Susurros de una decapitada

Gritaba su inocencia mientras la guillotina descendió.
La cabeza cortada cayó en la cesta de mimbre donde ya se apilaban las otras y tan llena estaba, tan húmeda y sucia, que se deslizó de a poco hasta terminar en el piso.
Uno de los guardias la sujetó entre las manos y fue a depositarla en el interior de la cesta.
"No, por favor, no" dijo la cabeza de la decapitada, "No con ellos, no a escuchar sus terribles historias, otra vez no" suplicó mientras la depositaban junto al resto que no interrumpían su oscura, su eterna charla, sobre las verdades que solo una cabeza decapitada es capaz de conocer.  

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