(V) Ecos de OÔöø...
(OÔ...) La palabra
A los veinticinco años se alejó definitivamente del mundo. Perdido en las profundidades de viejas y olvidadas bibliotecas buscó aprender lenguaje.
Por los rincones más espantosos de las geografías más retorcidas vago. No le faltaron Maestros, Guías, que le enseñaran a no pronunciar, pensar o escribir jamás los símbolos.
O...
Así debía pensar, le dijeron, si quería aprender.
Entre las ruinas sin nombre anduvo meditando su búsqueda sin memoria. Por cuevas vírgenes de hombres y seres que horadaran con sus huellas las tierras primigenias y escucharan los ecos del remoto pasado.
Rumiando siempre el acertijo de la palabra, olvidó su propia voz.
Todo lo olvidó.
Solo, en una isla que no aparece en mapa alguno, su reflexión le abrió nuevas puertas tras los sueños que sobreviven a una noche de locura.
OÔ... pensó.
Y al pensarla, la escribió.
Y al escribirla, la pronunció en voz alta.
Los ojos se le quemaron, la piel se le despegó silenciosa del cuerpo mientras las venas le hervían, y sin gritar, murió.
(OÔö...) La visión
Mi abuelo tenia la costumbre de inventar historias sobre su ceguera.
"Es que viajé un dia al sol y lo miré de frente".
"Si total, no habia nada para ver asi que me quedé ciego a proposito".
"La vi desnuda a mi suegra".
Entre mil variantes de una verdad que jamás contó.
Un día estaba jugando conmigo en el suelo, mejor dicho yo en el suelo, y el en su sillon reclinable con la vista puesta en el horizonte sin ver nada y como otras veces se lo pregunté: "¿como perdiste la vista abuelo?"
Se quedó largo rato en silencio, solemne casi como si hubiera perdido tambien le oido.
Se le arrugó la frente. Achinó los parpados. La comisura de su boca tembló apenas mientras seguía mirando al frente.
Algo babluceó.
Me levanté del suelo para escuchar, me le acerqué mas.
"Yo... vi... lo que ahora veo" dijo estirando el rostro en una sonrisa tan maravillosa que no le cabía en la cara. Por un instante miré sus ojos muertos, no sabia entonces que todo su cuerpo acabab de morir ya, pero pude ver reflejados en ellos lo que mi abuelo miraba.
Ese fue el día que perdí para siempre la visión de los ojos de carne, y gané otra de la que no puedo ya decirles nada.
(OÔöø...) El patrón
Los simbolos eran cuatro: Ô, O, ö y ø. Él los ordenó de multiples maneras, pero nada pasó. De repente se le ocurrió agregar algo al final.
Tomó su lapiz y escribió: OÔöø...
No sucedió nada igualmente.
Sujetó la goma de borrar, y comenzo a b
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