Capítulo 30

A muchos kilómetros de allí, Allyson aventaba ropa frenéticamente a una maleta mientras lloraba y discutía al mismo tiempo con Máximo. La imagen hubiera sido de risa de no ser por las razones que la tenían así.

- No irás a ningún lado. – Le decía él tratando de hacerla entender.

- ¡Estás loco, completamente loco si crees que me quedaré aquí de brazos cruzados!

- ¿No entiendes que no es seguro que vayas a Atenas en este momento?

- ¿Y por qué no? – Gritó.

- Porque tu mejor amiga está secuestrada por un loco y porque no la ayudarías en nada corriendo con la misma suerte.

- ¡Pero tú si irás! – reprochó ella.

- Por supuesto que lo haré y pondré todo de mi parte para ayudar a Stefano a encontrarla. Pero, si tú vas me mantendrás preocupado y no podré concentrarme ni ayudar como debe ser. Quiero a Jackie y lo sabes, haré de todo para que la encontremos, pero cariño tú debes quedarte. – Stefano le había mandado un mensaje diciéndole lo ocurrido y ahora lamentaba habérselo dicho a Allyson.

- No puedo quedarme esperando aquí, sintiéndome tan desesperada y con tanto miedo por ella, si le pasa algo... – Sollozó intentando controlar el llanto, pero no lo consiguió cuando él la abrazó. – Te prometo lo que quieras, no iré a ninguna parte, no saldré de la casa, además alguien tiene que ver a Maddie.

- Tiene su niñera.

- ¡Pero no es lo mismo!

- ¿Prometes que harás todo lo que te diga? – Dijo él claudicando con un suspiro resignado.

- Lo prometo. – Respondió Allyson sintiéndose ligeramente aliviada.

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- Pero... ¿cómo? Tú... ¡estás muerto! – Decía Jackie a su captor.

- ¡Por poco lo estuve y tú tuviste la culpa, tú eres la culpable! – Gritó enfurecido.

- ¿Qué quieres, que rayos quieres? – Respondió Jaquie de la misma manera.

- ¿Qué no es obvio? A ti, te quiero a ti.

- Estás muerto, estás muerto. – Se repitió ella como si con eso pudiera alejarlo y despertar de esa pesadilla.

- Sobreviví al maldito accidente que tú provocaste.

- ¡Yo no choqué el auto! Eras tú el que huía como loco después de intentar violarme.

- ¡Cállate! – Gritó furibundo.

- ¿Por qué me haces esto Oscar? ¡Somos familia por todos los cielos! – Intentó apelar a su corazón.

Jaquie se llevó las manos a las sienes, intentando calmar el punzante dolor en su cabeza. No era posible lo que estaba viviendo se repetía una y otra vez, Oscar había huido después de haberla atacado, había querido violarla. El auto había explotado según los reportes de la policía, él había sido declarado muerto. El hombre que por poco le arruina la existencia había vuelto y más psicópata que nunca.

- ¿Familia? Estás mal querida, no somos eso, fui y soy un ferviente admirador y ahora seré tu dueño, olvídate de la vida que llevaste hasta ahora porque eres el juguete de un millonario ¿verdad? Te dije que solo servías para eso, para ser el delicioso y bello juguetito sexual de alguien. Una zorra, ahora serás mía únicamente – Claro que se lo había dicho infinidad de veces, había sido un terror su vida cuando siendo adolescente él había llegado a vivir a su casa. De cariño filial él no tenía nada hacia ella. Ser primos no había significado nada. Únicamente había enardecido sus deseos perversos. El que los padres de Jaquie se hubieran pasado en el Hospital por la mala salud del padre de ella, no había ayudado para nada, Oscar había tenido todo a su favor. Cuando por fin estuvo a punto de conseguir su propósito, se había salvado por muy poco, y él en su huida había caído con todo y auto por un barranco o eso es lo que había dicho la policía. – Dale gracias al cielo de que no haya muerto. Fingí mi muerte, salté antes de que el auto se cayera, quedé en mal estado. Pero sobreviví y juré que volvería por ti.

- No soy tuya. Maldito seas ¡Ojala y hubieses muerto!

- ¡Qué te calles! – Le dijo con furia y ella se estremeció de aprensión. – Harás lo que yo diga si no quieres que tu adorada nena pague las consecuencias.

- No... - Jaquie se tragó el nudo de lágrimas que se le formó en la garganta.

- ¿Qué has dicho? – Se acercó él.

- ¿Dónde está mi hija?

- Con su padre seguramente, por ahora no va con mis planes. Pero te aseguro que así como te pude conseguir a ti, siendo tan fuertemente custodiada, podré llegar a tu preciosa hija si me obligas a ello.

- Haré lo que digas. – Dijo Jaquie de inmediato ahogando el alivio al saber que su nena estaba con Stefano, aunque ella no estaba segura de salir bien, Oscar no era el de hacía diez años, el muchacho que podía tener a raya, ahora era un hombre y uno grande y fuerte, sabía que no iba a ser tan fácil salir de esa situación, menos en las condiciones en las que se encontraba físicamente.

- Así está mejor. Ahí tienes lo necesario para limpiarte. – Señaló un cubo de agua que había sobre una silla, encima de la misma había ropa. – Ponte esa ropa también. Vendré por ti en unos minutos. - Se fue, cerró la puerta dejando la luz del foco que iluminaba por completo la habitación.

Jaquie todavía se sentía mareada por el golpe y por lo que acababa de descubrir. Por ahora no le quedaba más remedio que seguirle la corriente a Oscar, pero tenía que encontrar la manera de escapar. Su hija estaba a salvo y dudaba que Stefano estuviera confiado, seguramente Maddie estaba mas que bien vigilada y él estaría buscándola, lo sabía con todo su corazón, con toda su alma sabía que así era. Se levantó con dificultad, maldijo lo débil que se sentía ya que ella era perfectamente capaz de dejar a un hombre como Oscar fuera de combate, pero no se sentía ni siquiera con la fuerza suficiente para darle un solo golpe. Observó la habitación, era un cuarto sin ventanas, solo la puerta era la vía de escape. Fue hacia el cubo de agua y se lavó la cara, su pelo estaba enmarañado, sucio y con sangre ya seca, a pesar del dolor en la sien, se lo lavó como pudo y se lo secó con una toalla que estaba allí. La ropa consistía en un sexi vestido color escarlata, se quitó la ropa que traía con rapidez para que Oscar no tuviera tiempo de hallarla en ropa interior y se puso el vestido. No le sorprendió que fuera de su talla, un maniaco como él sabría con exactitud cual era. El vestido se le pegó al cuerpo destacando cada curva llegándole a medio muslo, el escote era inmenso, casi parecía que se caía del vestido. Sus senos quedaban bastante expuestos. Se sintió vestida como una prostituta. Bajo la ropa había un par de zapatillas de tacón altísimo y delgado, se las puso y enseguida se sintió mareada al intentar estar en pie. La puerta volvió a abrirse, de inmediato se puso tensa. Lo vio entrar dirigiéndole una mirada abiertamente lasciva, empuñaba una pistola. Moriría antes de dejarse tocar por él, juro en silencio. Stefano apresúrate amor. Imploró en su mente.

- Tú y yo vamos a dar un paseo.- Le anunció.

- ¿Es necesaria la pistola?

- Conozco de primera mano tus habilidades para defenderte, no me arriesgaré esta vez. Aunque no soy el único que sabe de lo que eres capaz ¿cierto?

- No sé de qué hablas. – Dijo confundida.

- Vi todo el despliegue que le hiciste a Troyanos hace tiempo aquí en Grecia y poco después eran inseparables.

- ¿Me estabas siguiendo? – Su pregunta estuvo llena de asombro mezclado con furia y por supuesto pánico al comprender que hacía mucho tiempo que él la observaba a la espera de capturarla.

- Después del accidente, radiqué en Portugal un tiempo, hasta que me sentí con fuerzas suficientes para ir por ti, pero tú ya habías adoptado la desagradable costumbre de viajar por el mundo. Debo admitir que te perdí la pista mucho tiempo y mientras conseguía el dinero necesario para seguirte pasaron muchos años, hasta que por fin te localicé y adivina donde... aquí mismo en Atenas. Iba a llevarte conmigo, no fue fácil hallar el momento ya que te la pasabas con el estúpido de Troyanos, hasta que me decidí a entrar a tu habitación del hotel una noche pero cual fue mi sorpresa al ver que no estabas, tocaron a la puerta y al escuchar que era Troyanos... hice algo que me llenó de satisfacción... le dije que era tu amante y se lo creyó todo.

- Fuiste tú...

- Después de eso, ya no pude hacer nada pues llegó tu querida amiga. Cuando supe lo que había pasado con tu querido Troyanos fue casi una compensación.

Lamentablemente te perdí la pista de nuevo, hasta que cometiste el fatal error de hacerte una figura pública al casarte con tu magnate griego. – La tomó de la mano y la arrastró hacia la salida. Era una pequeña casucha cerca del mar. Se oía el sonido de las olas al romper en la playa – Vamos a festejar nuestro reencuentro, el cual esta vez será eterno. – La llevó por un sendero, caminaron unos diez minutos, ella lo hizo con suma dificultad por los tacones, por lo cual casi era arrastrada hasta que llegaron a un sitio bajo unas palmeras y desde donde se divisaba el mar, pero la noche no estaba cooperando con el plan de Oscar, no había luna y algunos relámpagos se dibujaban en el horizonte, la brisa anunciaba una tormenta. Había una mesa dispuesta para dos, las velas estaban apagadas debido a la brisa que por momentos se convertía en un suave viento. La sentó casi aventándola hacia la silla.

- ¿Cómo lograste que te perdonara, eh? No, no me digas... una zorrita como tú debe tener cientos de trucos bajo la manga ¿no? – No parecía querer dejar el tema.

- Se dio cuenta que todo era un error. – le respondió ella recuperando un poco de su espíritu.

- ¿Ah si? – Fue la respuesta cargada de ironía y sobre todo de furia latente.

- Por supuesto.

- Ahora me dirás que te ama.

- No me importa si no lo hace. Yo lo amo y eso es más que suficiente.

- Me temo que no querida, porque ahora al único que amaras, será a mí. – Se acercó a ella y sujetándola por el pelo la besó haciéndole daño porque ella no abría la boca, le mordió el labio logrando que sangrara. Ella escupió en cuanto la soltó ganándose una bofetada de él en respuesta.

- No voy a hacer lo que tú quieras. – Le dijo Jaquie mirándole con ojos brillantes de furia y levantándose de la silla.

- Claro que sí. – Le apuntó con el arma y Jaquie no se inmutó. – Te prefiero muerta antes de que vuelvas a ser de él. Siéntate, dispararé... lo sabes - Jaquie se sentó sin dejar de mirarlo con la misma emoción asesina en los ojos. – Mucho mejor. – Rió él y se sentó frente a él. - ¿Quieres saber quien me ayudó en la encantadora tarea de capturarte?

Jaquie recordó que habían sido dos hombres los que los habían interceptado. No preguntó nada, sabía que Oscar le diría todo. Estaba demasiado engreído con lo que había logrado.

- Un amiguito tuyo o mas bien un enemiguito tuyo. Lo convencí de esto porque él también saldrá ganando. No fue difícil hacer que se uniera a mi plan, llegué a saber de su fallido intento por lograr algo que se parecía a lo que yo quería lograr.

- No tengo una maldita idea de quien pueda ser. – Ella no había acumulado un solo enemigo en su vida, a excepción del maniático que tenía enfrente.

- Me ayudó de mil amores, claro que lo que le ofrecí no tiene precio para él. De hecho nos identificamos ¿sabes? Tenemos los mismos objetivos, los mismos... ¿Cómo decirlo? ¿gustos? – Y empezó a reír burlonamente.

Una risa proveniente de las sombras se le unió.

- ¿Hace cuánto que estás allí? – Le preguntó Oscar al dueño de la risa.

- Lo suficiente. – Fue la respuesta del hombre. La voz le pareció familiar pero ella no la identificó al instante. El hombre salió de las sombras y por tercera vez esa noche se encontró frente a algo totalmente inesperado. - ¿Que tal Jacqueline?

- William...- Una ráfaga de horror y desesperación la atravesó.

- ¡Oh, esto es genial! No sabes cuanto deseo que tu amiguita llegue a Atenas y finalmente ella y William estén juntos. – Dijo Oscar y ella sintió una garra enorme y fría arrancarle la columna. Estaba frente a un par de maniáticos y ahora Ally estaba en peligro.

- Allyson no vendrá. – Fue todo lo que pudo decir, se sentía nuevamente paralizada. No vengas, no vengas, rogó por dentro y una lágrima amenazó con escapársele, luchaba con todas sus fuerzas para no darles la alegría de verla derrumbarse.

- Claro que sí. – Le dijo William. - ¿Crees que no lo sé? Sabía que si algo te pasaba a ti, ella vendría contra viento y marea. Te quiere como si fueras su maldita hermana.

- No está sola. Máximo te matará, realmente lo hará e impedirá todo lo que tu perversa mente tiene planeado.

- ¿Así como Stefano impidió que algo te pasara? – Estalló en crueles carcajadas junto con Oscar.

William había planeado hacía unos años una tremenda trampa para Allyson, y logró por un tiempo que Máximo creyera que Allyson le había sido infiel con él. Al igual que Oscar con ella, William estaba obsesionado con Ally y la deseaba más que a nada en este mundo. Todo se había arreglado y habían desenmascarado a William, ella de hecho le había dado una paliza, William había ido a la cárcel y se suponía purgaba muchos años por delitos que había cometido en su pésimo manejo de una sociedad destinada a las artes. Máximo no ocultaba su deseo de acabar con él, solo Ally había logrado hacerlo desistir, está en la cárcel ahí pagará lo que nos hizo, solía decirle Ally a Máximo. Pero el caso es que ahora no estaba en ninguna cárcel.

- Después de conocer la historia de mi querido amigo William, sentí la necesidad de ponerme en contacto con él. No todo mundo sabe lo que hizo, pero yo lo supe por que intentaba seguirte la pista y ahí fue cuando me enteré del amor fallido del pobre Will. Y ¿sabes? Eso de fingir muertes no es tan complicado. Provocamos un incendio en la prisión e hicimos creer que William había muerto en el. Pusimos a otro pobre diablo en su lugar. –El tipo de delito de William lo había dejado en una cárcel de mínima seguridad, aunado al hecho de que aún no lograban su extradición a Italia, una cárcel abarrotada y con poca vigilancia no necesitaba de mucho para ser burlada.

- Genial ¿no crees? – Sonrió abiertamente el aludido. – Ahora hemos cumplido el sueño de Oscar, falta el mío.

- Se van a pudrir en...- Empezó ella.

- ¿En el infierno? – Se burló William.

- No, no sé como pero se pudrirán aquí mismo. Tanto que desearán no haber nacido.

- Que miedo. – Se burló de nuevo. El viento se incrementó al igual que los relámpagos. – Te dejo amigo, que disfrutes de tu chica y de tu noche. Mañana seguramente estaré en las mismas condiciones que tú. El vino y la comida están en esa canasta bajo la última palmera. Me voy a nuestro peculiar centro de operaciones. – Dijo refiriéndose a la casucha donde la habían tenido.- Arreglaré el cuarto así como me has dicho para que disfrutes a plenitud la noche. – Añadió con una sonrisa perversa para después alejarse.

- Ve por la canasta. – le ordenó Oscar, ella fue pensando con frenesí en como salir de allí y sobre todo como advertir a Allyson. Casi quería hincarse y rogar por que ella no hubiese cumplido con ir a verla a Atenas. Máximo siempre la tenía protegida, pero aún así no podía evitar pensar que podía pasarle lo mismo que a ella. Las cosas no podían ir peor.


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