, asqueado de sí mismo y del resto. De su familia, de los alfas que ingresaban a su habitación, pero siempre más de su instinto. De esa naturaleza que seguía deseándolos a pesar de todo.

Cuando finalmente decidió abandonar su hogar no sintió remordimientos, sino que más bien vio la huida como una purificación, como un nuevo nacimiento donde nada de lo que había ocurrido importaba... habían sido tres años, pero de alguna forma todos estos desaparecieron de su mente. Y cuando las pesadillas volvían ya no las llamaba recuerdos; estas eran ante todo producto de su imaginación. Nada más.

—¿Crees que a Kenma le guste su pastel? –preguntó Bokuto seriamente sacándolo de sus ensimismamiento. Akaashi sonrió, dejando de lado cualquier idea negativa, mientras pensaba en que a pesar de su torpeza su jefe tenía una cualidad inigualable: era transparente y puro. No es que no sintiera deseos, es que lo que sentía siempre se sabía y estaba unido a pensamientos buenos. Lo admiraba por eso.

—Sí, le va a gustar.

"Solo porque tú lo hiciste" no aclaró. No era necesario decirle que el tipo de regalo era irrelevante porque su compañero lo amaba tanto que cualquier cosa le habría parecido bien.

Bokuto ante la respuesta de Akaashi sonrió jactancioso.

—Por supuesto, lo hice con mi amor y talento — se vanaglorió sacando el pecho y admirando su creación, antes de detenerse un segundo y mirar a su empleado—. ¿Estás seguro que podrás tú solo con la tienda?

—Sí, no es la primera vez que estoy solo.

—Sí... pero...

—Pero ¿qué?

Bokuto agachó la mirada. Akaashi sabía por qué lo hacía, todo estaba relacionado con que su jefe había descubierto la verdad. En realidad era muy incómodo no ser un beta. Lo era aun más el no serlo y tener que fingirse uno, aun más cuando los supresores que siempre había tomado dejaban de hacer efecto.

—Sé que eres fuerte Akaashi... pero no quiero dejarte solo en navidad. No con los empleados...

"No con otros alfas" Akaashi entendió el mensaje.

—No tienes de qué preocuparte, estoy bien. Me cuido lo suficiente, tomo los medicamentos.

—No hicieron efecto la última vez... si yo no hubiera estado emparejado...

—No –intentó detener la conversación el menor cerrando el libro de cuentas que antes había estado hojeando.

—Sí Akaashi, pude haberte hecho daño. No quiero imaginarte herido.

—No debes preocuparte demasiado, no soy tu compañero.

—Eres mi amigo, mi socio. Eso también es importante.

El pelinegro verdaderamente amaba esa parte de Bokuto. Eran esas cosas las que lo dejaban sin palabras y hacían que sintiera ganas de llorar. Le gustaba cómo el peligris veía más allá de las categorías de alfa, beta u omega... cómo en vez de regañarlo cuando supo la verdad solo quiso ayudarlo. Cómo pagó el taxi y lo acompañó a su departamento hasta que estuvo bien.

—No podemos dejar la cafetería ambos... es tu primera navidad con tu compañero.

Akaashi podía casi ver la lucha interna de su jefe. Cómo su sentido de la responsabilidad y lealtad se peleaban con su amor por Kenma, cómo su naturaleza finalmente triunfaba hasta que volvían los temores por su seguridad.

—No estoy conforme –murmuró Bokuto arreglando unos pequeños detalles del pastel—. ¿Se supone que así sea la cola de un gato verdad?

—No estoy seguro... — respondió Akaashi viendo cómo Bokuto retorcía el fondant de la cola aun más. Estaba destruyendo el pastel—. ¿Por qué no le preguntas a Kuroo? Podrías enviarle una fotografía...

—¡Eso!

—¿Quieres que tome yo la foto?

—No, no es eso. ¡¡Kuroo podría venir a ayudar en navidad!!

Hasta donde Akaashi sabía Kuroo también era alfa; no veía cómo ayudaría tener a un alfa sin emparejar junto a él, eso no le daba ninguna seguridad. No veía cómo el pensamiento de Bokuto tenía algún sentido.

—Kuroo no está emparejado.

—¡Eso da igual! Tú no entiendes Akaashi, pero Kuroo es especial; Kenma me contó que aun estando en celo Kuroo cuidó de él. Al parecer tiene muchísimo autocontrol...

—Bokuto... — murmuró Akaashi cansado.

—¡Además!— siguió contando Bokuto, indiferente a la mirada escéptica de su amigo—. Su madre me contó ella misma cómo en su familia hay cierta creencia de que tienes una pareja destinada...

El pelinegro sonrió ante la mirada de ilusión que tenía el otro en el rostro.

—Apuesto a que esa creencia te gusta mucho.

—Quizás les pedí que me contaran esa historia más de una vez.

—¿Tal vez cinco?

—Quizás fueron diez, pero eso es irrelevante. Lo importante es que tú no eres su pareja ¡Estás a salvo a su lado! Además, si confías tanto en tus medicamentos no debería importarte su presencia. A menos que él ya haya intentado algo... — unos segundos de silencio siguieron sus palabras—. ¿¿Lo ha hecho? –preguntó esta vez entre indignado y esperanzado.

—No, no lo ha hecho. Soy un beta para todo el mundo, excepto para ti Bokuto.

—¡Entonces está decidido!

—¿Estás tomando la decisión sin siquiera preguntarle? La última vez que lo vimos estaba cansado...

Bokuto meditó unos momentos. Parecía que realmente pensaba en la salud de su amigo y en lo que implicaba el que tomara decisiones por su cuenta; había en sus ojos cierta madurez que no había mostrado el último tiempo.

—Le diré a Kenma que se lo pida – dijo finalmente mirando alegre a Akaashi— ¡No le va a negar este favor si se trata de su amigo de la infancia!

—Eso es... —

Iba a decir que un poco manipulador, pero Akaashi decidió guardar silencio, sabía que Bokuto habiendo tomado la decisión si era necesario se inventaría las excusas más ridículas para llevarla a cabo.

Así, cuando llamó a Kenma y le contó su plan, inventándose que necesitaba a alguien de confianza que le hiciera de matón en el local Akaashi no se sorprendió. Tampoco le sorprendió que Kenma fingiera creer toda esa historia, y quizás Akaashi sobre analizaba todo, pero siempre que se encontraba con Kenma tenía la impresión que él sabía. Que de alguna manera el otro omega no se veía engañado por los jabones, lociones o supresores y reconocía en él a un igual.

Las palabras de Kenma al irse esa tarde de la cafetería no lo dejaban mucho más tranquilo tampoco.

"Él cuidará de ti" –murmuró al marcharse junto a Bokuto y dejando a Akaashi con un mal presentimiento.

No le sorprendió el sentirse así tampoco. El temor a verse descubierto lo ponía nervioso. Y hacía sentir ansioso.

****

El día 24 durante la mañana la cafetería aún se mantenía relativamente tranquila. Las parejas habían hecho las reservas para las siete de la tarde en adelante por lo que aun quedaba bastante tiempo para terminar de arreglar la decoración, dar órdenes al personal y finiquitar los últimos detalles. Akaashi había estado recorriendo el lugar fijándose en lo que faltaba por hacer hasta eso del medio día, cuando decidió revisar las reservas y el plan de acción.

Se sentía extraño ocupar el lugar de Bokuto en su oficina. No porque no lo hubiera hecho antes, sino que por primera vez se sentía como el jefe del lugar; era un acontecimiento importante y era él –un omega— el que daría las instrucciones al equipo y organizaría todo.

Sonrió al pensar en su rol en la cafetería y cómo había avanzado. Luego, al recordar que en realidad estaría con un niñero la sonrisa se fue desdibujando. No era que en realidad le molestara la presencia de Kuroo, sabía que el alfa era comprensivo y no se entrometería en su trabajo; era más bien el conocimiento de que a pesar de todo el camino recorrido, de todo lo que había trabajado, igualmente su condición siempre estaría ahí determinándolo.

—¿Hola? –fue lo primero que dijo Kuroo al abrir la puerta de la oficina. Seguía teniendo las ojeras y mala cara de toda la semana, pero aun así sonreía.

—¿Listo para trabajar?— cuestionó Akaashi haciendo un gesto con las manos para que terminara de entrar al lugar. El uniforme del alfa estaba cuidadosamente doblado en una mesa de reuniones ubicada al costado izquierdo de la oficina, captando inmediatamente la atención de su dueño quien se acercó a verlo más detalladamente.

—Apuesto a que jamás imaginaste que en realidad el que tendría que pagarme serías tú – comentó Kuroo alzando la mirada para ver a Akaashi mientras comenzaba a juguetear con el corbatín de garzón de su uniforme.

—Estrictamente hablando el que te pagará es Bokuto.

—Detalles, sabes de lo que hablo –

—No esperaba que aceptaras en realidad. Un alfa trabajando de mesero en navidad no creo que sea algo común...

—No me subestimes, durante mi época universitaria trabajé en esto.

—¿Por qué?

—Porque quería conocer un poco mejor el mundo. Sé que es normal pensar que un alfa tiene todo ganado, pero seguimos siendo humanos... unos con mucha suerte. Y yo, a diferencia de Bokuto no tengo un asistente que me ponga los pies en la tierra.

—Uno podría pensar que Kenma cumplía esa labor.

—No, Kenma jamás me ha puesto los pies en la tierra – dijo Kuroo sin darse cuenta que sus palabras habían sido dichas demasiado seriamente. Casi como si se trataran de una declaración.

Akaashi se sintió afectado por la forma en que el mayor habló de Kenma. Quizás porque no era la primera vez que oía algo así; había sido similar cuando Bokuto comenzó a sentir algo por su compañero. Un día simplemente había llegado al café diciéndole que había una persona que lo hacía irse por momentos de la realidad. Había sido más infantil su forma de hablar, claro, pero el mensaje era el mismo.

El corazón de Akaashi al escuchar a Bokuto se contrajo un poco. Ahora le pasaba lo mismo, probablemente por recordar la escena. O eso al menos se dijo a sí mismo.

—Ya veo – comentó finalmente, dejando de lado sus apreciaciones respecto a lo que sentía Kuroo y desviando la mirada—. Te mostraré la zona que vas a atender.

—Sí – murmuró Kuroo con voz confusa antes de seguirlo.

Iba a ser una jornada muy larga.

****

A pesar de estar despierto las nauseas habían vuelto, le dolía terriblemente la cabeza y se arrepentía a cada segundo que pasaba el haber aceptado ayudar en la cafetería. En realidad no entendía la excusa de tener a un alfa confiable allí; Akaashi a pesar de ser un beta se manejaba bastante bien con el público. Tenía un actuar tranquilo e inteligente que lo ayudaba a desenvolverse bien en cualquier situación. Un actuar que hacía innecesaria la presencia de Kuroo, pero Kenma se había visto tan preocupado que simplemente no había podido decir que no, sobre todo tomando en consideración que su amigo en lo general no se inquietaba por nada.

Kenma nuevamente había roto sus esquemas. Así como en la adolescencia lo ayudó a decidir su profesión, ahora lo hacía estar trabajando en vísperas de navidad sirviendo café y pasteles. Si lo pensaba cuidadosamente, su actitud era terriblemente patética. A pesar de los años que habían pasado seguía sin soltar a Kenma, sin avanzar lo suficiente como para considerarse completamente independiente. Seguía visitando los mismos lugares, juntándose con la misma gente y teniendo los mismos objetivos.

En ese momento no lo pensó en profundidad de todas formas. Lo único que lo animaba era el ver que el resto de los trabajadores no se veía mucho mejor. Ya era pasada las nueve de la noche, y a todos comenzaba a notárseles el cansancio. Había visto trastabillar a Akaashi dos veces al pasar hacia el sector de cocina. Todos estaban vueltos locos con el local lleno de gente.

El único consuelo era que las teorías de Bokuto no se habían hecho realidad. No había aliens invadiendo el local a pesar de las buenas opciones que tenían.

—Si estás demasiado cansado puedes irte –

—Deja de subestimarme – contestó de vuelta a un Akaashi que traía una bandeja con varias cajas de fresas cubiertas de chocolates desde la cocina. Este era el regalo de la casa para las parejas que habían decidido hacer Akaashi y Bokuto para los que hicieran reserva. Al mayor le parecía adecuado que en navidad se hiciera un regalo, mientras que el otro pensó en su momento que era una buena estrategia para conseguir más clientes. Ambos fueron felices a su manera con la decisión.

—No lo hago – susurró Akaashi arreglando la decoración de una de las cajas al llegar a la barra—, realmente te ves agotado.

—Todos lo estamos, no te preocupes por mí. Tú mismo estuviste a punto de caerte un par de veces— habló Kuroo señalándolo irritado—. No eres tan maravilloso Akaashi Keijo.

Akaashi enarcó una ceja antes de apartar a Kuroo de su camino y seguir avanzando hacia las mesas a hacer entrega de los presentes. Kuroo se dispuso a ir a la cocina a buscar las cajas para la zona de la cafetería que a él le tocaba atender.

A futuro, cuando Kuroo pensaba respecto a todo lo que había pasado, siempre llegaba a la conclusión de que si allí hubiera acabado la noche todo habría sido mucho más fácil.

Akaashi hasta ese momento seguía siendo un beta para él.

****

Todo estaba ordenado dentro del local. La vajilla limpia así como las mesas, las luces apagadas exceptuando la oficina y el baño junto con los camarines, y las cuentas al día. Cada cosa estaba en su lugar, incluso los empleados cambiándose y comenzando a abandonar la cafetería.

Todo estaba ordenado y en su lugar, excepto Akaashi. No es que estuviera en un lugar incorrecto exactamente, al menos seguía en la oficina y nada le hacía pensar que fuera a dar un paso fuera de ahí.

No podía salir.

Había sido un tonto.

Su cuerpo se sentía caliente, casi como si fuera una fiebre solo que peor. Más terrible que cualquier otra ocasión, más aún que lo que había sentido durante toda la semana, lo cual en realidad no tenía sentido. Se suponía que a estas alturas el celo debía ser cosa del pasado, y sin embargo estaba ahí, sudoroso y húmedo. Anhelando algo a lo que ni siquiera podía poner nombre porque no quería un alfa. Si pensaba en los alfas de sus pesadillas no se excitaba ni veía como solución. No quería solo esa satisfacción pasajera. No quería solo ese sentirse completo al tener a alguien follándolo con fuerza. No estaba seguro de querer siquiera tener sexo a pesar de que su cuerpo estuviera listo para ello.

Era insoportable el dolor. Nunca se había sentido tan miserable como ahora. Además de lo físico sentía un vacío casi espiritual. Como si le hubieran robado el alma y solo fuera un muñeco.

Una parte de él sentía ganas de llorar, pero no lloró. Sabía que era posible que en cualquier momento entrara alguno de sus compañeros de trabajo y todo se arruinara. Era la primera vez que estaba tan consciente de su alrededor en su estado; quizás como no era más que un maniquí el dolor solo lo tenía su mente y no su cuerpo.

Sabía así también que las feromonas que su cuerpo despedía eran fuertes, a él mismo lo asfixiaban... solo era cuestión de tiempo.

Tic tac.

La puerta se abrió y una parte de Akaashi deseó que nuevamente fuera Bokuto.

—Akaashi – susurró. Estaba confundido, sus ojos brillaban y sus fosas nasales estaban dilatadas. Su cuerpo al igual que el de Akaashi, temblaba.

—Ayudame – murmuró.

Sus brazos abiertos recibiéndolo. Kuroo no lo dudó.

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