2- Las canciones que cantan los muertos

Señor Cielo (Mr Blue Sky)

Me observan sin verme. Caminan, estoy ahí, me atraviesan al pasar. Los pocos que saben de mí me llaman "Azul" y me piensan como el cielo.
Pero esta mañana todo será diferente. El ser de la oscuridad pasó la noche en la ciudad.
Ahora ya se aleja por las calles vacías, por el caos.
Ahora todos se miran los unos a los otros con sorpresa.
Son azules, como yo, que los miro feliz desde lo alto y veo en la tierra el cielo al que no pude descubrir.

La casa del sol naciente (The house of rising sun)

"No olvides que nosotros no tenemos hogar" me pidió mi madre en su lecho de muerte.
Nomades, vagabundos, los que van de aquí para allá, esos fuimos desde que tengo memoria.
Así fue hasta que decidí no formar parte de esa ruina. Me enamoré, me junté, formé mi propia familia y tuve mi gran y soñada casa en las calles americanas de una gran ciudad.
Cuando en la noche me despertaron los susurros entendí que la advertencia de mi madre había sido muy seria.
Nos habian encontrado. Las voces. Los seres.
Tuvimos que huir, quemando la casa para apenas salvar la vida. La más pequeña no pudo lograrlo. Desde entonces sé que no debo llamar hogar a ningún lugar y allí donde voy siempre llevo conmigo un bidón de gasolina y las palabras sabias de mi madre, como una guía y un recordatorio, para toda la eternidad.

Se vos (Se vos)

Llegaba cansado de trabajar. Un compañero faltó sin avisar y, aunque no quería, debió suplirlo haciendo horas extras que seguramente no cobraría jamás.
Salió con dolor en el pecho.
Por las calles del centro le pidieron una moneda y ante su negativa recibió un insulto que ignoró. Una señora que presenció aquello le dedicó su peor mirada.
En el teléfono tenía una llamada. Eran los amigos que le indicaban lugar y donde iban a reunirse. No recordaba haber organizado salida alguna, pero dijo que iría sabiendo que negarse hubiera levantado comentarios indeseables.
Una patota de juvenil avanzaba de frente, gritando obscenidades al cielo. Los esquivó rápido, pero algo le dijeron.
El pecho dolía más. ¡Ay, cómo dolía!
Pero entonces la calle cortada por una movilización le cortó el paso. A su lado alguien le comentó: "que gobierno de mierda, ¿no?" y ese fue el detonante.
Los pocos testigos del evento dirían luego que escucharon gritar a una multitud pero que al mirar solo vieron a un hombre, un pobre y triste hombre que se agarraba el pecho con ambas manos y ante los ojos aterrados, incrédulos y expectantes, se arrancaba el corazón con las propias manos y llegaba a sostenerlo en lo alto como un trofeo a la noche justo antes de caer, muerto al fin. 

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