Capítulo 50

Eleonora estaba inconsolable después de que se llevaron a Ishku.

Luego de asearse y cambiar sus ropas que había manchado con su propia sangre, Carlos regresa para hablar con sus padres sobre lo sucedido, en donde ellos le explican que su hermana, había contraído nupcias con aquel hombre, y que ahora esperaban a su primer hijo.

—Claro que no, no quitaré los cargos. —refuta Carlos —¿cómo no ven que mi hermana fue forzada a estar con ese indio que la secuestró?

—Tu hermana quería estar con él, tenían una relación desde que eran adolescentes. —rebate Loreta.

—Eso es lo que ella dice. Pero ya se conoce que se crean una relación sentimental con sus secuestradores. Lo mejor es que ese indio se muera, así podremos borrar esa desgracia y la vergüenza de Eleonora.

—Pero ella espera un hijo. ¿Le quitarás el padre a ese niño?

—Ese niño fue concedido bajo engaños, es solo el fruto de un crimen. Se debe dar en adopción cuando nazca.

Carlos mantenía un semblante frío, puesto que odiaba el saber que a su hermana le habían arrebatado su virtud, lo que la alejaría de un buen matrimonio y realizar una vida plena, todo a causa de los Chahiwas.

—¿Puedes escucharte? Que cosas más horribles dices. ¿Piensas que tu hermana abandonará a su hijo y será feliz con ello? —responde indignada Loreta. —Ahora le comprendo tan bien por qué no regreso en todo ese tiempo, hasta ahora.

—Madre, es usted muy sentimental, pero no necesitamos de eso para ayudar a mi hermana, sino que debemos de pensar de manera fría. Además, mi padre me apoya.

Carlos mira a su padre, quien no hace ninguna expresión, así que vuelve para hablarle.

—Debemos pedir que ese juicio se haga rápido. Por los crímenes del Chahiwa, es más que seguro que le condenaran a muerte.

—No deberías de estar feliz por la desgracia de otros Carlos —contesta su padre.

—¿No me dirás que estás a favor de esa escoria? Él ha manchado nuestro buen nombre.

—Pero tu hermana lo ha escogido, y aunque no te guste, él ahora es tu cuñado, y un Fortunato.

—¡Jamás! —Carlos da un golpe en el escritorio de su padre en señal de desaprobación. —Nuestra familia es distinguida e intachable, no podemos estar manchados por la vergüenza de relacionarnos con esos mendigos.

Eleonora había bajado de la habitación, para llegar al despacho de su padre al escuchar que su hermano hablaba con ellos. Ella debía de convencerle para que quite los cargos.

—Te lo suplico Carlos, por el amor que nos tenemos, libera a Ishku. Te prometo que ya no nos verán más, así que jamás sufrirás la vergüenza de que los Fortunato se relacionaron con los Chahiwas.

Carlos se aproxima donde su hermana para abrazarla.

—Calma mi pequeña hermanita, lo solucionaremos, sé que estás confundida por todo aquel horrible tiempo en que te secuestraron, pero ya no tienes de qué temer, porque te liberaré de ellos, para que vuelvas a ser feliz.

—No Carlos, te equivocas. Yo lo amo, es mi esposo y estamos esperando un hijo que habíamos ansiado tener, somos una familia y mi vida ya es feliz. Pero, si alejas a mi esposo, volverás desgraciada mi existencia.

—Hermanita, todos te apoyaremos a superar esos traumas, pero, aunque me odies, apartaré esa sombra que aún causa estragos en tu mente y tu alma.

Loreta molesta, habla.

—Eres un cruel e insensible, no escuchas razones y no te interesa el bienestar de tu hermana, solo te preocupa que un Chahiwa sea parte de tu familia.

—No lo repitas madre. Protegeré el buen nombre de los Fortunato.

—Y ¿Crees que nuestra familia es intachable y que tenemos un pasado que nos enorgullece?

—Por supuesto que sí. Yo no cambiaré de parecer, y haré todo lo posible por proteger a los Fortunato de aquellos oportunistas que se creen parte de nosotros para pedirnos dinero a través de mi dañada hermana.

Loreta y Eleonora habían tratado de decir algo, pero Sebastián les hace un gesto para que guarden silencio.

—Tienes razón Carlos, hace lo que debas hacer, que nosotros nos preocuparemos de tu hermana.

—Gracias padre, yo sabía que me encontrarías la razón y me apoyarías.

Carlos sale del despacho y se dirige a la puerta para marcharse, mientras que su familia le miraba salir de la mansión.

—Con Carlos es imposible razonar, él tiene claro que es lo que desea. —comenta Sebastián en voz baja. —es mejor que se marche, nosotros haremos lo nuestro por nuestra cuenta.

—¿Qué piensas hacer? —susurra Loreta al cerrar la puerta del despacho, para evitar que los criados escuchen aquella conversación.

—Vamos a sacar al esposo de nuestra hija de aquel lugar. No será fácil, pero con esto cumpliré mi promesa. —responde Sebastián, mirando a su hija con ternura.

—Papá, gracias. —dice Eleonora, llorando por la emoción. —De corazón te lo agradezco.

Esa noche, Sebastián habló con los guardias, con intención de realizar un soborno, pero antes de hacerlo, se entera de que sería enjuiciado mañana, por la polémica que ha causado la captura del Chahiwa.

Sin perder las esperanzas, Sebastián acudió a altas horas de la noche para hablar con el juez que era amigo suyo, explicándole la situación.

—Lo que me pides Sebastián es difícil. Ese indio es el cabecilla de los atentados a Puerto Blanco, además de todos los ataques que se han cometido. Ya está condenado y su sentencia es la muerte.

—Necesito que me ayudes. Temo por el bienestar de mi hija, si ese hombre muere, ella morirá con él.

—Lo lamento. En otro caso podría ayudarte y liberarlo, pero los Chahiwas causan polémica y ya la ciudad se ha enterado de esto. Al menos que... —dice el hombre de manera pensativa.

—¿Tienes una idea?

—Creo que podría resultar... pero deberás pagar una fuerte suma de dinero por el silencio de algunos hombres.

Ambos planifican un escape, en donde se diría que el condenado fue trasladado esa madrugada a la cárcel de Baja Quebrada, y que durante el trayecto, fue atacada la carreta por los Chahiwas, logrando escapar el condenado, sin lograrse llevar a cabo un juicio.

Siendo de madrugada, don Sebastián pagó una fuerte suma de dinero a los guardias que se encontraban a esa hora en el lugar, con el propósito de comprar el silencio y la colaboración de ellos.

Ante la sorpresa de Ishku, fue sacado de la prisión, ocultándolo al interior de un gran baúl, siendo trasladado hasta el puerto, en donde le esperaba Eleonora y sus padres.

Sin poder hacer una planificación meticulosa, subirían a Ishku y a Eleonora al interior del buque que zarparía en la mañana con rumbo a España, para así escapar de sus perseguidores.

Todo estaba ocurriendo de manera tranquila, y hombres que trabajaban en el puerto, ayudaban a trasladas los baúles en un montacargas, hasta que, desde las sombras, aparece Carlos.

—¿Por qué están aquí? Mis hombres me han notificado que algo raro estaba ocurriendo al ver llegar a mis padres hasta aquí.

Inmediatamente los hombres se marchan del lugar, para no ser reprendidos por bocones.

—Enviaremos a tu hermana con tus tíos a España, para que pueda dar a luz sin la vergüenza de estar sola. —responde su padre.

—Y ¿Debían venir a estas horas? ¿Por qué no en la mañana?

Todos se quedaron en silencio, mirándole con semblantes afligidos. Carlos comienza a mirar los baúles que se subirían al barco.

—¿Qué hay dentro de esos baúles?

—El equipaje de tu hermana y algunos regalos para tus tíos. —responde Loreta.

—Entonces ¿Puedo ver su contenido?

—Hermano, solo es ropa —suplica Eleonora que comenzó a sollozar.

—Entonces, si le doy un tiro a ese baúl grande, no habrá problema ¿Verdad?

Carlos saca su colt y apunta al baúl en donde se encontraba Ishku.

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