El por qué de las bombas
La puerta del despacho oval se abrió de par en par. El ambiente en la Casa Blanca era de puro caos al igual que en el resto del mundo. Desde algún lugar lejano llegaba el rugido de algo que no podía ser humano entremezclado con los gritos, los golpes y las explosiones.
—Señor Presidente el momento llegó, es un código nihil —dijo el comandante de rostro agotado con total seriedad.
—Ahora o nunca ¿eh? —comentó el presidente sonriendo sin humor.
Un botón rojo descansaba sobre su escritorio. Parpadeaba con luz intermitente y en el único orificio que se podía ver a su lado había colocada una llave dorada.
—Dios bendiga América —dijo el presidente y girando la llave presionó el botón, que lanzó inmediatamente todas las bombas nucleares del país.
Sabía que si los otros presidentes cumplían con el pacto ahora mismo estaban detonándose las armas en Rusia, China y la India.
Los misiles se elevaron en cosa de segundos como dedos en la mano de un ahogado que finalmente era tragado por las profundidades, y entonces comenzaron a caer en picada hacia las ciudades, pueblos, países y el mundo en sí mismo.
Los Estados Unidos fueron barridos del planeta.
Cada país en la tierra lo fue.
Ninguna bomba había sido diseñada para protección. Simplemente no servirían de nada contra el horror que cayó del cielo, aquel que había dado pie a esa crisis sin parangón y que solo era conocido por las más altas esferas del poder político global. Los mismo que habian diseñado entonces armas capaces de cumplir con un único propósito. Evitarle a la humanidad un sufrimiento indescriptible suicidando a toda la especie ante la horrible presencia de una Verdad.
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