5. Las Respuestas Llegan Si Te Detienes.
Curiosidades sobre hadas:
A las hadas les gusta ir lo más natural posible. Únicamente se alimentan de productos naturales, y se visten con poca ropa, incluso algunas van desnudas. Suelen adornarse con pequeñas campanas, flores u hojas.
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La luna y las estrellas ya estaban decorando el cielo de esa noche, el día finalizó, al igual que el entrenamiento.
—No te pierdas camino a casa, JJ —tras la broma de uno de los soldados, la risa de sus compañeros no se hizo esperar.
—En lo único en que me pierdo es en mi belleza —le respondió JJ, narcisista como de costumbre.
Sus compañeros volvieron a carcajear.
—¡Nos vemos! —se despidió un grupo de Otabek y JJ para luego irse en grupo mientras cotilleaban y reían.
Eso mismo hicieron Otabek y JJ, tomaron el camino contrario al grupo de sus compañeros, ya que sus casas quedaban por esa dirección.
—Hoy fue un largo día —comentó JJ en la caminata.
—Haberte perdido tan dentro del bosque debió de ser exhaustivo —respondió Otabek sin despegar ojo del camino de tierra.
—¡Estaba confiado que ese era el camino! Tal vez la dama se equivocó, cada parte de ese bosque era completamente igual, no sería raro que se confundiera de dirección —analizó JJ.
—¿Dama?
—Ah, sí. Cuando llegué a orillas de una laguna me encontré con un chico que me indicó el camino hasta el pueblo —le respondió a su duda —. Aunque a mi parecer era una mujer, su voz era lo único masculino. Tendrías que verlo, no tenía ni un vello y su cabello estaba un poco largo, nada favorable, ja ja —le describió mientras mostraba con sus manos hasta donde le llegaba el cabello a aquella "dama".
A Otabek le llamó la atención la descripción tan parecida al hada, pensó que tal vez JJ también había terminado en la laguna donde vio aquel baile.
—¿Cómo era? —preguntó mostrando poco entusiasmo, aunque en realidad estaba muy curioso.
—Pues, cabello rubio, piel blanca, ojos verde agua, era un poco amargado —JJ comenzó a soltar las características que recordaba —, ah, y vestía una túnica blanca muy, muy corta; es la primera vez que veo a alguien usar un atuendo así... —agregó el soldado más alto con un poco de pudor al recordar esa vestimenta que tapaba muy poco el pálido cuerpo de aquella persona.
Otabek se sorprendió, estaba seguro que era el hada que conoció.
"Pero entonces, ¿por qué no habla sobre sus alas, o del resplandor que él desprendía?" pasaba por su mente, totalmente desorientado. Otabek llegó a la teoría de que tal vez su compañero estaba escondiendo información sobre el ser.
—¿Y sabes su nombre? —preguntó Otabek.
—No, cuando se lo iba a preguntar ya se había ido —respondió JJ, al tiempo que pensaba que se quedó curioso al saber el nombre del chico —. Ah, te veo interesado ahora que lo pienso —miró a Otabek sorprendido al notar la curiosidad de su amigo.
—No es como si hubiese mucho de que hablar —excusó Otabek, tratando de no mostrar el interés que tenía de preguntar más cosas.
—Bueno, es verdad, siempre soy yo el que habla —JJ acompañó esas palabras con una corta risa —. Oh, ya nos tenemos que separar —dijo al darse cuanta que debía de tomar el otro camino para llegar a su casa.
—Sí, nos vemos mañana —se despidió Otabek.
JJ se fue alejando mientra agitaba insistentemente su mano de un lado al otro hacia Otabek, como si de una última despedida se tratase, pero no lo era, JJ solía exagerar de esa forma. A pesar de su personalidad, JJ era uno de los mejores soldados que Astaná* poseía, y por ello, de los más respetados. Conocido por su célebre y agradable personalidad, y habilidad en batalla, JJ siempre solía estar rodeado de amigos y en esos momentos, Isabella, su prometida, le esperaba con la cena preparada.
En cambio, Otabek no compartía muchas similitudes con el soldado Jean, o JJ (como solían llamarle). A pesar de que Otabek Altin era afamado como el héroe kazajo que valientemente enfrentó hasta el cansancio y victoria al ejercito vecino, no solía estar acompañado, con las únicas personas con las que frecuentaba interactuar era con sus compañeros de batalla. Pero la soledad del héroe era causada por él mismo. El soldado era respetado, mas él no se acercó. O esa era la situación hasta hoy, ya que el interés le atrapó.
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Otabek cerró la puerta de su cabaña, prendió las velas de la mesa y puso a hervir garbanzos en la olla de barro.
Mientras esperaba que el burbujeante agua cociera el alimento, el soldado se sentó frente a la mesa y cogió el gran libro que había sobre esta. En la tapa de madera, el título y el nombre del autor tallado con calor estaba. Era un título simple y corto, pero bastaba para informar lo que contenía. Otabek dio vuelta la tapa de "Las Hadas" de Yuuri Katsuki y comenzó a leer lo que el libro le aseguraba.
Luego de comer, el sueño le ganaba a su curiosidad, por lo que meditó que dejaría el libro por ese día.
Sopló hasta apagar el fuego de la vela a su lado. Luego, hizo lo mismo con las demás hasta que sus ojos solo puedan ver gracias a la luna que se asomaba por la ventana para prestarle un poco de su resplandor.
Retiró las botas de sus pies, y la ropa de su cuerpo, para luego recostarse en su cama y mirar el techo hasta que el descanso le domine. Mientras esperaba, su mente rondaba por el tema de las hadas.
El libro que estuvo leyendo en la cena tenía una gran variedad de información sobre las hadas, divididas en capítulos. Otabek únicamente terminó la sección de la alimentación. En su cabeza repasó todo lo que deleitaba el paladar de las hadas: miel, frutas, flores, pan, y una gran variedad de alimentos desconocidos para el humano. Otabek iba recordando más ejemplos hasta que se durmió por completo.
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Curiosidades sobre hadas:
Puedes mentirles a las hadas, pero ellas pueden sentir tus emociones, y por lo tanto tus intenciones. A las hadas no les gusta ser buscadas, se esconderán más. Por lo que si hadas quieres buscar, tienes que adentrarte sin insistentes pensamientos sobre ver un hada, mejor tómalo como un descanso donde podrás conectarte con la naturaleza, eso además de relajarte, atrae a las hadas, a ellas les gusta que las personas disfruten de la naturaleza y estén en paz a su alrededor.
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Ya había amanecido, y Otabek se dirigía hacia el área de entrenamiento. Sacó una manzana, cerró la bolsa con sus pertenencias con una corta soga y volvió a acomodar el saco de tela en su hombro. Siguió caminando por el sendero de tierra mientras mordisqueaba la manzana que desprendía su jugo al introducirle los dientes, mientras que observaba como el sol, lentamente, se animaba a salir cada vez más de su escondite.
Hoy también debía de entrenar a temprana hora, sólo que, a diferencia del día anterior, este entrenamiento sería hasta el mediodía, Astaná quería a sus hombres en su mejor capacidad, por lo que había días en los que el entrenamiento era más corto. El ejercito debía de entrenar diariamente ya que en esos momentos la tensión política con el viejo rival de Astaná ascendía cada vez más; todos sabían que el enfrentamiento bélico ocurriría en un tiempo cercano.
El entrenamiento comenzó, cada uno de los reclutado estaba allí, todos acudieron al tiempo indicado, sin tardanzas. El primer ejercicio iba a empezar, todos se ataron bolsitas de arena en cada tobillo y muñeca para darle dificultad a la corrida alrededor del pueblo. Luego continuaron con el entrenamiento cuerpo a cuerpo, donde los soldados se esmeraban en aumentar la fuerza de sus golpes, resistencia y defensa; lo mismo hicieron con el combate con sus espadas de entrenamiento (de madera), para poder dar todo cuando tuviesen que blandir sus espadas de hierro frente a sus enemigos.
Una vez que el sol se puso en su punto más alto, los soldados tomaron camino hacia el pueblo en grupo. Aprovecharían su cansancio en común para ir a almorzar todos juntos.
—Otabek, ¿te unes? —preguntó JJ al ver que su compañero no se dirigía a la misma dirección que todos los demás.
—Paso, tengo planes. Nos vemos mañana —respondió Otabek al tiempo que alzaba su mano en señal de despedida.
—¡Espera! ¿Qué es más importante que almorzar conmi...
—Dijo que tenía cosas que hacer, no insistas JJ —interrumpió uno de los soldados de la multitud.
—Pero...
—¡Vayámonos que tengo hambre! —se quejó otro mientras agarraba de los hombros a JJ para que empiece a caminar, otros soldados le siguieron el juego y comenzaron a llevar a JJ a base de empujones.
—¡Nos vemos mañana, Otabek! —se despidió el soldado que interrumpió a JJ.
Otabek respondió alzando su pulgar como afirmación y agradecimiento por detener al gran insistente JJ.
Los soldados se alejaron de Otabek, y este siguió su camino. Planeaba comer y luego seguir entrenando. Tras unos minutos de caminata salió a un bulevar, donde la gente abundaba y los comercios se encontraban esparcidos por todas partes de ese gran lugar. Otabek caminó entre la gente, esquivando a los niños que iban de allí por allá jugando a las perseguidas. Pasó ojeando varios negocios hasta que encontró lo que buscaba: el negocio que frecuentaba. Al acercarse, la señora mayor con cabellos grisáceos y vestido de cáñamo* reconoció al soldado y lo recibió con un cálido saludo.
—¡Otabek, cariño!
—Buenos días —saludó Otabek demostrando cortesía en su habla.
La anciana ensanchó más su sonrisa.
—¿Lo mismo de siempre? —cuestionó.
Otabek asintió con su cabeza. La mujer de inmediato comenzó a poner galletas de avena en un saquito, mientras, Otabek revisó con la mirada el pequeño puesto de alimentos, todos hechos por la señora. Su mirada quedó en un costado del estante de madera cruda, donde había frascos de varios tamaños que contenían una sustancia parecida al ámbar. Otabek supo lo que era con tan sólo ver ese color, e inmediatamente el hada que lo había atrapado vino a su cabeza.
—Aquí tienes, cariño, las horneé esta mañana —las palabras de la anciana sacaron a Otabek de su meditación.
El soldado miró aturdido a la anciana que esperaba con el brazo extendido a que el hombre tomase de sus manos el saquito. Inmediatamente Otabek tomó las galletas. La anciana notó el acto confuso de su cliente habitual y su curiosidad no pudo con ella.
—¿Está todo bien?
—Sí, solo me sumergí en mis pensamientos —contestó tratando de sonar con su tono normal —. Por cierto, añádeme un frasco de miel —le pidió a la comerciante mientras señalaba el frasco más alto. La mujer sonrió. Haciendo intrascendente el tema anterior, fue a recoger el frasco elegido y se lo entregó al hombre. Tras haber pagado los alimentos y haberse despedido de la anciana, Otabek tomó camino hacia el campo de entrenamiento, o mejor dicho, lo que había más allá: el embrollador bosque.
Se metió entre los árboles y comenzó a adentrarse en el gran bosque. Seguía a su memoria como mapa para volver a esa mágica laguna. Los minutos pasaron, y Otabek seguía caminando entre tanto verde mientras comía una a una las galletas de avena y pasas.
Se topó una gran rama rebosante de hojas que tapaba la vista de Otabek hacia lo que le esperaba más allá. Llevó la galleta que tenía en la mano a su boca, y con esa mano apartó la rama. Cuando ese ramo de hojas desapareció de su visión, lo encontró. La bella laguna rodeada de flores y mariposas estaba frente a él. Otabek dedicó unos segundos a admirar ese paisaje salido de un cuento de hadas. Se acercó a la orilla de la laguna, buscó en los alrededores con su vista pero no encontró a aquel ser alado. Decepcionado, se dejó caer en la orilla y apoyó el saco con sus pertenencias a su lado, al igual que la espada de madera. No halló al hada, pero por lo menos disfrutaría esa estancia por un rato junto a las galletas.
El tiempo había pasado, la naturaleza hizo que el hombre olvidase, por esos momentos en el que lo rodeaba, la incertidumbre por la situación de su pueblo, el peso de tener que proteger e incluso el querer ver al hada; él estaba en paz, en blanco, algo que no todos los humanos consiguen mediante la naturaleza. Pasó de estar viendo las ondas del agua a ver la flora a su alrededor. Cientos de tréboles parecían tapizar la tierra, ya que todo a su entorno estaba lleno de estos. También veía una gran variedad de flores silvestres de diferentes colores. Otabek tocó con su dedo el pétalo de una de ellas que se encontraba próximo a él.
"Pétalos blancos y pistilo amarillo... Creo que esta se llamaba margarita, es famosa entre las mujeres" pensó Otabek, para luego seguir admirando la flor. "¿Esto no es...?" el soldado sacó su atención del tallo de la margarita para ver un trébol singular al resto, que se encontraba al lado de la dichosa florecilla. El hombre con delicadeza, trazó con sus dedos cada una de las hojas del trébol y las contó.
"Son cuatro" aseguró tras ver que cada hojita estaba separada una de la otra. Con leve fuerza tiró del tallo del trébol hasta partirlo.
"Si encuentras un trébol de cuatro hojas llévatelo, te dará buena suerte" el recuerdo de las palabras de una mujer vinieron a la mente de Otabek. El soldado creía en las palabras que su madre dejó, por lo que confiaba en esa pequeña hierba.
Volteó hacia donde sus pertenencias se hallaban pero se sobresaltó al encontrarse con el hada cara a cara, muy cerca de él. Su reacción hizo que el ser alado también se asustase y se echara para atrás.
—P-perdon —se disculpó el soldado con el susto aún latiendo en su pecho, y la angustia de que el hada escape.
—¿C-cómo puedes verme? —preguntó el hada, también aturdido, y confundido, ya que Yuri no estaba adoptando una forma física.
—¿Eh? —Otabek no entendió esas palabras.
Hubo un breve silencio, donde los dos retomaron la compostura, y ahí Yuri, tras haber analizado, habló.
—Hasta recién no me notaste —explicó el hada —. ¿Haz hecho algo?
—Lo único relevante fue que tomé este trébol —le respondió al tiempo que alzaba su mano con la hierba en acostada en su palma.
—Esa es la razón por la que me ves —dijo el hada, en voz baja, y mirando para un costado.
Otabek no escuchó esto, ya que en su mente una duda surgió. Y el silencio nuevamente reinó entre los dos, solo el viento era el único que se atrevía a emitir ruido.
—¿Desde cuándo estás aquí? —se atrvió a preguntar Otabek, tras unos segundos.
—Desde que llegaste —le contestó el otro, con un pudor que no comprendía.
El silencio volvió entre los dos. Podría decirse que se habían aprendido cada hierba a su alrededor por tanto mirarlas. Para Yuri, este sentimiento de incomodidad era insoportable, así que decidió romper la silenciosa situación, como hacía con cada cosa que le irritase.
—Lo del susto... perdón, fue mi culpa. Como no podía ver lo que hacías porque tu espalda me tapaba...me acerqué —se disculpó el hada, ya que no aguantaría que el hombre se haya culpado con anterioridad.
Otabek sonrió levemente, ya que el ser alado estaba mostrando interés en conversar, y también porque no encontraba qué decir.
—Está bien, no fue intencional —aceptó el soldado.
El silencio no regresó por mucho, ya que Yuri estaba muy avergonzado como para terminar una conversación de esa forma.
—Por cierto, ¿qué hay en ese saco? —cambió de inmediato el tema y su tono de voz a uno curioso —. ¿Puedo ver qué hay? —preguntó, aunque ya había comenzado a desatar la soga que cerraba el bolso.
Otabek dio su aprobado cuando el hada ya había tirado la soga a un costado. Yuri abrió los extremos del saco y, emocionado, comenzó a sacar lo primero que encontraba. Vendas, saquitos rellenos de arena que a Yuri le parecieron pesados, una manzana y varios envaces pequeños de bambú, que al abrirlos y olerlos, Yuri determinó que eran ungüentos curativos por el aroma a varias hierbas que reconocía.
Otabek veía interesado lo que el hada hacía, cómo, con interés, observaba cada objeto, los acariciaba para sentir su textura y olía. Mientras veía al hada revisar, en la cabeza del hombre llegó el recuerdo de que en la introducción del libro "Las Hadas" describían a estos seres como muy curiosos.
Yuri volvió a sumergir su brazo en el saco y a rebuscar dentro de él. Su mano llegó a un cilindro de un material liso. Curioso, Yuri elevó el frasco para verlo. Gracias a la transparencia del envace, Yuri pudo ver ese color semejante a la resina que hallaba en los árboles. El hada pensó que tal vez podría ser aceite, por lo que inclinó levemente el frasco. El contenido tardó en cambiar su posición, por lo que su idea del aceite fue descartada. Desató descuidadamente la pequeña soga que mantenía el pedazo de tela que cubría la tapa, y luego sacó el tapón. De inmediato un aroma dulce llegó hasta la nariz del hada.
—¡Todo esto es miel! —exclamó sorprendido —. ¿Cómo pudiste sacarle tanta cantidad a las abejas sin ser asesinado? Los humanos no deberían poder amigarse con ellas —preguntó mientras alzaba el frasco para asombrarse cada vez más por la cantidad de miel en ese frasco.
—Yo no la consigo, hay personas que se dedican a criar abejas en colmenas especiales para que la miel se saque fácilmente y sin matar a las abejas. Esas personas usan, de pie a cabeza, trajes gruesos para no ser lastimados —explicó el soldado.
—¡Oh! —expresó con impresión el otro —. ¿Puedo? —cuestionó.
—Sí —respondió Otabek ocasionando una sonrisa en el hada —. La había traído para ti, así que es tuya —le aclaró mientras disfrutaba la clara alegría que provocó en el hada.
—¡¿Enserio?! —a Yuri se le hizo agua la boca con tan solo pensar que se podía comer toda esa miel. Y sin esperar más, sumergió su dedo en el frasco y saboreó de este —. ¿Quieres? —preguntó Yuri extendiéndole el frasco al humano para que agarrase, pero Otabek rechazó su propuesta. El hada cerró el frasco tras darle una última saboreada para seguir hablando.
—Por cierto, ¿qué era aquello que comías? —preguntó con curiosidad, señalando el saquito pequeño que se encontraba entre las hierbas.
—Galletas de avena y pasas, aunque ya no quedan más —respondió al tiempo que alzaba el saquito que únicamente contenía migajas.
—Oh, yo también puedo hacer galletas de avena —le comentó con orgullo al humano —. ¿Cómo es que las hacen ustedes? —cuestionó.
El hombre comenzó a explicarle cómo los humanos preparaban las galletas, Yuri escuchaba atento y comentaba de vez en cuando. Luego siguieron hablando, Yuri canalizaba su curiosidad en preguntas, y Otabek gustoso respondía. Hablaron y hablaron, incluso el sol se cansó y comenzó a irse poco a poco. Y aun así, Yuri, no quería dejar de charlar...
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Curiosidades sobre hadas:
Las hadas pueden hacerse visibles a los humanos si gustan, obviamente, también pueden hacer lo contrario. Pero hay algunos objetos que permiten a los humanos que no poseen una vista especial ver a las hadas, quieran o no.
Algunos de ellos son: un trébol de cuatro hojas, una piedra con un agujero (si se mira a través del agujero, se puede ver el mundo de las hadas) y un ungüento que crean las hadas.
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*Astaná: Ese es el nombre de la capital de Kazajistan, pero en esta historia se la va a usar como si fuese el nombre del pueblo en donde Otabek vive.
*cáñamo: fibras que se obtienen de las plantas cannabis.
Les dejo una foto, seguramente la reconocen:
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Notas de la autora:
Cuando JJ remarca sobre la túnica "corta", es porque en esos tiempos, que las mujeres usen una túnica que les llegue por encima de las rodillas era muy "inapropiado", y bueno, ahí va Yuri con su túnica depravada (?) #PrayParaPreservarLaInocenciaDeJJ :'c
También, acá quería plasmar lo de que Yuri reacciona de diferente forma con Otabek en el anime. En poco tiempo, se abrió a él.
Perdón, PERDÓN por la GRAN tardanza del capítulo, me fui de vacaciones y no tuve nada de tiempo para agarrar el celular :c y aparte me copé con un manga y un libro, me agarró la duda de cómo voy a seguir la historia, y los memes estaban buenos :'u
Son libres de llenar mi tablero con "Gine-Chan=Zorra insensible"
Este capítulo se lo dedico a Nero-18, ella fue la responsable de hacer el hermoso fanart que ven arriba de Yuri con su túnica >////<
Al final no me resití y lo puse en mi estante de virgen junto a mi kokú, el de la mayonesa y mis manguitos (?
Por cierto, la historia ya superó los 3K bdjjsbdjndi ♡
Espero que les haya gustado y que me perdonen :'c Nos vemos en el próximo capítulo ☆♡
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