Capítulo 16
Luciana y Danilo, se ofrecieron a ayudar a Eleonora con sus estudios, para que rápidamente pueda alcanzar el nivel que está cursando, lo que agradece la joven, haciendo que su ánimo no decaiga. Ella comprendía que la escuela Fortunato estaba en otro nivel, uno mucho más avanzado, ya que, no era que su antigua escuela fuera mala, solo que en esta institución se les enseñaban a jóvenes que estarían a cargo de grandes compañías y que se movían en círculos sociales de alta clase.
La vida de Eleonora se volvió agitada, pues, tenía clases extra con sus profesores, repasaba las materias con Luciana, y finalmente, y el más exigente de todos, era Danilo, quien le obligaba a estudiar hasta tarde por las noches, incluso cuando visitaba los fines de semana a sus abuelos.
La joven pelirroja había aceptado el ritmo de estudio que indicaba su primo, pero al cabo de un mes, ya estaba agotada y deseaba pedirle que bajaran el ritmo de estudio, aunque eso podría ofenderlo, ya que gastaba gran parte de su tiempo en ayudarla, pero desiste de hacerlo, ya que en poco tiempo había suplido gran parte de su déficit, recibiendo elogios de sus profesores.
Al pasar los meses, ya Eleonora había creado un hábito de estudio, sorprendiéndose de sí misma, al ver todo lo que podía lograr.
—Después de cenar, seguiremos bordando las mangas de mi vestido —dice de forma autoritaria Luciana, quien discutía con su hermano durante la cena.
—Seguiremos estudiando sobre Napoleón.
—Pero siempre estudian hasta tarde. Queremos un tiempo para nosotras.
—Eso es lo que tú quieres, pero deberías preocuparte más por ella, que tan solo en tus egoístas intenciones —reclama Danilo.
Los hermanos seguían discutiendo en la mesa, durante la cena que se servían en casa de los abuelos Agustín y Celenia, mientras ellos y Eleonora, escuchaban divertidos esa pequeña rencilla.
Don Agustín comienza a carraspear y toser, tomando un sorbo de vino tibio y haciendo una mueca de dolor al tragar. Esto ya era algo habitual en él y todos se habían acostumbrado a escucharlo toser, menos Eleonora que le miraba preocupada.
—Abuelito, no me gusta nada esa tos.
—No es nada mi preciosa, ya dijeron los médicos que eso pasa por el reflujo de los jugos que están en el estómago.
—Pero eso no está bien. Los tratamientos que te dan, son poco efectivos.
—No les pidas que obren milagros. ¿Qué más se puede pedir, si ya estoy viejo?
—Eso no es verdad.
Eleonora toma la mano del anciano para presionarla, a lo que Agustín le devuelve una sonrisa amorosa, pero que es distraído por el alegato de los jóvenes que habían comenzado a subir el tono de voz, ante la acalorada discusión.
—Ya basta ustedes —les reprende Agustín —Están ahí peleando, con sus cenas fría, y nosotros no hemos podido charlar.
—Perdón abuelo —dicen al unísono los jóvenes de cabello dorado.
—Sería mejor que Eleonora elija que desea hacer después de cenar ¿No les parece? —dice Celenia.
Eleonora oculta una risita y trata de aparentar serenidad, ya que le agradaba ver cómo sus primos peleaban por su compañía.
—Podría seguir con las costuras de las mangas y Danilo me podrá indicar que leer antes de ir a dormir.
Luciana sonríe satisfecha, al sentir que había ganado en aquella discusión.
Después de cenar, las mujeres se refugiaron en el salón de té, que tenía una amplia chimenea con un cálido fuego que daba calor en aquellos días en donde el frío se hacía presente, con la excusa de bordar, pero realmente, se dedicaban a jugar a las cartas y contar chismes.
Ya era tarde, y Eleonora se dirige a su habitación que tenía dispuesta en casa de sus abuelos, pero antes de ingresar, divisa una silueta que se aproximaba por el pasillo, lo que le hace sobresaltar.
—Me has dado un susto —dice la joven, al ver que su primo aparecía desde la oscuridad de la noche.
—Esa no era mi intención —responde Danilo, sonriendo y enseñándole un libro pequeño de tapa blanda. —¿Se te ha olvidado que deberíamos estudiar a Napoleón?
—Perdona Danilo, si me había olvidado.
—¿Qué hacen dos jovencitos, charlando en un pasillo a estas horas? —pregunta Celenia, al ver a sus nietos de camino a su habitación.
—Estudiaremos historia —contesta Danilo.
—Ya es muy tarde para eso. Lo mejor es dormir y levantarse temprano para estudiar. —La anciana toma por los hombros a Danilo y le sonríe a su nieta —Que tengas dulces sueños, Eleonora.
—Igual para ti abuelita. Danilo, te prometo que mañana estudiaré —se despide de manera alegre Eleonora, ingresando en la habitación y cerrando la puerta.
Celenia camina por el pasillo con Danilo en silencio, hasta estar alejados del cuarto de la joven, para que ella no pueda escuchar.
—Así que, ¿Muy interesado en el estudio? —comenta Celenia.
—Lo hago para ayudar a Eleonora, y que no sufra la humillación de estar en un curso inferior.
—Pero no ayudaste a tu hermana Carlota, cuando tenía problemas con sus asignaturas.
—Porque ella no tenía intención en estudiar, por poco repite los cursos por ser holgazana.
—En cambio, Eleonora es esforzada ¿Verdad?
—Así es.
Celenia da un suspiro y sonríe.
—Bueno, que tengas dulces sueños. —dice la anciana antes de ingresar a su cuarto.
—Abuela, sé lo que tratas de insinuar, y es algo que me molesta, que yo por ser varón, se malinterpreten mis acciones por ser ella una dama. Todo lo hago con buenas intenciones.
—No era mi idea incomodarte, y sé que tus intenciones son buenas.
—Que tengas una buena noche abuela.
—Para ti también.
Celenia observa como su bisnieto se marcha por el pasillo. Ella había vivido bastantes años como para reconocer esos característicos ojos brillosos y esos pequeños suspiros que se escapan al ver a la persona amada, solo esperaba que todo saliera bien para ellos, ya que no veía esa misma mirada en Eleonora.
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