Prólogo
Bela:
Mi destino no siempre fue el mismo, antes de estar conduciendo por estos largos caminos, sin posibilidades de encontrar un rumbo fijo, yo era común, tenía sentimientos y las manos limpias.
Creí que si me alejaba de cierto chico, creí que si al menos dejaba la adición de besar sus hermosos labios, nos salvaría, pero todo fue nulo. No fue suficiente ver solo el lejano amanecer, cuando la noche aún estaba sobre nuestras cabezas y la neblina cubría nuestro camino; traté de soltarlo, él trató de soltarme, pero ese rojo espeso y vibrante, hizo que nuestras manos se pegaran, hizo, que perdiéramos el rumbo no solo de nuestras vidas.
Recuerdo aún cuando éramos pequeños y solíamos jugar en el lago felices, inocentes, en ese entonces nuestra vida era tan fácil, no teníamos pecado. Todavía recuerdo nuestra promesa en la lluvia y el juramento de jamás alejarnos, pero tú lo rompiste, y a pesar de eso, te amé, si, lo hice como cuando tenía 10, lo hice como cuando nos compramos esos pequeños dijes de amistad, pero dime Matthew, acaso... ¿ese eras tú? No hubiese querido oír tus mentiras, porque apuesto que la muerte era menos dolorosa. Ahora mi corazón arde, arde como nunca, porque con tus palabras me apuñalaste tantas veces. Créeme, yo también desearía que ese otoño haya sido eterno, que durase para siempre, que venciera las barreras, que cortara las espinas, pero lamentablemente se acercó la nieve fría y espesa del invierno. Ojalá hubiese sabido que ese día era el último, para poder besarte, ojalá hubiese sabido que ese beso era el último para poder grabarme en la mente la textura y el sabor de tus labios.
Pero no fue así, no pudo ser así y no estuvo en nuestras manos.
Seguí conduciendo sin rumbo fijo, mis manos estaban teñidas de un rojo espeso, y con una de ellas aún sostenía el arma con el que cometí aquel acto. Las lágrimas rodaron por mis mejillas hasta llegar a mi barbilla y caer.
«Cuando te acercas al precipicio no puedes dejarlo, hasta que caes»
Y tú caíste, pero yo iré detrás, te volveré a mirar, volveré a perderme en esos ojos grisáceos que tanto me gustaban...
Querido Matthew:
Tuve un año para salvarte, un año para mirarte, y solo un día para olvidarte, que malo fue el Señor Destino que no me dejó verte, que malo fue el camino que no me dejó tenerte, aún recuerdo aquel beso en la madrugada, y esa fugaz mirada, porque sabemos que aunque el mundo fuera grande, para nosotros ya es demasiado tarde, pero, búscame, que no me iré, y si yo te encuentro ya no te dejaré volver.
Un año para salvarte, un año para mirarte y solo un maldito año para expresarte lo mucho que te quise, y lo mucho que te querré, solo un año, mi querido Matthew.
***
Un año
Porqué la muerte me da vida, y mi vida es contigo, pequeño microbio.
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