Capítulo 16
Cuando Mario entra en su piso, el buen humor que emana por todos los poros de su piel se termina de golpe, como cuando saltan los plomos en mitad de una tormenta eléctrica y la música se apaga de golpe.
—Hola Mario —lo saluda Gloria desde uno de los sillones—. Te pido perdón por no haberte avisado antes de venir.
—Qué quieres —dice él—. Por cierto, si ya no vives aquí, sería interesante que me devolvieras tu llave.
Dama se acerca con timidez a la exnovia de su dueño, intenta un lametón, pero tras el saludo frío de ella, la pastora alemana abandona el salón y deja solos a los dos humanos.
—Sí, la he dejado ahí... Pero, por favor, siéntate... Necesito hablar contigo.
A pesar de que Mario está muy enfadado con ella, es capaz de percibir ese deje de gravedad en su voz. Ese tono que indica que algo más grave por encima de ambos pudiera estar sucediendo.
Él se sienta en el sofá, cerca del sillón, dispuesto a escuchar.
—Bien, dime.
—Mi madre tiene cáncer de páncreas —suelta Gloria, de golpe—. Tiene metástasis en todas partes, no hay tratamiento. Probablemente se morirá en dos meses...
Y de pronto, Gloria se rompe y las lágrimas escapan, fuera de control, manchando su falda, sus medias y hasta la alfombra.
Mario se ablanda, lógicamente. Es extraño ver llorar a su exnovia. Siempre tan fría y tan superficial. Claro que si no llora en estas circunstancias, no llorará nunca. Así que le agarra una mano.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta él.
Ella le mira, suplicante.
—Mentir. Ven conmigo a casa de mis padres, que ella vea que estamos juntos y felices. No quiero disgustarla a estas alturas.
Automáticamente, Mario le retira la mano.
—¿Por qué un disgusto? ¿No habías encontrado a otro? Escucha Gloria... Entiendo lo que dices. Siempre me he llevado bien con tus padres, me aprecian y los aprecio, pero la mentira no la protege de nada —trata de explicar Mario.
—Pero está muy alterada, muy nerviosa y muy deprimida... No puedo darle un disgusto ahora... En otras circunstancias pues, se acabaría reponiendo. Ella te adora, Mario. Está entusiasmada con que nos casemos y últimamente se está lamentando porque no conocerá a sus nietos. Hasta me reprocha que no nos hayamos casado antes de que pasara esto.
Mario resopla con ansiedad. Pero qué demonios. Qué mala suerte.
—¿Y por qué no le presentas a tu nuevo novio? —pregunta él—. A lo mejor le gusta tanto como yo.
Gloria pone los ojos en blanco.
—Bueno, porque no le va a gustar —dice ella tajante.
—Eso no lo sabes —insiste Mario—. Lo que está claro es que tú y yo no pintamos nada juntos y eso lo dedujiste tú solita muy bien.
—Bueno, tú ya quisiste dejarme el año pasado, pero te dio pena por mis padres, no lo niegues. ¿Qué diferencia hay entre alargar esto dos meses más y la oportunidad que nos dimos el año pasado?
—Que no quiero que intentemos nada más juntos —dice él.
—Mario, mi madre se está muriendo y necesita verte. Ella va a quedarse mucho más tranquila si piensa que abandona este mundo y sus dos hijas están bien acompañadas y bien colocadas.
—¡Ajá! —dice él—. ¡Bien colocadas! Eso es lo que pasa. ¿Tu nuevo novio es barrendero? ¿Por eso no le va a gustar?
Mario se ha enfurecido de un momento a otro. Gloria ha expresado claramente eso que durante todos estos años ha sospechado él: que la relación que ella tenía con él se sostenía gracias a su puesto de trabajo, su carrera profesional, su bolsillo y su caché. Porque Gloria no deja de ser una niña de papá que ha estudiado un máster ridículo sobre eventos, que se viste con las marcas más caras del mercado y que necesita un presupuesto para peluquería mucho mayor del dinero del que disponen algunas familias para pasar todo un mes. Claro que si fuera su propio dinero... Pero necesita un proveedor.
—¡Mi nuevo novio está casado! Y sí, vivo con él en una casa muy grande y somos muy felices, pero no se ha podido divorciar. Ya lo hará —dice ella.
—¿Vivís en una casa muy grande?
—Bueno él va y viene mucho. Viaja, ¿sabes?
—Ya y te deja la Visa, ¿no? —suelta él cargado de ira—. No tienes vergüenza.
Gloria enrojece de pronto.
—Mario, está claro que tú y yo no somos compatibles. Que tenemos prioridades distintas. Tú eres un ñoño romántico que sueña con el amor y una casa llena de niños. Pues mira, yo no. Ya sabes que yo no soy muy romántica. Quiero dinero y buena vida y es perfectamente legítimo. Pero ahora no estamos hablando de mí, ni de ti.
—Ya, estamos hablando de tu madre —Mario consigue calmarse.
—No te estoy pidiendo nada absurdo. Quiero que muera en paz —dice Gloria.
—Joder, lo entiendo. Pero no me parece correcto.
—¿Y qué es correcto en esta vida? —pregunta ella—. ¿Darle un disgusto en su lecho de muerte te parece más correcto?
Mario se deja caer en el sofá.
—Qué quieres que haga —se rinde.
—Simplemente ven el domingo a casa, por la mañana. La saludas, estamos un rato con mi madre y te vas. Podrías venir a verla de vez en cuando, llámala... No sé preocúpate por ella como lo harías si aún estuviésemos juntos. Lo agradecerá —le pide Gloria—. Escucha, siempre he pensado que mi madre te quiere a ti incluso más que a mí.
Mario percibe una nota de dolor en esas últimas palabras.
—Está bien. El domingo vamos a casa de tus padres. La llamaré y veré qué puedo hacer por ella —acaba cediendo él—. Pero esto no significa nada en cuanto a nosotros —aclara.
Gloria sonríe con amargura.
—Por supuesto que no. Yo ya no te quiero Mario, y tú a mí tampoco. Pero eso no quiere decir que no seamos humanos —dice—. Gracias por comprenderlo.
Gloria se levanta del sillón y camina hasta la puerta. Sin embargo, Mario se ve obligado a acompañarla.
Antes de marcharse, se abrazan amistosamente.
—Si necesitas hablar... Puedes llamarme —dice él—. No estamos enamorados, pero hemos dormido juntos muchos años —dice.
Ella le sonríe
—Te lo agradezco una vez más, pero lo mejor es que no me apoye en ti. Soy egoísta, pero no tanto —dice Gloria.
Y entonces, el ascensor abre sus puertas y ella desaparece.
Mario vuelve al sofá. Se tumba y poco después aparece Dama para tumbarse en la alfombra, justo a su lado.
Se pregunta qué va a hacer ahora. ¿Es prudente iniciar una relación con otra mujer cuando acaba de meterse en este berenjenal? Quizá debiese hablar con Aura primero.
—Ya... ¿Y qué me va a decir? ¿Qué le voy a decir yo? Oye Aura, voy a ir a casa de mis exsuegros varias veces al mes porque mi exsuegra se está muriendo y mi exnovia y yo estamos fingiendo que seguimos juntos para no disgustarla. Esto durará hasta que se muera. ¿Aceptas el trato? —dice él.
Al escucharlo en voz alta, le parece tan absurdo que descarta la idea por completo. Además, no está saliendo con la pelirroja, al menos no tienen aún algo formal ni son novios... Ni nada por el estilo. Quizá lo tendrá que hablar con ella... Pero cuando surja... Cuando su relación avance un poco más.
De todas maneras, no va a volver con Gloria, ni a acostarse con ella, ni sigue enamorado de ella. Ni tampoco habla con ella. De hecho, la bloquéo en WhatsApp la semana pasada.
—Joder —resopla—. Joder.
Mario cierra los ojos y trata de relajarse. Rápidamente vuelven los ojos verdes felinos de la pelirroja a su mente, su cintura estrecha bajo sus brazos, su sonrisa... El beso.
Está deseando volver a verla, volver a tocarla. Es casi... Una necesidad.
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