El bebe nació con dos ojos, dos piernas, dos brazos.
Con una nariz perfecta, dos oídos, labios finos y boca rosadita.
Cinco dedos en cada mano, cinco aún más pequeñitos en los pies. Uñitas apenas visibles, piel sana sin manchas.
Lloraba, pero aún más la madre, pues sabía lo que pasaría con aquel pobre desgraciado.
El doctor siamés la sedó para tranquilizarla, su hijo fue llevado entonces con una comadrona de tres piernas que lo criaría y lo cuidaría mientras le enseñaba los trucos necesarios para que en el circo pudiera ganarse por sí mismo la vida.