Cinco micro relatos de horror (VII)

El camino del soñante

La otra ves tuve un sueño rarisimo. Las patas de la cama de repente crecían hasta alcanzar casi dos metros de altura y, sin que yo me cayera, la cama parecía cobrar vida pues trotaba y se daba un recorrido nocturno conmigo encima.
Hoy volví a tener el mismo sueño pero desperté repentinamente.
El viento de la noche, y las estrellas del firmamento se movían frente a mis ojos decorando algo que no era en ningún sentido el techo de mi cuarto. La cama me tenía bien sujeto con las sábanas y corría, salvaje, conmigo prisionero.
Cuando vi hacia dónde se dirigía comencé a gritar desesperado.

Un paseo por Santa Teresa

Eran cuatro amigas con el objetivo de romper la noche. Comenzaron por una de las discotecas (Domino's) y siguieron de fiesta en fiesta hasta las primeras luces del amanecer. En algún punto una de las amigas se alejó y la perdieron de vista. Al otro día la buscaron, inútilmente. Una mujer de la calle que supo leer en sus rostros la desesperación les dijo enigmática: "ahora está con las demás. Es una de las mujeres".
A la semana el cuerpo de la amiga fue encontrado en un basurero.

El satiro de puente Carrasco

La primera víctima fue una niña de unos 3 años. Descuartizada, sus pedazos fueron encontrados en una bolsa de basura flotando en el agua turbia.
La investigación reveló el relato de unos niños y sus padres que, pasando justo por el puente, cuentan haber visto a un hombre muy alto, sospechoso, que tiraba algo desde el borde del puente Carrasco.
Los niños aseguraron que en la noche le brillaban los ojos.
Meses después apareció una "segunda" víctima en similares condiciones, flotando a un par de metros.
Se trataba en verdad no de una persona, sino de restos, brazos, piernas, dedos, orejas, de por lo menos una familia entera.
Era la familia que había brindado el testimonio.

Las tres preguntas

No me asusta saber por qué se ríe la noche. ¿No es todo un gran chiste macabro? Mucho menos ¿de quién se ríe?
De mi, de usted, de nosotros. Así ha sido siempre.
Pero donde hay dos preguntas, bien puede haber una tercera. Fruto del largo pensamiento, que muerde como ratas el cadáver podrido de la mente atrapada en sus propios laberintos húmedos, en sus juegos de fingida inocencia.
¡Yo sé que has imaginado tú muerte!
Y la mía, el horror, sé que lo has buscado.
¿Qué pregunta es, dices, la que se cuestiona la noche?
La terrible duda, la búsqueda del aterrorizado, ¿cuándo llegará el día?

Un picadito

Me despedí de mi querida prima que había venido de visita y a darme la buena noticia: iba a ser mamá.
No quiso que la acompañara hasta la terminal.
De la siesta me despertó el ruido de los pendejos jodiendo con la pelotita.
Como tantas otras veces la mandaron para mi patio y allá me fueron a golpear la puerta.
Les pegué un grito y se fueron. Al rato salí.
Estaba en el patio, sí, contra el murito de abajo.
Deformaba a golpes, sucia, pero todavía reconocible.
No era la pelota, era la cabeza de mi prima. 

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