Capítulo 6
..."Bienvenido y adiós, Matthew Brown"...
Bela:
Después de haberme sentado por un largo tiempo con Matthew frente a aquel río escuchando música, propuso llevarme a casa. Seguimos el viaje por caminos silenciosos, sin decir ni una palabra, sin embargo, el aire ya no emanaba la misma incomodidad de antes.
—Llegamos a casa.— anunció él mientras me dedicaba una sonrisa triste.
—Gracias— le respondí bajando del auto.
Desde aquel accidente en la carretera —que bien se podría comparar con la película: Sé lo que hicieron el verano pasado.— las cosas entre Matthew y yo, ya no estaban más tensas, después de todo él había sido mi mejor amigo en la infancia, ¿No?.
Además ambos nos considerábamos y tratábamos como dos extraños que recién acababan de conocerce.
Se detuvo en frente de la puerta e inesperadamente mi madre salió.
—Elizabela Barnes, llegas dos horas tarde— empezó a decir saliendo de la casa e ignorando completamente al chico que estaba a mi lado— dime dónde estuviste, porque según tú, Andrés te recogería hoy.
Vaya, dijo mi nombre, esto sí que iba en serio.
Aunque sabía que era cierto lo que decía, mamá confiaba en Andrés, no porque era mi novio, sino porque era un chico muy bueno, y respetuoso. Además, conocía a sus padres, ya que ambos eran oficiales de policía.
No supe que decir, y contarle que mi querido amigo de la infancia y yo matamos a una chica en la carretera, porque él iba drogado y yo lo descubrí, claramente, no era una opción
Tomé aire y bajé la cabeza para contestarle.
Tal vez era una manía, o algo que ya formaba parte de mi naturaleza como persona, pero jamás podía mirar a los ojos a una persona cuando le decía una mentira, además de eso, mis manos no se controlaban y empezaban a agarrar mi dije con forma de unicornio, mientras balbuceaba las excusas que se me venían a la mente.
Aunque, sorprendentemente la última vez que le mentí a mamá, eso no pasó.
—Ella y yo fuimos a tomar un café, cerca de la escuela, señora Barnes— respondió Matthew para mí sorpresa.
Mamá, entonces, dirigió su mirada hacia él con una cara de asombro.
Por mi parte, los nervios acrecentaron, muy notablemente.
—¿Te conozco?— le respondió ella.
A veces solía ser muy dura con mis amigos o amigas que no conocía. Creía que podrían ser una mala influencia para mí, y más con todo esto de la escuela, último año, su paranoia había acrecentado.
—¿Qué ya no me recuerda?— contestó el chico con una sonrisa, como si nada hubiera pasado nunca.
Podía decir que me sorprendía cada vez que mentía, era como si todo lo que saliera de su boca fuera real. No sabía porqué pero la sensación de extrañeza ante algunas de sus actitudes seguía presente.
—Soy Matthew Brown, hijo de Ana y Martín Brown.— se presentó ante la mirada pensativa de mamá, extendiendo la mano en forma de saludo.— solo que, nos mudamos hace unos años de la casa de al lado.
Finalmente, después de al menos 5 eternos segundos de haberlo pensado, mamá devolvió el saludo cambiando su expresión a una de alegría.
—Matt, hola, disculpa que no te reconocí, pero es que... estás muy cambiado.— dijo mirándolo de pies a cabeza, como si estuviese estudiando su aspecto y si era o no era él.
Esa siempre había sido su manía, no confiar de las personas a primera vista, a diferencia de mí, claro, que me presentaba como desconfiada y luego me veías por ahí escuchando música junto al chico criminal con el que había asesinado a una chica.
Matthew sonreí muy normalmente, como si hace dos horas y media —aproximadamente— no hubiésemos estado frente a un río oscuro que albergaba un cadáver en su agua.
Ksual. Pensé.
Lo miré con cierta sorpresa, atónita ante su normalidad. Él no dijo nada más y se limitó a observar la casa por fuera.
—Bueno, pero no nos quedemos aquí parados, ya está haciendo frío— volvió a decir mamá— pasemos dentro de la casa, prepararé un poco de té.— propuso.
Rayos, Matthew no se podía quedar, de alguna manera su presencia me ponía nerviosa, y el recuerdo de lo que habíamos he hecho me perseguía si él estaba aquí.
—No creo que sea necesario— me apresuré a decir— además, Matthew ya se iba, ¿verdad? - le pregunté mirándolo como si estuviese a punto de ahorcarlo.
—Bueno, hace tiempo que no hablamos, y no veía a la señora Barnes, así que no creo que sea mala idea.— respondió él, dejándome con la boca abierta, y entonces, antes de poder decir algo, mamá habló:
—¡Perfecto! entonces, entremos.
Destrocé a Brown con la mirada, pero él solo ignoró el gesto, haciéndome enloquecer internamente de furia.
Genial, esto era lo que faltaba, porque cuando creí que todo iba a andar bien, las cosas se ponían cada vez peor.
Entramos a casa, y sentía como en ese lugar todo estaba más cálido, comparado con el frío otoñal que hacía afuera, aún así decidí subir a mí habitación para colocarme mi suéter azul de gatitos favorito.
Bajé rápidamente las escaleras para encontrarme a Matthew y mamá hablando cómodamente sentados en el sofá, mientras Oliv miraba la televisión entretenido.
Al notar mi presencia ambos voltearon a mirarme con una sonrisa.
—¿De qué hablaban?— cuestioné, sentándome en el cómodo sillón color azul, junto a Matthew, pero, manteniendo la distancia, claro.
—Hablábamos de cómo fue la vida de Matt después de mudarse del vecindario— respondió mamá sin quitar la sonrisa de su rostro.
—Si, fue difícil cuando mamá y papá se divorciaron unos años después de la mudanza, pero Beatriz fue quien siempre estuvo a mí lado, ayudándome en el proceso de superación al divorcio de mis padres.
Mi cara cambió por completo, y ni siquiera supe el porqué.
¿Cómo es que Betty no me lo contó? Ella siempre me contaba todo. Y Matthew... por Dios, sus padres, se veían tan perfectos como una familia siempre, y ahora divorciados.
—Si, menos mal, que Betty estuvo ahí.— respondí con desánimo.
Matthew me miró fijamente, mientras sonreía de lado, con los ojos entrecerrados. ¿Estaba divirtiéndose?
Al parecer mamá no se dió cuenta por regañar a Oliv.
—Iré a traer los tés, sigan conversando.— avisó mamá levantándose del sillón con paciencia.
Después de unos minutos de incómodas miradas de parte del chico sentado a mi lado, me animé a hablarle.
—¿Por qué siempre me miras tanto?— me atreví a preguntar levantando mis ojos para también poderlo mirar.
Él ensanchó su sonrisa.
—Solo admiro tu belleza.— respondió.
Sentí a mis mejillas arder y ponerse rojas como un maldito tomate e instintivamente aparte la mirada.
—Eres un idiota, ya deja de burlarte.— reproché.
—¿Por qué dices que es una burla?
—Que porqué...— respiré profundamente antes de seguir— primero dices que parezco un microbio y luego que soy bella. Ja.
—Bueno, si sentiste que era una burla, no te hubieses sonrojado, ¿no?
Volví a sonrojarme más. Este chico hacía que perdiera mi amabilidad y activaba un extraño efecto en mí.
—Igual me gusta cuando lo haces.— volvió a decir.
—Cuando ¿hago qué?— pregunté sin ganas.
—Cuando te sonrojas como un maldito tomate.— respondió enfatizando la palabra maldito y haciendo que ese efecto volviera a mí.
—Aquí están los tés.— dijo mamá, entrando a la sala con cuatro vasos y evitando que alguien pudiese decir algo más.
(...)
—¡Oh! Ya son las siete y media de la noche— empezó a decir mamá mirando el reloj blanco que traía en la muñeca— me haré tarde, así que mejor voy a cambiarme.
—Bueno, yo también ya me tengo que ir fue un gusto, señora Barnes.— se despidió Matthew con un abrazo a mamá.
—El gusto fue mío, querido hijo. Bela acompaña a Matt a la puerta, por favor— ordenó para finalmente retirarse del lugar.
Llevé a Matthew a la puerta, pero antes de retirarse mencionó:
—Ya no recordaba lo que era venir a visitarte.
—Si, supongo que fue bueno que vinieras.— respondí con una media sonrisa.
—Quiero que me des una oportunidad.— comentó.
—¿Para qué?— pregunté curiosa, frunciendo el entrecejo.
—Para volver a ser tu mejor amigo.
—Ya eres mi amigo.
—Pero no tu mejor amigo— dijo con tristeza en la voz— por favor, Bela.
Entonces él se acercó más hacia mí, inclinándose con cada para hasta que nuestros rostros quedaron a escasos centímetros y observó fijamente mis labios.
—¿Qué estás haciendo?— pregunté en un susurro cuando lo tuve muy cerca, intentando retroceder
Pero eso a él no pareció importarle e ignorando por completo mi pregunta siguió acercándose y yo retrocediendo, hasta que sentí mi cuerpo darse un leve golpe al chocar contra algo, la pared, estaba siendo acorralada por Matthew, quien apoyó las palmas de sus manos sus en la pared de concreto.
—¿Porque...?— quiso decir, pero se detuvo.
Él seguía mirando mis labios y yo los suyos, hasta que él pasó a mis ojos, yo hice lo mismo, aunque me arrepentí, pues esos ojazos azules eran tan profundos y hondos que podías perderte en ellos, eran un contraste de cielo y oscuridad. Bien y mal. Todo y nada.
—Matthew, esto, esto, está mal...— intenté decir, pero no pude.
Podía sentir su cálido aliento y su delicioso aroma cada vez más cerca de mí.
Nuestas respiraciones mezclándose en sincronía, nuestros cuerpos rozándose y nuestros ojos perdidos en los del otro.
Eso hasta que escucamos un carro estacionándose, e instintivamente nos separamos.
«Maldición, ¿Que estaba a punto de hacer con el novio de mi mejor amiga?» pensé.
Un hombre vestido de oficial de policía bajo del auto color negro. Su cabello era rubio y sus ojos verdes esmeralda, su cuerpo era definido, como si fuese al gimnasio y su rostro tenía una mezcla de: soy amigable, pero al mismo tiempo te puedo partir la cara.
—Buenas noches— saludó — ¿Está Sara Barnes?
Okey... buscaba a mi madre, pero porqué. Ósea, sí, era policía, pero nunca lo había visto antes, tal vez era el tipo que recién había llegado, y ¿por qué demonios buscaba a mi madre?
Lo miré analíticamente de pies a cabeza. Pero entonces, mamá apareció bajando las escaleras.
—Buenas noches Carel, ¿cómo estás?— preguntó mamá saludando con la mano al hombre, era como si lo conociera de años.
—Bien Sara, y tú, ¿cómo estás?— preguntó también.
—Bien, gracias.— ambos se miraron sonrientes durante unos segundos hasta que mamá volvió a hablar— ¿nos vamos?
—Ah, claro.— el hombre pareció salir de un trance al responder.
Finalmente, ambos se marcharon, mientras Matthew y yo sólo los mirábamos asombrados.
—Ese es... ¿su novio?— preguntó el chico con curiosidad.
—Claro que no.
—Entonces...— quiso que le responda, pero obviamente no lo hice— bueno tienen química hay que aceptarlo.
—¡Cállate!— dictaminé pasando a la sala y sentándome en el sillón.
Matthew me siguió y se sentó al lado mío. Nos quedamos en silencio, sin decir nada, sin siquiera mirarnos.
—Belita, ya me voy a dormir— anunció mi hermano antes de dirigir su mirada hacia Matthew— mamá ya se fue, deberías ir a casa, a ella no le gusta que los novios de Bela se queden en cada.
—No es mi novio, Oliv— le dije frunciendo el ceño.
—Bueno, entonces dile a tu otro chico que se vaya.— mencionó con el ceño fruncido.
Rodé los ojos y le saqué la lengua.
—Joder, eres un problema.— me quejé.
—Pues este problema es tu hermano que no pidió venir al mundo, tonta.
—Llévalo a dormir, recuerda que no debe tener ojeras para su cita con Margarita mañana.— comentó Matthew con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡¿Cita?!— gritamos Oliv y yo al mismo tiempo.
—¿Tendré una cita con mi princesa?— chilló Oliv con emoción.
—A ver, explícate mejor, idiota, ¿cómo que cita?— le pedí.
—Es como escuchas, mi querido microbio, Margarita es mi vecina y pues el otro día le ayudé a bajar su gato de un árbol, y ahora me debe una cita con el chico al que le gusta. En un resumen, me debe dos favores.— explicó.
—Vaya, vaya, no dejas de sorprenderme.— comenté.
—Y no pienso dejar de hacerlo— respondió— ahora, tú mi querido amigo, anda a dormir que se hace tarde.
Oliv se acercó a él, con su rostro formando una expresión de alegría.
—Si alguna vez quieres casarte con esta loca— me señaló— juro que pagaré la boda— y sin decir nada más subió las escaleras y desapareció en el pasillo de arriba.
Me quedé con la boca y los ojos abiertos como platos. Matthew soltó una risa antes de mirarme con esos hermosos ojos azules brillantes.
—Mira microbio, sin pedirlo nos pagarán la boda— soltó entre risas.
Lo miré con seriedad, eso no era motivo de broma, mira que reírse porque dijeron que nos casaríamos, ósea, me casaría con el novio de mi mejor amiga, ¿qué era eso? ¿poliamor?
—Necesito que te vayas— le ordené con decisión.
—¿Qué?— su semblante cambió a uno confundido
— pero si nos estamos divirtiendo...
—No— lo interrumpí— yo no me estoy divirtiendo contigo Matthew— tenía que dejarle las cosas claras— y tampoco quiero volver a ser tu mejor amiga, porque... en realidad, nunca lo fuimos.
—Bela, pero... ¿qué estás diciendo?— preguntó con más confusión, aunque esta vez iba mezclada con la tristeza y el enojo.
—Si hubiésemos sido mejores amigos, no te hubieras ido sin decirme una mierda. Ese término es solo para personas que confían, confían en su amistad, en ellos y tú no confiaste en mí, ni siquiera te despediste, Matthew.
—Bela, tú no sabes nada...
—¡Exacto!— lo volví a interrumpir— no sé nada porque tú no me lo dijiste.
—¡Pero te dije que en el momento exacto en el que me sintiera listo te lo diría!
—¿Ah, si? ¿y cuándo será eso? Cuando recuperes la confianza en mí, ¿verdad? yo jamás te di motivos para que la perdieras.
— Y ¿por qué no me dijiste que te gustaba?— dijo haciendo que me callara por unos segundos.
—Es que... eso era un dilema, además era delicado, los sentimientos son frágiles y tú me podías romper el corazón, hubiésemos perdido nuestra amistad.
—¡Sí! los sentimientos son frágiles y es algo delicado— me interrumpió— si supieras que... lo que pasó... yo... no lo entenderías y hoy lo comprobé. Además, no dices que la amistad es de confianza, tú empezaste con los secretos.
—Lo mío era diferente, vergonzoso. Y pudiste hablarme... hablarlo y no solo huír como un cobarde.
—No te excuses, que ya no funciona, y no... no lo hablé porque yo también pasaba por momentos, no vergonzosos, sino difíciles que no entenderías.
Silencio, él estaba al frente, parado con las manos en la cintura, recuperando el aliento. Me quedé mirándolo. Dios, era tan lindo, y tan dañino a la vez. ¿Cómo eso podía ser posible?
—Será mejor que me vaya— y sin decir nada más cogió su chaqueta y salió cerrando la puerta con furia.
¡Maldición! se supone que yo debí entenderlo, después de todo ambos nos ocultamos secretos, ambos cometimos errores, y sí, admito que sería un tanto tóxico continuar con esta amistad, si es que se le puede llamar así, pero al mismo tiempo era necesario, yo sentía que lo necesitaba, él era el único que sabía mis secretos, mis debilidades, mis fortalezas, él y solo él, así que si, también debía admitir que lo extrañaba, extrañaba a Matthew Brown como no tienen idea.
***
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