Capítulo 7
Cuando la señora Fortunato la cuenta a su esposo lo que ocurrió aquella tarde en casa, él explota en rabia, acudiendo rápidamente a la habitación de su hijo mayor para aclarar aquel asunto, lo que, al cabo de unos minutos, se escuchaba los gritos del joven y los sonoros azotes que el señor Fortunato le estaba dando con el cinturón.
Don Sebastián había castigado a Carlos, dejándolo sin cenar e indicándole que lea la biblia, específicamente los pasajes del castigo a Sodoma y Gomorra.
Los señores Fortunato estaban angustiados, charlando en su alcoba aquella noche, puesto que los castigos, no corregirán el comportamiento y orientación que cada vez se volvía más evidente en su hijo.
—Es nuestra culpa, por no ser más firmes con los muchachos —comenta apesadumbrado Sebastián.
—No entiendo por qué Carlos hizo eso. Él es un buen muchacho.
—Pero está doblado, debe corregirse o tendrá gustos retorcidos.
—Tal vez, solo lo hizo por curiosidad.
—Él ya no es un niño Loreta, ya no se hacen ese tipo de cosas por simple curiosidad, él sabía lo que estaba haciendo. —dice severamente Sebastián. —Tal vez, enviarlo a una academia militar.
—No seas tan duro con nuestro hijo por un error, él está arrepentido y dijo que le pediría perdón al niño Chahiwa.
—Esa es otra cosa que se me había olvidado. Me preocupa la relación que tienen esos indios con Eleonora. Quiero que me respondas ¿Por qué ella estaba sola con varones en las habitaciones?
—Solo estaba jugando con sus amigos, son solo niños.
—Tienen 14 años, no son niños Loreta ¿cómo no lo puedes entender?
—Pero ellos no estaban haciendo nada malo, solamente jugaban.
—¿Y cómo lo sabes? ¿Se te olvida lo que hacías tú a los 14 años?
Loreta inmediatamente baja la mirada en forma de culpa y una sonrisa tímida en los labios, volviendo a tener una actitud sumisa. Inmediatamente, Sebastián se arrepintió de lo que había dicho, puesto que estaba tocando una fibra sensible en el pasado de su esposa.
—Perdóname amor mío, lo dije sin pensar, te ruego que lo olvides.
—Está bien Sebastián, no has hecho nada malo, solo dices lo que es la verdad.
—Pero no es verdad, tú fuiste una víctima de tu familia —Sebastián da un suspiro —Comprendo que para ti es difícil imponer reglas a nuestros hijos, puesto que no vienes de un lugar donde eso ocurría, pero necesito que me ayudes.
—Trato de criar a los muchachos lo mejor que puedo Sebastián, te juro por la virgen de los cielos que trato de hacer lo mejor por todos nosotros.
—Entonces necesito que seas más estricta con Eleonora. No puede estar con muchachos a solas, es por eso que le he puesto escolta con las sirvientas cada vez que sale de casa. ¿No te das cuenta cómo le revolotean los pretendientes?
—Pero está siempre encerrada y perpetuamente vigilada, se siente ahogada. Ella como cualquier otra jovencita quiere ser libre y disfrutar de la vida.
—Pero su imagen puede ser afectada. Para una niña como ella, la reputación lo es todo en sociedad.
—Lo comprendo Sebastián, pero solo estaba con sus amigos, y nadie tiene porque enterarse de que jugaban solos, además, ellos son buenos jóvenes.
—Carlos también es un buen muchacho, pero ya viste lo que ha ocurrido, ¿quieres que algo así pueda pasarle a nuestra hija? Los varones tienen pensamientos pecaminosos, así que deja de subestimar los riesgos y más con Eleonora, que es una jovencita fácilmente influenciable.
Loreta baja la mirada, pues su marido le estaba regañando y tenía razón de hacerlo, ella era permisiva y quizás fue su culpa el que ahora Carlos actuará de aquella manera.
—Perdona Sebastián, trataré de ser más estricta.
—Tal vez ya no sea suficiente. Creo que debemos reconsiderar el enviar a los muchachos a estudiar a España.
—No malinterpretes mis palabras, pero en ocasiones pienso, que quieres enviarlos lejos, para dejar de tener problemas, o porque has perdido las esperanzas en ellos.
—Te equivocas, es porque busco lo mejor para ellos, no creas que no me duele el tomar esta determinación.
Sebastián estaba afligido, tomando asiento en el sofá que se encontraba en la habitación, puesto que nuevamente sus manos temblaban. Loreta al verlo abatido, se acerca y toma de sus manos, arrodillándose a su lado, para darle consuelo.
—Mi amado, no te angusties, todo va a salir bien, pero te pido que no tomes una decisión apresurada.
—Solo les daré una oportunidad, pero al próximo escándalo, deberemos enviarlos a España y necesito que me apoyes en esta decisión.
—Lo haré.
Fuera de la habitación de los señores Fortunato, estaba Eleonora, sentada cerca de la puerta, escuchando en la oscuridad de aquel pasillo, como sus padres discutían sobre el futuro de ella y su hermano con un posible viaje a España, sintiéndolo como un castigo por haber fallado.
Eleonora gira el rostro al percibir una mirada sobre ella y ve cómo su hermano también escuchaba desde el umbral de su habitación la discusión de sus padres. Él tenía los ojos llorosos y un semblante triste, bajando la vista e ingresando nuevamente en su dormitorio para cerrar la puerta, seguramente estaba sufriendo por haber decepcionado a su padre.
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