26. Secretos
—A ver si entendí bien, ¿usted está a cargo de la misión y es Coronel? ¿y su gente está pérdida? —Elary le preguntó, él asintió con la cabeza. —¡¿Y por qué está tan tranquilo?! No sabe nada de ellos, pobres hombres. —dijo exaltada poniéndose de pie.
—Tranquila— le dijo Alexander sorprendido por su preocupación. —Mi tío Michael me está ayudando con eso, aunque si le soy sincero no pensaba involucrar a mi familia ni a usted en esto.
Ella le miró expectante.
—¿Y qué pensaba hacer conmigo entonces?
—Mantener su odio intacto, mantener todo como estaba— admitió.
—De ser así, en cualquier momento lo habría matado ¿sabe? —le pregunto ella.
Alexander no pudo evitar reír.
—Me hubiera encantado ver que lo intentaras Elary. — ella le miro casi ofendida por su tono condescendiente.
—Usted es demasiado— ella apretó los labios.
—Dígalo— la retó.
—Exasperante. — dijo ella soltando un suspiro. —Apuesto a que está acostumbrado a tener el control de las cosas, todo es difícil ahora ¿no?
—Sigo teniendo el control de las cosas— le respondió él, fue el turno de verla reír a ella.
—Ya no— Elary se movió hacia él y lo miró a los ojos. —Porque no puede tener el control sobre mí y ahora lo sé todo.
—¿Y me va a delatar? —Alexander alzó la ceja derecha.
—No, pero usted me dejará ayudar en esto.
—No— dijo tajante— no, nunca, ni hablar.
Elary se cruzó de brazos como una niña berrinchuda. Le pareció la mujer más adorable en ese momento, era preciosa con sus mejillas rosadas y ese brillo de nuevo en su piel crema, con ese vestido verde y el cabello castaño.
—Usted no puede decidir por mí, sabe que necesita ayuda aquí en la casa. Yo puedo ayudar y lo sabe.
—Yo…
Alguien llamó a la puerta, Elary le miró con severidad. Alexander captó el mensaje, se escondió detrás del armario.
—Mi lady, una carta. — escuchó del otro lado de la puerta. —De los condes de Kilmartin.
—Muchas gracias Luigi. —Elary cerró la puerta.
Espero escuchar los pasos del mayordomo avanzar para poder hablar.
—Déjeme ver. — exigió el rubio.
—No— dijo ella apretando la carta. —Me la enviaron a mi.
—Son mis tíos. —Él intentó tomar la carta, ella alzó su mano con la carta alejándose de él.
Alexander le miró burlón.
—No aquí.
—Aquí y en china lo son. —Volvió a acercarse para tomar la carta, ella no se lo permitió.
La tomó por la cintura, con una mano mientras con la otra intentaba tomar la carta. La escucho refunfuñar, el calor corporal de esa manera era cómodo, ni siquiera lo estaba haciendo porque quisiera la carta, solo le gustaba tener a Elary de esa manera cerca de él.
—Deje de comportarse como un niño— le dijo ella con su respiración acelerada. —Dios mío, de verdad.
—Deje de ser una chiquilla malcriada entonces— contraatacó él.
—Suélteme— le golpeó la mano, Alexander escondió una sonrisa y la soltó.
Elary respiro profundo, tratando de recobrar la postura y rompió el sobre. Miró a Alexander, quién tenía totalmente su atención en ella, casi sintió sus mejillas sonrojarse. Ese hombre era de verdad un libertino experto, un coqueto por excelencia, ella conocía muchos de su tipo.
—No es nada importante— dijo ella. —¿Ve? —dijo tendiendole la carta. —Solo una invitación a tomar el té, con su tía y una de sus cuñadas.
Alexander miró el papel con atención, trago saliva y luego la miro.
—No es cualquier cuñada, es mi madre. —respondió él.
—Oh… — fue lo único que salió de su boca.
Alexander se sentó sobre la cama y luego sonrió.
—¿Le emociona? —ella le miró confundida.
—Conocer a su futura suegra, Lady Bothwell. — le dijo juguetonamente.
Ella abrió los labios con sorpresa y después entrecerró sus ojos.
No pudo ni siquiera reaccionar cuando un cojín se estampo en su cara, borrandole la sonrisa de la cara.
—De verdad es un sinvergüenza. —le dijo Elary. —No será mi suegra.
—No todavía, pero algún día.
—Nunca— le dijo ella.
Alexander rió, poniéndose de pie. Ella se fue al otro lado de la habitación, como si su cercanía le incomodara.
—Como digas Elary.
—Deje de hacer eso— le dijo molesta.
—¿Qué? — preguntó con inocencia fingida.
—Lo que sea que esté haciendo. Debe detenerse, no coquetee conmigo.
—Creí que querías que lo hiciera. — Alexander colocó su mano en el pompo de la puerta, vio que ella no supo qué responder. —La dejaré sola para que se preparé, supongo que tenemos una cita a la cual debemos ir.
Salió de ahí, dejándola sola y sumergida en sus pensamientos, cuando avanzó por el pasillo la puerta de su habitación se abrió, el volteo para verla. Ya llevaba el cabello suelto.
—Aún no te perdono— le dijo y cerró de nuevo.
—Sé que no— murmuró para sí mismo.
Elary se dejó caer en la cama de su habitación, su corazón seguía afligido y no podía borrar de su mente la imagen de su hermana, Alyee. Era una preciosura, siempre había sido su adoración, la había amado tanto.
—¿Qué me dirías si estuvieras aquí? —preguntó mirando al techo. —Tal vez te daría risa saber que creo estar enamorada, ¿es justo querer ser feliz sin ti?
No podía dejar de cuestionar esas cosas, se sentía egoísta al imaginar una vida feliz, una vida que su hermana merecía y que le fue arrebatada por la culpa, por el miedo y por evitar la desgracia que le esperaba. Su corazón le dolía.
Intentó pensar en otra cosa, por lo que se acercó a ver el montón de vestidos que había en su armario. Iba a conocer a la madre de aquel hombre ¿cómo sería? ¿sería como él? le causaba un poco de intriga.
Finalmente eligió uno de sus vestidos púrpuras, tenía un corte estilo princesa, discreto, elegante pero sencillo. Nunca le había gustado ser muy extravagante, le gustaba usar ropa que la hiciera sentir cómoda y normalmente no se acomodaba al estilo aristocrático, lo que a veces frustraba a su madre.
—Milady, ¿va a salir? —le preguntó Margarita cuando la vio bajar las escaleras.
—Lo haré, iré con el conde a casa de los condes de Kilmartin. —respondió sonriendo.
—¿Con el conde? —preguntó con cierta sorpresa. —¿Usted está segura?
—No te preocupes por nada, ahora sé cómo manejar esto.
Elary avanzó hacia el salón principal, lo vio de pie viendo los retratos familiares con atención. Se veía muy apuesto, llevaba un bonito traje negro y sus rizos bien peinados, brillaban.
—Estoy lista.
El giro para verla, parecía un poco sorprendido pero aun así le sonrió. Sintió que sus mejillas ardían, colocó sus manos hacia enfrente con cierto nerviosismo.
—¿Puede dejar de verme de esa manera?
—No— respondió él acercándose a ella y tropezando, eso casi la hizo reír.
Llegó hasta ella. Parecía que tenía sus pies clavados en el piso porque no se movió cuando él acarició su mejilla.
—No puedo, lo siento. Es muy hermosa, no creo que pueda dejar de sorprenderme cada vez que la observó. Menos ahora que no necesito fingir que no es la mujer más bella que he visto en mi vida, porque lo es.
—Alexander… —susurró ella.
—Me gusta eso, que puedas llamarme por mi nombre.
Elary se lamió los labios, no pudo evitarlo. Deseaba que la besará, lo deseaba muchísimo.
También amaba poder llamarlo por su nombre, porque eso le recordaba con quién estaba, quién era él.
—Mi lord— dijo el mayordomo.
Ambos se alejaron de golpe.
—El carruaje está listo.
—Gracias— dijo.
Ambos salieron de la gran mansión del Duque, ella miró al cielo. Alexander se pregunto en quien de los dos pensaba cada vez que hacía eso.
—Déjame ayudarte— le ofreció su mano para subir al carruaje, ella puso los ojos en blanco y subió al carruaje sola. —o no.
Alexander se acomodo en el carruaje, justo frente a ella.
—¿Cómo es su familia? —le preguntó.
—¿Le interesa?
—Borre esa estúpida sonrisita de su cara, solo tengo curiosidad.
—Bueno… ¿por dónde empezar? —preguntó acomodándose en el sillón. —Mi padre es el segundo hijo de ocho hermanos, tengo tres hermanos: Charles, Violet y William. —Alexander aplaudió y ella le miró fascinada ante su emoción. —Seré tío, muy pronto, mi hermana me hizo el gran honor, de hecho…
—¿Qué? — le preguntó con curiosidad.
—Debo volver pronto, se lo prometí. Que estaría en casa antes de que naciera su hijo.
—La adora— no era una pregunta, era una afirmación. —Lo veo en sus ojos, cuando habla de su familia, los ama mucho.
—Lo hago, ¿sabe? Tengo 30 primos. —Elary parpadeo un par de veces, él rió. —Es una locura, cuando nos juntamos todos los Bridgerton en navidad, lo hacemos a veces en casa de mis tíos, los Duques, su casa es enorme.
—Debe ser muy divertido– dijo ella sonriendo. —, usted debió tener una infancia muy feliz.
—Maravillosa, podría contarle muchas anécdotas.
—Con tantos primos, no lo dudo.
—¿Y usted? ¿puede decirme algo? —la sonrisa de Elary desvaneció lentamente. —No tiene que hacerlo si no quiere.
—Yo… —pareció dudar un instante. —Mi padre fue un hombre maravilloso, no tengo mucha oportunidad de hablar de él, mi madre prefiere no hacerlo, pero era divertido y le gustaba cantar canciones escocesas, usar el arco y siempre me llevaba con él… cuando nació Aylee, bueno, fue diferente, ella era más dócil y amaba los bailes, amaba todas esas cosas delicadas, podría haber sido una princesa sin duda…
—Lo siento mucho— dijo Alexander atrapando sus manos entre las de él. —, de verdad.
—No me diga eso, o me hará llorar.
Alexander la soltó, no quería eso así que agrandó una sonrisa.
—Entonces debo decirle cómo le enseñé a mi hermana a aprender a nadar.
—Usted la lanzó al agua ¿no es así?
—¿Cómo lo sabe?
—Oh, usted se ve de ese tipo— dijo ella riendo. —Es muy cruel eso.
—Puede cuestionar mis métodos, pero no el resultado. —ella negó con la cabeza.
—Definitivamente no lo haría, mi padre hizo lo mismo. —le dijo riendo. —Y soy una excelente nadadora.
—Me parece maravilloso... — dijo Alexander acercándose a ella. —Mis padres tienen un lago.
El carruaje se detuvo frente a la gran mansión de los Condes de Kilmartin, el cochero abrió la puerta, Elary fue la primera en bajar, el mayordomo ya les esperaba.
—Bienvenidos, los condes les esperan en el salón principal— les dijo.
Los dos avanzaron por el pasillo, el corazón le latió con fuerza a Elary cuando vio a las cuatro personas que estaban ahí de pie, esperando por ellos.
—Elary, querida. —dijo lady kilmartin. —Me da alegría verlos.
—Lo mismo digo Lady Kilmartin— respondió ella.
La mujer rubia miraba fijamente a Alexander, lo supo en cuanto la vio en la habitación ella era la madre de ese hombre indudablemente, se parecían muchísimo y parecía ansiosa por abrazarlo.
—Déjeme presentarle a mi hermano y a su esposa…
—Lo sabe todo— aviso Alexander, acercándose a sus padres para abrazarlos con fuerza.
Los condes la miraron con cierta sorpresa, ella solo dio un ligero asentimiento de cabeza, miró la escena enternecida. El padre de Alexander beso su frente, le recordó al suyo propio, le pareció maravillosa tal muestra de amor sin importarles nada, eso le gustaba. Su madre acunaba su rostro y besaba sus mejillas.
—Madre— dijo él. —Me vas a avergonzar frente a Lady Bothwell.
—Oh, lo siento. —dijo soltandolo. —Estaba tan preocupada.
Alexander beso sus manos.
—No debes preocuparte por mi, lo sabes.
Elary no pudo evitar sonreír.
—Padres, me gustaría presentarles a…
—Elary— dijo ella. —Sin títulos por favor, solo llamenme Elary.
—Mucho gusto entonces, Elary,— el padre de Alexander le extendió la mano, ella la tomó. —Benedict Bridgerton.
—Es un placer conocerle, señor Bridgerton.
—Llamame Sophie. —La madre de Alexander la envolvió en un abrazo, tomándola un poco de sorpresa. —Si te ha causado problemas, dime y lo pondré en su lugar.
—Madre— dijo Alexander con tono de voz encantador. —Sabes que yo siempre causó problemas, pero los resuelvo también, nunca dejo cabos sueltos.
—Lo hace. — Elary miró a Sophie. —No se preocupe, ahora me siento más cómoda sabiendo que clase de hombre vive bajo mi techo y es uno con honor, un caballero. —Miró a Alexander, él solo le regaló una sonrisa.
Frannie les invitó a sentarse, lo hicieron. Ambos se sentaron juntos, en el mismo sillón. De manera sincronizada, se movían al mismo tiempo, como si fueran uno solo.
—Tenemos mucho que hablar, pero poco tiempo. —Sophie asintió tristemente a su hijo. —Madre, yo, lo siento, se que… — miró a su madre y luego señaló con su vista a Elary.
—No importa, puedes decirlo.
—El conde de Penwood, tu padre, me parezco a su sobrino.
Elary le miró con sorpresa, ella no sabía eso. Se sentía muy íntimo de saber, así que trato de no mirar a nadie en específico.
Eso era algo muy familiar, debía ser algo privado ¿estaba bien si ella estaba escuchando eso? No sabía.
—Nunca pensé que volveríamos a escuchar ese apellido de nuevo. —respondió ella con sinceridad.
—Eres su hija legítima— le dijo Alexander.
—Alexander…— dijo su padre, pero él le interrumpió.
—Lo es. La hermana del Conde, ambos se encargaron de hacerte su hija por todas las de la ley. Te robaron esa verdad, madre, pero ya me encargue de tener esos papeles en mi poder.
Elary le miró fijamente.
—¿Por eso mandaste a Jeffrey de regreso? — le preguntó Elary. —Creí que me habías dicho todo.
—No podía decirte esto todavía, lo siento.
Alexander le miraba con atención, ella suspiro, sin embargo sus ojos seguían conectados, fijamente en ese silencio repentino.
—Mjm— se escuchó un carraspeo de garganta.
Todos les miraban con atención.
Holi, perdón por andar tan desaparecida. Lo siento, estaba buscando inspiración. ❤️✨
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