Capítulo 11.
- ¿Cómo que el mundo que creer o que conozco no es como es? —Gritó Luisa—, ¿qué quieres decir?
- Verás, ese chico de ahí, el que acabo de matar —recalcó Adam—, no es una persona, era un demonio. No un demonio de esos que salen en las películas a los que hay que hacer exorcismos y las personas vuelven a ser normales; un demonio de verdad, que cobra forma humana, y se introduce entre la población.
- ¿Co-cómo es posible? —Luisa comenzó a llorar, todo era demasiada información para ella—.
- Tranquila, verás, pero también hay personas que luchamos contra ellos, nos llamamos los defensores del bien. Yo soy uno de ellos, además me encargo de proteger a los Elegidos. Y tú, Luisa, eres uno de ellos.
- ¿Una Elegida? ¿Qué es una Elegida?
- Verás, cuando naciste, tu madre creyó conveniente que te viera Luff, uno de mis jefes, para que te protegiera con la señal divina, sabía que eras valiosa; pero cuando llegaste a mi Comunidad, se dieron cuenta de que eras una Elegida, a partir de ahí todo lo que has hecho ha sido controlado, muchas personas de tu alrededor son protectores, aunque no lo sepas. Y yo, bueno, me han encargado ser tu protector.
- ¡¿Mi protec-qué?! ¿Tú vas a protegerme a mí?
- De hecho, lo acabo de hacer. —Rió Adam—. Y lo voy a tener que hacer mucho, me parece. —Guiñó un ojo—.
- ¿Y por qué quieren venir a por mí? ¿Por qué soy tan valiosa?
- Bueno, si caes en manos de "Él", el mundo podría ser destruido.
- ¡¿QUÉ?!
Luisa, no sabía lo importante que ella era en eso, no hasta ese momento.
- Pero tranquilízate, conmigo de protector, no vas a caer en manos de nadie, te lo garantizo. —Por primera vez, la sonrisa de Adam era sincera, y relajaba a Luisa—. Es mejor que te lleve a casa, venga, súbete a mi moto.
Luisa, con miedo, subió a la moto de Adam, y se puso detrás de él.
- Tendrás que cogerte bien fuerte si no quieres caerte. —Sonrío Adam con picardía—.
Luisa confió a Adam por la cintura, y noto sus abdominales debajo de la camiseta que llevaba, eso le gustó, y parece que a Adam también, ya que miro las manos de Luisa sobre su cuerpo y sonrió. Luisa se apoyó en su hombro, y sintió que era libre y que nada malo podía pasarle en ese momento.
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