Capítulo 3

Lo de Oscar había sido duro y ya estaba superado ¿Cómo era posible que con Stefano no pudiera? Por que a Stefano lo amaste, le dijo una vocecita interior que acalló con presteza. Y a Oscar lo detestabas le dijo la misma voz.

Oscar había sido una dura lección de la vida y le había quitado la felicidad por un tiempo. Ally su amiga inseparable estaba muy lejos, con sus padres en algún rincón del planeta cuando aquello sucedió. Jaquie tenía 16 años, su padre estaba muy enfermo y su madre se la pasaba en el Hospital con él. Ella se quedaba en casa con el Sr. Laroche y su esposa que trabajaban en casa de sus padres desde que ella tenía memoria, su madre era francesa y los Laroche la querían mucho, al casarse con su padre que era español, los Laroche se habían ido con ella a España.

Oscar era sobrino lejano de su padre y llegó en esa temporada a pasar un tiempo con ellos. Era tres años mayor que ella y desde que la vio se dedicó a lanzarle miradas cargadas de lujuria y a rozarla de manera supuestamente accidental, hasta que un día la acorraló en el pasillo y ella furiosa lo abofeteó, no iba a permitir aquello.

Valiéndose de su encanto fingido y de que sus padres se hallaban más en el Hospital que en casa, la situación no había mejorado al pasar los días. No había querido mencionarlo a los Laroche por que pensaba que podía sola con ello y a sus padres menos pues suficientes preocupaciones tenían, ese fue un grave error.

El comportamiento de su primo empezó a rayar en lo obsesivo y llegó a atemorizarla, se sentía acechada, perseguida y sobre todo humillada. Se juró no permitir que la usaran nunca mas, que no permitiría eso nunca jamás.

Físicamente él no era muy fuerte y ella que ya entrenaba defensa personal en parte por él, podía frenar sin problemas sus avances. Todo cambió cuando él empezó a drogarse, eso lo volvía más peligroso y más fuerte. Casi logró su objetivo de violarla si no hubiera entrado en ese momento el Sr. Laroche a casa ese día. Lo molió a golpes y Oscar salió arrastrándose de la casa, tomado un auto de su padre y salido a toda velocidad. Horas después les informaron que se había matado al caer de un barranco y así había terminado su principal pesadilla.

Eso estaba mas que olvidado pero Troyanos era otra cosa. Ese primer día en Grecia no sabía que sin querer había fotografiado al magnate Stefano Troyanos, uno de los solteros más asediados del planeta con todo lo necesario y más para enloquecer a las mujeres de 1 a 90 años, de 3 meses a 90 años se corrigió pues sabía que su sobrinita estaba más que encariñada con el tío Stefano. ¿Qué había pasado? ¿Por qué de pronto él la había tratado con tanto desdén aquella noche en Grecia? ¿Por qué después de dos semanas increíbles? Al menos para ella lo habían sido, pero por lo visto no para él. Idiota que es, se dijo sintiéndose enojada nuevamente, un idiota arrogante, engreído, sexy, sensual, un condenado ángel caído ¡Para, para ya! se reprendió a si misma.

Se levantó con la finalidad de poner un alto a sus pensamientos y fue a la cafetería más cercana por un sándwich, esta vez preferiría el café, el de la zona era una autentica delicia. No le gustaba que la juzgaran por su apariencia pero a veces tenía sus ventajas. Varios se hicieron a un lado al verla llegar para darle sitio en el mostrador donde nadie hacía fila y todos se agolpaban vociferando y exigiendo sus pedidos. Un joven y agobiado camarero pareció iluminársele el rostro al verla y la atendió inmediatamente provocando las quejas de otras mujeres que estaban cerca. Ella les sonrió entre acosada, apenada y divertida por las miradas y atenciones no pedidas de algunos de los hombres.

- Yo te invito...

- Siéntate a mi mesa...

Le decían y ella sonriendo se alejó con su comida. Al llegar a su asiento cayó en la cuenta de que reaccionaba normal a las atenciones que antes la agobiaban o la enfadaban. Sí señor, Oscar era el pasado. Se sintió feliz y la noche no le pareció tan fea comió con apetito y se sintió observada, sensación que sintió desde que estaba en la cafetería pero era normal, donde quiera había mucha gente. Ya alucinaba se dijo, observó la lluvia caer sobre los cristales de la sala de espera y vio una joven pareja que estaba cerca de ella. La chica llevaba flores en la mano y su mente divagó de nuevo, al pasado, a Grecia...

- Son para usted – Le decía el hombre de la recepción de su hotel señalándole un inmenso ramo de diversas flores – Acaban de llegar, enseguida lo suben a su habitación, tome la tarjeta. – Y le extendió la pequeña tarjeta que simplemente decía:

Nunca había visto patear así a una mujer, tampoco un par de piernas tan hermosas. Nos veremos pronto. S.T.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al leer esa nota. Sabía que era de él. El ladrón la había seguido. Hacía dos días que ella había salido corriendo lejos de él. Junto con el temor le vino la satisfacción y el deseo de verlo de nuevo. El sentido común predominó y le dijo al recepcionista:

- Esto me lo ha enviado un delincuente.

- ¿Cómo dice? – Preguntó el hombre con cara de espanto.

- Le digo que esto me lo ha enviado un delincuente y debo de llamar a la poli...

- Está usted equivocada señorita – La interrumpió – El hombre que trajo esto es empleado de los Troyanos.

- ¿Quiénes son esos? – Preguntó con desconfianza.

- ¿No lo sabe? – Dijo con la misma cara de espanto.

- Si lo supiera ¿le preguntaría? – Le dijo cínicamente.

- No, claro que no – Se aclaró la garganta – Los Troyanos son una de las familias más conocidas y ricas del mundo señorita – Le dijo con pompa.

- Ajá – Se limitó a decirle Jackie. - ¿Cómo está tan seguro que es empleado de los Troyanos el que trajo esto?

- Porque lo conozco señorita.

- ¿Tan pequeño es Atenas que todos se conocen? – Le dijo desconfiada.

- Este Hotel es de la familia Troyanos. El empleado lo conozco por que trabaja aquí y a él se le encomendó traer las flores de parte del Señor Troyanos.

- ¿Me envió flores un hombre casado? – Preguntó ella en voz baja.

- Claro que no – Dijo el recepcionista poniendo los ojos en blanco y haciendo que ella quisiera zarandearlo – Sólo hay un señor Troyanos y es soltero. Stefano Troyanos...

Movió la cabeza para alejar los recuerdos ¿Qué le pasaba? Ese día no había hecho otra cosa que recordar, lo hacía con frecuencia pero casi siempre lograba alejar los pensamientos. La llamada de Allyson había desencadenado todo eso, sabía que sería difícil salir de la casa de Ally sin toparse o ver a Stefano. Tenía dos años que no lo miraba a excepción de lo que se enteraba por la televisión o las revistas. No es que ella buscara saber de él es como si todo lo relacionado con él la buscara a ella.

Se levantó del asiento y caminó de un lado a otro para no quedarse entumecida. Empezaba a bajar la temperatura más aún y ella empezó a sentir algo de frío a pesar de la ropa abrigadora que llevaba. La calefacción brillaba por su ausencia, al parecer habían tenido problemas eléctricos también por la tormenta. Se frotó los brazos para darse calor y enfocó nuevamente la mirada en la lluvia, iba a ser una noche larga, muy larga. Pasados varios minutos ella seguía completamente abstraída en ver las gotas caer sin piedad. El cansancio empezó a hacer mella en ella y sintió que los ojos se le cerraban de agotamiento. Un hombre se le acercó.

- Hola preciosa ¿hace mucho frío eh? – Le preguntó en inglés.

- No entiendo lo que dice – Le respondió ella en español. Aunque ella dominaba ese idioma no quería tontear con ese hombre.

- ¿No eres americana? – Preguntó de nuevo y tontamente en inglés.

Ella le lanzó una mirada que esperara entendiera como confusa y lo alejara. Pero al parecer el hombre estaba muy a gusto a su lado.

- Bye. – Le dijo ella en inglés y se alejó. Pero el hombre la siguió. Provocando que ella le lanzara una mirada helada.

- ¡Eh preciosa! Nos podemos entender bien. – Le dijo resuelto.

- Lo dudo, quiero estar sola. Aléjese por favor – Contestó obligándose a hablar en inglés.

- Pero... - iba a replicar ese insistente hombre cuando un murmullo llamó la atención de ambos. - ¿Qué sucede? – Preguntó curioso y ella aprovechó para alejarse. El hombre la vio a tiempo y no se apartó para que ella pasara.

- Hágase a un lado. – Dijo secamente Jackie.

El hombre no contestó porque el murmullo y exclamaciones de los demás pasajeros ocuparon de nuevo su atención. Esta vez Jackie también se sintió intrigada, quizás ya había vuelos disponibles. De pronto sintió algo extraño, como si presintiera algo. Se apartó del hombre y este quedó viendo hacia una pequeña multitud con la boca abierta. Jackie no se molestó en comprobar que lo había puesto así y se alejó con paso rápido a su asiento. No había ninguno de los demás ocupando sus asientos. Todos se congregaban en la pequeña multitud. Ella sacó un libro y decidió ponerse al día en la lectura. Era una interesante novela que no había podido terminar. No tenía idea que podía llamar la atención de todos pero no quiso averiguarlo, el cansancio podía más, pero a pesar de ello prefirió leer para no quedarse dormida.

De pronto dio cuenta que los murmullos, las conversaciones, las risitas tontas de las mujeres estaban cerca de ella. Empecinada siguió leyendo. En eso un aroma familiar la envolvió y se le puso la piel de gallina, ese aroma, tan masculino, tan embriagador, tan suyo... No lo había olvidado su mente ¿Sería posible que...? Una enorme figura se puso frente a ella y Jackie tragó saliva, con renuencia, miedo, anticipación y sumamente nerviosa alzó la vista. Se quedó momentáneamente hipnotizada al ver de nuevo de cerca a ese ejemplar sublime del género masculino. ¿Por qué lo miraba más guapo que nunca? Su cerebro empezó entonces por fin a trabajar y le recordó que ella no tenía por qué estar cerca de ese hombre, no tenía por qué estar siquiera en el mismo País. Haciendo acopio de todas sus fuerzas pues se sentía desfallecer y al mismo tiempo más viva que nunca, cerró el libro y le dijo:

- ¿Ahora vienes con circo incluido?- Dijo haciendo referencia a su equipo de seguridad y a casi toda la gente que estaba en el pequeño aeropuerto y que lo seguía como abejas a la miel. Hombres incluso se sentían impresionados por él y por supuesto sabían de quien se trataba. Las mujeres simplemente estaban en perpetuo shock. Lo vio esbozar una lenta y sensual sonrisa y ella sintió que se convertía en una masa gelatinosa.

- Hola Jacqueline – Dijo simplemente – Cuanto tiempo...

- ¿Qué haces aquí?

- Qué maravillosa coincidencia ¿No crees?

- ¿Coincidencia? Que te lo crea tu abuelita.

- No, ella tampoco me creería ¿Has pensado en trabajar para la CIA?

- ¿Cómo dices? – Preguntó confundida.

- Eres más escurridiza que un gato, difícil de localizar.

- Lo sé. – Dijo Jackie con una ancha sonrisa.

- Pero al fin nos encontramos...


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