Capítulo Treinta y Nueve.

Weimar frunció el ceño pensativo mirando su móvil en medio de la noche, había sido despertado por un mensaje en un lenguaje que no había visto hace mucho pero entendía, tenía un enorme mal presentimiento y por ello su olor de estrés comenzó a llenar la habitación.

-Son las dos de la madrugada, ¿Qué haces despierto?.. -Murmuró el castaño soñoliento aferrándose a su cintura, todo estaba oscuro y silencioso debido a la hora así que era raro que el de piel amarilla estuviese sentado mirando a la nada como si hubiese un fantasma o algo-.

-Tengo que buscar a mi sobrino más tarde, necesito saber si está bien. -El de ojos cielo suspiró por la nariz frunciendo los labios hacia un lado antes de volver a acostarse y abrazar al americano que en silencio lo arropó con la manta, no tenían idea de lo que había sucedido-.

Habían pasado todo el día trabajando luego del extraño momento en la oficina, no hablaron más al respecto pero tampoco se alejaron uno del otro, América lo invitó a su casa y acabaron durmiendo juntos en su cama tras algunos besos con toqueteos coquetos.

Sin embargo no pudo dormir más y solo se acurrucó con el más alto sin dejar de pensar, en la primera y la última vez que la vio, siempre con esa expresión destruida.

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Su hermano ya había terminado "Sus asuntos" con ella, dejándola sin más cuando el nudo se disolvió asegurando el cachorro, se asomó a la habitación mal cerrada y la vio apenas cubierta por una sábana llorando en silencio mientras que su Celo se iba disipando poco a poco. No había tenido de otra más que aceptar ser tomada para cumplir con su instinto y con todo lo que le habían enseñado en el lugar donde fue criada con esa esa única finalidad, el de ojos cielo decidió entrar en silencio pero aún así la de rizos revueltos lo oyó pasando a mirarlo con temor de que quisiese tomarla él también y tembló hasta que una bata de satín fue puesta sobre sus hombros desnudos, una mano del más alto quedó frente a ella con la intención de ayudarla a levantarse y la aceptó con duda.

El Alfa la sostuvo con cuidado siendo su apoyo para que caminara hasta el baño, no sintió ni el menor morbo mientas limpiaba su cuerpo pequeño lleno de marcas siendo ninguna la mordida del lazo, al finalizar drenó el agua para secarla bien antes de ponerle el camisón que pidió prestado a una de las Betas del personal de la finca para así llevarla después hacia otra habitación donde viviría desde ese momento pues Dritte desde luego no la soportaría cerca. 

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Algún tiempo después la concepción exitosa se confirmó pero todos actuaron indiferentes menos el tricolor que a escondidas llevaba postres en la noche a la Omega de expresión triste para hacerle algo de compañía, así los meses pasaron y la pancita de esta fue creciendo como su ahora largo cabello lleno de rizos cual muñeca que acompañaban perfecto su rostro delicado y ojos dulzones. Su apariencia de rosa fue la razón por la cual el de fría mirada esmeralda la había escogido de entre todos los demás pero sin embargo no sentía nada en absoluto por ella, ni siquiera estuvo presente en el nacimiento de su hijo y la pequeña Omega se encerró sola a alumbrar en su nido temiendo de cualquiera que se acercaba, los únicos que pudieron entrar al final fueron Weimar y el perro más viejo de la finca con quién también había formado amistad mientras que los demás intentaban morderla siempre.

Esa tarde nació un cachorro tricolor de cabello dorado como el sol y preciosos ojitos esmeralda, ella quedó perdidamente encantada por su bebé tan pacífico como una flor de Altramuz y no se separó de él hasta que dio sus primeros pasos seguido de un balbuceo tierno intentando pronunciar la palabra burbuja con dificultad, pero su primera palabra también significaba dejar que un extraño viniese a acercarse a su pequeño para enseñarle más cosas y no le gustaba que alguien más lo hiciera.. pero el de esvástica siempre la hacía obedecer con su voz de mando y un gruñido.

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La última vez que pisó la finca fue durante una llovizna creciente, Alemania ya tenía la edad suficiente junto con un vocabulario decente por lo que según el escarlata "Ya no era necesaria su presencia".. lloró y suplicó a gritos pero fue arrastrada fuera, alejada sin siquiera poder darle un beso a su hijo que dormía aún en su nido sin tener la menor idea de lo que pasaba.. Weimar estaba de viaje por estudios y el viejo perro ya había fallecido dos años atrás, no hubo nadie que la protegiera.

Fue regresada al "Campamento" en un área separa de los demás debido a que ya había tenido un cachorro y a su comportamiento naturalmente desesperado que estaba causando problemas, con cada día que pasó su mirada amorosa se fue apagando para verse como un cascarón vacío que solo comía y se mantenía en su nido apegada a una esquina fría con los años pasando insípidos hasta que un día la puerta de su pequeña habitación fue abierta de golpe. Dejando ver al furioso Alfa que la había tomado hace dieciséis años y posteriormente alejado de su cachorro ambas veces en contra de su voluntad, ni siquiera pudo pedirle que se fuera cuando el tirón en su cabello la hizo quejarse asustada y entonces... con los gritos endemoniados y algunos golpes a su estómago entendió, su amado hijo había resultado ser un Omega como ella y lloró no por el dolor físico, sino por su corazón destruido sabiendo que tendría el mismo destino que ella.

Oh querida, ¿Alguna vez dejaste de buscarlo?..

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