Micro relatos XIX
Travesuras de niños
Cuando vio moverse a los gnomos de jardín no creyó lo que sus ojos le mostraban.
Pero esa misma noche le trajeron monedas redondas, brillantes, grandes y totalmente de oro. Lo celebró comprando cosas para la casa, una nueva televisión, algunos muebles y unos juguetes de cuna para su bebe.
Los enanos se llevaron una de las sillas de la cocina, pero no le prestó gran atención. Una ofrenda supuso.
Menos aún cuando noches después llegaron con nuevas monedas, una bolsa esta vez. El festejo sería increíble, con toda esa fortuna hasta podía cambiar el auto y le sobraría.
A modo de ofrenda dejó afuera algunos otros muebles viejos por la noche.
Al otro día descubrió que aún estaban allí.
Los enanos del jardín habían preferido llevarse a su hija.
Caramelito
Mis golosinas preferidas son las de "Melkor", ya sean de la línea bombones blancos rellenos o de los caramelos redondos de envoltorio plateado.
De hecho, justo estaba comiendo uno cuando vi la noticia por la televisión.
La empresa Melkor había cerrado y sus dirigentes eran intensamente buscados por la policía. Una partida entera de caramelos, chicles, tabletas de chocolate y bombones habían sido envenenados con arsénico puro, sin sabor.
El "Diablos" viajero
El grupo de jóvenes se había ido de camping aprovechando los últimos días de las vacaciones. Era de noche cuando la estática de la radio interrumpió una vieja canción de rock y el cielo todo se iluminó brevemente.
Salieron los jóvenes sorprendidos a ver qué pasaba. Un sonido atronador cortaba el mismísimo cielo como si allí, en las alturas, se hubiera desatado el más brutal de los terremotos.
Humo negro, fuego más brillante que el de mil soles, un meteoro que caía desde lo alto y pasaba en un flash que terminó por estrellarse cerca de un cerro bajo a cuyos pies se extendía el río donde esa misma tarde habían estado pescando.
Los jóvenes siguieron corriendo su rastro de destrucción. Por si acaso uno de ellos llevó su rifle de cacería.
El cráter en la tierra era inmenso, tan profundo que el agua del río comenzó a llenarlo. El aire estaba anegado con olor a azufre y una de las chicas comentó con asombro que algo pasaba en el agua. De este comenzó a surgir vapor, pues hervía y los peces muertos salieron a flote por cientos.
Algo más se agitó en las profundas aguas.
Cuando el Diablos viajero asomó su cabeza de piedra y fuego los jóvenes huyeron, salvo el que había llevado el rifle que decidió abrir fuego contra aquella terrible sombra que emergía.
Ese valiente fue el primero en morir.
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