Capítulo 29
¿En que rayos estaba pensando su corazón en el momento que decidió enamorarse de una mujer que no sentía nada por él? Pensaba Stefano camino al evento. Solo un corazón necio, traicionero y amante de los desafíos como era el suyo, podía ocurrírsele semejante cosa. Ella lo deseaba eso era una verdad innegable pero no pasaba nada más. No lo amaba ¿Cómo podía amarlo si pensaba dejarlo? Porque eso lo pensaba constantemente, de eso no había duda. Cerró un puño, listo para estamparlo contra la ventanilla del auto en el que iba, pero se contuvo a tiempo. No solo se ponía como loco por la preocupación de que alguien le quería hacer daño, si no que ahora no podía dejar de pensar que ella le abandonaría a la menor oportunidad en cuanto ya no se viera amenazada. ¿Qué hacer para impedirle de una vez por todas que se fuera? ¿Cómo hacerle entender que lo mejor era permanecer juntos? ¿Cómo lograr que ella entendiera que él no tendría vida alguna sin ella y sin Maddie? ¿Cómo lograr que lo amara? Nunca había quedado sin conseguir lo que quería, siempre lograba lo que se proponía, no sabía lo que era la incertidumbre y ahora experimentaba lo más cercano al fracaso y era una sensación horrible. Se preparó mentalmente para dar su acostumbrada apariencia fría y controlada en cuanto llegó al recinto donde sería la gala de esa noche. Ni bien había entrado ya quería que todo acabara para volver a casa y encontrar la manera de retener por siempre a Jackie.
Jackie se paseaba por todos lados de la casa, intentó leer y no pudo, trató de navegar en Internet y nada le pareció interesante, fue a la sala de televisión y nada de lo que estaba pasando le gustó. Desesperada por pensar en otra cosa que no fuera Stefano se decidió a ir a la cocina y prepararse algo llevándose el intercomunicador que la mantenía atenta a cualquier llanto de su pequeña. Se hizo una ensalada y tomó agua, en realidad no tenía mucha hambre. Vio que había un pastel de chocolate en el refrigerador y se decidió por una rebanada ¿Mejoraría su estado de ánimo? Quizás debió haberse llevado un bote enorme de helado, pastel y demás alimentos altos en calorías, sentarse frente al televisor con un ridículo pijama y poner películas románticas y llorar como una tonta. Sonrió divertida por la idea, aunque en realidad se sintió fuertemente tentada a hacerlo. Sacó el pastel y empezó a comer lentamente. Fuertes pisadas la hicieron levantarse de su asiento y voltear hacia la puerta esperando que fuera Stefano quien llegaba. Pero era uno de sus guardaespaldas con cara de preocupación. Enseguida se sintió asustada.
- ¿Qué sucede Paolo? ¿Algo le pasó a mi esposo?
- No señora no es eso.
- ¿Entonces? – Suspiró de alivio y comió otro poquito de pastel.
- Se han desatado fuertes incendios, y están cerca de aquí, están llegando a la zona residencial, tenemos que evacuar.
- No pensé que fuera tan grave. – Había oído las noticias por supuesto, pero creía que todo estaba controlado.
- Tenemos que irnos ahora mismo. Todo está listo, solo las esperamos a ustedes y por supuesto el personal ya está desalojando todo. Su esposo se reunirá enseguida con ustedes, ya fue informado.
- Voy por mi hija. Enseguida bajamos, asegúrate de que nadie se quede en casa y búscales un lugar seguro.
- Sí, señora.
Corrió por las escaleras y preparó una pequeña bolsa con lo necesario para ella, en otra pequeña maleta metió cosas de Stefano por si llegaba a necesitarlas, metió a la carrera otras cosas que supuso necesitarían y fue a la habitación de Maddie, despertó a Susan quien ya estaba dormida y le informó de todo. Enseguida prepararon las cosas de la niña. Paolo tocó la puerta y sin esperar respuesta la abrió.
- Llévate esta maleta. – Le pasó la de Stefano y la de Maddie. – Susan baja con Maddie en lo que voy por mi laptop. -Tenía todas las fotos y notas de su libro y no quería renunciar a el.
- Tenemos que darnos prisa señora. – Dijo Paolo. – Si algo le pasa a usted o a la niña podemos darnos por muertos.
- No tardo. – Corrió a su despacho y tomó la computadora portátil. Susan ya salía de la casa con la bebé en brazos siguiendo a Paolo, cuando estaba por bajar las escaleras recordó el osito de peluche sin el cual Maddie no se iba a dormir. Regresó por él, para cuando salió Susan y Maddie ya iban en otra camioneta rumbo al departamento de Stefano que estaba en una parte segura de Atenas. Ella subió en otra con dos guardaespaldas, uno al volante y otro en el asiento del conductor. Siguieron a las demás camionetas en las que iban personal de la casa también. Ellos iban al final. En un cruce fueron detenidos por dos bomberos que llevaban puestas mascarillas, el humo ya se alcanzaba a ver y ella se estiró para ver si habían pasado ya Susan con Maddie, cuando comprobó que si, se sintió más tranquila.
- Baje la ventanilla. – Dijo uno de los bomberos en una de las ventanillas.
- También usted. – Dijo el otro en el otro extremo. –Estamos haciendo una pequeña revisión.
- ¿Revisión? – Dijo el guardaespaldas que iba al volante. – Lo único que debe importarles es que salgamos de aquí.
- ¡Haga lo que le digo! – Espetó casi gritando el que estaba del lado del volante.
- No lo creo...
- Haga lo que le pide por favor. – Dijo Jackie, lo único que quería era irse de allí y reunirse con su hija, lejos del humo y del peligro, esos hombres seguramente estaban estresados y por eso reaccionaban así.
- Pero, señora...
- Es solo una revisión. – Dijo ella con tono cansado.
- Está bien. – Obedeciendo, bajo un poco el vidrio y el otro hizo lo mismo. De la nada aparecieron sendas pistolas automáticas de la mano de los bomberos y dieron dos tiros cada una en los pechos de los guardaespaldas. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos, fue tan rápido que Jackie no recordaba siquiera haber gritado. En un acto coordinado abrieron las puertas y tiraron al suelo a los guardaespaldas. Por fin ella reaccionó y frenética se dirigió a una de las puertas para abrirla, con horror vio como esos dos hombres se subían con una increíble rapidez, ocupaban los sitios vacíos y ponían el seguro a las puertas.
- ¡Malditos! – Gritó ella y empezó a patear una ventana con las piernas tratando de romperla. Pero era inútil, recordó que las ventanas y el auto en general estaban blindados. Volvió a gritar esta vez de rabia y se abalanzó contra el conductor quien ya empezaba a avanzar con la camioneta. El otro tipo la aventó al asiento de atrás, al ver que ella hacía el intento de nuevo, le dio un golpe con el palo del hacha que llevaba en la mano, mandándola desmayada al asiento.
Stefano ya había dada por concluida su presencia en el evento, cuando fue informado de que su casa sería evacuada debido a los incendios. Sabía que su gente tenía todo bajo control pero no pudo evitar sentirse ansioso. Subió a la limusina y fue al departamento en donde estaban Maddie y Jackie. Tenían menos de cinco minutos de haber llegado Maddie y su niñera. Besó a la niña y al notar la ausencia de Jackie preguntó a Paolo con el ceño fruncido.
- ¿Dónde está mi esposa?
- Viene en otra camioneta, ella quiso que Maddie saliera inmediatamente.
- ¿Qué pudo haberla detenido? – Preguntó enfadado.
- Fue por su laptop. – Dijo Paolo.
- Y seguramente por el osito de Maddie. – Intervino Susan, yo vi que ya venía con su computadora y regresó al cuarto de la niña.
- De todas maneras, todas las camionetas ya han llegado a su destino ¿no? – Los empleados se hallaban en otra casa que tenía cerca de la playa, todos habían llegado menos Jackie. - ¿Quiénes la custodiaban?
- Gian Marco y Luca. – Dijo Paolo – Hablé con ellos hará escasos siete u ocho minutos.
- ¡Pues llámales de nuevo! – Rugió Stefano. No fue necesario, la policía ya estaba contactándose con su personal de seguridad. Su informe era claro y preciso: La Señora Troyanos había sido secuestrada. Y fue entonces cuando Stefano experimentó lo nunca vivido: Un terror inmenso y una furia ciega.
- Reúne a todo el personal de seguridad- - dijo Stefano encaminándose hacia la salida como alma que llevaba el Diablo, seguido de cerca por sus guardaespaldas. Fue al estacionamiento y en segundos arrancaba el motor de su Jaguar y salía con un chirrido de llantas. Nunca había sentido esa desesperación e impotencia, aferraba el volante con fuerza, quería golpear algo, quería matar a quien se había llevado a lo que mas valoraba y amaba en la vida aparte de su hija. Sabía la ruta que se suponía había tenido que llevar la camioneta en la que venía Jackie y fue hacia allá, numerosos autos de policía se hallaban en la escena y dos ambulancias, la zona ya estaba siendo acordonada. Lo dejaron pasar al saber quien era, pero no permitieron el acceso a sus guardaespaldas que lo habían seguido a bordo de camionetas.
- ¿Señor Troyanos? – Se acercó el que al parecer estaba a cargo, un hombre de mediana edad, calvo y con aire de autoridad.
- ¿Alguna idea de quién hizo esto?
- Demasiadas a decir verdad. – Dijo el hombre – La esposa de alguien tan conocido e importante como usted puede ser un blanco ideal para muchos.
- ¡Entonces no saben nada! - Explotó.
- Por el momento no, estamos buscando la camioneta. Pero debo decirle que sus hombres están bien.
- ¿Quiénes? – Preguntó Stefano tratando de concentrarse y es que únicamente pensaba en que la culpa de todo la tenía él.
- Los guardaespaldas de la Señora Troyanos, les dispararon a quemarropa, pero les protegió el chaleco antibalas, el impacto los aturdió y así es como pudieron llevársela. Ya van rumbo al Hospital. – El ulular de las sirenas anunció la partida de las ambulancias.
- ¡Cómo pudieron ser tan estúpidos! – Bramó Stefano.
- Necesitamos hacerle unas preguntas, sabemos que su esposa estaba siendo acosada.
- Todo lo que sé consta en los expedientes que ya están en poder de la policía.
- ¿Acaso no piensa cooperar?
- Al contrario, ahora mismo voy a buscar a mi esposa. – Dicho eso se alejó sin que nada ni nadie pudiera detenerlo.
- Se la llevaron en la camioneta. – Se acercó su Jefe de seguridad en cuanto Stefano salió de la zona acordonada. – Todos los autos tienen un chip de rastreo. – Eso lo hizo frenar en seco y detenerse a escucharle. – Sabemos dónde está la camioneta ¿Lo informamos a la policía?
- Más tarde. – Respondió entre dientes. – Quiero al maldito o malditos que hicieron esto muertos.
- Pero, señor... - Dijo el otro con cara de asombro. – Puede ser demasiado peligroso, no necesita llenarse las manos de sangre.
- Lo que quiero antes que nada es que mi esposa esté a mi lado de nuevo, después ya veremos... vámonos.
Minutos después maldecía sonoramente, la camioneta estaba abandonada cerca de la playa en un camino que casi no se transitaba, la luz de su auto y las camionetas revelaron unas huellas, dos pares.
- Avisa a la policía. – Dijo el Jefe de seguridad a un subalterno mientras alcanzaba a Stefano junto a otros guardaespaldas más, quienes seguían las huellas. Sabía que estaba desobedeciendo una orden, pero quería evitar una tragedia mayor...
*******************
¿Qué hora era? Tenía que ir a ver a Maddie, le gustaba estar a su lado antes de que despertara. Aunque a veces no podía hacerlo pues Stefano la retenía y luego... luego, le hacía el amor como sólo él podía hacerlo, con intensidad, con fuego y con pasión. Estiró una mano para buscarlo en la cama y no encontró nada, abrió los ojos lentamente y vio que todo estaba oscuro, sumamente oscuro. Una punzada dolorosa le taladró la sien y con un gemido de dolor se llevó la mano a la cabeza, tocó algo húmedo y pegajoso que le cubría parte de la cabeza y el rostro. Trató de sentarse pero se sintió mareada ¿Qué estaba pasando? Como si de un rayo se tratara, lo que su cerebro por la conmoción había bloqueado, de pronto inundó a Jackie con un torrente de información que le recordó lo que había sucedido. Un frío recorrió su columna y sintió una enorme presión en el pecho.
- Tranquila, tranquila. Al menos Maddie está a salvo. – Susurró para sí. Por qué su hija estaba a salvo, ¿verdad? La duda la llenó de pánico y sintió el escozor de las lágrimas. Escuchó chirriar una puerta, era la de la habitación donde se encontraba, se sentó con dificultad y vio como se esta abría con lentitud y sin dejar de chirriar cual película de terror. Se hizo la luz y estaentró a raudales cegándola, se llevó una mano a los ojos para tratar de protegerlos y poder ver al mismo tiempo. Una sombra se cernió sobre ella, solo veía la sonrisa, esa maldita sonrisa.
- Hola... cuanto tiempo Jackie querida. – Le dijo, ella se pegó a la pared que le quedaba como respaldo, comprobó que estaba en un colchón viejo en el suelo. Esa sonrisa... - ¿Sigues sin recordarme? – preguntó con ira en la voz y entonces ella lo reconoció...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top