Capítulo 35

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Secretos desvelados

Gemidos bajos me despiertan.

A través de las ventanas noto los primeros signos del amanecer que arrojan estelas de luz por toda la habitación.

Arthur está profundamente dormido con su cuerpo tendido sobre el mío, es entonces cuando noto su mano sobre mi pecho y como la mía descansa en su cabello.

Mi ritmo cardíaco se acelera cuando el gemido de antes se repite, no retiro mi mano, en cambio comienzo a acariciarlo.

Hubo una época en la que Arthur tenía pesadillas.

Fue cuando las peleas entre sus padres iniciaron.

Padres que no he visto ni una sola vez desde que regresaron, porque supuestamente están nuevamente de viaje.

El sollozaba sobre mí, con su rostro escondido en mi regazo mientras me contaba todo lo que escuchaba.

—Hoy dijeron que nunca debieron tenerme —susurró una noche—. Que fui un error.

Teníamos doce años.

Su padre siempre le dijo que los hombres no lloraban, en ese entonces parecía que nunca íbamos a convertirnos en hombres.

Porque cuando el sufría, de alguna forma yo también lo hacía.

Pero mientras sus emociones se dirigieron al resentimiento las mías lo hicieron al odio y la ira.

—No eres un error, Art, sabes que no lo eres —le dije yo, con mi voz más suave.

Nos quedamos en silencio un rato mientras él asimilaba mis palabras.

Jamás le mentí.

Y es algo que él sabía.

—No estoy seguro de eso —gruñó.

Sí, nadie lo estaría si las personas que te dieron la vida hablaran de esa forma sobre ti.

—Deberías estarlo, te amo, más que a nada en este mundo. Ellos podrán decir lo que quieran pero no eres un error.

Mi yo de niño creyó que esas serían las palabras correctas, y de alguna forma lo fueron.

—Mi familia no me quiere Ro.

—Yo soy tu familia —admití—. Y haré que te olvides de cada cosa mala que ellos dijeron de ti.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Mis párpados caen ante el peso de ese recuerdo.

Uno de tantos que fueron manchados por sus egoístas padres.

Los niños deberían tener sueños, creer en la magia y conservar su inocencia por tanto tiempo como sea posible antes de tener que enfrentarse a los terrores de un mundo que cada día se empeña en mostrar que no vale nada.

Mi mente todavía está inundada de recuerdos cuando siento su mano moverse desde mi pecho hasta detenerse en mi cadera.

Está despierto.

Y me pregunto, ¿el también estará pensando en esa noche?

—Lo prometo —murmuro, repitiendo las palabras del pasado.

Se tensa a mi lado pero en vez de soltarme busca aun más el calor de mi cuerpo.

Pasados unos minutos el vuelve a estar en calma y el sueño me vence.

Mientras duermo sueño con macarrones con queso, noches observando estrellas y un chico de cabello castaño y ojos cafés que me sonríe mientras, tomados de la mano, nos lanzamos de un acantilado.

☆☆☆

—¿Ro…? —la voz desaparece a medida que el sueño lucha por vencerme nuevamente.

Gruño y giro para enterrar mi rostro en la almohada intentando bloquear el sonido.

—¿Ro? ¿Ro? ¿Ro?

Mis parpados revolotean ante la insistente luz que atraviesa la ventana provocando un dolor punzante en mi sien.

Maldita sea, ¿Cuánto bebí anoche?

—¿Qué sucede? —gruño con la voz ronca.

—Tu teléfono no ha parado de sonar en toda la mañana.

¿Toda la mañana?

Deslizo las mantas de mi cuerpo y me dirijo al sofá donde descansa mi pantalón y busco el aparato con los ojos cerrados.

Cuando lo alcanzo me reciben diez llamadas perdidas de los chicos y varios mensajes de nuestro grupo.

Neith: ¿Te secuestraron?

Phebs: ¿En serio? ¿Secuestrado? A menos que Arthur tenga una mazmorra no veo como eso sea una opción.

Neith: Él desapareció sin avisarnos, necesito ser dramático al menos.

Phebs: Tienes razón.

Phebs: A menos que hayas tenido sexo no perdonaremos esta ofensa.

Neith: Estas en problemas Sheldon.

Aparecen varios textos más pero mi cabeza ya está palpitando así que decido responderles y luego leeré el resto.

Yo: Nos vemos en una hora.

Devuelvo el teléfono al lugar donde se encontraba y me giro para encontrar a Arthur ofreciéndome un tylenol y una botella de agua.

Lo bebo sin miramientos y luego me dirijo al baño sin decir una palabra.

Vaciar mi vejiga. Una ducha de agua caliente. Y un lavado profundo de dientes.

Veinte minutos después me siento como un ser humano funcional de nuevo.

La toalla alrededor de mi cintura se desliza nada más entrar en la habitación y el rostro de mi mejor amigo tiene una expresión maldita ante su hazaña.

—¿Te gusta lo que ves?

—Maldita sea, sí.

Su gruñido bajo y gutural me excita más de lo que alguna vez admitiría a alguien.

Lleva su mano a mi longitud envolviéndola en un suave agarre y enviando una chispa de electricidad a través de mi cuerpo.

Mis párpados caen y entonces lo siento…

Una cálida lengua rodeando la punta y luego un sonido de placer.

No puedo no verlo.

Cuando nuestras miradas conectan, sus labios rosados rodean mi grosor y se deslizan sobre el, absorbiéndolo.

Maldita sea creo que encontré mi nirvana.

No hay timidez en su actuación aunque si algo de inexperiencia pero eso solo me pone más caliente.

Me acaricia con firmeza mientras su boca sube y baja por mi pene.

Cuando la punta choca con su garganta provocando que su reflejo nauseoso se active, la saliva comienza a correr de su boca deslizándose por mi pene hasta mis testículos y muslos.

Hay roce de sus dientes cuando se retira para lamer mi raja pero no me importa.

Quiero más.

Más.

—Art, yo… —intento advertirle pero no hace nada por retirarse.

Sostiene mis muslos llevándome tan adentro que me chupa por completo.

Un sonido extraño escapa de él ante la sensación, mitad jadeo mitad gruñido.

Y eso me vuelve loco.

Me corro sin pensarlo, solo con la imagen de él tendido a mis pies dándome placer.

Me libero en su boca mientras siento las succiones de su garganta tragando.

Segundos después se aparta y retira su ropa interior para buscar su propia liberación.

Le lleva solo unos segundos venirse y lo hace manchando mi torso, marcándome de alguna forma.

Somos todo jadeos y respiraciones inestables cuando nos unimos para un beso feroz donde puedo saborearme en sus labios.

—¿Deberíamos darnos una ducha?

☆☆☆

Una hora despues Arthur y yo estamos moviéndonos por las calles de Everlake mientras buscamos la cafetería en la que los chicos han pasado gran parte de la mañana.

Nuestras manos se rozan con cada paso que damos.

Creí que él mantendría la distancia pero esto…, va a ser demasiado difícil cuando todo termine tener que dejarlo ir.

Cuando llegamos a Macy's puedo ver a Rhett, Phebs y Neith a través de la enorme ventana de cristal que da al exterior.

Saludo a P con un gesto de mi mano cuando nos nota y observo una expresión rara en su rostro.

Cuando atravesamos la puerta una especie de sonajero anuncia nuestra llegada pero ellos no nos observan.

Hay un chico junto a la mesa, corrijo, junto a Rhett, probablemente el camarero.

Pero puedo intuir que esta coqueteándole y a Neith no le agrada eso.

¿Qué demonios?

—¿…un poco de espacio? —alcanzo a escuchar a N cuando llegamos a ellos.

Art se sienta junto a Phebs mientras yo me ubico en el lateral de la mesa.

El chico definitivamente busca algo de mi hermano y el perro rabioso a su lado esta a punto de mearlo para marcar territorio.

—¿Cuánto tiempo estarás por aquí? —pregunta el camarero sonriendo a mi hermano.

Entonces mi amigo gruñe, el… gruñe.

—¿Quién diablos eres?

Su tono nos toma desprevenidos a todos, Rhett sonríe, victorioso, lo que significa que está haciendo esto adrede.

Y Phebs solo rebota de uno al otro mientras una sonrisa conocedora se asoma en su rostro.

¿Qué sucedió anoche?

Y ¿Por qué demonios no sabía que a mi hermano le gustaban los hombres?

Este es el tipo de noticias que uno debe recibir con antelación.

Me gusta estar informado, muchas gracias.

—Soy Chad, estudié en la preparatoria con Rhett. Somos amigos. Y nuestros padres también.

Escucho a Neith murmurar: nombre tonto y luego le ofrece una mirada condescendiente que anuncia desastre.

—Oh, un placer Chad —sonríe tendiéndole una mano—. Soy Neith, el novio de Rhett. Mi padre está en prisión por asesinato en primer grado.

Chad los observa con una clara expresión de desconcierto en su rostro mientras yo hago todo lo posible por no reír.

El chico toma nuestros pedidos y se marcha sin volver a dirigir una mirada en dirección a ellos.

—¿Cuñado? –pregunto cuando la espesa incomodidad de su presencia se disuelve.

Los labios de Neith se aplanan en una fina línea y eso me advierte que no obtendré respuestas.

Por ahora.

Me niego a desistir, puedo jugar la carta de la culpa.

Soy bueno haciendo sentir a las personas culpables.

☆☆☆

Cuando llegamos a casa esa noche, Rhett se dirigió a mi habitación.

Arthur dijo que como las clases iniciaban pronto tenía algunas cosas que hacer respecto a su trabajo en la escuela por lo que pasaría la noche trabajando.

Así que cuando mi hermano se acostó junto a mi en la cama me sentí agradecido por la compañía.

—Lo siento —fueron sus primeras palabras.

—¿Por qué?

—Neith.

Supongo que piensa que estoy molesto.

Pero no es así.

Esa ley de los hermanos de los amigos son intocables me parece tonta, si alguna vez mi hermanos tuvieran pareja me gustaría que fuesen personas en las que confío.

Dicen que los amigos que elegimos son un reflejo de nosotros mismos.

Soy leal y fiel.

Quiero eso para Rhett y Roma.

—No tienes que pedir disculpas por lo que sea que hayas hecho. Eres un adulto. Él también. Siempre que haya sido consensuado no me importa.

—¿Estás seguro? —pregunta dudoso.

—Sí, hermanito. Pero cuando esto…, lo que sea termine, espero que sean adultos y no provoquen una situación incómoda.

Me molesta decirle a mi hermano que lo suyo tendrá fecha de caducidad, pero conozco a Neith Carmichael, conozco a su padre y él no estará lejos de su ciudad natal por mucho tiempo.

—Me gusta él, ¿sabes? —susurra— Me gusta cómo me hace sentir…

—Tienes derecho a ser feliz con la persona que elijas y él también.

Se mueve en la cama hasta apoyar su cabeza sobre su mano y su rostro busca algo en el mío cuando pregunta:

—¿Por qué es tan infeliz?

Si él que lo conoce desde apenas unos días lo nota…, es que Neith ha estado mas apagado que nunca antes.

Mi amigo está perdiendo partes de sí mismo y no nos permite ofrecerle ayuda.

—Porque nunca ha tenido la oportunidad de decidir sobre su propia vida. Después de todo lo que ha vivido…, me gusta que te haya elegido. Se supone que la vida se compone de elecciones. Elecciones que dan forma a quienes somos y lo que seremos. Y él nunca ha tenido esa posibilidad. Podría haberle dicho que no se acercara. Porque tiende a romper todo lo que toca. Pero…, él hizo su eleccion. Te eligió a ti.

Y por mucho que me duela no puedo quitarle eso.

Amo a mi hermano pero es un hombre adulto.

Alguien saldrá dañado de esta situación.

Solo espero que sus corazones no entren en el juego.

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