4- Las canciones que cantan los muertos

El libro de las sombras

Por fin lo obtuvo, el libro, la llave al prohibido y olvidado prodigio.
El hombre triste, aquel solitario decepcionado en pena, el soñador sin memoria, trazó en la pared los signos de sus hojas manchadas y recitó con profunda voz los hechizos ante el casero altar de velas negras.
Se abrió un portal que atravesó sin dudarlo, directo al más allá de esa, su dimensión.
La entrada se borró apenas lo traspuso y pudo ver lo que tenía ante sí.
Gritó y lloró, incontrolable, pues aun con todo seguía sintiéndose triste.

Dinero para nada (Money for nothing)

¡Esta es! La idea que iba a volverlo millonario. La que compartió embebido de gloria con su compañero de cuarto. La que esté, más vivo, aprovecho y ganándole de mano la patentó.
Varios años después su imperio económico se expandia, saludable por todo el globo, mientras el amargado olvidado de la idea robada maquinaba una venganza que jamás llegaría.
Un día golpearon su puerta. Al salir no encontró a nadie, solo un bolso negro recostado en el piso. Lo abrió. Fajos de billetes cayeron al suelo y una carta junto a ellos.
"No te he olvidado" decía, firmada por su viejo amigo y de puño y letra.
El hombre saltó de alegría, gritó, festejó, con tanta emoción repentina que el corazón se le reventó en el pecho.
Ya muerto, cayó su cuerpo, sosteniendo en una mano billetes mientras la otra estrujaba la carta.

Vamos las bandas

El artista solo pidió un deseo a ese diablo picaresco: "que todo lo que cree con mi arte, cobre vida y suceda". Así, castillos de imperios en el aire. Oro, diamantes, riquezas en todo el espectro de lo imaginable. Su voz, por sobre todas, eco en el mundo, un hombre-dios-padre-creador que pronto enloqueció de pena y dolor, cuando vio caer una a una sus obras, y olfateo la podredumbre del mundo muerto pues todo lo que con su arte soñó, estaba muerto. 

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