12. Emergencia
Pasar la noche había sido más difícil de lo que ni siquiera había pensado, cuando volvió a la habitación descubrió que ya estaba dormida. El vestido se le había arremolinado por debajo del muslo, tuvo que tragar saliva y hacerse de todas sus fuerzas para no mirarla con atención y con torpeza colocarle una manta.
Ya dormida parecía más relajada, aún sus pies llevaban algunas marcas rojas, ¿de verdad se había marchado sin más? Decididamente acepto que no estaría tranquilo si no la ayudaba, era imposible que le dieran un trabajo sin alguna carta, mucho menos era probable ya que era joven, y aunque para muchas personas no entraría en el estándar de belleza tradicional, su belleza era diferente y destacaba. Cualquier hombre podría mirar sus curvas bien formadas, sus senos llenos y perfectos, sus labios semigruesos y esa nariz respingada, ¿cómo es que aquellos detalles apenas tomaban forma en su cabeza? la había mirado tantas veces, pero jamás había sido consciente de todo eso hasta ahora, probablemente la había observado incluso más tiempo que a su prima, ni siquiera recordaba el color de ojos de esa mujer ¿eran verdes o azules? demonios, que importaba, sabía que los de Lorelay eran castaños, con pequeñas partículas que los hacían parecer dorados.
La miró moverse, solo un poco. Pero siempre volvía a la misma posición, girando al lado derecho y con sus pies doblados, luego sus labios dejaban soltar pequeños suspiros con sus labios entreabiertos y se los relamía para volver a cerrarlos. Jamás había visto a nadie dormir, al menos nadie que no estuviera enfermo, era la primera vez que tenía una imagen así ante sus ojos y conciliando su lado sensible, podía notar la vulnerabilidad… cuanto necesitaba protección.
Se removió y poco a poco sus ojos se abrieron, encontrando los de él. Rápidamente se sentó, intentando despertar completamente.
—Buenos días— dijo —creo que me quedé dormida, aun pensaba que podía ser un sueño.
—Buenos días, es muy real— respondió él con tranquilidad viendo hacia la ventana que tenía la cortina aún cerrada, apenas y se podía ver la luz del día.
—¿Durmió bien? el sofá no se ve cómodo— Charles sonrió.
—Una silla es igual de cómoda para un doctor, no se preocupe. —Ella soltó un pequeño bostezo.
Tal vez más tarde su cuerpo le cobraría la factura por no dormir, pero por ahora se sentía bien. Muy despierto. Charles le dio un asentimiento de cabeza y salió de la habitación sin decir nada más, esperaría que ella se aseara para poder desayunar.
Lorelay se puso de pie, rápidamente busco el baño, no era un lugar en el que alguien se pudiera bañar cómodamente, pero igual lo hizo, al terminar se intentó peinar por primera vez sin su doncella, trenzando su cabello de manera sencilla con el pañuelo que llevaba desde que Charles se lo había dado en el parque, ¿debería devolverlo?
Se quitó el corsé, se había quedado dormida con el, pero estaba tan cansada que ni siquiera se sintió tan incómoda como ahora lo estaba, pudo mirar por el espejo que tenía algunas quemaduras y raspones por usarlo tanto tiempo, y las marcas rojas se adherían a la parte baja de su estómago y espalda. Tomó un respiro y luego volvió a colocarlo, aunque le dolía, lo aflojo un poco, así que de su pequeña bolsa sacó un chal, para cubrir la parte superior, al menos un momento.
La mañana transcurrió tranquila, la trataban como la señora Bridgerton. Charles la acompañó al desayuno, pero en cuanto terminó, subió a asearse, entonces ella se quedó en el pequeño comedor.
—¿Una buena noche? ¿puedo? —preguntó una señora joven, con dulce sonrisa, parecía tener unos 7 meses de embarazo. —Soy Marinette.
—Lorelay. Por favor, si— dijo ella, la mujer se sentó — de hecho dormí excelente, estaba tan cansada que no me di cuenta que estaba en una posada.
—La entiendo mi esposo fue a buscar el carruaje, siempre que viaja suelo acompañarlo, aunque ya no creo poder hacerlo al menos por un tiempo— los ojos de aquella mujer brillaban en alegría —¿Es recién casada?
—Algo así— respondió Lorelay sonrojándose.
—¡Lo es! reconozco ese rubor tan especial. No es tan complicado ¿eh? —La mujer de cabello negro y ojos azules como el hielo le sonrio ampliamente.
—Supongo que no, mi esposo —decirlo sonaba raro en sus labios, pero no incomodo— es muy amable y todo un caballero.
—Suena muy enamorada, el matrimonio es un sueño cuando las dos personas se aman— dijo —yo amo a mi esposo, y —se acercó como si fuera un secreto —sé que él está loco por mí, aunque no le gusta admitirlo.
—Si, algunos hombres odian admitir que están enamorados— dijo Lorelay sonriendo de verdad, por esa hermosa mujer y la felicidad que desprendía. Deseando esa felicidad para sí misma. —¿Es su primer hijo?
—El primero, después de tres años de matrimonio. No le niego estaba muy preocupada porque no llegaba, pero finalmente está aquí, de hecho en este momento… —su sonrisa se volvió una mueca— se está moviendo mucho … ¡oh! —su cara palideció, Lorelay se levantó de inmediato.
—¿Está bien Marinette? —Lorelay se puso de cuclillas con preocupación frente a la dama.
—Solo fue un pequeño calambre, ya pasó…¡Oh dios! —se quejó sosteniendo a Lorelay fuertemente de la mano —creo que viene, necesito un médico, ¡mi esposo! ¿Puedes buscar a mi esposo?
—No puedo dejarte sola— repuso ella— ¡Ey, tu! —llamó a un empleado del lugar —sube, busca a mi esposo el Señor Bridgerton, dígale que lo necesito con urgencia y al esposo de la dama. Un bebé va a nacer hoy.
—¿Su esposo? —pregunto sorprendida.
—Es médico— dijo sonriendo.
—Debo tener buena suerte entonces —dijo sonriendo mientras volvía a hacer una expresión de estar sufriendo.
—¿Puede subir a su habitación? —preguntó Lorelay, Marinette asintió con la cabeza, mientras la esposa del dueño de la posada se acercaba. —Ayúdame a llevarla al cuarto— dijo, la señora que no tenía más de 50 años se acercó a ellas.
—Oh, está a punto de dar a luz, el agua— señaló— es hora.
Pasaron por el pasillo principal, que salía del comedor al mostrador y de ahí a las habitaciones.
—¡Roberto! ¡tendremos un bebé! ¡muévase a buscar al esposo! —le gritó la mujer regordeta a su esposo, el mismo hombre con el que Charles había discutido la noche anterior.
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—¿Señor Bridgerton?— preguntó un joven que parecía tener unos 15 años.
—¿Si?
—Ah, al fin— dijo soltando un suspiro. —una emergencia, su esposa...
El chico no tuvo que decir más, en cuanto escuchó esas dos palabras, se hecho a correr por el pasillo en busca de Lorelay, atravesandole un terror absoluto, necesitaba verla, encontarla.
El chico corría tras de él, pero apenas y podía seguirle el paso.
—¡Debe estar en el primer piso!— gritó.
Charles subió, y tuvo que tomarse un momento para respirar. Le costaba trabajo, había corrido como nunca y no era algo que alguien con su condición médica pudiera hacer como si nada, le costó varios minutos reponerse.
✨
Subieron solo un piso gracias al cielo, recostandola en la cama, Lorelay veía subir y bajar su pecho respirando incontrolablemente, mientras el dolor aumentaba y se volvían pequeños sollozos. La señora de la posada corrió a los armarios por un montón de sábanas blancas, y una pequeña cubeta.
—Iré por agua caliente– anunció —pero nunca he traído niños al mundo, no sé qué hacer. —dijo saliendo de la habitación.
Lorelay se sentó a un lado de Marinette, sosteniendo su mano con fuerza, desesperada porque Charles no llegaba ¿donde estaba? ni el esposo, nadie, solo ellas solas en la habitación, ¿que podría hacer? Ni siquiera sabía nada de partos, ni de curaciones.
—Duele, esto… duele mucho.
—Respira Marinette, pronto tendrás a tu bebé.
—No era tiempo— sollozó— no era todavía, es peque… ¡Ahhh! —gritó desgarrando su garganta, Lorelay sentía como el nerviosismo comenzaba a transmitirse en ella, pero no podía.
—Dame un segundo, solo un segundo— intentó levantarse, pero Marinette la sostuvo del brazo con fuerza —iré por mi esposo— dijo.
La joven dama la soltó y salió de la habitación, no dio dos pasos cuando se estampo con alguien.
—¿Estás bien? —Charles acuno su rostro entre sus manos .
—Estoy bien…—dijo casi conmovida por la preocupación en su voz.
—Me dijeron que era urgente, ¿que tienes? —dijo mientras la miraba con una expresión preocupada.
—Charles, no soy yo, estoy bien— dijo intentando soltarse de su agarre.
—¡AHHH! —Charles giró su cabeza, mirando la habitación #2 de donde provenía ese grito lleno de dolor.
—Ayúdala— dijo Lorelay.
Ambos entraron a la habitación, encontrando sangre en las sabanas. Lorelay se llevó las manos a la boca. Charles se presentó y pronto fue a asomarse entre las piernas de la dama en cuestión.
—Necesito lavarme y necesito mi botiquín—Charles se dirigió al cuarto de baño.
—No, no sueltes mi mano. —le pidió Marinette, Lorelay se sentó y la sostuvo.
Pronto, el botiquín, el agua caliente y un doctor preparado estaban ahí, intentando recibir a un bebé que llegaba antes de tiempo. Normalmente los partos eran recibidos por las parteras, pero no siempre era así, los doctores tenían más conocimientos aunque no siempre más experiencia.
La esposa del dueño de la pensión se había marchado, todos parecían buscar al hombre que estaba desaparecido, no se encontraba, al parecer había ido a buscar algo, pero todavía no regresaba.
—Estoy apunto de recibir a tu bebé— anunció Charles —lo está haciendo muy bien, de verdad.
De vez en cuando Lorelay lo miraba, tan concentrado, tan guapo. Se veía muy consciente de lo que hacía, sin alguna duda, ni siquiera parecía tener miedo a equivocarse en algo, tan amable y atento, era simplemente un hombre maravilloso, y verlo así, haciendo algo que notablemente se veía notablemente le gustaba era glorioso, era tan poderoso, que el calorcito de su estómago se extendía hasta sus pies, ese hombre era el hombre mas perfecto que jamás había conocido.
—Estoy cansada, ya no puedo— dijo Marinette, se veía pálida y bañada en sudor.
—Esposa, te necesito aquí— dijo Charles mirándola fijamente, Lorelay sintió como su cuerpo se tensaba— por favor.
—Ve, ve— Marinette, soltó su mano, mientras se aferraba a las sabanas.
Charles, le susurró al oído.
—Necesito que recibas al bebé, tiene una hemorragia y no se si podré parar la sangre, necesito que en cuanto ese bebé salga, lo tomes en tus brazos. —Lorelay lo miró asustada, mientras veía como la cama estaba llena de sangre, incluso la sangre estaba en los brazos de Charles —y necesito que dejes de parecer asustada, ella te mira a ti, no a mí.
Lorelay se dio cuenta que Marinette la veía, le sonrió, asintiendo con la cabeza. Tomando una seguridad que jamás había sentido nunca, Charles le dijo que la necesitaba y entonces sería de ayuda, la sangre no la asustaba, ella podía hacer eso, jamás se había sentido tan feliz de poder ayudar en algo como la medicina.
—Dime que hacer.
Charles le entregó una sábana blanca.
—En un momento su cabeza saldrá, entonces lo hará todo el cuerpo, te dare al niño y lo envolveras ahí, golpealo despacio en el trasero hasta que lloré, pasa la sábana por su nariz y acunalo como si fuera tuyo, después lo revisaré.
Lorelay no dijo nada, se puso de rodillas a un lado de Charles, con la sábana lista sobre ella, esperando recibir al bebé, él le sonrió y ella devolvió el gesto.
—Bien, necesito que tome toda su fuerza, solo una vez más y el bebé nacerá.
Marinette gritó con fuerza, haciendo un último esfuerzo entonces Charles tomó al bebé lleno de sangre y lo puso rápidamente en sus brazos. Nunca antes había sostenido un bebé, pero fue tan natural, como un instinto, no tuvo que golpearlo, el llanto de ese bebé se escuchó claro y con fuerza, lo envolvió en la manta, revisandolo, mirándolo con atención, era un niña llena de algo viscoso y colorada, pero ante sus ojos hermosa.
Se puso de pie, acercándose a Marinette con la bebé que sollozaba en sus brazos.
—Es una niña— le mostró.
—Tan…tan linda, es…es mi pequeña Elizabeth. —Lorelay le sonrió a ambas, Marinette, le dio un pequeño beso en la frente a su bebé.
Lorelay miró con atención a Charles, pero él no la miró. Camino con la bebé en sus brazos, que parecía comenzar a ceder en su sueño, miro la aguja, se movía junto al hilo cosiendo. Mientras hacía un poco de presión, entonces cuando finalmente se detuvo y la miró.
—Detuve la sangre— dijo sonriendo —estará bien.
La puerta se abrió de golpe, dejando ver a un hombre preocupado con la ropa llena de tierra y flores en las manos. Mirando a nadie más que a la mujer recostada en la cama, arrodillándose frente a ella.
—¡James! —chilló —nació y no estabas aquí.
—Solo fui por flores para ti— dijo colocándose a su lado.
—Oh James— ambos lloraron, Lorelay y Charles compartieron miradas cómplices y una pequeña sonrisa.
—Tal vez le gustaría limpiar sus manos para conocer a su bebé— dijo Charles poniéndose de pie.
—Es el doctor y su esposa— dijo Marinette.
El hombre se presentó, dijo miles de gracias antes de ir al cuarto de baño, Charles le dio su buena vista a la pequeña bebé y entonces se las entregó a sus padres.
—Ella será muy afortunada de tenerla como esposo cuando nazcan sus hijos— dijo James.
—Gracias— dijo Charles sonriendo —pero las mujeres hacen la mayor parte del trabajo.
—Lorelay, muchas gracias. Doctor su esposa es muy bella, usted muy afortunado. —Charles le sonrió.
Ambos se despidieron de la feliz familia, Charles les dio unas cuantas recomendaciones y en cuanto cerró la puerta... no pudo evitar arrojarse al cuello de él y abrazarlo con fuerza.
—Tuvimos un bebé— dijo emocionada —bueno técnicamente, ayudamos a que naciera un bebé.
Charles se rió ante su arrebato de emoción, él correspondió su abrazo, apretando por encima del corsé en su espalda, no pudo evitar hacer una mueca de dolor, que él no vio.
—Tuvimos un bebé— dijo, soltandola.
—Lo siento, me emocione— dijo sonrojándose— pero me pareció maravilloso, es muy bueno señor Bridgerton.
—Usted también lo manejo muy bien señorita Lorelay, pero es hora de irnos.
—¿Irnos?
—La ayudaré. Pero quiero que me diga la verdad.
Charles comenzó a caminar por el corredor y ella tras él.
Nunca se imaginó que alguna vez estaría en una situación así con una señorita de sociedad, pero la sangre no había parecido asustarla, así como la situación la había tomado por sorpresa y tuvo un momento de terror, se tranquilizo y ayudó, estuvo ahí, mirándolo, atenta a lo que necesitaba, era una mujer analitica, empatica, y cuando finalmente todo terminó comprendió la emoción que ella sintió, ayudar a las personas era algo especial, era algo mágico y cada vez que sucedía, se sentía impresionante, magnífico para él, pero de todas sus experiencias médicas, esta era su favorita.
Espero que disfruten estos dos capítulos, si les gustan, tal vez las sorprenda con algunos más... 👀💚
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