Como siempre...
Habían pasado ya dos meses desde el emparejamiento de su amigo de la infancia. Inesperado pero a la vez esperable, sobre todo cuando Kuroo dejaba de engañarse y veía todas las pequeñas señales dándoles el significado correcto. El cómo se iluminaba el rostro de Kenma al ver a Bokuto no era solo producto de su imaginación, el cómo las visitas de Bokuto se hacían más frecuentes cobraban sentido, y el cambio en ambos a un nivel más elemental durante el último tiempo se hacía terriblemente obvio.
Eran un alfa y omega unidos. Y aunque a una parte de Kuroo le gustaba pensar que era solo por las hormonas del celo, la verdad es que sabía que había algo más. Él también era un alfa después de todo, y a pesar de estar en constante contacto con Kenma nunca habían llegado a estar juntos. Kenma no lo necesitaba, y aunque en lo general su corazón se acelerara un poco cada vez que lo veía, esa atracción inexcusable nunca había llegado. Ni siquiera con su amigo sin los supresores.
Al fin y al cabo era como decían; una parte era instinto, pero no todo. El problema era que lo que a él le había faltado era lo primero. Encontraba tremendamente injusto que lo que decidiera las cosas al final fuera algo que no podía controlar. Nunca lo reconocería, pero estaba espantosamente celoso de Bokuto, de la suerte de su instinto... de que pudiera darle a Kenma esa protección y sentido de pertenencia que él no pudo brindar.
Tampoco reconocería que la verdad es que se encontraba solo.
****
—Si tuvieras que decidir entre un pastel de chocolate y un tiramisú qué escogerías – preguntó seriamente Bokuto a Kuroo en cuanto el pelinegro se acercó a la barra de su cafetería.
El lugar era amplio y luminoso, acogedor con sus mesas de madera oscura así como sus sillas pero adornado con cuadros y espejos que daban el color suficiente como para considerarla vibrante. La primera vez que entró a Kuroo le sorprendió que alguien como Bokuto fuera capaz de liderar un lugar así, luego entendería que quien realmente hacía que la cafetería no fuera un desastre era su asistente. Akaashi era un santo.
—Me gustan ambos – respondió a la pregunta luego de analizar detenidamente ambas creaciones. Kuroo no era muy quisquilloso con la comida y los dos se veían los suficientemente buenos. Bokuto era un genio en este ámbito después de todo.
—Estoy hablando en serio, tienes que escoger uno. Es una elección de vida o muerte.
—¿Akaashi sigue sin comer tus postres?
—¡¡No come nada de lo que preparo!! – sollozó su amigo, haciendo el escándalo que lo caracterizaba. Al principio, antes de que Bokuto conociera a Kenma, Kuroo habría jurado que el peligris sentía algo por su asistente, aunque al final todo el tema de la cafetería se tratara simplemente de cabezonería.
—Bebo el café que haces – acotó tranquilamente Akaashi acercándose hasta donde estaba el pelinegro y ofreciéndole café—. ¿Expresso verdad?
—Gracias – sonrió Kuroo, mientras meditaba que sentía una satisfacción tonta al ver a Bokuto frustrado por algo tan ridículo.
—¡Esto no se va a quedar así! – declaró Bokuto indignado antes de entrar a la cocina llevando consigo ambos pasteles y murmurando para sí mismo un "ya verás".
—¿Por qué haces esto?— preguntó Kuroo una vez Bokuto estuvo fuera de la vista y antes de beber unos sorbos de café. Akaashi, quien preparaba las órdenes de una de las mesas levantó la vista de su labor antes de responder.
—Me gusta mantenerlo motivado – dijo tranquilamente y volviendo a trabajar, aunque sin dejar de hablar—. Es un alfa, ya tiene más de la mitad del camino recorrido pero no quiero que se conforme con sus habilidades naturales.
—Te preocupas mucho por él ¿eh?
—Sí, siempre – respondió sin darle mayor importancia. Como si el decir que se preocuparía siempre por su jefe se tratara de algo simple y obvio, aunque no lo fuera.
A Kuroo le gustó ese sentido de lealtad o quizás lo que le gustó fue ver que no era el único que se sentía solo. La lealtad podía nacer por muchos motivos y en Akaashi —Kuroo estaba casi seguro— lo que la había provocado no era la admiración, era algo más fuerte.
—¿Es difícil ser un beta, Akaashi?
La pregunta era muy personal, el más joven pudo negarse a responder, pero no lo hizo. Hubo una pausa, pero también una respuesta.
—A veces...
La respuesta no fueron solo sus palabras, fue también la mirada triste que le dio a Kuroo antes de ir a la mesa a dejar los pedidos.
—Ser alfa también – quiso decir, pero no lo hizo. Era injusto decir que aun siendo alfa también tenía problemas.
¿Quién se imaginaría que un veterinario de renombre como él pudiera tener problemas? Tenía su propia clínica y era sabido que las mujeres no le faltaban. Había dinero y pasión en su vida ¿qué más podía pedir?
A Kenma, no dijo. No se respondió siquiera a sí mismo. Era injusto.
****
Se despertó intranquilo. Sentía sudor recorrer su rostro; no era la primera vez que le sucedía, pero no evitaba el sentimiento. La angustia se sentía como un vacío en su pecho que aun despierto no lo abandonaba.
Se levantó de la cama sabiendo que no podría volver a dormir. Se sirvió un vaso de agua meditando sobre si debía llamar a Kenma esta vez; los omega tenían un efecto casi narcótico cuando se encontraban en confianza, lo cual era su caso. En lo general no se preguntaría nada pero dado que su amigo ahora estaba emparejado prefería evitar los problemas de más. No quería darle razones a Bokuto para que se pusiera celoso, valoraba demasiado a ambas personas como para ser el que diera problemas.
Las ojeras al otro día eran terribles, tres días después aun peor. A diferencia de lo normal, esta vez el café lo bebía por necesidad no solo como excusa para visitar a su amigo. El trabajo en la consulta veterinaria había sido mucho más cansado de lo normal, la pura cabezonería lo llevaba a seguir levantándose a hacer su vida normal. Si al menos los síntomas hubieran sido debido a su celo, habría hecho algo al respecto, pero el saberse de manos atadas aumentaba sus deseos de superar cualquier complicación y seguir adelante. Era una lástima que lo terco no le quitara las consecuencias negativas del sobre esfuerzo.
—¿Pasó algo? — preguntó Bokuto cuando Kuroo cayó sobre la silla de la barra.
—No, es decir... solo no he podido dormir bien.
—Kenma tampoco. Salió un juego hace un par de días y se empeña en quedarse hasta tarde jugándolo. ¡¡Me siento dejado de lado!! –vociferó indignadísimo Bokuto, moviendo el paño con el que antes limpiaba la barra sobre su cabeza.
Kuroo sonrió de medio lado. No creía que Kenma privilegiara un juego antes que a su compañero, era antinatural. A pesar de que estuviera obsesionado con los juegos y en su mundo la mayor parte del tiempo, él sabía que cuando se trataba de peligris siempre había tiempo.
—Bokuto también ha estado ocupado. Eso es lo que lo tiene verdaderamente de mal humor – dijo Akaashi sirviéndole el café a Kuroo y acercándole el azúcar. Sabía que iba a necesitar más que un café para estar despierto.
—¿Y eso?
—Se acerca navidad y quiero dejar todo listo para ese día... Es la primera navidad con Kenma.
—Y la primera navidad en que no estará a cargo de la cafetería. Piensa que sin él puede pasar lo peor... tiene unas teorías bastante interesantes.
—¡Aliens! ¿Qué mejor fecha para invadirnos? Todo el mundo está ocupado comiendo comida deliciosa y siendo feliz, nadie se lo esperaría.
—¿Esa es la peor de las teorías?
Akaashi tomó aire antes de intentar comenzar a hablar.
—Eso es irrelevante – lo interrumpió Bokuto sonrojado, mientras el pelinegro a su espalda sonreía—. El asunto es que estoy muy preocupado.
—¿Ya le compraste su regalo a Kenma?
—Sí... no... algo así. Estoy haciendo una creación.
—¿Cómo los postres para Akaashi?
—Algo más innovador.
—¿Si?
—Sí. Algo innovador e increíble.
—Oh...
—Algo que cambiará la historia de esta pastelería. Algo...
—Es un pastel con forma de gato. Hace unos días Kenma hablaba de que le gustaría tener una mascota en su apartamento, empezaron a tener una conversación sobre irse a vivir juntos de forma permanente, pero de alguna forma la charla derivó en que ambos eran un desastre cuidando seres vivos y que lo mejor era abortar misión.
—Hijos ni pensar todavía... —comentó inocentemente el alfa sin saber la reacción que provocaría en su amigo.
Bokuto estaba congelado. Akaashi suspiró.
—Mejor ve a seguir horneando Bokuto... —sugirió Akaashi guiando a su jefe hasta la cocina.
—¿Qué le sucede? –preguntó Kuroo todavía digiriendo lo del pastel en forma de gato y cómo eso se relacionaba con una conversación seria sobre ir a vivir juntos permanentemente.
—Su familia desde que conoció a Kenma lo ha estado presionando con el tema de los hijos, pero tú ya conoces a ambos... Todavía es demasiado pronto para pensar en algo así.
Hubo unos segundos de silencio en los que ambos se imaginaron cómo sería un niño criado por Kenma y Bokuto. La imagen mental de ambos terminaba desastrosamente.
— Emparejarse es más complejo de lo que parece ¿no?
—Supongo. ¿Problemas en el trabajo?
—¿Por qué lo preguntas?
Akaashi señaló su rostro.
—No, no es por eso... es... solo algo que ocurre de vez en cuando. En un par de días más estaré mejor.
—En un par de días será navidad.
—Lo sé. No tengo planes de todas formas.
—¿Ni siquiera con tu familia? ¿Un amante?
—No, mi familia está en Europa visitando a mi hermana, y sinceramente estoy demasiado cansado como para buscar a alguien. No es que me vaya a morir por no celebrar navidad.
—Aun así suena un poco solitario.
"Lo es"
—Ey que estar en una tienda atendiendo pedidos tampoco es un gran panorama.
—Ah no lo creas, hay mucha gente y el ambiente es bueno. Las ventas también y eso me pone de muy buen humor.
—Nadie que te viera pensaría que eres tan mercenario.
Akaashi sonrió. Ahora que lo pensaba Kuroo no creía haber visto nunca al pelinegro reír de verdad. Lo suyo siempre eran las sonrisas a medias o irónicas. No era un ser expresivo, y aunque pareciera contradictorio, el hecho de que siempre estuviera con Bokuto hacía que esa parte de su personalidad no se notara con fuerza; su amigo era tan escandaloso que hasta la persona más alegre se vería disminuida a su lado.
—Si te sientes demasiado solo, estaremos acá... — Akaashi avanzó hacia un par de clientas que acababan de entrar a la tienda—. Aunque no haremos descuentos solo porque seas tú.
—Apuesto a que incluso me cobrarías más.
Akaashi volvió a sonreír, cansado, haciendo que se notara un poco más su piel pálida y sus propias ojeras.
Kuroo no notó nada de eso.
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