Capítulo 32
- ¿Hay noticias? – Preguntaba Allison con el miedo escrito en el rostro.
- No.- Fue la única respuesta de Máximo que lamentaba infinitamente haberla llevado, no sabían con exactitud quien era el loco que se había llevado a Jackie pero no había pedido dinero, ni nada más. Parecía un asunto personal y siendo como eran de conocidos y habiéndose ganado enemigos gratis, Allison también podía ser un objetivo. – Vamos a aterrizar, abróchate el cinturón yo iré a ver a la nena.
Una vez en Atenas, Allison sintió incrementar su tensión por mil, quizás era por la tormenta que los había recibido, pero al menos ya estaba allí. Quería ver a Maddie. Estrecharla en sus brazos, sabía que la pequeña no tenía idea de lo que sucedía, pero de alguna manera sentía que su presencia podría ayudar en algo. Al bajar del avión vio varias camionetas esperando en la pista. Ella vivía siempre rodeada de seguridad pero ahora veía todo un despliegue digno del presidente de algún país.
- ¿Qué es esto?
- Nuestro equipo de seguridad ¿Lo ves excesivo? – Le dijo Máximo.
- Un poco. – Admitió ella quien era resguardada por una enorme sombrilla lo mismo que Máximo y observaba como su hija era llevada de inmediato a una de las camionetas. Un hombre se acercó a hablar con él inmediatamente.
- Yo mismo iré en ese helicóptero. –Alcanzó a escuchar lo que decía su esposo.
- ¿La encontraron? – Preguntó con ansiedad.
- Eso parece, pero nadie se atreve a ir donde se encuentra por la tormenta. Stefano saltó del bote y nadó hacia la zona donde se vio a Jackie.
- ¡Oh, Dios! ¡que estén bien! Debe estar cansado de escucharme.
- ¿Quién?
- Dios, por supuesto. Le he rogado tanto.
- Iré a ayudarlos.
- Claro.
- Quiero que obedezcas en todo al personal de seguridad, recuerda que velan por ti y por nuestra hija. No hagas nada que pueda poner en peligro...
- ¡No haré nada, Max! Ve por Jackie y Stefano y por favor ten cuidado. – Máximo la llevó a la camioneta donde también estaba su hija y le dio un largo beso antes de cerrar la puerta. La camioneta avanzó llevando seguridad por todas partes. Al ver que tomaban un camino distinto preguntó al chofer. - ¿A dónde vamos? Este no es el camino a la mansión Troyanos.
- Vamos a un departamento propiedad del Sr. Troyanos. Ahí están su madre y su hermana también cuidando a Maddie y a la espera de noticias.
Cosa que ella había olvidado por completo, por supuesto que la abuela y tía de Maddie correrían para estar a su lado. Pero aunque lo hubiera recordado, ella aún estaría donde estaba ahora: dirigiéndose a ver a su pequeña sobrina y a la espera de Jackie. Al recordar no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.
La camioneta se detuvo, había un retén. Uno hecho por un solo hombre que vestía de policía pero que iba con una mascarilla. Su chofer lo ignoró y avanzó a pesar de las protestas del hombre que aporreó la camioneta con las manos con violencia. Los guardaespaldas que venían en la camioneta de atrás bajaron de inmediato y pusieron al tipo contra el suelo.
- ¿Por qué no lo sueltan ya? Es un policía ¿no?
- Dos bomberos secuestraron a la Sra. Troyanos, no nos fiamos de nadie. – Le contestó el chofer quien tenía una mano en el volante y la otra en la pistola que llevaba al cinto.
Allison se acercó al asiento de su hija con un ligero estremecimiento y besó su frente. Agradeciendo que al menos no se habían llevado también a Maddie cuando habían secuestrado a Jackie. Allison vio como soltaban al hombre después de comprobar que en realidad era un policía y las camionetas empezaron a avanzar de nuevo. Llegaron al departamento y fue recibida con abrazos y lágrimas por parte de Penélope y de Silvia quienes se veían de lo más acongojadas por lo sucedido.
- Todo estará bien. – Fue lo único que pudo decir. – Tienen que estar bien. – Repitió para convencerse un poco también ella. - ¿Dónde está Maddie?
- Dormida. – Le dijo la bella cuñada de Jackie, Penélope, limpiándose las lágrimas. – Ha hablado Mabel, vienen para acá.
- También Fabricio. – Añadió Silvia.
- Eso es bueno, la familia debe estar junta. No le he dicho a mis padres ni a los de Jackie, su padre no está muy bien de salud y todavía me resisto a avisarles, si le aviso a mi familia seguro que rápidamente mi madre se lo diría a la mamá de Jackie. Pero espero poder hablarles pronto para darles buenas noticias. ¿puedo ver a Maddie?
- Claro, está en el cuarto rosa. Lleva a tu nena que parece estar a punto de caerse de sueño. La cuna es lo suficientemente grande para las dos. – Allison colocó a su hija que se llamaba justo como su amiga y hermana del alma, al lado de Maddie. Al verla tan inocente y tan preciosa allí dormidita se le hizo un nudo en la garganta. Al volver a la sala, vio el ceño fruncido de la suegra de Jackie.
- ¿Qué pasa Silvia?
- Debido a la seguridad están reteniendo a uno de mis empleados de confianza a quien mandé por cosas de Maddie.
- Yo iré por ellas, no te preocupes ¿cómo se llama él?
- Will.
- No vayas tú, desde aquí daré la orden de que lo dejen subir. – Dijo Silvia. Dicho eso lo intentó pero le respondieron que nadie podía subir bajo orden expresa de Máximo. – Parece ser que estamos fuertemente resguardadas.
- En ese caso bajaré tal como te dije. La nena necesita sus cosas.
- Ya tomó su biberón. Mejor descansa y si necesitamos algo entonces bajas. Hablaré con el jefe de seguridad y le pediré que le diga a Will que espere.
Allison se sentó en el sofá al lado de Penélope que parecía perdida en su mundo.
- Ellos estarán bien. – Le dijo con un susurro tembloroso. Ella era fuerte pero ahora mismo se sentía débil y sobre todo terriblemente asustada de no volver a ver a Jaquie nunca más...
*******
Stefano siguió corriendo como si su vida se fuera en ello, y en cierto modo así era. Sin Jaquie la vida no tendría sentido alguno, Maddie tendría por padre a un fantasma, estaba seguro de no volver a ser el mismo si ese maldito le arrebataba a su esposa. Faltando poco para llegar, sentía que todos los músculos eran aguijoneados por el esfuerzo. El haber nadado entre las olas con el mar enfurecido le había mermado las fuerzas. En eso oyó un grito, era ella, su cuerpo reaccionó olvidando todo. Oyó algo rompiéndose, lo oyó a él insultándola, siguiéndola y gritando que era suya, que Su Jaquie, su esposa, era suya. Fue ahí cuando vio todo en color rojo por la furia.
Jaquie había despertado en cuanto Oscar la había arrojado al colchón sucio que ya le era familiar. Había sentido sus manos intentando desgarrarle la ropa y ella había gritado para después con todas sus fuerzas, las que le quedaban, lo había empujado haciéndole caer.
- ¡Maldita!
- ¡Aléjate de mí!
- Nunca... Eres mía. – Se acercó y ella le lanzó una destartalada silla. Escuchó su risotada cuando la esquivó.
- Si me tocas, te mato. Lo juro.
- No podrás hacerme nada. Acepta lo inevitable.
- Él te matará. Eso si que lo sabes. Te encontrará hasta el fin del mundo si es necesario y te matará. Lo hará si me haces algo. Te acabará y lo hará de la manera más cruel posible.
- ¿Quién? – Se burló.
- Yo. – Esa única palabra fue acompañada por el ruido de la puerta abriéndose y azotándose con fuerza, entró viento y lluvia, el estruendo de las olas y de los rayos crepitó entre ellos, pero el sonido de esa voz llegó fuerte y claro y de inmediato se le saltaron las lágrimas. Era él, había llegado allí, por ella. Cuando ya había dado por terminada su vida en ese planeta. Sabía que sería vengada pero no que viviría para verlo a él de nuevo. La figura de Stefano apareció contra el marco de la puerta, alto e inmenso aunque aun en la oscuridad y sintió satisfacción al ver la cara de Oscar con lo más parecido al temor. Lo vio llevarse la mano hacia atrás buscando la pistola, al no encontrarla corrió hacia una esquina y abrió una caja de zapatos para luego sacar una pequeña pistola y apuntar hacia ella.
- Tú te mueves y la mato. – Anunció sin dejar de apuntarle.
- ¿Cómo rayos no la vi antes? – Susurró Jaquie.
- Tú le disparas y morirás horriblemente. – Dijo Stefano acercándose. La débil luz de la casucha iba y venía a convenir de los rayos, por fin ella lo vio claramente y reprimió el deseo de lanzarse a sus brazos y llorar como una niña.
- ¿Maddie...? – Preguntó ella sin emitir sonido, solo moviendo los labios.
- Está bien, la verás pronto. - Le dijo con una sonrisa tranquilizadora que ocultaba su furia al verla malherida. Ella asintió por que no pudo decir nada más.
- Todo esto es tierno, en serio. Pero mucho me temo que aquí se acaba todo.
- ¿Y como planeas terminar con esto? – Preguntó Stefano a distancia prudente todavía de Jaquie.
- Tú te mueres, ella se va conmigo. Quizás vayamos por la niña, aún no lo sé. No quiero con nosotros a la hija de otro hombre. Pero, si eso le complace a ella...
- Compláceme muriéndote. – Espetó Jaquie con veneno.
- Ya aprenderás a quererme.
- El que no saldrá de aquí eres tú ¿Qué rayos quieres? ¿Quién eres? – Stefano intentó dar un paso más y se quedó en su sitio al ver como él apuntaba a Jaquie directo a su cabeza.
- Si no es mía, no es de nadie.
- ¿Qué quieres? – repitió la pregunta.
- ¿No es obvio? A ella, la quiero a ella. No te ha dicho quien soy ¿verdad? Nunca te lo ha dicho... pequeña mentirosa.
- No eres nadie, nada digno de recordar. – Dijo ella.
- ¡Cállate! ¡Cállate, te tragarás todas tus palabras!
- No la tendrás nunca, no pienso mentir ni jugar al psicólogo contigo, de aquí no sales con mi esposa, te lo juro. – Dio un pequeño paso, casi imperceptible.
- Ya me has arruinado lo suficiente la existencia, déjanos en paz.- Dijo ella.
- Claro que saldré de aquí con ella Troyanos, ya he tenido éxito antes con ustedes dos, te creíste que ella te había engañado hace años ¿verdad? Yo era el que estaba ese día en la habitación del hotel, un cruel giro hizo que ella se me escapara de las manos esa vez, pero no permitiré que vuelva a ocurrir. – Diciendo eso, caminó rápido hacia ella y tomándole del brazo la puso a su lado con fuerza, Stefano viendo eso fue hacia él, Oscar le apuntó y disparó, un trueno retumbó en ese momento uniéndose al sonido del disparo, Jaquie gritó al verlo caer, no pudo más y cayó de rodillas intentando acercarse a Stefano que seguía en el suelo, las carcajadas de Oscar no dejaban de escucharse al mismo tiempo que le impedía acercarse a su esposo y la levantaba del piso.
El Jefe de seguridad de Stefano y lo demás estaban a pocos metros de la costa, tenía varios minutos que habían visto correr a Stefano por la playa, todo indicaba que no solo había llegado a salvo sino que había visto a Jacqueline y seguramente a su captor.
- Podemos hacerlo.- Gritó a los demás. Sacando fuerzas de casi nada intentaron nuevamente llegar a la costa. Parecía imposible pero lo intentarían, no había muchas opciones.
- El helicóptero va despegar. – Llegó esa frase entrecortada a través de la radio.
- ¿Quién piloteara? – Preguntó de inmediato.
- El Sr. Vecchio...
- Intentaremos llegar a la costa...
- Yo misma te mataré. – Le gritaba Jaquie a Oscar en una mezcla de pánico por Stefano, furia y lágrimas. De un bofetón la lanzó al piso para luego abalanzarse sobre ella y lograr esta vez abrirle el vestido en dos dejándola sin nada. Esta vez si lograría su cometido, simplemente pidió que todo acabara pronto.
Lo sintió encima de ella y las nauseas revolvieron su estomago. La única barrera era su ropa interior, la cual no tardaría en ser rasgada y desechada. Las sucias manos de Oscar intentaron quitarle el sujetador, débilmente ella se resistió, justo cuando daba por perdida definitivamente la batalla, vio como Oscar era levantado por detrás para luego ser lanzado por los aires. Se incorporó rápido viendo con asombro como Stefano no solo estaba de pie si no que parecía estar bien. Corrió a abrazarlo. Él la estrechó con tanta fuerza que le sacó el aire de los pulmones.
- ¿Estás bien?
- Sí.
- Pero si vi que te dio. – con las manos buscó la herida, él la detuvo.
- ¿Tú estás bien? – le dijo apartándola para inspeccionarla como a una niña.
- Espera. – Ella intentó que parara, pero él seguía buscando sus heridas y gruñendo cada que encontraba una, lo que era cada dos segundos aproximadamente. – La pistola ¿dónde está la pistola? – Eso hizo que parara por fin, vio a Oscar que seguía noqueado en un rincón, se quitó la camisa y se la puso a ella. Buscó el arma sin éxito ya que la luz seguía yendo y viniendo. Cuando se dirigía a buscar donde estaba el tipo, se detuvo al escuchar lo que ella dijo.
- Aquí hay sangre. – Dijo ella viendo la camisa que traía puesta. - ¡Maldición! ¿dónde te ha dado?
- Estoy bien. – Dijo él acercándose a ella.
- No lo creo. Quiero ver.
- Créeme, fue solo un rozón. Me quedé aturdido pero no lo suficiente como para no reaccionar después... - calló al ver como se le resbalaban las lágrimas a ella. – Cariño, ¿Qué pasa?
- Pensé que estabas muerto.
- No lo estoy.
- ¿Imaginas lo que sentí?
- Sí. Lo mismo que yo al pensar que no volvería a verte, yo...
- ¿Buscaban esto...?
- ¡Maldición! – Siseó Stefano, había cometido un error fatal, había estado más preocupado inspeccionándola a ella, cosa que podía haber pospuesto por unos minutos en los que iba hacia ese desgraciado y lo fulminaba de una vez por todas. De inmediato la puso detrás de él.
El tipo estaba sentado y no parecía haber recobrado todas sus energías, pero sí que apuntaba con decisión el arma hacia ellos. La luz se fue y esta vez no regresó, perfecto pensó Stefano. Sacaría a Jaquie de allí. De pronto no la sintió detrás y se tensó de inmediato. Escuchaba el sonido de pies arrastrándose, se resistió a llamarla, eso solo provocaría que fuera un blanco fácil y ese idiota se la llevara fácilmente. Dios, no permitas que la pierda, rogó en su interior.
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- Es una locura Señor Vecchio. – Le decía el Jefe de policía a Máximo quien se disponía a pilotear el helicóptero. – Es casi un suicidio.
- Tendré cuidado.- Le dijo tranquilamente. La policía no tenía mucho de haber llegado y él hubiera despegado desde hacía minutos si no fuera porque se lo habían impedido. Ya sabían que Jaquie y su captor estaban en la zona, y que Stefano había logrado llegar allí, pero sin un arma, estaba claro que dos de las personas que más le importaban estaban en peligro y él no iba a quedarse de brazos cruzados. Además Allison nunca se lo perdonaría.- Lo siento, pero no hay nada que pueda hacer para impedirlo. – Dicho eso fue hacia el aparato.
- Esos dos están locos de remate, uno se aventó a un mar totalmente furioso por la tormenta y logró llegar a la costa y este piloteara en medio de la tormenta. – Comentó el Jefe de la policía a otro.
- Hay un margen grande de que lo logre, sé que es un avezado piloto.
- Eso espero.
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- Ven aquí... - Canturreaba ese maldito bastardo llamándola a ella. – Te encontraré y lo encontraré a él, lo mataré... esta vez no fallaré. – Stefano esquivó al tipo gracias a que había hablado, la oscuridad era total, ya que la puerta se acababa de cerrar por el viento. – Jaquie... Jaquie... - Susurraba de manera psicótica.- ¡Aquí estás! – Proclamó con triunfo en la voz y Stefano estuvo a punto de maldecir en voz alta. – Oh, era una silla... pero estoy cerca ¿verdad? – Stefano agradeció que Jaquie aún no había sido atrapada. La luz volvió y lo hizo sin debilidad esta vez, con asombro vio a Jaquie en una esquina.
- La que encontró aquí fui yo. – Le dijo. Oscar se quedó paralizado al verla.
- ¡Baja eso! – Le gritó.
- Tenía la esperanza de que hubiera otra pistola en la caja y mira que sí. – Jaquie le apuntaba sin vacilar con otra pistola. – Si no disparé es por que tenía temor de que la bala no fuera para ti.
- Entonces moriremos los dos. – Los tres estaban en cada una de las esquinas de la casucha.
- Jaquie ven aquí. – Dijo Stefano con voz tensa.
- No.
- ¿Qué? No seas necia, maldita sea.
- Sal de aquí.
- ¿Estás loca?
- No quiero que te dispare.
- ¡Ven aquí! – Exigió con desesperación.
- ¿Sabías querida que esa pistola está descargada?
- No te creo. Gritaste que bajara el arma en cuanto me viste.
- Solo para darte valor y divertirme. – Le dijo sonriendo diabólicamente. La sonrisa se le borró en cuanto ella apretó el gatillo sin vacilar. Lo hizo una y otra vez rogando por que hubiera una sola bala, pero no era así.
- ¿Ahora me crees? La única pistola que funciona está en mis manos. – Jaquie le lanzó el arma a la cabeza y corrió hacia Stefano quien de inmediato puso su cuerpo como escudo para protegerla. La luz decidió irse de nuevo dándoles una pequeña ventaja, un disparo rasgó el aire de nuevo.- ¡Los mataré! – Gritó Oscar. Ella sintió que Stefano la apartaba.
- ¡Sal de aquí! ¡Busca la salida y esta vez hazme caso! – A trompicones y palpando la pared encontró la puerta la abrió y una ráfaga de lluvia y viento le azotó la cara, avanzó lentamente resistiéndose a irse. Dio solo unos pasos y volteó hacia la casucha debatiéndose entre entrar o no, pero sabía que de nada serviría. Todo estaba en manos de Stefano. Pero la sola idea de perderle, le hacía querer gritar de pánico y dolor. Más disparos se escucharon y ella tembló como una hoja tapándose la boca para no gritar. El sonido de un helicóptero se hizo oír a pesar del ruido de la tormenta y le pareció ver algo en la oscuridad, luces parecían ser ¿ayuda, quizás? Gritó esperando ser oída, lo hizo con todas sus fuerzas y de pronto unas sombras empezaron a avanzar hacia ella. y ella rogó con toda su alma que no fuera demasiado tarde.
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