Capítulo 61
Durante los meses venideros, Ishku y su familia se mantenían expectantes ante la resolución de las demandas de los pueblos originarios en contra del gobierno de Colombia.
Los padres de Eleonora habían regresado a Puerto Blanco y les informaban los acontecimientos importantes, además de recibir carta de su hermano Carlos, que fuera de toda imaginación, estaba interviniendo a favor de la causa indígena, puesto que deseaba su retorno próximo y conocer a su sobrino.
Las circunstancias aseguraban de que pronto, Ishku y su familia retornarían a las Américas, así que Eleonora habla en privado con su abuela Celenia de un tema que era bastante delicado, y esto era la devolución de la mansión que se le había heredado, puesto que ellos al regresar, no harían posesión del lugar.
—Mi querida niña, esa mansión es tuya. —dice su abuela.
—Lo sé, y lo agradezco. Pero, no viviremos en España, y esa propiedad quedará en abandono.
Celenia presiona sus manos contra su vestido, al estar sentada en un suave sofá en la mansión de su hijo mayor Víctor, en compañía de su nuera Amelia.
—Entonces, puedes hacer lo que te plazca con aquel sitio, inclusive venderlo, yo no me opondré.
—Abuelita, sería una falta de respeto hacer algo como eso.
—Pero el dinero lo necesitarán para formar su vida en Colombia. Tu abuelo estaría feliz si es que su herencia, te ha ayudado a ti y a tu familia. Solo te pido, que elijas a un buen comprador para aquel lugar, qué tantos recuerdos tienen para la familia.
—Aquello no será difícil de conseguir. —comenta mamá Amelia que estaba en silencio escuchando aquella conversación.
—¿A qué se refiere? —pregunta Eleonora con intriga.
—¿Quién está próximo a contraer nupcias, y está buscando un hogar para él y su futura esposa?.
Aquello hace sonreír a las mujeres que estaban en la salita, ya que esa era la mejor opción para todos.
Danilo por aquel tiempo, visitaba distintas propiedades que estaban a la venta, en compañía de Joaquina, pero ninguna de ellas le agradaba, por el hecho de que eran grandes casas, pero les faltaba la opulencia a las cuales estaban acostumbrados los Fortunato.
La propuesta de venta de parte de Eleonora, fue un gran alivio para Danilo, ya que la antigua mansión Fortunato, se caracterizaba por ser amplia y hermosa, a lo que Joaquina estaba más que gustosa al conocer el lugar que sería su nuevo hogar.
Luego de que los trámites de venta estuvieran listos y la propiedad pasara a manos de su nuevo dueño, Eleonora y su familia se trasladan a la mansión Valcáliz, ante la insistencia de los Condes y de Ishku de hospedarse en aquel lugar.
***
El pequeño Watsal había cautivado a todos en la familia Fortunato, ya que, a sus 6 meses de edad, era alegre y carcajeaba con frecuencia, además de descubrir unos hermosos ojos color almendra, característicos de la familia de su madre, qué combinados con su piel morena, le daba una paciencia magnífica, asegurándose sin duda, que él sería un hombre completamente apuesto.
Dentro de un mes sería la celebración de bodas de Danilo y Joaquina, además de que por esas fechas, también sería el alumbramiento de Luciana, pero su hijo tenía otros planes.
Al tener 36 semanas de embarazo, Luciana había entrado en trabajo de parto, alarmando a su familia por aquel nacimiento prematuro.
Luciana tenía dificultades para tener a su hijo, por el hecho de estar nerviosa y asustada, haciendo que el proceso se alargue por horas.
El Conde cada tanto salía de la habitación, empapado de sudor y con mirada angustiada, buscando un vaso de licor que lo tragaba con un gesto de desagrado al beberlo de un sorbo, para luego volver al interior, lo que preocupaba a los que esperaban afuera de la habitación.
Ya durante la madrugada de aquel día de julio, se escucha el sonoro llanto de un recién nacido, lo que da un respiro de alivio a los que se encontraban en vigilia.
Ishku corre para ir por su mujer al escuchar aquel llanto, ya que, debido al cansancio, ella se había retirado con Watsal para dormir, levantándose apresuradamente, cuando su esposo va a despertarla.
Eleonora deja el cuidado de su hijo a una criada, mientras corre al lado de su esposo hasta la habitación de los Condes, justo a tiempo cuando se abre la puerta y sale Maximiliano radiante de felicidad con su hijo en brazos.
—Es una niña. Ella y su madre están bien.
Como era de esperarse, todos se acercan para ver a la pequeña que arrugaba su rostro y volvía a llorar de manera vigorosa.
—Felicidades, señor Conde, ya tienes un heredero —reía Danilo al ver a su sobrina de cabello negro.
—Que Dios bendiga a esta criatura —comenta mamá Amelia al ver a su bisnieta.
—Es preciosa, y tan pequeña... —comenta Eleonora.
—Se parece a usted —aseguraba Ishku al Conde.
—Es verdad, se parece a ti Maximiliano... pero, al menos la niña tiene salud — volvía a reír Sergio, ya que estaba de muy buen humor.
Todos ingresan a la habitación para saludar a la madre, quien estaba agotada y con dificultad abría los ojos, así que se acomoda a su hija al lado de ella y se les deja a ambas descansar.
Varios se marcharon para ir a dormir, pero los varones se reunieron para acompañar al nuevo padre que se mantenía eufórico y que ya había dado instrucciones a los sirvientes de celebrar un almuerzo familiar, con motivo del nacimiento de su primera hija.
***
Por esos días, el ambiente en la mansión Valcáliz se mantenía jubiloso, ya que la presencia de los dos pequeños, traía alegría a aquel lugar que, por décadas, no había tenido como moradores a lactantes.
Maximiliano había decidido ausentarse por un mes de sus labores como director del banco Claramonte, para dedicarse a tiempo completo de ser padre, ofreciéndole aquella oportunidad también a Ishku, y así estar más tiempo con su familia, estudiando por las noches, sin perder el ritmo de aprendizaje que mantenía.
Al cabo de dos semanas del nacimiento de Inés, había llegado correspondencia desde Puerto Blanco para Eleonora e Ishku.
La ansiada espera había concluido. El gobierno de Colombia reconoce la restitución de las tierras usurpadas a los pueblos nativos, y ofrecían la entrega de nuevos terrenos, los que estarían protegidos como tierras indígenas, además de levantar los cargos que se interpusieron durante el ataque a Puerto Blanco.
Si bien, la noticia de que podían regresar de vuelta a Colombia, no le trajo alegría a ninguno, ya que Ishku y Eleonora, se habían habituado a la agradable compañía de los Fortunato, y para los Condes de Valcáliz, era perder a aquellos que se volvieron en un apoyo emocional y formaban parte de su creciente familia.
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