La carga final
Miles de virus los rodeaban. Los doctores estaban atrapados entre el pulmón derecho y el izquierdo disparando hacia las legiones repletas de extremidades retorcidas y cuerpos gelatinosos que avanzaban hacia ellos.
Con valentía jamás vista resistieron allí exterminando uno tras otros a los virus que se acercaban sin embargo poco a poco fueron cayendo, devorados vivos en un grito agónico, y su destino parecía decidido cuando desde una vena llegó el grito furioso de los refuerzos. Deslizándose sobre el líquido vital aparecieron decenas de doctores con sus batas sucias y los cubre bocas tapando la ferocidad de su carga final. Vacunas en mano emboscaron a los enemigos de la vida y destruyeron a todos los virus.
Estimulando al pulmón, con la batalla terminada, fueron expulsados en una tos y al salir sus cuerpos volvieron al tamaño natural. La batalla había sido ganada pero solo les bastó una mirada para ver que el daño sufrido por el cuerpo, ese campo de batalla, era demasiado y tras una serie de toses finales, murió.
Celebraron de manera agridulce la victoria en la eterna guerra sagrada entre la vida y la muerte.
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