III (especial relato número 200)

El motivo del miedo

Temo a los perros porque todas las noches se repite el mismo sueño.
Uno de ellos se acerca y me habla. Con voz grave asegura que me está buscando, que vendrá a morderme y no sabré bajo qué forma lo hará, por lo tanto, seré incapaz de protegerme.
Es por eso señor juez, que llevo mi revólver cargado. Y si he disparado a esos bichos, solo ha sido para mi propia seguridad.

No saben nada las brujas

Que sacrifican gatos negros en sus rituales de fantasía, o con gallinas degolladas pretenden al diablo invocar. Pues yo mismo lo atestiguo, lo sé bien, y lo he visto.
Un perro es una puerta al infierno.

Algo en la noche

Solo es un perro, me digo, un perro y nada más.
Sigo mi camino por la calle oscura. Siento sus ojos en mi espalda. Los ojos de un rostro humanoide sobre el cuerpo menudo de pelo negruzco, sucio y erizado.
Creo escuchar que ríe o que se ahoga en su propia saliva.
Sin duda sus pasos están más cerca. Hay un jadeo, olor a osamenta.
Me vuelvo, con un grito naciendo en mi pecho, pero ya es demasiado tarde. 

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