Sólo te diré un ¿por qué?
No, miento. En realidad serían mil. Pero no quiero mil respuestas que puedan parecer excusas o disculpas.

No las necesito. No hay nada que perdonar. Nunca lo hubo.

Desde el primer instante me despertaste. Llevaba mil años dormida. Y ahora me quedo desvelada, esperando, y los porqués te los doy yo.

Porque me has dejado con mil dudas por resolver, con mil risas a punto de escapar de mi garganta, con mil palabras que te quería seguir robando de los labios, con mil sonrisas que tú ibas a poner en los míos, con mil respuestas a tus preguntas...

Porque tiemblo cada vez que pienso que quizás nunca más vas a hablarme. Que me dejas huérfana de mil formas distintas... Las mil veces que ibas a dejarme sin palabras, las mil veces que yo me iba a vengar por ello...

Porque lloro cada vez que pienso cómo alguien es capaz de entrar en tu vida sólo con unas letras y adueñarse tanto de tí... El anhelo desesperado de esperar las respuestas o buscar el momento adecuado, sin encontrarlo, para hacer preguntas. Preguntas que nunca acaban.

Porque esos son sentimientos que nada tienen que ver con los que se cuentan en libros, películas o canciones, pero no puedes negar que existen porque te golpean con la fuerza de mil olas.

Porque adoro tu capacidad para hacerme sonreír cada vez que te pones competitivo, que sales con tus ironías, con tus maestrías de genio, que aguantas mis estupideces, mis salidas de tono, mis extravagancias, mi no callar.

Porque me sentí tan cómplice que no podía imaginarme que no iba a durar, aunque quizás me avisaste y no te oí. Igual los dos hemos estado sordos...

Porque mi superpoder es el de meter la pata y el tuyo el de hacer "poner caras raras". Aunque ese es nuestro secreto, pero es tan bonito que quiero gritárselo al mundo entero.