Hechizante (Pt. 2)
Capítulo difícil de escribir pero espero que os guste el resultado! gracias por leerme, comentar y votar, significa mucho para mí.
Disfrutad :)
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Ha pasado una hora más o menos des de que estoy aquí y la cabeza me da vueltas. Hace media que no encuentro a Ada pero me da igual. Me pongo de pie y siento el empeine dolerme de sobre manera debido a los tacones. A tientas hago mi camino hasta las escaleras y retiro un poste que separa el VIP de la parte central.
Skepta sigue actuando pero hace tiempo que he dejado de escucharlo. Me siento mareada y soy consciente de que choco con varias personas en mi camino hacia el baño. Una de ellas me ha empujado de vuelta provocando que casi caiga al suelo.
Cuando localizo el baño de chicas entro y veo a algunas bailando y haciéndose fotos frente al espejo manchado de agua. Hinco mis manos en el lavamanos y miro mi reflejo en el cristal frente a mí.
No me encuentro bien, tengo algunos mechones pegados a la cara debido a la calor que hace en este antro y focalizar me cuesta horrores. Abro el grifo y me mojo las manos, posándolas en mi nuca después. Suelto un suspiro debido a la tensión.
Salgo a trompicones del baño y veo un sillón al fondo que está vacío, por suerte. No me lo pienso dos veces y me dirijo a él.
Sentir lo mullido que está me hace tener la sensación de que me está envolviendo, dándome por fin la sensación de paz que necesito a pesar de la música alta y las voces ajenas. Echo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos, tratando de serenarme pero no lo consigo. No puedo creer que una simple copa pueda tener este efecto en mí. Soy consciente que mi falta de practica en temas de alcohol puede haberme pasado factura, ¿pero tanto? Siento como si me hubiera terminado la botella entera.
Pasan varios minutos en los que mi cuerpo se relaja y siento que me estoy durmiendo. Pero algo en el ambiente parece cambiar. Es como si me hubieran inyectado epinefrina por vía intravenosa por lo que el corazón me va a mil. De repente, siento un peso a mí lado y el colchón del sofá se hunde levemente.
Abro los ojos y me incorporo, aunque aún no sé quién está a mi lado. Es como si todo el aletargamiento se hubiera drenado de mí. Tengo ganas de saltar, de bailar, de reír e incluso de llorar.
No sé que se debe este cambio en mí pero estoy tan feliz que todo me da igual y todo me importa a la vez. Temo que me hayan drogado pero se siente tan bien que querría estar siempre así. La gente a mi alrededor baila, dejando tras de sí líneas de luces de colores que se arremolinan cruzándose entre sí. Todo es tan bonito que me parece irreal. Cada una de los sujetos que puedo observar tienen una especie de aura que los rodea. Como un manto de luz que envuelve a cada uno de ellos. Algunas son grises, otras son blancas completamente y alguna que otra es negruzca transparente. Cómo la de un chico que distingo en la barra introduciendo una pastilla minúscula en la copa de una chica que está distraída mirando su teléfono.
Siento mis manos arder y las miro. No veo ningún espectro de luz en mí. No es negro, no es gris, no es blanco. Eso me entristece y de repente tengo ganas de llorar. Me siento ridícula.
El sujeto a mi lado se incorpora, causando que el sofá biplaza se hunda de una manera diferente, haciendo que mi atención se pose en él.
Y en cuanto lo miro, veo a un chico con pelo rubio platino medianamente largo en la parte superior de su cabeza en un corte bastante moderno. Sus ojos son de un color marrón extraño que cambian a negro en cuanto nuestros ojos se conectan. Cierro los míos varias veces no siendo capaz de saber si es por las luces de la discoteca o si es por algún factor personal. Tiene el rostro impecablemente bello y no hay ni una imperfección en él. Su aura es de un color platino y siento mi lengua llenarse de un sabor tremendamente dulce aunque no estoy segura de a qué sabe exactamente. Chasqueo la lengua, saboreando lo que sea que está activando al máximo mis papilas gustativas. Mis ojos se posan en sus labios, fijándome en lo rosados y tentativos que me parecen. De repente las ganas de besarlo me abrasan. ¿Qué me está pasando? Yo no soy así.
Ladea el rostro y me envía una sonrisa juguetona que hace que me deshaga. Es tan guapo que hasta me avergüenzo de lo mal que probablemente yo me vea. Su mano se alza y me acaricia la mejilla. Traza una línea imaginara des de mi pómulo izquierdo hasta mis labios, dónde deja alguna que otra caricia. Siento que soy gelatina en estos momentos debido a su roce. Vuelvo a tener la necesidad de besarle y cierro los ojos debido al placer que sus caricias me provocan. Cuando los abro su sonrisa se ha ensanchado y una hilera de dientes perfecta y blanquecina aparecen tras su labio superior.
Poco a poco se acerca a mí, manteniendo la magia, ajenos a todas las personas que nos rodean. Una corriente eléctrica me sacude de nuevo, mucho más fuerte que la que he sentido en cuanto lo he visto. Estoy sumamente nerviosa y no sé que hacer cuando veo su rostro a escasos centímetros del mío. De repente se aleja y el pavor cruza sus facciones. Mira a ambos lados con nerviosismo y vuelve a mirarme. No entiendo qué es lo que está pasando porque de repente su actitud ha cambiado y no logro entender el por qué.
Su mirada se posa en mí y me agarra la mano, tirando de mí. Me pongo de pie en un movimiento rápido y avanzo con él entre la multitud voluble. No sé si es por mi ensimismamiento pero ya no me duelen los pies y siento los pulmones amplios, tomando enteramente cada partícula de O2 que inhalo. A trompicones, el individuo que me arrastra encuentra una puerta ancha y la empuja. Salimos al exterior y me extraño al no sentir el frío que debe hacer en esta noche londinense. El chico frente a mí mira en todas direcciones cómo si buscara algo y es ahí cuando me doy tiempo a recorrer el lugar en el que estoy con detenimiento. Es un una especie de callejón trasero que parece ser usado cómo salida en caso de emergencia. Todo está bastante oscuro y a pesar del contenedor de basura a nuestra derecha, el aire huele a rosas frescas.
Seguimos cogidos de la mano, hecho que aprovecha para volver a enfocarse en mí y me estira hacia él. Suelta mi manos y poso ambos en su pecho. Nos miramos por varios segundos. Vuelvo a ser consciente que esta no soy yo y que Hadley Colton jamás haría este tipo de cosas, pero no sé qué es lo que me está ocurriendo. Siento tantas ganas de besarle que cuando no veo atisbo de que quiera hacerlo me enfado. Su mano vuelve a acariciarme la cara y acerca sus labios tanto a los míos que creo que van a rozarse, pero no lo hace. Siento su mano bajar por el costado de mi cara y justo cuando sus labios rozan los míos, algo me oprime la respiración y siento su palma alrededor de mi cuello. El sujeto sonríe de una forma que me hiela la sangre y los ojos se me nublan debido a las miles de lágrimas que se crean en mis ojos. En un acto desesperado, le agarro el brazo que está atacándome y lo aprieto con fuerza, haciendo que suelte un sollozo de dolor. Aún así no me suelta y sigue apretando.
Cuando creo que voy a desvanecerme algo lo empuja, haciendo que recobre la respiración y empiece a toser desesperadamente. Me agarro el cuello que quema a rabiar y trato de buscar oxigeno sea como sea. El chico es estampado contra la pared en un golpe seco y ahogo un grito cuando veo que se queda sentado en el suelo con la cabeza recargada en el paredón de ladrillos tras él, con la cara descompuesta por el dolor. No es hasta que me toco la cara que me doy cuenta que estoy llorando. Él suelta varios quejidos y aunque ha intentado matarme, no puedo evitar sentir lástima por él.
De repente el frío me golpea con fuerza y la fetidez producida por el contender a mi lado me abruma como si hubiera estado presa de un hechizo. Ya no hay ningún tipo de aura a su alrededor y cualquier luz que saliera de su ser se ha apagado. La realidad llega a mí en oleadas intensas y me siento agobiada. Hace muchísimo frío ahora.
Y es cuando salgo de mi ensimismamiento que veo a alguien con nosotros. Se encuentra de pie de espaldas a mí, encarando al chico que ha intentado ahogarme con sus manos. Su espalda es ancha y tiene el pelo rizado. Vuelvo a sentir miedo y cuando creo que las cosas no van a poder ponerse peor, el otro desconocido se agacha y en un gesto impoluto incrusta una especie de daga aparentemente negra en el corazón del chico recargado en la pared. Suelto un grito producido por la sorpresa y el pavor y es en ese momento cuando el sujeto nota mi presencia, girándose para quedar frente a mí ahora. Joder, va a matarme a mí también.
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