Capítulo 54

Los días sumaron, y ya había pasado más de un mes en el que Joaquina dio por finalizado el cortejo, para tener solo una amistad con Danilo, siendo cercanos como antes, con la diferencia de que ahora, ella tenía nuevos pretendientes.

Era una tarde agradable de verano y los jóvenes daban un paseo por el centro de la ciudad, charlando luego de tomar un refrigerio en un salón de té, caminando hasta el parque central, donde se encontraría Joaquina con uno de los caballeros que le cortejaba.

—¿Iras a la reunión de lectura que organiza el Barón de Salas? —pregunta Danilo.

—Sí, ya me ha invitado el señor Oviedo.

—¿Es con quien te reunirás?

—No. Puedo notar que no me escuchas. Te he dicho que me reuniré con el señor Altamirano —ríe Joaquina.

—No es que no te escuche, es solo que detesto a tus pretendientes que nos cortan nuestras reuniones —responde Danilo con una sonrisa. —¿Te atrae el tipo con el que te reunirás?

—Puede ser, aún estoy conociéndolo. Pero tiene un pecado que no sé si pueda perdonar

—¿Qué es?

—No le gusta la natilla.

—Pero... ¿Ese hombre está loco o qué? —Danilo exagera una reacción.

—Eso digo yo. Como puede odiar algo que es tan sabroso.

—Y dulce

—Y suave

—Y cremoso

—Ya se me antojó natilla —ríe Joaquina.

—Entonces, vamos por una, y deja a ese idiota esperando.

—Pero, acabamos de comer postres.

—Nunca se es suficiente para un poco más.

Ambos ríen de su absurda conversación. Por lo general, sus pláticas eran llenas de complicidad, sin las ataduras de hablarse formalmente y dejando las reglas de etiqueta de lado, para ser solo ellos.

Cuando caminan hasta la pileta central, un hombre joven, de agradable aspecto se aproxima sonriente hacia la muchacha de cabello negro, sosteniendo un ramo de rosas rojas, entregándoselas.

—Me tomé el atrevimiento de traerle este humilde presente, ya que combina con el color de sus labios. —dice el hombre de manera tímida.

—Es muy amable, y este obsequió es de mi completo agrado. —responde Joaquina —Le presento al señor Fortunato.

Ambos varones se saludan de manera cordial, a lo que Joaquina aprovecha de despedirse de Danilo, tomando del brazo de su pretendiente para caminar con él.

—Disculpe que le pregunte, pero ¿Él es un pretendiente? —pregunta Altamirano al alejarse de aquel hombre rubio.

—No, es solo un amigo.

—Entonces, ¿no existe motivo para que guarde celos en su contra?

—Ninguna, mi buen señor. —responde Joaquina con una linda sonrisa.

«Solo un amigo», esa frase que había logrado escuchar Danilo de la pareja que se alejaba, le dejo una desagradable sensación de abandono.

***

Eleonora se encontraba esa tarde en compañía de su abuela Celenia y de Ishku en el salón de té, donde confeccionaba trajecitos para su hijo.

Le dolían las caderas ese día, ya que su barriga había aumentado de tamaño al tener ya 5 meses de embarazo, así que deseaba descansar, charlando con su abuela, por el hecho de que su esposo, era poco lo que comunicaba, pero ese día interrumpe el silencio.

—Tus tíos acaban de llegar con otras personas. —dice Ishku que estaba al lado de la ventana, mirando hacia los jardines de la entrada.

—¿Qué querrán? —pregunta Eleonora con extrañeza, ya que por lo general, sus tíos no eran de visitar a los familiares.

Su pregunta, pronto fue respondida, debido a que por el umbral de la puerta aparece la Condesa de Valcáliz en compañía de su esposo, quien le mira asombrada.

—¿Luci? O Luci... —Eleonora corre donde su prima para abrazarla.

— No lo puedo creer... es que no lo puedo creer —se limitaba a decir Luciana, abriendo sus brazos para recibir a su querida prima.

Ambas se abrazan, sintiendo tanta dicha al estar juntas nuevamente, que por la emoción, comienzan a llorar en los brazos de la otra. Al estar más calmadas, se limpiaban los ojos con pañuelos que les ofrecieron Maximiliano y Sergio.

Luciana estaba asombrada al ver el abultado vientre de Eleonora, acercando su mano para tocarle.

— Hemos perdido tanto tiempo Luci, quiero saber todo lo que ha ocurrido contigo en este tiempo. —dice con una sonrisa calmada, sintiendo cómo su prima le ofrecía amor a su hijo a través de aquella caricia.

— ¿Yo? Considero que eres tú la que debes decirme todo lo que te ha pasado. Me tenías muy asustada, ¿Lo sabías? —ríe Luciana, de la misma manera en que antes de que su antiguo novio jugara con sus sentimientos.

— Luci, quiero presentarte a alguien —Eleonora toma de su mano y caminan juntas hasta los grandes ventanales del salón de té. —Luciana, te presento a Ishku... es mi esposo.

Luciana estaba sorprendida de ver a ese hombre tan alto, que estaba de pie al lado de la ventana de manera gallarda, con sus ojos negros tan penetrantes que le daban una mirada de orgullo.

— Estoy encantada de conocerle, y seguramente Eleonora ahora me hablará mucho de usted — sonreía Luciana, estirando su mano para saludarlo, a lo que él le saluda, regalándole una sonrisa. — Él es mi esposo Maximiliano.

El Conde, que se había aproximado en donde estaba su mujer, saluda de manera cortés.

— Es un gusto. Por favor, siéntase en completa libertad de acudir a nosotros cuando lo necesite.

Abuela Celenia se levanta del sofá, siendo ayudada por Emelina, sonriendo al ver que su familia estaba reunida y cada vez eran más integrantes, invitando a lo que habían llegado a quedarse a almorzar, lo que las jóvenes aceptan casi al instante, tomándose por el brazo para dar una caminata y charlar entre ellas.

Eleonora contó con lujo de detalles su historia a su prima, quien escuchaba emocionada todo lo que le narraba, y como debieron de escapar de la justicia en Colombia para proteger la vida de Ishku.

—... he visto cómo su ánimo decae, es como un pajarito que lo han enjaulado, y no sé qué hacer para animarlo. —termina diciendo Eleonora, ya que Ishku era su mayor preocupación en esos días.

—Trataremos de ayudarles en todo lo que podamos. Ahora que ya estoy aquí, no te dejaré sola. —Aseguraba Luciana.

Eleonora agradece, pero le da una mirada picaresca a su prima, mirando en la distancia cómo Ishku charlaba con el Conde de Valcáliz.

—Muy bien señora Condesa, ahora quiero saber, que ha pasado en todo este tiempo para que te des dos meses de una luna de miel tan tardía, debido a que tu matrimonio fue hace dos años.

Luciana inmediatamente da una sonrisa de dicha, levantándose de la banca que estaba compartiendo con su prima en el jardín, para hablar con ojos soñadores.

—Todo ha sido como un cuento de hadas, él me dio respeto, me trata como una igual, ha impulsado mis sueños haciéndolos realidad, y ahora tengo una boutique de modas que me da bastantes ganancias y es muy popular.

—Lo he escuchado, se habla bastante de tu tienda de modas.

—Debes de visitarla, diseñaré los trajes más hermosos que pueda usar una mujer en tu estado.

—Pero, no desvíes la conversación. Quiero saber, que ha hecho aquel hombre para verte completamente enamorada.

—Es un hombre maravilloso, me ama con pasión, sus atenciones siempre fueron gentiles y cariñosas, me enamoró día con día, hasta lograr que le deseara con desesperación. Oh Ely... lo amo como jamás imagine amar a alguien —al hablar de su esposo, Luciana derramaba lágrimas emocionadas.

—Mi querida Luci, no te imaginas la gran alegría que me da escucharte decir aquello. Te mereces toda la felicidad que puedas experimentar, después de lo ocurrido con ese patán de Alberto.

—Creo que solo puedo darle mi gratitud a Alberto, ya que, si no fuera por él y su traición, jamás me habría comprometido con Maximiliano. La vida es magnífica Ely, Dios siempre guía nuestros caminos a la felicidad, solo que nos resistimos a aceptarlo.

—Tienes razón, ahora tu vida está llena de felicidad.

—Y lo será para ti. No te angusties mi querida, que Dios solo está preparando el camino de ustedes y su familia, a algo realmente maravilloso, y todo lo que están viviendo, es necesario para lograrlo.

Eleonora estaba sorprendida de ver cómo Luciana había madurado en todo aquel tiempo, y estaba segura de que ella sería su mayor apoyo en España.

Cuando los Condes se marcharon en compañía de sus tíos esa tarde, Eleonora habla con su esposo sobre aquella visita.

—¿Qué te han parecido?

—Peculiar, son una pareja bastante... extraña. —comenta pensativo Ishku.

—¿Por qué lo dices?

Ishku le mira con ojos burlones.

—No actúes como si no supieras. Ese hombre le dobla en edad. ¿Sabías que es el amigo de tu tío Sergio? Podría ser su padre.

Eleonora lanza una carcajada.

—Es verdad. Pero no hagas bromas sobre eso, es un tema delicado entre ellos. Aun así, Luci me ha contado que se llevan muy bien.

—Me es raro creerlo, porque son una pareja bastante... extraña.

—Lo mismo podrían decir de nosotros. —ríe Eleonora. —Quizás, esas diferencias, son las que fortalecen a las parejas, para luchar contra lo que el mundo considera normal.

En la mansión de los Valcáliz, los Condes finalmente habían regresado a su hogar, luego de un viaje soñado. Ambos charlaban esa noche en su habitación, sobre el regreso de Eleonora, ahora acompañada por su esposo.

—Ely me comenta que su esposo está deprimido, debido a la situación con su gente en Colombia. —dice Luciana.

—Qué situación más horrible para esas personas. Deben ocultarse y vivir en la selva a causa de los crímenes en contra de ellos. —responde Maximiliano, quien se retiraba sus prendas para ir a la cama.

—Espero que todo mejore para ellos. Pobre Ely, no debería de tener esas preocupaciones en su estado, se las transmitirá a su bebé.

—Para lograrlo, debemos ayudar a su esposo a volver a tener esperanzas.

—¿Cómo?

—Por lo que comentaba, siempre ha sido quien mantenía a su familia. Debemos darle nuevamente esa sensación de ser útil. Le daré un trabajo como aprendiz en el Banco.

—Oh Maximiliano, eres maravilloso.

—Ya lo sé —responde él, acercándose a la espalda de su esposa, para abrazarla por la cintura y darle cortos besos en el cuello, bajando por sus hombros.

—¿Quieres jugar? —pregunta Luciana con voz seductora, girándose para verlo y abrazarlo por el cuello.

—Eso me gustaría.

—Supuse que estarías cansado por el largo día.

—Sabes que mi resistencia es superior. Además, como controlarme, si tengo a una mujer tan hermosa como tú.

Las palabras galantes de su esposo, siempre hacían erizan la piel de Luciana, quien se estira para alcanzar sus labios, acariciando su pecho con sus dedos, a lo que él la toma entre sus brazos para recostarla en la cama, hundiéndose en su cuerpo, y disfrutar de los gloriosos placeres que su esposa le daba.

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