Capítulo 44
El sol recién estaba apareciendo por el horizonte, levantándose Ishku al primer canto del gallo que se escucha.
—¿A dónde vas? —pregunta Eleonora que estaba somnolienta.
—Iré a terminar nuestra casa, para que podamos mudarnos pronto.
—¿Aún estás enfadado por lo de anoche?
—Claro que no amor mío, te comprendo y sé que habría sido incómodo para mi madre escucharnos. Descansa, vendré para el almuerzo —Ishku le da un beso en los labios antes de salir.
Eleonora estaba feliz, pues, ese día era el primero como esposa de Ishku, y deseaba prepararle un almuerzo especial, así que cocina una tarta de frutas y tortillas rellenas de pollo, a lo que Mishki no se había resistido, comiendo las que recién salían del horno.
Ya para la hora del almuerzo, Ishku regresa, siendo recibido con la felicidad de las mujeres que le esperaban, ya que tenían la mesa preparada con los platillos.
—¿Quieres beber leche? —pregunta Eleonora.
—Preferiría que nos llevemos el almuerzo, para comer cerca del río —invita Ishku.
—Eso es una buena idea —contesta Piara, levantándose para colocar las tortillas y la tarta en una canasta.
Mishki quería reclamar, ya que deseaba probar de esa tarta de fruta que olía muy bien, pero su madre le da una mirada severa, así que evita hacer comentarios.
Montados en el caballo café manchado, viajan por un sendero que Eleonora no conocía, saliendo del camino y andando durante varios minutos al interior de la selva.
—No vamos al río ¿Verdad? —pregunta Eleonora.
—Te llevaré a un lugar muy hermoso, es mi secreto —responde Ishku, abrazándola y apoyando su mejilla sobre su cabello.
Luego de recorrer un poco más, llegan a un claro en la selva, donde había un manantial de aguas cristalinas que brotaba desde las rocas, rodeada por una hierba suave, bajo la sombra de grandes árboles frutales.
Después de ayudarle a bajar, Ishku coloca una manta sobre el pasto y Eleonora saca la canasta que colgaba desde la montura, acomodándola sobre la manta, pero antes de que ella pueda sacar el almuerzo, su esposo coloca sus manos sobre sus brazos para girarla.
—Ven conmigo a nadar.
Al decir eso, Ishku se retira la camisa y los pantalones, descubriendo su desnudez ante el asombro de ella, ingresando en el agua para nadar.
Eleonora también comienza a retirar sus prendas con nerviosismo, ingresando al agua antes de que él pueda ver su cuerpo, ya que nadaba hacia una roca.
Aquel manantial era fresco y agradable en ese caluroso día. Ishku chapotea y sonreía, tomando de la mano de ella para que nade a su lado, pero le era difícil estar calmada.
En la cultura occidental de dónde provenía Eleonora, el varón aprendía sobre la sexualidad al perder su virginidad con alguna prostituta en su despedida de soltero. Pero en el caso de los Chahiwas, esta era descubierta de manera natural con su esposa, creando un lazo inquebrantable.
Debido a la inexperiencia de Ishku, Eleonora temía que pudiera hacerle daño, ya que él, era un hombre demasiado grande, en cambio, ella se sentía pequeña y delicada.
Luego de jugar en el agua, ya la joven había olvidado su nerviosismo.
—Creía que no descansarías hasta terminar nuestra casa.
—Eso tenía planeado, pero los hombres decidieron terminar de colocar el techo. Probablemente estará terminada cuando regresemos.
Ishku le toma con delicadeza por debajo del agua, para elevarla y sacarla del manantial, recostándola sobre las mantas, besando sus labios, sintiendo la calidez de sus cuerpos húmedos, tocándola y observándola, descubriendo aquel cuerpo femenino y los secretos que escondía.
Las cálidas manos de su esposo que tocaban su figura, calmaron las inseguridades de Eleonora, también disfrutando de ese cuerpo masculino, acariciando con sus dedos los músculos de su pecho, y sintiendo cómo estos se hinchaba bajo su tacto.
Al besarse, Ishku une su cuerpo al de ella para sentir aquellas curvas sobre su piel, sin dejar de acariciar sus pechos redondos y sonrosado, que eran tan lindos y le daba una hermosa vista al presionarlo, que no se podía resistir a saborearlo, logrando que ella deje escapar un gemido avergonzado.
Por su excitación, ambos movían las caderas, frotándose con su pareja, mientras seguían realizando íntimos juegos al conocerse de esta otra forma, sintiendo los gruesos dedos de él que acariciaba con delicadeza su intimidad, humedeciéndola y haciéndola temblar, sintiéndose cada vez mejor al guiarle en cómo le gustaba ser tocada, hasta que ya sin resistirse, le invita a comenzar.
Ishku se había tomado su tiempo para descubrir su entrada secreta, sintiendo tanto placer al ingresar, que lanza un suspiro de deleite, a diferencia de Eleonora, que le detenía con las manos, ya que esa sensación, era muy distante al placer.
A pesar de la incomodidad de su esposa, él no se detuvo, hasta estar completamente unido a ella, deteniéndose, besando sus labios y acariciándole los muslos.
Eleonora había sido advertida por su madre de que la primera vez era desagradable, pero que con el paso del tiempo aquello mejoraría, pero esa sensación de sentir como su interior se expandía le preocupaba y se preguntaba, si perforaría sus entrañas.
A pesar de que él daba movimientos cortos y calmados, ella intentaba detenerlo, apartándolo con sus manos, pero aquello sería imposible, puesto que el placer en él, lo alejaba de la realidad, sintiendo cómo su cuerpo temblaba con cada movimiento que daba, liberando suaves gemidos de gozo.
Luego de su lucha inicial, Eleonora estaba calmada y recibía el amor de Ishku sobre ella, puesto que ya había aceptado aquel dolor punzante que cada vez estaba olvidando, para enfocarse en él, pues creaba una dulce poesía sobre su cuerpo con caricias y tiernos besos, estimulándola aquellos eróticos sonidos que su esposo liberaba por disfrutar de ese momento.
Al llegar a la culminación, él mantenía los ojos cerrados, jadeando y temblando, buscando los labios de ella para reponerse y dedicándole palabras de amor.
Al descansar recostados mirando el cielo que era cubierto por los árboles que se mecían, Ishku se levanta más repuesto, para buscar el almuerzo y entregarle una tortilla a su esposa que le miraba con ojos entrecerrados.
A Eleonora le dolía el cuerpo, así que con dificultad toma asiento, cubriéndose con una manta que estaba a un costado, para tapar su desnudez, mordiendo la tortilla que tenía en sus manos, sintiendo cómo su esposo se acercaba para abrazarla y comer con ella.
No dijeron mucho después del almuerzo, pero Eleonora sabía que él aún no había apaciguado su deseo sexual, puesto que volvía a estar erecto y le miraba con ojos penetrante, como un cazador a su presa, hasta que él vuelve a intentar que se recueste, pero ella le detiene.
—Estoy cansada y adolorida, será mejor dejarlo hasta aquí. —pide Eleonora.
—¿Te he lastimado? Trate de ser delicado y cuidarte como si fueras un cristal.
—Lo sé, pero me duele un poquito, es normal cuando es la primera vez.
—Déjame intentarlo otra vez, haré que te sientas mejor, puedes decirme que te gusta, te prometo que buscaré tu placer.
—Eres muy dulce, pero solo necesito descansar.
Ishku no volvió a insistir, pero la mirada decepción, lo que conmovió a Eleonora, que le permite una oportunidad, lo que es agradecido con un efusivo beso que le deja sin aliento.
Con delicadeza le vuelve a recostar para abrir sus piernas, viendo cómo sangre y fluidos se derramaba, mojado sus glúteos. Tomando un paño, lo humedece para limpiarla con suavidad, lateralizándola y recostándose detrás de ella.
Ishku le abraza y acariciaba, frotando su masculinidad entre sus piernas de manera suave, sin forzar su ingreso, logrando que ella vuelva a relajarse y disfrutar de aquellos juegos, hasta ser suya nuevamente.
En esta oportunidad, no era doloroso como antes, pero no podía hablar aún de placer, quizás ya su cuerpo se estaba habituando a recibirle.
El momento se volvió calmado, hasta que ambos se giran boca abajo para continuar, pero una deliciosa sensación aparece para Eleonora, cuando la virilidad de Ishku frota su zona sensible durante las penetraciones. Tratando de buscar un mejor estímulo, ella eleva las caderas y abre más sus piernas, hasta dar con el lugar, provocando ligeras contracciones y aumentando su humedad.
Dentro de su molestia, había logrado encontrar comodidad, y estaba segura de que, al habituarse, aquello sería mejor.
Con los suaves suspiros que liberaba Eleonora, Ishku ya no podía contenerse, puesto que aquella hermosa mujer estimulaba todos sus sentidos, llegando nuevamente al clímax, presionando con fuerzas sus caderas, hasta que ambos caen sobre los mantas agotados, para sumergirse en un sueño reparador.
Al volver a despertar, ambos limpian sus cuerpos en el manantial, para luego vestirse y regresar a la aldea.
El día estaba atardeciendo, y la nueva casa de Ishku y Eleonora estaba terminada, solo faltaba ingresar los muebles, pero esa mudanza la harían mañana.
Después de cenar, Eleonora va a la habitación, para colocarse el camisón de dormir y poder descansar. No pasa mucho cuando su esposo ingresa, buscando algo dentro de un mueble, sacando el frasco que tenía aquella pasta amarilla, untando sus dedos en él, para colocarlo en la intimidad de su esposa, lo que la hace sentir un alivio inmediato.
—Me será difícil poder controlar mi pasión, ahora que eres mi mujer. —dice Ishku con voz suave.
—Me has tratado con dulzura, y estoy feliz de que seas mi esposo, porque siempre lo soñé —sonreía Eleonora, acariciando la mejilla de Ishku.
Él toma de su mano para besarla.
—Ahora trata de dormir.
—¿No dormirás conmigo?.
—Aún no tengo sueño y mi sangre está caliente. Iré a trasladar nuestras cosas a la casa, cuando esté cansado vendré.
Ishku besa su frente y sale por la puerta, ya que estaba fascinado con los placeres que le había hecho descubrir Eleonora y dudaba en tener autocontrol, lo que podría lastimarla, porque solo ansiaba volverle a hacerle el amor.
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