Un duelo
Siempre he odiado las despedidas. ¿A quién le gustan?
Supongo que a él le pasa igual y por eso se marchó sin decir adiós ni hasta luego. Ni siquiera que necesitaba tiempo, espacio, aire o distancia. Nada.
Le hubiese respetado, porque es una necesidad que entiendo. Me agobio con facilidad, me gusta mucho el cambio, no soporto las cosas monótonas... Igual que a él, lo sé.
Pero una palabra de despedida me hubiese ayudado en mi duelo. Porque estoy de duelo, otra vez.
He pasado tantos, que los reconozco al primer síntoma.
Por un momento llegué a creer que la vida me regalaba una oportunidad de esas que hacen que todo tenga sentido.
Pero no, iba a arrebatármela igual que me lo ha arrebatado todo. Pero esta vez no me ha dado tiempo ni a saborearla, solo me ha dejado un vacío tan enorme que no sé si seré capaz de lidiar con él o me quedaré sin capacidad de reír para siempre.
Había encontrado a alguien tan afín a mí que me parecía increíble. Pero ahí estaba. En cada pregunta que me hacía, a cada respuesta que me daba...
Me dijo que le gustaba y lo dijo con tal convencimiento que llegué a creer que mis defectos eran perfectos para él.
Yo sabía que los suyos lo eran para mí. Aunque él se negaba a creerlo. Decía que solo veía una parte de él, que no conocía sus caras malas.
No sé si me oyó cuando le dije que me las enseñara, que no me iban a asustar, que no las iba a juzgar.
¿Oíste lo que NO te dije? ¿Que te quiero tanto que me dan igual tus otras caras? ¿Que no solo las aceptaré, sino que también las querré?
Igual tenía que haberlo dicho.
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