Capítulo 47
Despedidas que rompen corazones
Pensé que Rhett podría conseguir que todos mis contratos desaparecieran mágicamente pero fue imposible.
Pero ahora todo está en manos de Art. Quiero que, cuando yo me haya ido, esta vez venga por mí. Luche por nosotros.
—No quiero marcharme.
—Pero tienes que hacerlo —murmura Roma.
Mi hermana ha estado durante horas a mi lado. Abrazándome. Mimándome. Amándome. Porque necesito todo el valor que pueda reunir para poder marcharme.
—¿Crees que lo pierda para siempre esta vez?
—No, Ro, no lo creo.
La seguridad en su voz me obliga a alejar mi cuerpo de donde descansa cerca de su regazo.
Me encuentro con unos ojos azul océano, una copia de los míos.
—No puedo obligarlo a amarme —odio la fragilidad de mi voz. Odio como se rompe por pensar en ello. Odio tener que dejarlo de nuevo.
—Ya lo hace, aunque no sepa como demostrarlo.
Lo sé.
Pero si me miento y me digo que no lo hace, entonces será más fácil marcharme.
Estamos en silencio por lo que parecen horas. Envueltos en el cuerpo del otro, como cuando éramos niños.
Luego lo escucho, pasos atravesando el rellano y deteniéndose en la puerta de mi habitación.
—Roma, déjanos solos —la voz de mamá es firme cuando habla.
Mi hermana me observa por largos segundos hasta que asiento con mi cabeza y ella se marcha, no sin antes ofrecerme una dulce sonrisa.
Una vez estamos solos, mi madre no pierde tiempo en criticar mi decisión.
—Nada bueno viene con repetir viejos errores, cariño.
Niego con mi cabeza ante sus palabras.
Y mi corazón se salta un latido con el abrupto pensamiento que llega a mi mente.
¿Por qué todos creen que es acerca de Arthur?
Sí. En gran parte él es uno de los condicionantes. Pero no es todo el porqué. Es mucho más complejo que eso.
Me prometí que si todo terminaba en desastre recogería los trozos de mi corazón dispersos por el suelo y me marcharía.
Cada cosa que he hecho en mi vida ha sido para el bienestar de Arthur y su felicidad.
He vivido por él desde que tengo cinco años.
Y estoy cansado de eso.
Soy Roan Sheldon.
Actor.
Pintor.
Amante de la adrenalina.
Un maldito desastre emocional que nunca se rinde.
Estoy rodeado de personas que me aman.
He sido muchas cosas a lo largo de mi vida.
Pero ahora es momento de descubrir quién soy sin él.
Aunque espero que esta vez luche por mí, por lo que somos juntos.
Todo lo hago por mi versión de dieciséis años que se marchó de casa llevándose un corazón roto en la maleta.
Volviendo la vista a mi madre, le ofrezco una sonrisa, porque no es su culpa.
Mi familia no me conoce. No a la persona debajo de las máscaras al menos.
Pero tampoco me victimizaré diciendo que se debe a Arthur.
La vida funciona como un viejo libro, olvidado y desgastado por el paso de los años, uno que solo podrá leer la persona que la vive. Pero sucede que hay palabras que no son nuestras y también acciones que no dependen de nosotros. Lo que significa que, aunque seamos quienes escriben la historia, no toda ella nos pertenece.
—En ese momento —respondo finalmente—. Estaba huyendo de algo…, ahora estoy corriendo hacia algo.
Y deseo con todas mis fuerzas encontrarlo.
(...)
—Te amo Ro.
—Yo también te amo, Boo —susurro, quitando el cabello desordenado de sus ojos.
Me sonríe y deja un casto beso en mis labios.
Vuelvo a abrazarlo porque puedo y me pierdo en su tacto, hasta que escuchamos una bocina rompiendo el silencio que nos envuelve.
El taxista nos sonríe cuando subimos al auto y yo le devuelvo el gesto, aunque se ve forzado.
A medida que nos deslizamos por carreteras pedregosas y nos alejamos del azul del mar, siento una opresión en mi pecho. Es desgarradora. Pero me niego a dejarla entrar otra vez.
La última vez que permití que emociones negativas me dominaran todo fue…, un desastre. Me convertí en una sombra de lo que solía ser. Un fantasma que por más que se movía no lograba avanzar.
Arthur toma mi mano, como si supiese todo lo que estoy pensando y me sonríe con amor.
El viaje hacia el aeropuerto dura menos de lo que esperaba y, cuando llegamos, permanezco durante unos segundos de más respirando el aroma a mar y hogar que pronto desaparecerá.
—Iré a por las maletas ¿de acuerdo? —susurra Art cerca de mi oído— Tómate tu tiempo.
Algo cálido atraviesa mi pecho cuando la puerta se abre y luego vuelve a cerrarse.
El taxista se gira en su asiento para observarme con preocupación y curiosidad.
—¿Estás bien?
—¿Cree que las relaciones entre mejores amigos funcionan?
La desviación de su pregunta inicial provoca un ceño fruncido que profundiza las arrugas de su entrecejo y una sonrisa conocedora en su rostro.
—No lo sé. Creo que si hay amor, no importa lo que sucedió antes. O como nació todo —su voz adquiere un tono melancólico—. Creo que cuando encuentras a alguien a quien amar no debes dejarlo escapar. No todos tenemos la suerte de encontrar a nuestra persona.
—Nosotros cometimos muchos errores, y a veces siento que todavía nos persiguen, es… difícil creer que podemos superar lo de mejores amigos que se enamoran.
—No creo que tengas que preocuparte por ese chico.
—¿A qué te refieres? —murmuro, acercándome a él.
—No se ven desde mi perspectiva —sonríe con nostalgia—. La forma en que se miran el uno al otro como…
—¿Cómo?
—Como si tuviesen su propio idioma.
(...)
En ocasiones un abrazo puede cambiarlo todo. Durante esos segundos donde su cuerpo firme me sostuvo con delicadeza, me sentí en paz por primera vez en años. Todo lo que me preocupaba desapareció para dar paso a él.
Su imponente presencia.
El dulce olor de su fragancia, poco común en un chico, un recuerdo que atesoré.
Y todos los recuerdos que creamos después.
Los bailes, las historias, la música, el arte.
Juntos creamos algo mágico.
Algo que pocas personas tienen el poder de poseer.
Algo real y único.
Por eso se que este no es nuestro adiós.
Siempre hay un poco de tiempo para aquellos que se atreven a hacer algo mejor de su vida. Segundas oportunidades, terceras, ya perdí la cuenta.
Así que aquí estamos.
Despidiéndonos.
No para siempre, o al menos eso espero.
Quiero vivir esto, vivirnos a nosotros durante todo el tiempo posible.
Él es la única persona que ha detenido mi reloj, las manecillas dejaron de sonar esperando un final cuando lo vi. El mundo comenzó a ir más lento con su presencia, aprendí a captar sus colores y a enamorarme de ellos.
La escala de grises que me acompañaba se deslizó de mis dedos hasta que fui acompañado por el dorado del sol y el azul mágico del océano.
Luz y mar.
Una mezcla única, como sus ojos.
Lo miro ahora y llevo mi mano a su pecho.
No estaba en mis planes enamorarme de alguien, amar tan profundamente a esa persona y sentir que el mundo por fin tenía sentido gracias a su simple existencia.
Pero la vida y sus planes pueden cambiarlo todo.
Me cambió a mí, el chico perdido. Y me llevo a él, el mapa a través del cual me encontré.
—¿Nos volveremos a ver pronto? —pregunto cuando anuncian el abordaje de mi vuelo.
—¿Lo haremos? —contesta con otra pregunta.
Ya sé lo que significa, está inseguro, como yo. Pero esta no es la forma en la que terminará nuestra historia. Lo sé.
—Somos reales Art, lo que es real nunca termina.
—Para toda la eternidad —susurra, tendiéndome su meñique.
—Para toda la eternidad —sonrío, envolviendo mi propio meñique en el suyo.
Luego, luego me besa como si yo fuese todo su mundo.
Y espero que así sea, porque desde el momento en que lo vi pude comenzar a moverme, el oxígeno llegó a mis pulmones sangrantes y mi corazón comenzó a latir.
Sonrío mientras camino a mi nuevo destino.
Entonces recuerdo algo que la abuela Kalea solía contarme, decía que si alguien está destinado a ti, cuando ambos se despiden, esa persona se quedará observándote y si miras a tu espalda y sus miradas se conectan, eso sellará un trato con el destino.
Cuando doy un giro sobre mis pies, él está allí, sonriente y resplandeciente como un cálido día de verano, iluminando todo el lugar.
Lleva su mano a su colgante y yo imito su gesto.
Sostenemos nuestros corazones, los que intercambiamos la pasada noche, mientras contaba las pecas de su rostro y pensaba en que era el hombre más afortunado del mundo por tenerlo.
Siempre creí que no necesitamos encontrar a nuestra otra mitad. Somos seres completos y funcionales. Pero al verlo a él entiendo el porqué de esa frase. No se trata de alguien que te complete sino que te complemente, que ofrezca a tu vida todo eso que sabes que te falta, que te acompañe en el proceso de cumplir tus sueños, que te mejore sin cambiarte.
No hay nada más perfecto que una persona conquistando un corazón que ya le pertenece.
Y el mío siempre le pertenecerá a Arthur Halle.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top