Ese terrible, terrible olor
Tras morir alguien en la ciudad sus últimos estertores, el aliento de un suspiro, se pega en las personas que lo asisten y se funden con su aire, con sus ropas, con su cuerpo.
Si tocan algo, allí dejan una parte. Antes de correr a bañarse incluso, habrán impregnado del olor de la muerte todo y a todos quienes los rodean.
Es así que, respiremos hermanos, el dulce olor de la ciudad, el metálico y el puro, la suma de los distintos cuerpos con sus historias, ese terrible, terrible olor.
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