#8

[Plantilla que se me perdió]

Damian abrazó sus rodillas mientras observaba fijamente al chico comiendo, no sabía que haría a continuación con todo lo que estaba pasando últimamente.

—¿Alguna vez te has enamorado? — preguntó en voz baja, no logrando ganar contra su curiosidad, Richard solía decirle que era natural debido a que aún no alcanzaba la adolescencia.

Tim dejó de comer por unos instantes antes de seguir, intentando ignorar aquella pregunta y hacer como si no lo hubiera escuchado, pero la mirada insistente en su persona era demasiada como para no mirar al niño.

—Si — susurró, incapaz de no responder una vez sus ojos hallaron los ajenos, y se sintió débil, porque no se creía capaz de no responder si Damian lo miraba de esa manera.

Se supone que él solo estaba jugando con Damian, buscando cualquier grieta para salir huyendo cuánto antes, pero ahora sentados uno frente al otro no pudo siquiera pensar en la idea de huir.

—¿Entonces por qué me dices que no me enamore? — Tim volvió a la realidad tras aquella pregunta, pasó su mirada de Damian al pan en sus manos.

—Justamente por eso, tengo experiencia en enamoramientos y son mejor evitarlos — le dió un mordisco al pan tratando de eliminar el nudo que empezaba a formarse desde su pecho. —El amor te consume, y te hace...preferir morir a estar lejos de esa persona.

Damian pestañeó lentamente, en su familia aún no había mujeres por lo que no había podido presenciar aún un amor como aquel, su padre estaba completamente centrado en su trabajo como sacerdote, Richard en seguir los pasos de su padre y Jason solo tenía una novia pocos días antes de dejarlas.

—Pero — antes de cuestionar algo más a su cabeza vino la razón por la que buscaban incansablemente al chico frente a él —¿Entonces tú mataste a alguien por la persona que amabas?

Negó con la cabeza, quería reír en serio, nunca se libraria de esa acusación, pero algo en su pecho deseaba que Damian supiera la verdad, él no era un asesino, pero no tenía caso intentarlo, Damian tenía los mismos pensamientos que los que en verdad eran asesinos.

—Hoy estás peculiarmente platicador — se burló empujando ligeramente el plato ya vacío.

—No estoy de acuerdo con lo que hiciste — susurró recogiendo el plato vacío del suelo, Tim ya se esperaba esa respuesta —Pero, si amabas tanto a esa persona no puedo juzgarte.

La expresión del mayor era completamente incrédula, viendo al niño salir de la habitación en silencio y algo lo impulsó, una fuerza de la que creía no poseer más, se levantó rápidamente y tomó el brazo ajeno, reteniendolo para que no se fuera.

—¿Pim? — el mayor ahora en verdad empezaba a creer que quizás los de la Iglesia tenían razón, y si estaba endemoniado.

—Yo lo amaba — susurró, como si quisiera que Damian le creyera, un susurro suplicante.

Damian miró su brazo aprisionado y luego al chico. Los ojos ajenos le recordaban al cielo despejado, con ese azul sereno que prometía calma tras la tormenta, como si en su mirada habitara todo el horizonte.

—Lo sé — sonrió divertido.

—¿Qué? — soltó incrédulo, bajando la mirada para encontrar los ojos chispeantes del niño. —¿No dirás que es asqueroso?

El moreno lo pensó ligeramente antes de encogerse de hombros —Es un pecado, pero me di cuenta de tus gustos cuando empezaste a...— sus mejillas se tornaron de un sutil color rosado  —coquetearme de esa forma tan vulgar.

Una risa genuina escapó de los labios del mayor mientras soltaba suavemente el brazo del niño.

—Cuando nos conocimos dijiste que era repugnante — le recordó entrecerrando los ojos con curiosidad.

—Sigues siendo una persona — respondió restándole importancia —Y la verdad no me importa más lo que te guste o no.

Porque había reflexionado sobre eso, no podía juzgar más a Timothy sobre su atracción hacia los hombres, no podía, porque si lo hacía estaría juzgando a Jason, y no quería volver a ver esa mirada de terror y dolor en los ojos de su hermano.

—Si te gustan los hombres...sigue siendo amor — estás palabras no eran tanto para el chico frente a él más bien eran para Jason, cada que recordaba el tema no podía evitar querer abrazar el corazón de su hermano mayor, intentar aliviar su dolor y angustia.

—Pff — empezó a reír aún más el chico teniendo que agarrarse del rostro para no empezar a carcajearse —Eres tan adorable.

Damian se avergonzó, sus mejillas tornándose completamente rojas llegando a cubrir desde sus mejillas hasta sus orejas, vista que hizo dejar de reírse al otro. El niño se dió la vuelta y salió del lugar a paso rápido, asegurándose de cerrar bien la puerta antes de huir.

—Él...— susurró perplejo, su vista fija en la puerta cerrada por la que había salido Damian. —Maldición...— rió nerviosamente sintiendo sus mejillas acaloradas.

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