18. Primer Beso
-Buenos días- dijo mientras llevaba la taza de café a su boca.
-Hola, ¿de casualidad has visto a mis hijos?
Charles miró con atención hacia ambos lados -No- y luego debajo de la mesa -aquí no están.
Amanda abrió la boca para decir algo, pero no lo hizo. El gritó de una mujer asustada resonó en toda la casa, ambos se pusieron de pie y corrieron escalera arriba, Charles iba a la delantera.
Ambos llegaron a la habitación de su invitada.
-Los encontré- dijo mirando a su prima, mientras sonreía burlonamente. Amanda le golpeó en las costillas.
Lorelay estaba despeinada y pálida, tenía una mano en el pecho.
-Solo queríamos presentarle a René- dijo Neil sosteniendo a un sapo verde y viscoso, mientras Elisa pasaba dos de sus dedos por la piel del animal.
Charles se obligó a reprimir una carcajada, Libia seguía viendo con asco al sapo.
-Lo siento tanto- dijo Amanda acercándose a Lorelay. -Creo que no lo dije, pero a los niños les encantan los animales, cada día tienen una mascota nueva.
-Bueno, ahora lo sé- Lorelay estaba intentando sonreír, pero seguía un poco asustada.
-Pero si están lindo- dijo Elisa resoplando -mirenlo, si no hace nada- los adultos miraron al sapo con cara de asco, pero nadie dijo lo contrario.
Charles le acercó un vaso de agua, Lorelay lo tomó con las manos temblorosas. Luego volteo a ver a ambos niños.
-Ustedes dos y yo, debemos platicar. -Les dio un empujoncito a ambos niños hacia la puerta. Los dos hermanos caminaban cabizbajos y antes de desaparecer por la puerta la pequeña niña volteo y dijo adiós con la mano a Lorelay.
Charles encontró la situación muy graciosa, sus sobrinos eran niños muy bien educados, eran increíblemente traviesos pero no crueles; no habían querido asustarla, simplemente había sido una forma incorrecta de hacer presentaciones.
-No podemos poner animales frente a las personas sin avisar- les explico-, porque no sabemos cómo puede reaccionar esa persona. ¿Se imaginan si ella fuera alérgica o les tuviera un miedo muy grande? podría ser peligroso.
-No queríamos asustarla- aseguró Neil, mientras se sentaba en el comedor, cerca de su hermana.
-Lo sé. Pero prometanme que no volverá a suceder y que jamás volverán a entrar en una habitación sin ser anunciados.
-Bien- dijo Neil con un resoplido - aunque ella fue quién asustó a Rene, se removió en mis manos como lagartija.
-¡Si! -exclamó Elisa dándole la razón a su hermano - Mira sus ojos tío, casi se le salen cuando la escucho gritar, pobrecillo. Está aterrado.
La niña volvió a pasar sus dedos por la cabeza del anfibio, Charles miró con atención al monstruo y se veía exactamente como un sapo normal.
-Bueno, eso es porque no ha tomado agua.
-Elisa, rápido, ve por un vaso de agua. -La niña se puso de pie inmediatamente, acercándose al otro extremo de la mesa.
Charles les miró con ternura.
-No toman agua como nosotros, Neil, toma su propia agua. -Elisa dejó el vaso de agua nuevamente sobre la mesa- René debe tener a su propia madre y debe estar preocupada por él, ¿no creen? debe volver a casa además necesita aire libre para vivir. René no puede ser una mascota.
-¿Cómo volverá a su casa? cuando lo encontramos estaba solito-sus sobrinos le miraron con tristeza.
-Neil- Elisa tenía los ojos llenos de lágrimas -,su mamá debe estar muy preocupada ¿y si se va y no la encuentra nunca?
-Si lo dejas donde lo encontraste el sabrá volver- dijo Charles -, los sapos son muy inteligentes, además lo trataron muy bien, estoy seguro que vendrá a visitarles.
Ambos niños se voltearon a ver, luego muy tristemente se dijeron a la puerta de la cocina que daba hacia el jardín, su tío les siguió los pasos, se acercaron a un árbol viejo, donde había un pequeño charco de agua y dejaron al anfibio ahí. En cuanto el anfibio tocó el agua, se marchó rápidamente.
-¡Adios Rene, ve con tu mamá!
-¡Hasta pronto Rene!
Charles sonrió a sus sobrinos y los guió hacia la casa nuevamente, donde los obligó a lavarse muy bien las manos, antes de desayunar. Después de que los niños bajaran al comedor nuevamente, él se dirigió a la habitación de Lorelay.
Llamó a la puerta dos veces.
-Pase- escuchó del otro lado.
Lorelay ya estaba bañada y arreglada, tenía su cabello semirecogido, llevaba un vestido verde oscuro de manga larga, no llevaba maquillaje. Se veía muy bonita. No pudo evitar sonreír.
-¿Se encuentra más tranquila? -preguntó.
-Oh, mucho. Fue terrible, desperté y el sapo estaba frente a mis narices. Solo de acordarme me dan escalofríos, no me dan miedo los animales, solo que no esperaba toparme con uno al despertar.
-Eso está muy claro- dijo él recargándose en la puerta, ella le sonrió.
-A puesto que eso le divirtió mucho. Lo vi, parecía que se estaba ahogando, quería reírse y no puede negarlo.
-Definitivamente no intentaré negarlo, ¿cómo siguen sus heridas? - dijo mirando el reflejo del espejo. Aún recordaba lo molesto que se había sentido al verlas.
Ella se giró hacia la cama y tomó una capa que iba a juego con el vestido.
-Están excelentemente bien, gracias por ayudarme- un ligero sonrojo apareció en sus mejillas.
El ambiente de pronto se sintió tenso cuando ella alzó su mirada y lo vio a los ojos, lo hizo tragar saliva fuertemente.
-Bien- dijo alejándose de la puerta, de pronto se sentía nervioso-creo que por la tarde podríamos ir a dar un paseo ¿le apetece? a caballo -aclaró.
-¿En caballo? -la emoción en su voz fue evidente-Por supuesto, me encantaría- dijo ella sonriendo con un brillo especial en los ojos que Charles nunca había notado en ella, sus ojos... eran castaños, no oscuros como los de él, no, eran amielados y con ese brillo en particular, podría decir que dorados.
-Muy bien... por cierto, ¿no le tiene miedo a los gatos verdad? -preguntó.
-No- dijo ella.
-Excelente- y se marchó, dejando a Lorelay un poco confundida.
El resto de la mañana transcurrió tranquila, la señora de la casa salió a hacer algunas compras, la había invitado a acompañarle, pero los niños le suplicaron que se quedara y ella fue incapaz de negarse. Los sobrinos de Charles tomaron sus lecciones con ella, se sintió muy feliz de poder ayudarlos; literatura y clases de piano, ellos estuvieron muy felices.
Después del desayuno, no miró a Charles. Permaneció encerrado en su habitación, se preguntó qué podría estar haciendo.
Más tarde, los niños fueron llevados a bañar por una de las doncellas.
Cuando Amanda volvió, le entregó un collar sencillo y muy bonito, que hacía juego con su vestido.
-Oh, es precioso, pero no puedo aceptarlo.
-Claro que lo harás- dijo Amanda -es un regalo, no puedes negarte.
-Pero...
-No digas más, realmente pensé que iba contigo. Tómalo como un agradecimiento, mi familia está lejos y que estés aquí ha sido como tener a una vieja amiga.
-Muchas gracias, de verdad. Por todo Amanda. -la prima de Charles le sonrió.
-Es una lástima que todavía no conozcas a mi esposo- dijo ella- viaja mucho por trabajo, realmente lo he extrañado mucho. Lleva dos semanas fuera, y supongo que se retrasará una más.
-Lo siento, me imagino. Debe ser un poco difícil estar separados cuando se está tan enamorado. -Lorelay le dio un apretón de manos. -Pero seguramente vale la pena.
-Mucho- Amanda sonrió-, cada que vuelve es como nuestra primera semana de casados juntos.
Amanda se rió, mientras se sonrojaba, ella solo pudo sonreír con un poco de confusión, Lorelay jamás había estado con ningún hombre, sin embargo no era tonta, entendía a qué se refería. Solo le había sorprendido lo feliz que se encontraba con ello, pues cuando ella preguntó, sus doncellas le habían dicho que el acto era terrible, muy doloroso y que el objetivo principal era la descarga del hombre. La tortura debía durar una semana, una vez casados. Nunca entendió porque si era algo tan malo, muchas mujeres no estaban molestas por tener que hacerlo.
Amanda debió ver su cara de confusión.
-Lo siento- dijo-, nunca he estado muy de acuerdo con las normas de decoro de la ciudad. Que tonta, ¿nadie te ha hablado sobre eso?
-Bueno ciertamente... -las palabras se quedaron atrapadas en su boca.
-Señora, sus invitados llegaron.
-Muchas gracias, ¡oh que emoción! Estoy segura que te sentirás muy feliz de conocer a mis tíos, ven, vamos a recibirles.
Lorelay entró tras Amanda a la sala principal, la chica se arrojó a los brazos de una señora con cabello pelirrojo, llevaba un vestido azul marino y sombrero negro. Se sorprendió cuando dos gatos pasaron por sus piernas, rozando y ronroneando, ella los acaricio delicadamente.
A eso se refería Charles.
-Mi querida Amanda- dijo el hombre, mientras se acercaba a abrazarla también.
La tía volteo y luego miró a sus gatos arremolinados en las faldas de Lorelay. Volvió a mirarla a ella con una sonrisa.
-Les agradas, no les gustan los desconocidos. ¿Quién eres tu dulzura? -preguntó con una voz amable, le había hablado tan cariñosamente como si fuese una niña. No pudo evitar sonreír.
-Soy Lad... Soy Lorelay- dijo, mientras hacía una inclinación con su cabeza.
-Señorita Lorelay, ella es mi tía Georgie y él- dijo señalando a su tío quien también le sonrió- es mi tío Nicholas. Son médicos, como Charles.
Médicos ¿los dos? la tomó por sorpresa, jamás había conocido a una mujer que se dedicara a la medicina, y no eran muy jóvenes pero tampoco se acercaban a la edad de su abuela, su abuela... como la extrañaba.
-Ella es una amiga de Charles y ahora también es amiga mía.
-Encantada de conocerles.
-Ah- dijo la tía Georgie, mirando a su esposo y luego nuevamente a ella - eres amiga de nuestros sobrinos, que maravilla.
-Me dijeron que mi tía abuela favorita llegó- Charles estaba ahí, de pie, con una sonrisa radiante que la hizo suspirar. Amanda le miraba con atención, sintió que el calor ardía en sus mejillas.
Después de los saludos, y una pequeña charla animada. Charles y su tío Nicholas, salieron a la terraza del segundo piso. Lorelay supuso que sería una conversación únicamente masculina, en cuanto a los niños parecía que no estaban, probablemente se encontraban en el jardín trasero jugando.
En cuanto a ella, se encontraba en la sala, con las dos mujeres bebiendo té.
-¿Y que te trajo hasta aquí querida? -preguntó la tía Georgie.
-Bueno, necesito encontrar un trabajo. El señor Bridgerton, amablemente me ofreció su ayuda.
-¿Señor Bridgerton? no, no. Dile Charles, no te molestes aquí en formalidades. -dijo mientras acariciaba al gato de color zanahoria.
-Los niños la adoran- dijo Amanda- y yo he estado tan feliz de tenerla aquí.
-Perfecto ¿por qué no se queda aquí contigo Amanda?
Lorelay le miró con sorpresa.
-Oh, no- dijo rápidamente- aquí tiene suficiente personas, además Amanda se lo arregla maravillosamente. Estoy segura que no soy necesaria.
Era verdad, la casa de Amanda era grande, pero sencilla y no necesitaba una empleada más, no era rica, como los demás Bridgerton, además ella se encargaba de las lecciones que le daba a sus hijos, ¿cómo podría ella ocupar ese lugar?
-No me molestaría tenerla aquí, pero sería un desperdicio de talento, Lorelay tiene dones de ángel, en algún lugar su presencia debe ser una urgencia.
-Mmm... -dijo la tía Georgie. -Creo que puedo ayudarte con eso, conozco a muchas personas.
-Muchas gracias de verdad-dijo y luego, solo porque no pudo evitarlo, preguntó:
-¿Realmente es médico?
-Claro que sí- dijo Amanda al mismo tiempo que la tía Georgie decía: No.
Lorelay las miro detenidamente y una sonrisa se formó en sus labios, cuando Amanda puso los ojos en blanco, como si estuviese fastidiada.
-No tengo un título universitario- dijo, mientras tomaba en sus brazos al otro gato, de color gris.
-Pero si el conocimiento y eres buena en eso. Ugg, no le hagas caso Lorelay, solo es modesta. Toda la vida ha ayudado al tío Nicholas, cuando era niña, Alexander, el hermano de Charles, cayó de un árbol, la tía Georgie fue quien suturó la herida en su pierna, ni siquiera dejó cicatriz.
-Alexander, muy travieso ¿dónde está él por cierto?
-Haciendo sus cosas de soldadito- dijo Amanda con una sonrisa.
La conversación fue muy amena, Lorelay escuchó anécdotas familiares sobre Charles y sus hermanos, junto a Amanda y su hermano Oliver. Supo cosas, que jamás creyó podría saber, cómo que Charles tenía un padecimiento médico... asma, era el nombre que había mencionado la tía Georgie, también supo cómo perdió su primer diente y lo sobreprotector que era con su hermana menor.
El tiempo pasó lento, se sintió en familia. Hace mucho no se sentía así.
-Señorita Lorelay, ¿qué pensó su familia cuando se fue con mi sobrino? son muy permisivos supongo, para dejarle viajar con un hombre que no es su esposo.
Lorelay se sintió nerviosa de pronto.
-Bueno, yo, en realidad, no venía con Charles. Nos encontramos en el camino afortunadamente. Mi familia, la que más debe extrañarme es mi abuela, pero se, que entiende que esto era necesario.
-¿Estaba sola? ¿sin rumbo?
-No, yo... bueno, quería llegar a Escocia, con una familia conocida -de pronto se sintió una terrible mentirosa- amigos de mi madre, solo que las cosas no siempre suceden como pensamos ¿no es así? -sonrió mientras tomaba el té frío que quedaba en su taza.
Nunca había tenido un rumbo fijo, solo quería escapar de su prima y de la vergüenza que sentía de su reputación dañada; de pronto se sintió muy culpable de estar ahí. ¿Cómo podía? ¿y si una carta llegaba de Londres?, ¿podrían llegar aquí los rumores sobre ella? esperaba que no.
El gato gris, saltó del sillón donde estaba la tía Georgie y Amanda, para subir en sus piernas y pasar su lengua cariñosamente en su barbilla.
-Solé, solo hace eso cuando estoy nerviosa. Nunca la vi hacerlo con nadie más. Supongo que no solo los niños te quieren. -La tía Georgie le miraba fijamente, ella no supo qué decir.
Sintió que le estaba leyendo el alma, y todo gracias a un gato.
-¡Solé! ¡Zanahoria! -gritó Neil, sorprendiendo a las damas, sin embargo, Lorelay agradeció la oportuna aparición de los niños.
Los gatos corrieron a esconderse debajo de la mesa.
-Gatito, gatito- dijo Elisa agachándose -¿Podemos jugar con ellos tía Gigi?
-Si logran atraparlos-sonrió la mujer, al mismo tiempo que los dos gatos se echaron a correr despavoridos por la puerta. Lorelay, supo por el tono que usó, que sus gatos eran muy escurridizos y sería poco probable que lo lograran.
Aun así, los dos niños corrieron tras ellos pero antes de poder salir por la puerta se chocaron con los dos caballeros que iban entrando, Neil y Elisa se movieron rápidamente entre ellos abriéndose paso y desaparecieron.
-Vi a los niños correr tras los gatos- dijo el tío Nicholas, mientras se agachaba para darle un beso en la cabeza a su esposa, quien lo recibió gustosa.
-Lorelay- Charles la llamó, extendió su mano hacia ella -¿vamos?
Ella asintió, tomando su mano. Se puso de pie, mirándole fijamente, era tan guapo. Tan amable, su corazón latía con fuerza, su mano era cálida, tan cálida, que por un momento la hizo olvidar que había tres personas mirandoles.
-Me temo- dijo Charles-que voy a robar a la señorita Lorelay un momento, le prometí un paseo hoy y soy un hombre de honor.
-Aja, por supuesto- dijo Amanda de forma burlona.
La tía Georgie los miro a ambos detenidamente, mientras tomaba una galleta de la bandeja y la llevaba a su boca, le guiño un ojo a Lorelay, ¿qué significaba eso?
-Mis disculpas- dijo Lorelay, quien sintió que volvía a sonrojarse.
-No tarden, nos quedaremos aquí para la cena- dijo la tía Georgie.
Charles no soltó su mano, hasta que la llevó hacia la puerta. Ambos se dirigieron al pequeño establo, donde estaban los caballos.
-La tía Georgie es muy buena conversadora, espero que no le dijera nada humillante de mi persona.
Lorelay no pudo evitar reír.
-¿Lo hicieron? -ella negó con la cabeza -por supuesto lo hicieron, ¿qué le dijeron?
-Bueno... -llevo su dedo índice a la barbilla como si tratara de recordar.
-Lorelay... -dijo él, al mismo tiempo que abría la puerta del establo.
-Nada malo, te lo aseguro, solo me entere como perdiste tu primer diente.
-La manzana estaba demasiado dura, ni siquiera estaba dulce. Tu, ¿Recuerdas cómo perdiste tu primer diente?
-Fue doloroso- dijo Lorelay - una de las institutrices que tuve me golpeó tan fuerte que el diente salió volando.
-¿Por qué hizo eso?
-No tenía paciencia con los niños, supongo- dijo encogiéndose de hombros.
Un caballo, llamó su atención. Se acercó con cuidado, acarició al animal que parecía muy tranquilo ante su presencia.
-Eres hermoso- le dijo.
-Siento mucho eso- dijo Charles, ella simplemente le sonrió. -Se llama Arturo, ven...- Charles la tomó de la mano nuevamente.
Ambos ingresaron, Charles le explicó paso a paso cómo ensillar un caballo, como debía ajustar la montura. Ella era muy buena aprendiz, copió exactamente sus movimientos y abrochó la última correa de la montura, se sintió muy orgullosa de sí misma.
-Le ayudo- dijo-, debe poner tu pie e impulsarse con fuerza. ¿Puede con ese vestido?
-Si, es mi vestido más ligero...
Charles se acercó a ella. La tomó de la cintura con una mano, ella retuvo el aliento. Despacio, sintió el roce de los dedos de aquel hombre recorrer muy despacio en su brazo hasta llegar a su mano, y la puso sobre la silla, como si ella fuera incapaz de hacerlo por cuenta propia, el tacto había sido tan maravilloso, que simplemente se había dejado llevar.
-Suba- le dijo.
Ella lo hizo.
Después subió él, detrás de ella.
-Charles- murmuró.
-¿Si? -sintió el aliento cálido en su nuca, mientras sentía cómo su cuerpo se pegaba más al de ella.
-No me sueltes, por favor.
-Nunca.
Con uno de sus brazos la aferreó a él, mientras con su otra mano tomó la rienda de la correa. El caballo comenzó a andar, despacio. Fue una sensación diferente.
Tenía el corazón latiendo descontroladamente, sentía que podía derretirse ahí mismo en sus brazos.
-No me había fijado, que lindo tu collar.
Lorelay sintió que poco a poco su cuerpo se iba relajando conforme Arturo caminaba.
-Amanda me lo regalo hoy, tu prima es muy amable.
-Le caes muy bien, me parece. Ella suele darle detalles a las personas.
Cuando finalmente estuvieron alejados de la casa, cerca del gran campo, él le ofreció la correa.
-Tomala- susurro en su oído -no tengas miedo. No es difícil y yo estoy aquí.
Ella lo hizo, no muy segura. En cuanto tuvo el control del animal, Charles puso su otra mano de igual forma en su cintura. Parecía irreal que eso estuviese sucediendo.
-Con firmeza, solo agita ligeramente. -Charles movió sus pies, Arturo comenzó a moverse más rápido.
-¡Charles! -gruñó ella, mientras él solo rió.
-Con fuerza, sostén la rienda.
-¡Dios santo!- grito cuando el caballo comenzó a correr por el sendero.
-Tu llevas el control- le dijo Charles, mientras daba un último golpecito al animal.
Ella se aferró a la rienda, sintiéndose extasiada. Miró el hermoso campo verde, el cielo incluso, tan maravillosamente anaranjado frente al atardecer. Lorelay movió sus piernas, de la misma forma en que Charles lo había hecho, Arturo no se detuvo, corrió con más fuerzas, y ella estaba sonriendo, nunca pensó que montar se sentiría así. El aire movía su cabello, se sentía libre, el miedo se esfumó, ella tenía el control. La capa que llevaba no se alzaba, solo porque Charles estaba ahí, pegado a ella, él le confió la rienda, sorprendentemente iba cómodo con eso, y sus manos no había soltado su cintura en ningún momento. Los pájaros, podía escucharlos cantar entre los árboles.
Estuvieron montando un buen rato, ella seguía maravillada con la experiencia y aunque iba con Charles en silencio, no era incomodo. Poco a poco Arturo fue cediendo su velocidad hasta que se detuvo en una pequeña colina, el primero en bajar fue Charles, que se aseguro de atarlo a una rama, después volvió para ayudarla, pero ella ya había brincado del caballo.
-Toda una jinete- dijo sonriéndole. -naciste con el don de montar.
-Es maravilloso, senti... ¡ay Charles! sentí tanta felicidad- dijo al tiempo que daba vueltas mirando la belleza de la naturaleza a su alrededor. -Jamás me había sentido tan libre.
Realmente se sentía feliz, estando ahí, estando entre la naturaleza, con él.
-Aprendiste muy rápido, la próxima vez, cada uno podrá tomar un caballo.
¿Próxima vez? no sabía si podría existir tal posibilidad.
-Una carrera, tal vez- dijo él.
-Eso me gustaría- dijo ella.
Charles la invitó a caminar hacia la colina, donde había un gran árbol esperado por ellos, se sentaron sobre la hierba verde, viendo hacia la nada.
Estaba tan feliz, que le dolía el corazón tener que arruinar ese momento, pero no sabía si tendría la oportunidad de decirlo después y quería hacerlo, quería hablarlo desde el fondo de su corazón. Tenía la necesidad de hacerlo.
-Charles... lo siento.
-¿Qué cosa? -preguntó, mientras miraba al horizonte.
-Lo que sucedió con mi prima, yo... quise hablar contigo y decirte tantas cosas. -él la miró fijamente, su cara había adoptado un semblante serio. -No merecía tu corazón, ella nunca será digna de él. Intente decírtelo y luego tu llegaste ese día con un anillo...
-Te esperaste mucho tiempo... Sinceramente Lorelay, yo pensé en exigir una explicación. Me sentí con el derecho de molestarme contigo, quería que me dijeras todo.
-Y tienes derecho a estar molesto, lo merezco. De verdad intenté hablarlo, pero no sabía si me creerías, hasta que sentí que debía correr ese riesgo... fue demasiado tarde, fui muy tonta yo...
-No es tu culpa- Charles la miro a los ojos -ya no importa. Esa explicación, ya no me interesa Lorelay.
Ella miró una ligera sonrisa sincera en él.
Charles lo decía en serio, no había estado enamorado de ella nunca. Había estado enamorado con la idea de encontrar un amor, ¿por qué ella? porque había sabido jugar con él y simplemente se dejó llevar, pero de ninguna manera había sido amor, solo la ilusión de la ilusión.
-No pensé que llegaría a estar aquí contigo, gracias por ayudarme. Aunque no se si realmente lo merezca...¿Sabes? me has ayudado mas tu a mi, que yo a ti... Ojalá pudiera hacer algo por ti.
-Lorelay...- ella no le dejó hablar.
-Charles, eres un gran hombre. Estoy segura, que cualquier mujer inteligente sería muy afortunada de tenerte a su lado, posees el corazón más noble que cualquier caballero que conozco. -Lorelay evitó verlo a los ojos, sin embargo él no pudo apartar su mirada de ella. -Yo deseo desde el fondo de mi corazón...-Charles la miró cerrar los ojos, como si le costara trabajo decir todo aquello- Espero encuentres una persona que corresponda tus sentimientos, alguien te ame tanto como tu a ella, que te adore con fervor, con pasión; yo deseo que seas muy feliz.
Ella tenía una forma de hablar tan pura, tan sincera. No supo en qué momento su corazón había comenzado a palpitar con fuerza, atento a cada dulce palabra que ella tenía para él. Observándola hablar, mover sus delicados labios. Sus ojos estaban llenos de lágrimas atrapadas, la voz le temblaba, pero había una seguridad enorme en cada cosa que decía.
-Mereces lo mejor del mundo, eres inteligente, divertido y un gran bailarín. Nunca nadie me había notado en un baile, fuiste el primero en hacerlo; la devoción que sientes por tu familia y la forma en que proteges a quienes amas, es digno de admirarse. Tu eres un hombre digno de admirarse, tienes honor, el honor de un caballero.
Sus palabras se estaban clavando con fuerza, haciendo arder su interior.
-Lorelay...
Ella volteo a verlo, insegura. Algunas lágrimas bajaban por sus mejillas, él se encargó de limpiarlas con delicadeza, para después terminar acariciando su mejilla, viéndola a los ojos.
¿Por qué lloraba? ¿Por qué estaba tan nerviosa? ¿por qué él estaba tan nervioso? no... más bien ¿por qué sentía que se estaba quemando por dentro? Mentiría si dijera que no lo sabía, pero había deseo.
-Nunca nadie me había dicho nada así. ¿Realmente es así como me ves? -preguntó, acercándose un poco más a ella.
-Veo todo lo bello y bueno en ti, es así.
-Nunca me vi a mi mismo de esa forma.
Ella tomó entre sus manos temblorosas la mano que él tenía en su mejilla, dulcemente la llevó hasta sus labios y depositó un beso en ella. Después le sonrió.
-Puedes verte así ahora, porque es así como yo lo hago. Estoy segura que no soy la única.
Quiso decir algo, pero ninguna palabra salió de su boca. No supo si fue porque seguía sorprendido, ella lo sorprendía.
- Deberíamos volver, parece que el cielo ya se está oscureciendo.
Ella iba a ponerse de pie, Charles se lo impidió. Soltó un gemido de sorpresa, él se había acercado más bruscamente de lo que había querido, la llevó al suelo, sobre la hierba, él no estaba encima de ella, pero su nariz rozaba la suya. Sintió su aliento, el olor ligero a té.
La miró fijamente, ese brillo dorado estaba ahí.
Ella estaba ahí. Hermosa, con su cabello despeinado y sus labios tentandole a ser besados por los suyos.
Su cuerpo temblaba y por un momento se sintió un desgraciado salvaje, pensó que la estaba asustando; se detuvo a ver sus facciones; no había ni una pizca de miedo en ella, le miraba fijamente con anhelo y podía sentir su respiración acelerada, tal vez estuviera confundida, pero no con miedo.
-Charles, -habló con voz temblorosa -¿vas a besarme?
-No puedo evitarlo- dijo él.
Entonces sucedió, unió sus labios con los de ella. Despacio, porqué así debía ser un primer beso, dulce, movió sus labios sobre los de ella y ella por instinto, sin que él tuviera que hacer nada los fue abriendo para él, permitiéndole introducir su lengua, sintió como ella se sorprendió ante eso, porque apretó su camisa por la cintura con fuerza, pero no se apartó lo estaba recibiendo gustosa.
No tardó en seguirle el ritmo, chocó su lengua con la de él y llevó una de sus manos hacia su nuca y después aferró la otra a su espalda, invitándolo a acercarse más a su cuerpo, estaba excitada.
Charles accedió a su pasión, poco a poco su cuerpo se fue acercando más al de ella y tal como cuando estaban montando colocó una mano en la curva de su cintura, acariciándola, comenzó a recorrer ese camino hasta llegar a uno de sus pecho donde colocó su mano y apretó ligeramente, ella gimió ante el tacto. Sentía como él cuerpo de Lorelay se amoldaba al suyo de manera perfecta.
Poco a poco el calor se fue extendiendo hasta la punta de sus pies, estaba duro de deseo.
-Lorelay- susurró sobre su cuello, depositando un beso, su lengua quería sentir el sabor de su piel, así que lo hizo, pasó su lengua por cerca de su oreja. Ella apretó con fuerza su cabello, eso le gustaba.
-Charles-gimió al mismo tiempo que se movía instintivamente hacia él.
Charles se encontraba en un punto donde no sabía si su auto control terminaría por desaparecer. Debía parar en algún momento, pero no todavía. La necesitaba, le dolía lo mucho que la necesitaba.
-Charles- ella tomó su cara entre sus manos y lo beso con una ávida pasión, claro que él le correspondió el beso.
-Eres hermosa- susurró. -Divina, tienes el dorado en tus ojos.
-No... no es verdad. -dijo ella viéndolo a los ojos.
-Lo es, eres preciosa. Tan hermosa.
Él volvió a besarla, sin darle oportunidad de decir algo más. Poco a poco se fue alejando de ella, uniendo sus frentes.
-No pares, por favor. No te detengas Charles. -Se lo estaba pidiendo, ella quería que continuará.
-Lorelay... -su voz jadeante la hizo poner toda su atención en él.
-¿Estás bien?- le pregunto, eso lo hizo sonreír.
Era él quien estaba haciendo algo totalmente indecoroso e incorrecto, sin embargo era ella quién le estaba preguntando si estaba bien.
-¿Puedes respirar?- Charles la miró con un poco de sorpresa, ella sabía... -estás agitado- aunque ella también lo estaba.
-Si, pero no porque no pueda respirar. Es porque te deseo, te deseo tanto.
Ella se sonrojó aún más de lo que estaba y acarició su mejilla.
Había demasiado ternura en ella, demasiado de algo, simplemente ella era demasiado.
-Yo también te deseo.
Charles volvió a besarla dulcemente cortando la pasión poco a poco.
Miró al cielo. El sol ya no se veía, el naranja poco a poco iba tornándose azul. Se separó de ella con mucha fuerza de voluntad.
-No quiero detenerme-le dijo- Perdóname porque sé que he llegado demasiado lejos.
-No me pidas perdón -ella acarició su mejilla-no tiene que significar algo para ti si no quieres, no estás obligado conmigo a nada. Porque yo siempre soñé con esto.
Esas palabras le retumbaron en la cabeza, en el corazón.
Nunca sintió esto con nadie, la necesidad y la pasión. Jamás, ni siquiera con Flor, nunca se había atrevido siquiera a darle un beso en la mejilla, pero Lorelay era diferente.
¿Por qué no la vio antes? ¿Por qué no se dio cuenta antes?
Fue como si un rayo caído del cielo le hubiese impactado ahí mismo.
Tal vez, ella lo quería.
Y tal vez él, la quería.
Sabía lo que tenía que hacer, porque él era un caballero y ella misma lo había dicho, un hombre de honor.
-Debemos hablar sobre esto. -dijo él, pero ella evitó su mirada.
-Debemos volver-dijo apresurada, mientras se ponía de pie-sus tíos dijeron que se quedarían a cenar, podemos hablar de esto después.
Ambos se dijeron hacia el caballo.
-Tu llevas las riendas- le dijo Charles.
-No, tú las llevas-respondió ella.
Ambos subieron al caballo y efectivamente, él fue quién tomó el mando. Lorelay recargo su cabeza en su pecho, cerrando los ojos.
Capítulo nuevo, perdón. Ya estoy de vacaciones mis amores, lista para actualizaciones 💖💖💖
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