Algo parecido a un prólogo


     La monotonía es algo que puede ser tanto bueno como malo. Alan piensa, mientras se termina de colocar la corbata color mostaza que hace juego con su camisa de vestir manga corta blanca, que si sigue siendo chofer de aquél transporte sus piernas y espalda terminarán por tirar la toalla mucho antes de lo esperado; pero no puede retirarse, debe tener una fachada, una coartada si algo llegase a salir mal con su verdadero oficio, ser un pandillero, mano derecha del jefe de una de las pandillas de la ciudad. Así que suspira acomodando su cabello rubio por debajo de aquella gorra negra y sube al autobús.

La primera parada está a tres cuadras de su apartamento, por lo que espera aproximadamente tres minutos para cerrar las puertas de la unidad después de asegurarse que más nadie se acerque. Es muy temprano, casi las seis de la mañana y nadie sabe cómo odia esa hora, quizá más de lo que sería una estilla en el pie, por lo que, al escuchar una voz femenina gritando un ¡Deténgase! ¡Por favor! Un poco antes de que presione el acelerador, suelta un bufido y detiene el autobús, sintiéndose irritado.

—Gracias, señor —dice la chica con voz agitada, para después de pasar su carnet por el monitor y terminar de subir.

—Ajá —balbucea sin prestarle mucha atención, poniendo en marcha de inmediato el transporte.

—¡Oiga! —grita alguien.

Alan mira por el retrovisor la figura ni muy flaca ni muy gorda de la chica y se concentra en detallarla. Aquella chica era de piel morena y un abundante cabello rizado. La ve recoger algunos libros del suelo, pues tal parece que gracias a que arrancó demasiado rápido la chica se ha desestabilizado; tiene el ceño fruncido y parece muy molesta, ¡pero cómo no estarlo! Había sido un mal educado, y esa no era la imagen que debía dar, al menos no en ese mundo.

—Perdón —dice para después sonreírle a través del retrovisor al ver que ella finalmente encuentra un lugar para sentarse.

El tráfico es el mismo de siempre después de salir de la urbanización: inseguro. Hay algunos días que puede estar despejado, y al otro completamente abarrotado, por lo que, acostumbrado por ello saca un par de chicles de nicotina, exhalando mientras echa un vistazo a los pasajeros, entre ellos, la chica de hace algunos minutos. El hombre se concentra en verla de nuevo, y ella, al sentir su mirada levanta la vista lentamente hasta cruzarse con la de él.

—¿Qué ves? —Lee en los labios de la chica.

Alan sonríe sintiendo que es gracioso molestarla, así que comienza a guiñarle uno de sus ojos verdes seguidamente, causando que ésta abra sus ojos, asombrada, y después, en un arrebato, le saque la lengua, cosa que, sin querer, hace que ambos suelten una risita. La chica, esa que puedo Alan notar tiene los ojos café oscuro y una sonrisa muy angelical, aprieta sus labios intentando no sonreír y rueda sus ojos cuando éste, aún vacilando, le lanza un beso.

El semáforo finalmente cambia a verde y él puede seguir conduciendo hasta llegar a las próximas paradas. Cada que puede, le regala un vistazo a la chica de piel morena debido a que siente que hay algo en ella que le parece curioso; no sabe si es porque no lo había visto antes o porque tal vez detrás de esa sonrisa y ese carácter que al parecer tiene, se encuentra un alma salvaje esperando encontrar un bosque para ser libre; así como es él, así es como se la imagina, y le carcome el misterio de su mirada.

La parada obligatoria entre la calle 50 y Celso Carbonell, lamentablemente hace que Alan suelte un suspiro pesado, al ver que, entre tantos universitarios, la chica de cabello rizado baja rápidamente, sin mirar atrás. Después de todo aquello, convencido de que no volverá a verla echa a andar el autobús y no le presta verdadera atención a ningún acontecimiento próximo además del de esa mañana.

—...hoy te sugiero mi hermano, pa' que no vuelva a pasar, prohibido olvidar... —canta en baja voz, mientras que, después de culminar su rutina se dispone a limpiar el transporte.

Un cigarrillo ¡¿En qué momento ocurrió?! No está permitido fumar dentro del autobús y aunque él es un fanático a la nicotina le molesta que las personas desobedezcan la reglas de la unidad; un chicle, dos chicles, tres, ¡Oh! Uno con la envoltura, lo mete en su bolsillo trasero; un lápiz, seguramente de los estudiantes, una bufanda que inmediatamente mete debajo de su camisa de vestir blanca, y... ¿Un libro?

Se sienta unos segundos observando el libro en sus manos, olvidando por completo que el chicle se esparce en la parte trasera, y comienza a leer.

📖📖📖

     De pequeña solía prestarle atención a las conversaciones que la abuela y mamá tenían con mis tías, sobre el amor, sobre la vida, sobre las inseguridades de nosotras como género femenino. Las conversaciones iban, desde lo afortunada que había sido mamá al conseguir a papá sin si quiera buscarlo, hasta lo desafortunada que era la tía Yalitza al buscar incansablemente la persona correcta y solo llevarse una decepción tras otra.

Yo quería ser como mamá, pero tú y yo sabemos que la mayoría del tiempo lo que queremos no es lo que conseguimos, y mucho menos cuando solemos pensar en ello constantemente. Con el tiempo y mis seis decepciones amorosas comprendí que hay una lista de cosas que puedes conseguir por ti misma, pero hay otras que solo están destinadas para ti, y las busques o no, terminaran tocando la puerta de tu corazón.

La mayoría de las mujeres, incluyéndome, soñamos con ese loco y divertido amor, y sí, en algún punto ese sueño puede hacerse realidad. ¿Encontramos al chico? Tal vez no como pensamos que sería pero sí; sin embargo, cuando somos tímidas y de temperamento sanguíneo combinado con melancólico eso se vuelve un tanto difícil, ¿pero por qué? Porque ese príncipe puede estar frente a ti, demostrándote cuánto le gustas, pero cuando el estúpido nudo en la garganta te produce ese miedo en el estómago y no te deja dar el siguiente paso quedamos como Sheldon cuando Amy le cortó por Skype. Terrible. Y aunque personas como tú y yo hemos pasado por eso, otras, después de tantas desilusiones, al igual que yo, sienten la necesidad de aferrarse a algo o a alguien.

Aferrarse a alguien al punto de sentir que no puedes vivir sin él, en que lo sientes cerca de ti, lo escuchas y lo ves, en donde sabes que sufres de Limerencia, y descubres todo el tiempo que perdiste por no darte cuenta de que, lo que creías era tu prototipo perfecto de chico era solo un capricho que se convirtió en enfermedad. Esa es una parte de la historia de mi vida. Ese no tan conocido estado mental involuntario, es el resultado de una atracción romántica de una persona a otra ¡Pero no es amor! ¡Es una atracción ligada con obsesión! Obsesión por la persona que te atrae y estás segura que tú a él.

Es algo curioso, mi nombre es Amanda, significa "ser amada" o "merecer ser amada", pero mi timidez desde muy temprana edad debido a mi obesidad me hacía pensar que tal vez no era digna de ser amada, porque durante mucho tiempo me convencí de que nadie podría aceptarme tal como era, además, uniéndose a eso, luchar por lo quería ser en la vida, y peor aún, ¡luchar por superar ese trastorno compulsivo del amor que en mi caso no era correspondido!, hacía que no pudiera salir de ese círculo vicioso que me impedía subirme a mi montaña de felicidad.

A mi vida habían llegado algunas oportunidades para demostrarme que podía ser más fuerte y amada, y en lugar de eso, siempre caía completamente incapaz de creerme merecedora de ello. Así que... Querido lector, he esperado mucho para contar mi historia la cual, como dije anteriormente, está llena de desilusiones e inseguridades, pero ¡Vamos! Tampoco todo siempre fue tan malo, aprendí muchas cosas, conocí a muchas personas, y crecí como ser humano; aunque debo advertirte algo: tal vez me odiarás y me querrás matar por ser tan idiota, pero al final me comprenderás y hasta tal vez te identifiques conmigo, te llegue a agradar y aprendas de mis errores.

Amanda Bayer.

...

Alan, el conductor, coloca sus pies sobre el sofá cercano en el que se encuentra dentro de su apartamento, y toma un poco más de café al leer el nombre de la chica al final de lo que parece ser el prólogo de un gran libro, o más bien un diario. El solo releer el nombre le hace suspirar para después sonreír con picardía, pues sinceramente ¡no lo puede creer! Alguien tiene que estar jugándole una maldita broma, porque si su instinto y lógica no le fallan...

—¡Es la morena del bus! —ríe a carcajadas—. Oh, cariño, por supuesto que no te voy a devolver esto. —Sigue pasando las hojas, leyendo al azar—. No hasta que te conozca realmente.

N/a: Chic@s  espero en serio que les guste esta historia ya que es muy especial y la escribí con mucho cariño, hasta luego ¡Muak!

#ReEscrita #Editada 

Atención: Si estás esperando leer un verdadero contenido +18 tal vez esta historia no es para ti ♥ 

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