Cada cabeza es un mundo

Así lo descubrieron los habitantes de aquella pequeña ciudad costera, cuando tras una noche de extrañas luces en el horizonte, la mañana dio paso al más extraño de los sucesos. 
El cráneo de los muchachos, los niños y los ancianos, también el de las muchachas, las niñas y las viejecitas, se infló de manera brutal como un globo con mucho aire y mientras la piel se tensaba en un eco de sordos gritos, iba perdiendo el color hasta volverse transparente. Reventaron al fin como bombitas que salpicaron no con agua, sangre, o sesos, sino con absurdos colores, informes siluetas, macabras fantasías y los sueños imposibles de todas aquellas mentes fundidas en una sola imagen demencial. 

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