El demonio estaba acorralado. No podría escapar de mi, a quien la voz de Dios había guiado hasta aquella monumental victoria. La voz que me exigía exterminarlo ahora mismo.
—Te ha llegado el fin ser detestable. Fuiste el primero de los tuyos y ahora serás el último, en nombre de Dios —dije levantando la espada sobre el ser caído.
Pero entonces el demonio gritó a los cielos.
—¡Cuéntale! —rugió.
Silencio efímero. ¿Duda? La voz celestial habló entonces.
"El fue el primero... de todos. Aquel del que me aleje y contra el que terminé por enfrentarme, incluso en la historia. Es el creador de la vida, es... mi creador".
Tales palabras, cargadas de Divina Verdad, eran inescapables. Mi espada descendió y la cabeza del demonio rodó por el piso.
"Muy bien hecho hijo mío. El trabajo ha sido completado" dijo la voz.
—No —respondí volviéndome al camino, espada en mano. —Todavía las manchas del Mal persisten. Aún no ha sido exterminada su prole completa. Ahora sigues Tú.