Cinco micro relatos de horror (I)
La boca
La encontró al despertar y levantarse para ir al baño. Casi se la chocó de frente.
Era simplemente una boca, flotaba en el aire con sus labios cerrados en un rictus mudo. Se quedó inmóvil como esos labios cerrados. Finalmente decidió acercar sus dedos hacia ella, tocarla, moverla, algo.
Cuando estuvo a solo centímetros la boca sonrió.
Sus fauces se abrieron de par en par, creciendo como un bostezo infernal.
Intentó correr, pero ya era tarde, duró solo un bocado y al desaparecer su cuerpo en el interior de la mordida, también lo hizo la boca, perdida por algunas eternidades más en su reino de imposibilidades infinitas.
Caduceus
Hoy ha matado de nuevo, lo sé. Mis manos estaban manchadas al despertar, con la sangre sin duda, de una nueva víctima. Últimamente está prefiriendo las mujeres, pero pronto temo que decida ir a por niños.
En la tarde descubrí el cuchillo que usó. Lo había escondido envuelto en papel, dentro de uno de mis cajones de la ropa.
Le observo en este mismo momento, sentado viendo la televisión mientras preparo una merienda. Es mi hermano, es él, él asesino, pero también yo, todo en uno sin ser uno. Dos que son uno. Locura. Muerte. Somos caduceo, y temo lo que pase esta noche cuando sea la hora de dormir, pues entonces solo uno habrá de descansar, mientras que el otro sale de cacería y en la ciudad, tarde o temprano, otra vida se apaga.
La pregunta
Se la hicieron tras el momento de su muerte, justo cuando sus ojos comenzaban a abrirse de nuevo: "¿tuviste un sueño bueno, o una pesadilla?"
Infección
La lluvia se descolgó después de por lo menos tres semanas de un cielo colorido como jamás nadie recordaba haberlo visto.
Era un verde amarillento que por la mañana se iba transformando en morado casi azufre hasta perderse en el negro carbon mas oscuro imaginable con la llegada de la noche.
No pocos meteorólogos sorprendidos hablaron de "la herida en el cielo".
Cuando finalmente el sonido del golpeteo sobre las chapas, las calles, y los techos de la ciudad anunció la esperada lluvia muchos salieron de sus casas a observar el milagro que, en solo una mirada, se transfiguró en horror.
Gusanos.
Eran gusanos, gordos hasta la hinchazón, lo que caía del cielo, envueltos en un líquido pegajoso que nacía desde sus propias y diminutas bocas. Corrieron a refugiarse los más avispados, los que no, fueron víctima de una rápida y putrefacta muerte.
Fueron las primeras víctimas de la infección.
Jamás volveré a la playa
Mientras buscaba el protector solar, a unos metros, cerca de la orilla me estaba llamando mi hija.
Papi, papi, es una sirena, decía.
No la vi pero escuché su gritito y un chapoteo. Corrí hasta ella. La niña ya no estaba en la arena. Un rastro sinuoso como el deslizar ondulante de una serpiente se perdía entre las negras aguas en calma. La playa y el agua eran ajenos a mi desesperada angustia mientras en vano gritaba su nombre.
Jamás volví a encontrarla, y de igual forma desde ese día, jamás volví a la playa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top