Capítulo 63. FIN

Ishku utilizo parte del dinero de Eleonora para conseguir buenos materiales de construcción y crear una gran casa.

Junto con sus compañeros Chahiwas y Naumis que creyeron en él, cavaron pozos para obtener agua, limpiaron los terrenos y cultivaron la tierra, además del trabajo ganadero y cultivar sus granjas, los que les mantenía bastante ocupado esos meses.

El pequeño Watsal ya había cumplido un año, y daba sus primeros pasos con dificultad en aquella que era su nuevo hogar, siempre siendo vigilado por su madre, abuela y tía, que le enseñaban hablar Chahiwa y español.

Ishku había construido para su madre y hermana una nueva casa, que también se mantenía al borde del camino, y ofrecían alimentos a los viajeros, obteniendo buenas ganancias, puesto que todos se detenían para comprar alguna colación para el camino o tomar un descanso en ese largo viaje.

Eleonora se había dedicado a preparar habitaciones y acomodarlas para los que deseaban hospedarse en el lugar, lo que, al cabo de dos meses, la casa que había construido su esposo, se hizo poco para la cantidad de huéspedes que llegaban, ya que muchos suplicaban por hospedaje, puesto que preferían pagar una cuota, a pasar la noche a la intemperie, sufriendo del calor, la humedad y los mosquitos.

No fue necesario que pasara mucho tiempo para que Ishku demostrara a todos, que su idea de tener un asentamiento entre ciudades era una fabulosa idea, ya que sus habitantes lograron obtener beneficios de alguna u otra manera, ganando en poco tiempo lo que ellos obtenían con meses de arduo trabajo.

Los señores Fortunato, cada tanto visitaban "Itua", nombre con el que se le había llamado a las tierras indígenas y significaba "Nuevo". Al ver lo prospero que era el pequeño hospedaje, el señor Fortunato aconsejaba gastara todo el dinero de la venta de la mansión, para crear un hotel y además un comedor familiar donde se puedan servir almuerzos, contratando a los mismos pobladores de Itua para ayudar en las tareas del comedor y del hotel, dándoles trabajo a su gente.

Aquella idea, era lo que Ishku necesitaba escuchar, pues lo había pensado, pero temía el realizar aquella inversión tan grande y perder el dinero de su esposa.

***

Al cabo de 3 años, Itua era conocida como una ciudad establecida en el camino de otras dos grandes ciudades, en donde todos los que pasaban por ahí, se detenían para adquirir algún producto o servicio, siendo una parada obligada.

Ante los buenos resultados y el bienestar de vivir en aquel sitio, la totalidad de los Chahiwas y Nuami, habían abandonado las aldeas que estaban ocultas en las selva, para asentarse definitivamente en Itua.

No solo los nativos habían llegado, también con ellos, los padres Jesuitas, quienes junto a los habitantes de Itua, construyeron una iglesia y convento, además de algunos criollos que veían en aquel lugar el sitio ideal para iniciar alguna empresa, trayendo con ellos médicos y una escuela.

Carlos había creado una empresa de transporte, que trasladaba los productos portuarios hasta otras ciudades, construyendo una cabaña en Itua, con la excusa de mantener la supervisión en aquel sitio, además de visitar a su hermana y sobrino a quien le tenía en alta estima, pero manteniendo diferencias irreconciliables con su cuñado a quien prácticamente no saludaba.

Eleonora sabía que el visitarle, no era su único propósito en ese lugar, ya que pasaba bastante tiempo en compañía de Diego, ocupando esa cabaña como un refugio para su relación.

También visitaban con frecuencia la ciudad los Fortunato, hospedándose en la gran casa de su hija, que había sido el antiguo hospedaje, llegando cada dos a tres veces al mes, para disfrutar de sus nietos, puesto que era motivo de alegría el nacimiento de Kinzi, el segundo hijo de Eleonora e Ishku que ya tenía dos meses de vida.

Aquel día era algo especial, ya que esperaban dichoso la llegada de una ansiada visita desde España.

—No comprendo cómo pueden respirar en este lugar que es tan caliente y húmedo —dice Maximiliano al bajar de un carruaje ayudando a su esposa a hacer lo mismo.

Ishku se acerca para abrazar al que consideraba su mentor, tan gustoso de volver a verle, lo mismo que ocurría con las mujeres, quienes se abrazaban y reían.

Los Condes de Valcáliz estaban sorprendidos por la ciudad que se había creado en las tierras indígenas, y que, en tan poco tiempo, ya habían creado un hotel, donde se veía gran movimiento de huéspedes y que Ishku había sabido administrar de manera eficiente, al igual que el comedor familiar que se encontraba cerca.

Ishku y Eleonora, acompañan a sus invitados a su gran casa, que estaba cercano al hotel, mirando sorprendidos el abultado vientre de Luciana, que debía de estar próxima a dar a luz.

—Tengo 4 meses —responde la rubia, bebiendo un jugo frío, abanicándose para poder mitigar el calor.

—Ese vientre, no es de 4 meses —dice Eleonora, acariciando la barriga de su prima.

—Pero lo es.

—Creo que tendrán más de uno esta vez.

—Ya me lo han estado diciendo cuando estábamos en el barco —contesta Maximiliano. —Considero que no podría ser mayor bendición para nosotros.

La risa de niños mientras corrían, distrae a los adultos que se encontraban en la salita descansando.

—Inés, Jeremías... vuelvan a colocarse la ropa —les reprende Luciana al ver a sus hijos correr por la casa desnudos.

—No, no, no —repetía el pequeño de dos años.

—Hace calor, vamos al agua —dice la niña que seguía a su primo que tenía su misma edad.

—Mamá, vamos a la piscina —dice Watsal con su carita sonriente, ya que estaba feliz de tener a sus primos con quien jugar.

—Vayan, pero deben estar a la sombra, y jueguen con cuidado —responde Eleonora, meciendo entre sus brazos al pequeño Kinzi.

Los niños corren felices, para salir por la puerta trasera.

—No se preocupen, afuera construí una pequeña piscina para los niños, supondría que sería difícil para los pequeños tolerar el calor.

—No solo para los pequeños, yo también desearía quitarme la ropa y correr desnudo —reía Maximiliano.

Todos se levantan para salir por la puerta trasera a tomar el fresco bajo los toldos, mientras miraban cómo los niños jugaban en la piscina que tenía escasa profundidad.

***


Los Condes deseaban quedarse solo un mes, antes de regresar a España, pero sus planes fueron interrumpidos, debido a que el embarazo de Luciana se había complicado.

Los médicos aconsejaron no moverla y evitar agitarse, ya que podría iniciar un parto prematuro, lo que sería fatal para su hijo.

Al no poder retornar próximamente a España, Maximiliano e Ishku pasaban bastante tiempo charlando y evaluando ideas para hacer crecer el hotel, que era lo que le daba mayor ingreso y trabajo a Itua.

Mientras Luciana se preocupaba de descansar y disfrutar de sus hijos en aquellos meses, Maximiliano se había dedicado a invertir en el hotel de Ishku, aportando capital e ideas, ya que seguir la administración de un hotel le divertía, así que pusieron en marcha los trabajos de ampliación, creándose salones de fiesta y zonas de juegos, lo que volvió más llamativo el lugar.

Sergio, Emelina y cuatro de sus hijos más jóvenes, habían viajado a Itua, para acompañar a Luciana en su parto.

Nuevamente la familia estaba reunida, demostrando así, que no importaban las distancias, mientras los corazones anhelaban el reencuentro.

—Es una niña, es una preciosa niña —dice orgulloso Maximiliano, presentando a su tercer hijo a quienes esperaban afuera de la habitación.

Nuevamente los Fortunato se agolpan para ver a la pequeña de cabello rubio que era acunada en los brazos de su padre, encariñando a todos quien le veía, interrumpiendo el momento al escuchan un grito por parte de Luciana desde el interior de la habitación, haciendo que el Conde se gire apresuradamente.

—Señor, es otra criatura que viene en camino —dice la partera.

Maximiliano cierra la puerta al ingresar.

—Yo lo sabía, ese vientre no era para solo un niño —dice Emelina.

—Dios les bendiga, tendremos doble alegría —reía Loreta.

Nuevamente el nerviosismo se apodera de todos quienes esperaban afuera, pero no tardo mucho, cuando se escucha un segundo llanto, acompañado de unas carcajadas y el grito jubiloso del Conde que anunciaba:

—ES OTRA NIÑA, TENGO DOS NUEVAS HIJAS.

Nada trajo más satisfacción a esa casa que el nacimiento de dos hermosas e idénticas gemelas, lo que enorgullecía a sus padres.

—Son cuatro niños, tenemos cuatro hijos —repetía Luciana al estar más descansada y recibiendo la visita de todos.

—Si amor mío, me has hecho padre de estas hermosas criaturas — decía al tener sobre sus piernas a su hijo Jeremías, mientras que las recién nacidas dormían apaciblemente en una cuna acomodadas para ellas.

—¿Cuántos hijos esperan tener ahora? —pregunta Eleonora.

—Tal vez una docena, así como tu, mamá —ríe Luciana.

—Así como van, no me sorprendería —reía Sergio al mirar orgulloso a sus nietas.

La familia seguía riendo, disfrutando de aquel maravilloso momento, lo que nuevamente se volvía a hacer poco, ya que, al cabo de veinte días, los visitantes debían de regresar a su hogar en España.

—Cuando nos encontramos, es tanta la felicidad, pero, cuando nos separamos, la tristeza es tan intensa, que solo puedo llorar —dice Eleonora, derramando lágrimas por aquella despedida.

—Volveremos, estas han sido unas agradables vacaciones para todos. —dice Maximiliano.

—¿Por qué se van? Los tíos y los primos viven aquí —razonada el pequeño Watsal.

—Porque ellos tienen su casa en España —le respondía Ishku, quien lo sostenía en sus brazos.

—Entonces, debo ir con ellos, porque les prometí cuidar a las gemelas.

—Es verdad. Él es su guardián y les abanica para que puedan dormir —contesta con ternura Luciana.

—Vamos papá, vamos mamá. Tenemos que ir con los tíos —seguía insistiendo Watsal.

—No podemos, tenemos que cuidar al hotel —responde Eleonora.

—¿Por qué no vienen con nosotros? Pueden dejar la administración de este sitio a sus padres. Además, necesitan unas vacaciones. —argumenta Maximiliano.

—Nada de eso, si los muchachos viajan a España, nosotros también —ríe Loreta.

—Pero el hotel recién está iniciando, aún debe de vigilarse.

—El hotel estará aquí con o sin ti. Además que, un buen administrador, sabe dividir el trabajo de la familia. Ya le has dado tiempo al trabajo, ahora dale tiempo a tu familia, que nada más que ellos te traerán satisfacción. —argumenta Maximiliano.

—Oh Ishku, eso sería maravilloso —dice Eleonora emocionada, tomando de la manga de su esposo.

—Es verdad, deja la administración con Carlos y tu madre, todo estará bien a tu regreso. —comenta Sebastián.

Ishku miraba la ilusión de todos a la espera de su respuesta, ¿cómo podía negarse, si él también lo deseaba?

—Supongo que deberán esperar un poco más.

—¿Por qué? —pregunta Luciana.

—Para que podamos hacer nuestras maletas.

Los gritos jubilosos de todos no pudieron ocultarse, ya que mientras la familia estuviera unida y alegre, era lo único que en realidad importaba, puesto que, compartir con sus seres queridos, era el mayor obsequio que podían recibir.

~FIN~

Mis Queridos Lectores

Gracias por seguir esta novela y completaron esta saga, ya que este es el último libro de la historia de los Fortunato.

Agradezco infinitamente a quienes se tomaron su tiempo comentando, dejándome sus felicitaciones y haciéndome saber lo que pensaban de la historia, ya que eso es mi mayor ganancia como escritora y siempre me alegraba el ver un nuevo mensaje, que esperaba leer a diario.

También estoy totalmente agradecida de sus "Me gusta" y la condecoración recibida, pues aumenta la popularidad de esta novela y tiene más posibilidad de llegar a nuevas lectoras.

Recuerden leer sus predecesoras de esta historia «Un amor tan Equivocado» (historia de mis amados Condes), «Un amor tan Travieso» (historia de Sergio y Emelina, Sebastián y Loreta) y la que partió todo «Un amor tan intenso».

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Un abrazo y los espero en mis siguientes obras.

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