FINAL

Al otro día fueron dadas de alta. Era gracioso que ellas hubieran tardado tanto en salir del hospital y Stefano pudiera andar de un lado a otro a pesar de estarse recuperando de una herida de bala. Pero su flamante esposo había arreglado todo para que ella no saliera hasta que estuviera completamente seguro que estaba bien. Lo vio acercarse con una leve cojera.

- ¿Aun te duele?

- Casi nada.

- Si hubieras descansado...

- ¿Para qué?

- Olvídalo. – suspiró ella.

- ¿Te despediste de Allison?

- Sí. – Le dijo con pesar. Su amiga regresaba a Florencia, aunque se verían en unas semanas en las Islas. Levantó la mirada y vio como Stefano la miraba con intensidad. - ¿Todo bien?

- Nos vamos hoy mismo a la Isla, tienes que descansar.

- Tenemos...

- Bien. Todo está listo.

Regresar a donde se había casado y pasado su noche de bodas produjo sentimientos encontrados en Jacqueline, por un lado se alegraba de estar allí con él y por otro su corazón le producía una especie de añoranza y melancolía por la incertidumbre de no saber si él realmente la amaba o sólo le tenía el cariño suficiente por ser la madre de su hija. Cierto que la había hallado y salvado, sabía toda la historia gracias a Allison y Máximo. Stefano había hecho hasta lo imposible por rescatarla, pero él era así. Nunca se daba por vencido y tratándose de la madre de su hija, mucho menos ¿era razonable pensar así? O es que estaba demasiado acostumbrada al hecho de que su matrimonio no era normal y sentía que era demasiado pedir que su felicidad fuera completa. Él la trataba como la cosa más preciosa del planeta, ella se sentía feliz pero también insegura, como si la coraza que siempre la resguardaba se negara a terminar de resquebrajarse. Lo amaba con locura, pero aún conservaba un pedazo de ese condenado escudo que la obligaba a contenerse para no demostrar su amor a riesgo de sufrir aún más. Abordó el helicóptero y al empezar el trayecto pensó y pensó hasta que el sueño y el cansancio de los últimos acontecimientos la vencieron. Despertó en una suave y enorme cama de sabanas blancas, del dosel ondeaban las cortinas que rodeaban la cama al compás del viento del mar, el murmullo de las olas la tensó de pronto.

Con esfuerzo se recordó que ahora estaba a salvo y no huyendo de un lunático. Seguro que Stefano había hecho que la llevaran a la habitación, una que le resultaba familiar pues ahí había pasado la luna de miel. Se sentó en la cama y estiró los brazos sintiéndose relajada y descansada. Tomaría un baño e iría a ver a Maddie.

Treinta minutos después se había duchado, visto a su hija en su cuarto durmiendo tranquilamente y buscado a Stefano que no estaba por ninguna parte y nadie sabía dónde había ido. Caminó hacia la playa y se recordó aquella mañana de su boda, conversando con Allison y salpicándose entre las olas, momentos antes de ponerse a jugar como un par de niñas, ella por fin le había confesado a Ally que amaba a Stefano. Horas más tarde había estado a punto de salir corriendo y de no casarse, pero él le había llamado por teléfono y usando todo su encanto, persuasión y demás, le había pedido por primera vez que se casara con él y es que nunca se lo había pedido, lo había exigido y eso era muy diferente. Así que ella había caminado hacia él totalmente enamorada y perdida en el encanto del momento. Esos días en la Isla Troyanos habían sido de los mejores de su vida. Después habían tenido sus problemas, pero de una u otra manera su amor por él no había menguado, si no más bien incrementado ¿Qué importaba si él no la amaba? La vida era un instante, y los sucesos recientes le habían demostrado que había que vivirla con honestidad y sin recelos, sin cobardía. Le diría que lo amaba, lo haría y se prepararía para lo peor, para no escuchar que él también la amaba, el amor de ella tendría que bastar por los dos, tenía que ser así. Al menos lo intentaría, sería sincera y así se quitaría esa carga de encima de una buena vez por todas.

- Aquí estás. – Lo escuchó decir. Ni siquiera se había percatado del sonido de sus pasos en la arena, tan absorta estaba en sus pensamientos. Quiso voltear y decirle simplemente: te amo, siempre lo he hecho. Pero no pudo. Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta como un odioso nudo. Sonrió en respuesta. - ¿Te sientes bien? Estás algo pálida. – Ella hizo un gesto con la mano indicando que estaba bien. - ¿Podrías decírmelo con palabras por favor? Estás empezando a preocuparme.

- Estoy bien. – Gracias a Dios, por fin las palabras habían salido, si bien no las que quería decir. Él tomó su mano y empezó a caminar con ella por la orilla de la playa.

- He de resultar fastidioso ¿verdad? – Le sonrió y ella sintió derretirse.

- ¿Por qué lo dices?

- ¿Por qué no puedo dejar de preocuparme por cualquier cosa respecto a ti?

- Lo encuentro... un tanto divertido, de hecho.

- ¿Ah si?

- Sí, pero sigue así un poco más y empezaré a gritar y tirar cosas. – Lo amenazó bromeando, afortunadamente empezaba a relajarse.

- Juro que tomaré en cuanta esa advertencia. – respondió él en el mismo tono de broma. – ¿Era cierto lo que dijiste en el hospital? – Dijo de pronto.

- ¿Exactamente que?

- Que nunca te apartarías de mí.

Ese maldito nudo volvió con todo y ella tragó saliva con fuerza. Pero asintió con energía.

- Te has vuelto muy callada ¿sabes? – Lo dijo con curiosidad. – Ese movimiento de cabeza significa que...

- Que sí. – Susurró ella.

- ¿Sí... que?

- Sabes a lo que me refiero. – Se soltó de su mano y avanzó hacia la casa, él la alcanzó en un santiamén, tomó su mano y la entrelazó con la suya.

- Necesito que lo digas.

- Pero si ya lo dije.

- Necesito oírlo con todas sus letras de nuevo...

- ¿Por qué? – Inquirió ella.

- Soy un hombre muy inseguro, debes darme seguridad.

- ¡¿Qué tú qué...?! – Se detuvo y lo miró con interés. – Deja de bromear Troyanos.

- Tú me conviertes en el hombre más inseguro del planeta porque no tengo idea de lo que pasa por tu mente, en el hombre más celoso y troglodita del mundo porque no quiero que nadie te vea con ojos de lujuria, ni siquiera de simple admiración, algo imposible siendo tan bella; porque también me has convertido en un tonto, río de la nada al recordar algo que me has dicho o que has hecho, porque a veces la sonrisa de estupidez no se aparta de mi rostro y eso es debido a que siempre pienso en ti. También soy un odioso pues no soporto la mera idea de que tú contemples el abandonarme, cuando estás en todo tu derecho de hacerlo. Puedo ser un asesino ya que mataría a cualquiera que se atreviera a ponerte un dedo encima. Soy un anticuado que preferiría mil veces que siempre estés en casa para mí y no trabajando en algún peligroso lugar del mundo donde te puede pasar algo y yo... tiemblo, créeme... tiemblo solo de pensarlo. Pero también soy tu victima...

- Yo... - ¡Dios! ese hombre sí que era capaz de dejarla en un estado cercano a la deficiencia mental. - ¿Mi victima? – Se centró en lo último, por que lo demás aún no lograba digerirlo en su totalidad.

- Eres una ladrona.

- ¿Qué te robé? – Él se dio la vuelta y quedó mirando hacia el mar, ella lo siguió, se puso frente a él y por primera vez en su vida lo vio tan vulnerable que quiso abrazarlo y no soltarlo nunca. - ¿Qué te robé? – Repitió ella.

- ¿No es obvio? ¿No lo ha sido siempre? ¿Es que todo el mundo lo sabe, menos tú?

- Eso me temo. –Él la miró con sorpresa cuando ella le respondió.

- Te has llevado algo que nunca pensé que alguien me quitaría - La tomó por los hombros y se inclinó hacia ella mientras hablaba. - Y lo más irónico es que no quiero que me lo devuelvas, tenlo contigo siempre porque nadie más podrá tenerlo nunca. Es tuyo ahora y siempre, quédate con mi corazón, te lo has robado, pero ahora te lo doy ¿Lo quieres, verdad?

No siempre es bueno llorar, no cuando una lo hace en un momento en que sería mejor hablar y no estar impedida de hacerlo por el llanto. Pero ella tenía sentimientos y muchos, un amor que la desbordaba, alivio, alegría, felicidad inmensa, sobre todo lloraba porque sabía que ahora ellos estaban en las mismas circunstancias.

- Estamos a mano Stefano Troyanos. Yo tengo tu corazón y jamás en la vida pienso devolvértelo y estamos a mano porque tú también tienes el mío desde hace mucho...

- Bien, por que no se aceptan devoluciones. – Le dijo riendo mientras le secaba las lágrimas. – Te amo Jacqueline Troyanos.

- Bueno, ahora lo sé. Gracias por decirlo.

- Lo mismo digo.

- Tardaste demasiado.

- ¿Qué? Pero si he dicho que contigo nunca se sabe además... - Ella lo calló con un beso no sin antes asegurarle lo mucho que lo amaba... - Se detuvo momentos después.

- Hay algo que debes saber. Yo... no puedo...

- Tú me bastas, con Maddie tenemos más que suficiente. Allison me lo dijo, no, no la mates, lo hizo porque te quiere muchísimo. Tú y Maddie son lo que más amo y lo único que necesito.

Ella intentó hablar, pero él la calló de la misma manera que ella lo había hecho con él hacia instantes. Una ola los salpicó y ambos rieron como locos. El mar siguió enviándole olas que ignoraron mientras seguían disfrutando del inicio de su nueva vida.


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