El miedo nos define como humanos, pero... sálvame.

De aquella manera los días se van sucediendo los unos a los otros y Thomas se acostumbra un poco más a la extraña personalidad de Dylan y a sus desordenadas costumbres.

No le está permitido ir a las investigaciones de los casos, ni investigar o informarse sobre ellos a no ser que aparezca en los noticieros o en el periódico. Su papel es simplemente atender a los extraños clientes que van a parar a aquella oficina alejada de la mano de Dios y mantenerla limpia, tarea muy difícil.

Las conversaciones con su jefe han disminuido considerablemente y se cruzan pocas veces a no ser que hubiera algún cliente. Lo nota demasiado distante, casi como si se estuviera escondiendo de él, pero es imposible porque Thomas no ha hecho nada para molestarlo...

- O quizás sí – piensa, perdiendo la cuenta de las veces que ha llegado a la misma conclusión.

- Y yo que pensaba que eras la alegría de la fiesta.

El joven rubio da un brinco en el asiento y clava la vista en aquel que está plantado delante de su mesa de trabajo. Los latidos de su corazón se apaciguan al reconocerle.

- Llevo dos meses aquí y aún no me acostumbro a que aparezcas de esa manera, Will.

- Si te acostumbraras me quitarías mi satisfacción personal, querido, sigue siendo tan despistado como siempre. Eres el mejor – añade, acercándose a él y dándole un suave beso en la mejilla que le hace sonrojar.

- ¡Will! – le regaña, el aludido le saca la lengua.- ¿Has venido a ver a Dylan? – asiente con una sonrisa.

Apoya la cabeza sobre la palma de su mano mientras se dedica a observar al joven enfrente de él. Alto, fuerte, atractivo, atrayente, sensual, inteligente... y parece de su edad. Thomas está seguro de que aquel hombre era el gigoló de Nueva York. ¿Por qué no se había fijado en Will que lo trata siempre con tanta amabilidad, por llamarlo de alguna manera, en lugar de...?

- Vengo a entregarle un informe – comenta.

Thomas parpadea confundido.

- ¿Informe? Pero si actualmente no está involucrado en ningún caso.

En sus pensamientos, Will le apunta un tanto al chico. No debería habérselo dicho, pero le es imposible resistir la tentación de implantar curiosidad en aquellos profundos ojos. Thomas tiene razón, no se trata de ningún informe sobre alguna víctima o sospechoso de algún caso, es un informe sobre él, sobre su pasado... o más bien, sobre lo poco que ha conseguido recopilar en aquel tiempo.

- Parece que el asunto será para largo – sonríe.- Será mejor que lleves esto.

Cuando Will vuelve a la realidad, se da cuenta de que el joven extiende dos tazas de café hacia él, quien las coge con gesto agradecido.

- Will – la profunda voz de Dylan suena desde la puerta del despacho.

El corazón de Thomas vuelve a latir con fuerza, sube los ojos con cautela hasta la figura de su jefe. Nota un golpe de calor cuando se da cuenta de que él también lo mira fijamente, de manera muy intensa, como si lo estuviera...

- Ya voy, ya voy. Nos vemos después, Thomas– le acaricia con dulzura el rostro con la mano que tiene libre, él se sonroja más de ser posible y aparta la vista de aquellos ojos verdes para posarla sobre los archivos que estaba revisando siendo incapaz de volver a mirar a Dylan.

Cuando siente cerrarse la puerta, respira tranquilo.

- Si no te conociera diría que le estás celando, Dylan.

- Yo pretendo que no te conozco para evitar pensar que intentas ligar con mi ayudante, Will– masculla de mal humor.

No sabe por qué, pero lleva varios días con un humor de perros y por mucho que intenta esconderlo, no es capaz.

- He traído lo que me pediste – pone la carpeta marrón sobre el escritorio, delante de Dylan y se sienta en uno de los cómodos sillones.

El demonio posa sus ojos pardos sobre la carpeta y se masajea las sienes.

Han pasado cerca de dos meses desde que le pidió a Will que investigara a Thomas por precaución, pero lo cierto esque a lo largo de todo aquel tiempo Thomas no ha dado ningún motivo para que él pensara mal. Sin embargo, es tan extraño. Se había regañado muchas veces por aquello, todo el mundo es extraño por algún motivo, él mismo puede ser la 'persona' más extraña que pisara ahora mismo el suelo de aquel planeta..., pero no puede dejar de sentirlo, sentir que aquel joven encierra algo inusual, aunque no sabe decir si es bueno o malo y eso precisamente le preocupa.

- ¿Puedes resumírmelo?

Will alza una ceja, es extraño que Dylan no lea primero el informe antes de pedirle una explicación.

- La verdad es que no hay mucho – suelta un suspiro resignado mientras se inclina hacia delante.- Se crió en las afueras de Londres hasta los ocho años, en esa primavera sufrió un accidente de coche con su familia. Muertos todos menos él. Fue llevado a un orfanato y una pareja mayor le adoptó cuando tenía doce años. Estudió en Oxford, se licenció en relaciones públicas. Se independizó hace dos años y, hace un año, vino a vivir a Nueva York con una amiga llamada Kaya.

- ¿Y qué hace aquí?

- Me temo que quizás eso tendrás que preguntárselo tú mismo. Su padre adoptivo es un colaborador del gobierno, sus datos han sido restringidos lo justo y necesario.

- Lo hace aún más sospechoso.

Will lo fulmina con la mirada.

- Thomas es humano, Dylan.

- Nunca he negado que lo fuera – acepta, cerrando levemente sus ojos y con las manos posadas suavemente sobre el escritorio.

- No colabora ni con demonios ni con ángeles, ¿he dejado clara mi posición?

Dylan mira el rostro de su compañero de hito en hito, Will nunca ha mostrado ese lado protector con ningún humano.

Debe tener en cuenta que, a pesar de entenderlo y de no negarse a ayudarle, Will no está del todo de acuerdo con su venganza. Muchas veces le ha dicho que el odio terminará consumiéndole y que perderá su verdadero objetivo de vista, que no es justo que él se haya quedado estancado en aquella noche, pero... ¿cómo seguir adelante si ella ya no podrá avanzar nunca más? ¿Cómo se supone que debe reaccionar al recordar al niño que nunca vio la luz del sol?

- ¡Dylan!

Will lo llama, alarmado, entonces se da cuenta de que está agarrando con demasiada fuerza la taza de café que Thomas le ha preparado.

- ¿Por qué confías en él, Will? Apenas lo conoces.

- Si yo no confío en los humanos, ¿quién lo hará, Dylan? Pensaba que lo sabías, tú fuiste el primero que optó por confiar en ellos... ¿Has perdido la batalla?

Una mueca se dibuja en el rostro del demonio moreno mientras tuerce el gesto y suelta la taza de café sobre la mesa.

- Puede – acepta.

Will deja caer los hombros, resignado, sus ojos perdidos en el café que está revolviendo. Se fija en el líquido espeso, negro, con un toque de azúcar... y no puede evitar relacionarlo, de una manera u otra, con la vida en el mundo humano: amarga, pero siempre con un toque dulce. Su vida es amarga, la de Dylan lo es aún más, pero...

- Creo que nos cuesta aceptar que Thomas haya puesto el azúcar – piensa, en voz alta y recibiendo una mirada extraña del otro.

Thomas tiene la mirada perdida en una de las muchas estanterías que decoran la pared sin poder pensar en nada con claridad. Está confundido.

- ¿Qué me está pasando? - hunde la cara entre sus manos.

Su voz suena como un gemido, casi como un sollozo roto.

Pero de repente el timbre lo saca de su pozo particular. Se queda quieto en el sillón para asegurarse de que no se lo ha imaginado, cuando el timbre suena una segunda vez se levanta y se dirige a la puerta. Se detiene entonces a medio camino, un escalofrío le recorre la espina dorsal, ¿qué es aquella sensación de ansiedad? ¿Por qué de repente siente la necesidad de esconderse en un rincón?

- Creo que necesito un descanso – piensa, terminando de cubrir la distancia que lo separa de la puerta y llegando a sujetar la manecilla con la mano, siente una electricidad desagradable subirle por la muñeca.- ¿Qué...? – comienza a temblar de verdadero pánico cuando su mano se mueve en contra de su voluntad y gira el pomo de la puerta.- ¡DYLAN!

La puerta del despacho se abre a la misma vez que la puerta de la entrada, ambos hombres salen apresurados ante el grito de Thomas. Will lo busca por la estancia y le ubica sentado en el suelo, mientras que Dylan clava la mirada en el hombre que se encuentra al otro lado de la puerta.

- ¡Thomas! – Will llega hasta él y lo zarandea levemente, sus ojos negros tienen la mirada perdida.- ¡THOMAS!

Cuando consigue que el joven le mire, se desmaya en sus brazos.

Will lleva la mano hasta su cinto de cuero y, con una rapidez asombrosa, saca una pistola que apunta al misterioso visitante directamente en el centro de la cabeza.

- ¿Quién eres? – el azul de sus ojos queda atrás y un dorado intenso se clava con ferocidad en los casi dos metros de altura del desconocido.

- Will, baja la pistola – le ordena, caminando hacia donde está.- Coloca a Thomas sobre el sillón.

- Pero...

- Ahora, Will.

El demonio solo gruñe frustrado y se incorpora sin ninguna dificultad con Thomas en brazos, al pasar al lado de Dylan se detiene un instante.

- Si supiera de nuestra existencia, no se habría desmayado del susto, ¿sabes? Y deberías tener también en cuenta la de veces que ha podido matarte cuando al llegar a trabajar te encontraba dormido.

Touché, tocado y profundamente hundido.

- Mejor llévalo arriba – dice, casi sin pensar.

¿Arriba? Will se vira sorprendido hacia él a tiempo de recibir unas llaves que son lanzadas sin ningún cuidado.

- Sabes dónde está la habitación principal, allí estará cómodo.

Will sale de las oficinas sin mediar una palabra con el visitante, pasa por su lado con gracilidad y rapidez. Cuando Dylan oye la puerta de arriba cerrarse, se permite el lujo de empezar la inevitable conversación.

- ¿Quién eres? – su tono de voz no admite mentiras.

- No soy aquel al que estás buscando – asegura.

Tiene una voz rasposa, como si cada vez que hablara arañara metal.

- Eso es cuestionable – se cruza de brazos, colocando ambas manos sobre cada mango de sus pistolas.- Perteneces al Clan Sol – el desconocido asiente.- ¿Qué haces aquí?

El hombre, o más bien debería decir el demonio, mete la mano dentro del bolsillo de su chaquetón haciendo que Dylan se ponga alerta, esperando que sacara algún arma no puede evitar el desconcierto cuando delante de sus ojos tiene una placa de policía de Nueva York.

- Inspector Nakamori – lee, soltando las pistolas.- Qué ingenioso.

- Gracias.

El inspector se sienta en el sillón que está más cerca y se dedica a observar a su interlocutor de la misma forma que este hace con él.

- ¿Qué busca aquí un demonio del Clan Sol que pertenece al departamento de policía?

- ¿Detecto un poco de regocijo en su voz? – arquea una perfecta ceja.

- Cuesta perder las viejas costumbres.

- Estoy aquí por una serie de asesinatos – deja unas carpetas sobre la mesa que Dylan no se digna a mirar.

- Antes de todo quiero saber qué le ha hecho a mi ayudante.

El demonio se muestra sorprendido.

- Le aseguro que no le he hecho absolutamente nada.

- ¿En serio?

- Vengo buscando su ayuda, ¿por qué iba a causar problemas con un insignificante humano?

A Dylan no le gusta el tono despectivo ni el adjetivo que usa para referirse al hermoso chico que yace ahora mismo en su cama y que se ha desmayado del miedo. Los humanos no son capaces de detectar su presencia a no ser que hayan tenido un altercado con otro demonio anteriormente, ¿es posible que Thomas...? Pero no, no había reaccionado de aquella manera ante él o Will. Entonces, ¿qué ha pasado?

Habiendo colocado una silla al lado de la cama, Will observa al joven rubio que parece pelear con algo en sus sueños, no sabe qué hacer para calmarlo así que sólo se dedica a acariciar su cabello de vez en cuando.

Nota la suavidad bajo el tacto áspero de sus dedos y piensa en la extraña reacción que ha tenido Thomas al ver al otro demonio, sólo hay una explicación posible, pero poco probable.

- Yo no fui capaz de sentirlo... - estruja las sábanas entre sus puños.

Thomas empieza a gritar cosas incoherentes, consiguiendo alarmarlo. Se pone en pie de un salto y se acerca a él intentando despertarlo.

- No... ¡No, suéltame! ¡Aléjate de mí!

Sus ojos apenas se ubican, reflejan un miedo y angustia que sorprenden a Will hasta tal punto que está a punto de perder la compostura, detecta al instante el característico olor de las lágrimas que se comienzan a deslizar incontrolables por el rostro del joven inglés.

- Thom, soy yo, Will.

Entonces se detiene, los sollozos de su pequeño cuerpo paran y sus ojos enfocan la mirada preocupada del hombre que ha sido durante aquellos dos meses una tabla de salvación para su mente.

- ¿W-Will? – nota su voz rota por el comienzo de un nuevo sollozo y, sin pensarlo siquiera, le abraza y hunde la cabeza en su pecho mientras intenta controlar sus emociones.- ¡Will, Will, Will! – estruja con fuerza la camisa negra que lleva aquel día.

Sorprendido ante aquella repentina reacción, Will solo puede acomodarse para recibir a Thomas en sus brazos. Había tratado miles de veces con diversos tipos de mujeres y hombres, pero siempre con el único fin de llevarlos a la cama, pasar una agradable noche de pasión y, a la mañana siguiente, desaparecer sin dejar rastro. Por ese motivo, ahora que tiene en sus brazos a un indefenso, pequeño e irresistible hombre temblando por el llanto, no tiene ni idea de lo que debe hacer. Suelta un suspiro frustrado y vuelve a acariciar el cabello ajeno.

Thomas tiembla sin poder evitarlo. Los recuerdos se abren paso en su mente, suplantando el anterior por uno peor, reviviendo en contra de su voluntad la razón por la que se había mudado, la razón por la que había dejado atrás todo su pasado y sus salidas para un futuro brillante. 

- Por favor, no dejes que me toque. Will, no dejes que me haga daño otra vez...

Sus palabras impactan a Will, que va a preguntarle de qué está hablando cuando nota que la presión sobre su camisa disminuye y que el cuerpo de Thomas se relaja cayendo dormido.

- Pero qué demonios está pasando aquí – masculla, molesto y alarmado.

Dylan mira los datos del informe sin saber qué pensar exactamente. Las pocas pruebas que tienen son confusas, por no hablar de los datos, lo único que parece que han logrado esclarecer con éxito es la relación entre las dos víctimas.

Se detiene por un instante para observar la foto de carnet de ambos hombres y luego dirigir la vista a las fotos de la autopsia.

- ¿En qué se supone que tengo que ayudar?

El inspector le mira, alzando de nuevo una ceja, con gesto sarcástico.

- Quiero que nos ayude a encontrar al asesino.

Dylan vuelve a mirar los detalles del caso, centrándose sobre todo en los escenarios de ambos crímenes.

- Parece un caso difícil – acepta, cerrando por fin la carpeta y clavando la mirada en su interlocutor.- Violación, tortura y asesinato. En resumen, ¿no?

El inspector Nakamori suelta un suspiro frustrado.

- No fue violación, las víctimas tuvieron relaciones consentidas con el asesino. Además de esto, como el culpable tiene un método se le ha clasificado de asesino en serie, aunque no hemos encontrado casos anteriores que coincidan.

- Así que es posible que sea un asesino novato.

- ¿Novato? – repite, incrédulo.- Este no parece el trabajo de un novato, O'Brien.

Dylan debe darle la razón. Parece el trabajo de alguien sin escrúpulos así que, ya que está, también puede pensar que se trata de un psicópata. Un psicópata cuidadoso, ¿se acerca a sus víctimas con sigilo, las seduce, tuene relaciones con ellas, luego las descuartiza poco a poco y finalmente las mata? A pesar de haber visto lo peor del mundo, la crueldad no deja de sorprenderle.

- Un momento, ¿es posible que no se trate de un humano? ¿Que sea un demonio o un ángel? – mira al que tiene enfrente, ve una sonrisa en sus labios.

- Es por eso que he recurrido a usted, el mejor detective del distrito.

Dylan se muerde la lengua para evitar corregirle, él no es el mejor detective del distrito, es el mejor detective de Nueva York... y también es posible que del mundo entero. Thomas lo acusaría de narcisista.

- ¿Por qué sonríe, O'Brien?

- Por nada en especial – niega suavemente cogiendo de nuevo los informes.- Acepto el caso.

- Es todo un honor que haya decidido ayudarnos – se levanta del sillón con aire elegante y se dirige a la puerta.- Nos volveremos a ver si aparecen nuevos datos, ¿no?

- Por supuesto – el visitante hace una leve inclinación de cabeza como despedida.- Inspector Nakamori – le llama.

- ¿Si?

- ¿Usted conoce a Thomas Brodie-Sangster?

Por un instante, solo por un breve instante, la máscara que Dylan ha detectado en el demonio renegado se altera levemente y puede ver un deje de sorpresa en los fríos ojos negros seguido de una chispa de reconocimiento.

- No, ¿debería?

Dylan aprieta con fuerza los puños dentro de los bolsillos de su gabardina.

- No, por supuesto. Que tenga un buen día, inspector.

Y, cerrando la puerta, el demonio del Clan Sol desaparece de su vista.

Se deja caer sobre el sillón.

- Lo conoce, maldito cabrón, lo conoce.

La cuestión es de qué y por qué. Se cubre el rostro con las manos y hace sus cabellos hacia atrás, mirando el techo sobre el que estarían ahora mismo Thomas y Will.

No hay más remedio, tiene que visitar El Claro a pesar del tiempo que lleva sin aparecer por allí, el líder suele escaquearse con demasiada frecuencia. Pero debe saberlo: debe saber qué sucedió con Thomas antes de que se convirtiera en su ayudante, debe saber qué es aquel hombre que hace enloquecer sus sentidos y debe averiguar quién es el demonio que se hace conocer por el apellido de Nakamori. Además, ¿por qué no fue capaz de sentirlo cuando se acercaba a las oficinas? ¿Por qué?

Continuará...

n/a: queda menos para que aparezcan los personajes de Teen Wolf 😍

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