II: La presión del amor

Una brillante mañana resplandecía en cada rincón del santuario. En el templo de Acuario, Camus fue el primero en despertar y empezó vestirse en silencio, imagino que su pareja estaba cansada, así que lo dejaría dormir un poco más.

Salió de la habitación ya arreglado y fue a la cocina a preparar un café y poder empezar el día. Pero tan pronto en que sostuvo su taza sintió que unos brazos rodeaban su cintura, la sorpresa fue demasiado que  dejó caer aquella taza. No hacía falta deducir quien era el responsable de ese susto.

—Aioria... Que haces tan temprano en mi templo?— Pregunto apartándose del Leo, para poder recoger los trozos rotos de esa taza.

—Queria compartir un desayuno contigo...—

—Acaso ya olvidaste que Milo está aquí?—Comento con molestia, tener juntos a Milo y Aioria le causaba nervios. Estaba recogiendo esos pedazos algo distraído por la presencia del Leo, hasta que se cortó el dedo con uno de esos trozos.—Ay...

—Estas bien? Debes tener más cuidado...— Mencionó Aioria algo proecupado, se agachó para ayudar al galo y al ver la sangre que salía del dedo de Camus, saco un pañuelo y lo puso sobre la herida.

Camus por un momento se dejó envolver por los encantos de Aioria, era tierno cuando le mostraba ese lado amable. Aunque ahora que Milo había llegado, no podía darse el lujo de disfrutar de esos encantos. Así que aporto su mano y se puso de pie.

—Deberías irte... Milo no tardará en despertar.— Dijo en un tono frio, tratando de alejarse de su amante.

—Ya te dije, quería compartir un desayuno contigo y con Milo, después de todo los tres aún somos amigos.— Aioria le mostró una amplia sonrisa a su amante. Ante lo que Camus se quedó pálido, había pasado mucho tiempo desde que los tres no salían juntos, además de que sería incómodo para el tenerlos cerca.

¿Quien disfrutaria tener al novio y al amante en la misma mesa?

Tan solo pensarlo, le daba miedo. Era claro que rechazaria la oferta del Leo, pero no pudo hacerlo, ya que en esos momentos Milo entraba a la cocina.

—Tan temprano y ya tenemos visitas?—

—Me enteré que llegaste y no pude evitar venir a verte Milo, las cosas no son las mismas en el santuario sin ti.— El Leo se acercó a su amigo y lo recibió con un abrazo, a lo cual Milo le correspondió.— ¿Como estuviste estas dos semanas?

—No hubo ninguna novedad, más que solo cuidar el templo de la luna por si algún ente maligno se presentaba.— Mencionó sin preocupación alguna, separándose del amistoso abrazo de su amigo, aunque luego su vista se posó en la taza rota y algunas gotas de sangre que había en el suelo.—Camus! Que ocurrió? Estás bien?

El preocupado escorpión se acercó a su pareja, viendo que el pañuelo se manchaba de sangre.

—No te proecupes Milo, solo me corté al tratar de recoger esa taza...— No quería preocupar a su pareja, así que trato de irse a lavar la mano, pero fue detenido por Milo, quien lo tomaba de la mano y lo sentaba en una silla.

—Aioria, puedes ir por un botiquín? No me gusta ver a Camus herido.—

—Claro... Iré a buscar por ahí. No tardó.— Rápidamente Aioria salió del lugar, no por buscar el botiquín, sino porque no soportaba ver juntos a ambos caballeros. Mucho menos ver qué Milo tocaba a Camus y la forma en la que le miraba con amor, le causaba repulsión.

Poco a poco empezaba a cansarse de vivir su relación con Camus entre sombras y tener que compartirlo no era agradable.

Pronto había encontrado el botiquín cerca de la sala y se lo llevó a Milo. Aunque antes de entrar, se quedó parado en la puerta, al ver como Camus besaba de forma dulce los labios de Milo.

—Vez no pasó nada... Es solo un pequeño corte, no debiste pedirle a Aioria que fuera por un botiquín.— Mencionó dulcemente el francés, acariciando la mejilla de su novio. Milo le sonrió y beso el dedo donde su novio se había cortado.

Cosas así lastimaban más al Leo, más aún le dolió ver que el pañuelo que le había dado a Camus termino en el suelo. Suspiro para sus adentros y entro nuevamente a la cocina.

—Vaya, al parecer no fue tan grave.—

—Si, lo siento Aioria... Era solo un pequeño corte.— Dijo Milo, apartándose de su pareja para darle espacio.

—Bueno que les parece si vamos a Rodorio por un desayuno? Yo les invito.—

La invitación la había agradado a Milo, pero Camus se molestó con el caballero de Leo, empezó a creer que este solo les daba esa invitación para molestarlo.

—Porque derrepente tanta amabilidad gatito?— Pregunta en un tono de broma el caballero de Escorpió.

—Que tiene de malo querer compartir un desayuno con mis mejores amigos?— Volvió a abrazar al escorpió y lo saco de la cocina, donde Camus terminaba de limpiar el desastre que causó. — Desde que revivimos, no pasamos tiempo juntos, además de que te fuiste por dos semanas.

—Tienes razón, Camus cariño, vayamos a desayunar con Aioria.— Dijo emocionado el escorpión.

—Estas seguro Milo? Pensé que estarías cansado después de tu misión...—

—Para nada, será mejor si desayunamos los tres juntos.—

Con eso dicho el caballero de Escorpió y Leo salieron del templo, con Camus detrás suyo, quien por dentro estaba nervioso e incómodo, no era tan agradable que su novio y amante estuvieran tan juntos, pensó que se había acostumbrado a esa cercanía, pero no era verdad, le daba miedo que Aioria mencionara algo de su relación. Por lo que a pasos temblorosos los siguió.

Los tres no tardaron en llegar a un restaurante rústico y agradable del pueblo, entraron y pasaron a sentarse en una de las mesas vacías.

—Haz estado callado desde salimos Camus, algo te molesta?— Pregunto el Leo, con una ligera sonrisa. Sonrisa que Camus deseaba borrar con un solo golpe.

—No, solo me molestó que en la mañana cierto gato entrará a mi templo.... Soy alérgico a esas cosas, la próxima no me molestaría botarlo a patadas de ahí.— Respondió con una sonrisa el francés, dando referencia al Leo para mandarle la indirecta de que estaba molesto con el.

—Debe ser el gato de Afrodita, hace dos días que se le perdió— Dijo el Leo sin preocupación alguna, captó la indirecta de su amante, por lo que solo le mostró una sonrisa. Estaría loco, pero le encantaba cuando su amante se molestaba.

—Afrodita consiguió un gato?— Pregunto con curiosidad Milo, uniéndose a esa peculiar conversación.

—Asi es cariño, aunque no es la gran cosa, es un gato muy sucio, te sugiero que no te acerques a ese animal o resultaras lastimado... está de más decir que es un salvaje— Ante lo último miro a Aioria con un brillo peculiar en sus ojos.

En esos momentos, el Leo no sabía cómo sentirse. Pues sabía que la descripción de ese "gato" era la suya.

—No le hagas a caso Milo, sabemos que Camus odia a los gatos. Su manera de describirlo es exagerada.—

—Creo que hay cosas más importantes de que hablar que un simple gato... Quiero comer.—

Con las palabras de Milo, rápidamente los caballeros cambiaron de tema, hablando de la misión de Milo y lo que supuestamente hicieron Camus y Aioria en su ausencia.

El desayuno de los tres transcurrió tranquilamente entre esas conversaciones. Camus ya se sentía tranquilo, pues nada de lo que hablaban daba lugar a malos entendidos. Luego de terminar su desayuno, los tres se dirigieron hacia el santuario, pero a mitad del camino había empezado una lluvia torrencial, para evitar mojarse se refugiaron bajo el techo de una casa y esperaron a que la lluvia culminará, aunque eso último parecía no ocurrir.

—No parecía que hoy iba a llover.— Comentó Aioria extendiendo su mano hacia la lluvia, viendo como en segundos se mojaba rápidamente.

—Y no podemos irnos simplemente? Una lluvia no puede detenernos.—Agrego Milo dispuesto a irse hacia el santuario, pero su novio le tomo de la mano para detenerlo.

—Acaso ya olvidaste que la última vez que saliste bajo la lluvia te enfermaste por más de dos semanas? No seas imprudente Milo. Es mejor esperar...—

—Ya estaba enfermo más antes, es por es que la lluvia empeoró mi condición... Pero bueno, es solo que estar aquí es aburrido.— Milo se resigno, y solo hizo caso a su novio, concentrando su mirada en aquel cielo nublado. Es cierto que estaba aburrido y su única distracción era ver la lluvia, estaba más concentrado en eso, que tardo en darse cuenta que su amigo se quitaba la casaca para dársela a su novio.

—Hace frío, tu también puedes enfermarte Camus...—

—Aioria no es necesario, de ser así tu también podrías enfermarte...— Por un momento Camus se alarmó ante ese amable gesto, tratando de devolverle la casaca a su amante.

La pequeña discusión no paso desapercibido por Milo, quien miro todo extrañado y una pequeña mala sensación lo invadió al ver lo unido que eran el Leo y su novio.

—Camus si tenías frío debiste decírmelo...— Rápidamente Milo también se quitó la casaca para dársela a Camus.

Y era justo para evitar esas sensaciones incómodas que Camus no quería compartir tiempo con su amante y novio.

—Porfavor ambos pónganse su casaca, no quiero cuidarlos cuando se enfermen...—

—La última vez que tú te enfermaste terminaste congelando medio santuario Camus, tu cosmo se descontrola cuando estás mal... De no ser por eso no te prestaría mi casaca.— Comentó Aioria, solo como una excusa para ocultar sus verdaderas intenciones, la cual era una cubrir la preocupación de ver al galo temblando de frío.

Además notaba que su querido amigo no hacía nada para ayudarlo, así que no le quedó de otra que ofrecer su casaca a su amante.

—Eso fue hace mucho tiempo! No volverá a ocurrir.— Mencionó el galo con un sonrojo en sus mejillas recordando la vez que se había enfermado. Pues era cierto lo que decía Aioria y no exageraba en nada.

—Es cierto... Nadie podía pasar por tu templo sin que terminara congelado... Es mejor que te cuides Camus...— Las palabras de Leo fueron confirmadas por Milo, quien finalmente le puso su casaca sobre la espalda de su novio.

Aunque ante eso Aioria no se quedó atrás, y puso su casaca sobre la cabeza del galo.

—Mejor prevenir que lamentar Camus, así evitarás enfermarte.—

Camus se había quedado sin palabras, temía que Milo malinterpretara las acciones de Aioria y tan solo pensar en eso hizo que la cabeza le doliera.

No era fácil soportar la atención que le brindaban, además se sentía mal de que así fuera, pues sentía que no lo merecía, menos cuando engañaba a su pareja.

—No debieron hacer eso...— El menor de los tres estaba apenado por todo lo que sucedía, mordió su labio por los nervios que sentía.

Tener a Milo a solas o Aioria era fácil, pues no debía preocuparse por tener que ocultar algo, pero ahora que los tenía juntos era diferente. Hasta las manos le temblaban pensando en que hizo mal en venir.

Pronto las voces de sus acompañantes se le hizo lejana, quiso salir de ahí cuanto antes, así que sin importarle la lluvia comenzó a caminar bajo ella. Queriendo alejarse de ellos. Aunque la vista también se le hizo borrosa, no avanzo mucho y termino por caer inconciente al suelo.

—Camus!— Tanto Aioria como Milo gritaron el nombre de su amado, corriendo a ayudarlo, algo confundidos y sin poder explicarse lo que había ocurrido.

Y es solo que la presión era demasiada para Camus y sobre todo la ansiedad que le causó estar cerca de ambos es lo que le causó ese colapso emocional.

Aunque Milo estaba preocupado, era Aioria quien lo demostraba más, pues sentía la culpa de que el había causado eso en el galo.

El caballero de Escorpió tomo a su novio entre sus brazos para cargarlo y lo llevo al santuario, siendo seguido por Aioria quien corrió detrás de él. Esperando que no fuera nada grave lo que pasaba.

Continuara...

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