Capítulo 25

- Puedes hacer las reformas que quieras aquí en la casa. – Le decía Stefano justo antes de contestar el móvil que no había parado de sonar en cuanto habían puesto un pie en Atenas.

- No creo sea necesario. – Murmuró más para sí que para él, que hablaba en lo que parecía ser alemán. La casa que no era casa, sino una especie de castillo estaba impecable tal cual, majestuosa, sin necesidad de nada más. Ya conocía algunos de los empleados y acompañada de dos chicas muy amables fue a la que sería su habitación llevando a Maddie con ella.

Tal y como esperaba, la habitación principal que ocuparía con Stefano era enorme, una puerta de dos hojas daba a un pequeño recibidor, otra puerta conducía por fin a la habitación. Dos amplios vestidores, dos cuartos de baño, en uno de ellos había un jacuzzi. Muebles antiguos y modernos se conjugaban en el mobiliario de la habitación decorada en tonos azules y crema. La cama igual que en la isla era muy grande. Los ventanales iban del piso al techo dando hermosas vistas del mar y de la ciudad. Una amplia terraza llena de flores y plantas terminaba de dar el toque perfecto a todo.

- Llámenos en cuanto necesite algo Señora Troyanos, lo que sea.

- Gracias. – Dijo con una sonrisa y se sentó en la cama dónde acomodó a Maddie que parecía tener sueño. - ¿Podrían instalar a Susan? – Susan era la niñera de su hija, una encantadora joven de unos 22 años pero muy cualificada para el puesto y a quien Maddie ya tenía confianza.

- Por supuesto, su habitación está al lado de la de la niña. – Tampoco quedaba muy lejos de la habitación principal, lo que agradecía pues no quería estar demasiado retirada de su hija. - ¿Algo más? – Preguntó con una sonrisa una de las chicas que se había presentado como Helena.

- Por ahora no, gracias por todo.

En cuanto se despidieron, se puso de costado en la cama al lado de la niña y la pequeña le sonrió con toda la inocencia y el amor que puede haber en un bebé. Su corazón se llenó de amor materno.

- Te amo mas que a mi vida, la daría con gusto por ti si hiciera falta. – le dijo a la pequeña y Maddie habló en su divertido lenguaje infantil. - Haría lo que fuera por ti ¿Lo sabes verdad? – Maddie gorjeó en respuesta. –

- Espero que esta habitación sea de tu agrado. – Stefano entraba en ese momento con el semblante serio y ella ocultó la sorpresa de verlo así. Seguramente eran los negocios, tenía que acostumbrarse, él manejaba innumerables empresas, la tensión debía ser mucha.

- Por supuesto, no cambiaría nada. Es perfecta tal y como está.

Maddie agitó sus bracitos hacia su padre y él cambió enseguida la expresión de su rostro, revelando el amor por su hija. Eso hizo que Jackie se relajara un poco, se había puesto un poco tensa.

- Saldremos esta noche. – Le informó.

- ¿Puedo saber a dónde? – Preguntó Jackie tratando de no sentir enojo por ser informada así nada más, sin pedirle opinión.

- Los Troyanos apoyamos muchas causas benéficas. Como mi esposa tendrás que ir a muchos eventos de ese tipo. – Elevó a Maddie hacia arriba haciendo que gritara de alegría.

- Creo recordar que si bien te gusta hacer donativos, no frecuentas esos eventos.

- Eso era antes, ahora estoy casado contigo, no seré un blanco para las muchas mujeres que van en esas ocasiones con el único objetivo de ser vistas con alguien importante o peor aun con la finalidad de conseguir marido.

- Ósea que he resuelto ese aspecto de tu vida.

- Ese y muchos otros. – La miró un instante antes de que la niña reclamara su atención de nuevo.

- No sabes que alegría. – Dijo con sarcasmo Jackie, sintiendo con más fuerza que nunca como había terminado la luna de miel, él volvía a lo que era: el implacable hombre de negocios que había conseguido lo que quería. Que sentía que ella ya era de su propiedad y que todo estaba arreglado.

- Espero estés lista a las siete en punto.

- No te preocupes que lo estaré, pero antes de aceptar cualquier invitación harás bien en consultármelo, porque no siempre podré acompañarte. Soy tu esposa no tu empleada.

- No te considero ni te consideraré nunca una empleada, pero como mi esposa espero que siempre puedas acompañarme – Contestó él con su mirada fija en ella.

- Y yo quiero la paz mundial, pero no siempre se obtiene lo que se quiere. – Respondió con ojos centelleantes.

- ¿Quieres pelear? – Hizo con suavidad engañosa la pregunta.

- No, solo quiero dejar en claro que no basaré mi vida en torno a la tuya.

- Eres una Troyanos ahora, tu vida no va ser lo que era antes.

Un golpe en la puerta hizo que ella tuviera que contener una respuesta. Era Susan que se llevó a la niña, pero antes que pudiera reanudar nada, llegó Helena avisándole que había llegado algo para ella. Un enorme arreglo floral fue subido a la habitación. Jackie pensó que seguramente era de Ally o Fabricio, quizás Mabel o con más seguridad de Gabriela quien conteniendo la furia en su voz la cual era dirigida hacia su esposo León un príncipe árabe, le había pedido miles de disculpas por no ir a su boda. Pero su flamante esposo se lo había impedido. Así que después de agradecer al chico que había llevado las flores, tomó la tarjeta y se quedó de piedra al leerla.

Jamás te he olvidado... Te seguiré esperando. Llegará el día, lo sé.

- ¿Es de Allyson? – Preguntó Stefano.

- No lo creo. – Estaba muy intrigada y confusa. La tarjeta iba sin firma.

- ¿Entonces...? - Stefano avanzó hacia ella y Jackie inconscientemente arrugó la tarjeta con la mano. Él no se perdió el gesto.

- Mira lo que hice. – Jackie trató de alisar la tarjeta, no quería que pensara mal, pero al parecer era demasiado tarde.

- Dame esa tarjeta.

- Las flores son para mí, no para ti. - No sabía por qué, pero no quería que él viera esa tarjeta, algo le decía que era mejor que no lo hiciera.

- Dámela Jacqueline. – Repitió.

- Es una broma de mal gusto, no tengo idea de quien es. – Una nueva llamada a la puerta la libró de dársela. Era Susan con Maddie, la pequeña tenía un poco de fiebre. Eso hizo que ella se olvidara del asunto y al parecer Stefano también lo hizo pues llamó de inmediato a un médico.

Todo era un simple resfriado. La pequeña enseguida se puso bien y Jackie decidió que no cancelarían su asistencia al evento, aun cuando Stefano lo había sugerido. Lo que menos quería era problemas, y todo parecía indicar que lo que más tendrían era precisamente eso: Problemas. La situación entre ellos se estaba poniendo algo tensa. Tendría que darle la maldita tarjeta aunque no tuviera idea de quien era el que la había mandado. Cuando fue a vestirse vio a Stefano con la tarjeta en la mano, ella ni recordaba donde la había puesto, solo se había preocupado por su hija.

- ¿De quién es? – Preguntó él con furia en la mirada.

- Te dije que no tenía la menor idea.

- Tú si sabes de quien es, por eso no querías mostrármela.- La acusó furioso.

- ¡No lo se! – Exclamó ella desesperada.

- ¿Así que te estará esperando? Más vale le digas que ese día nunca llegará. Sabré quien es Jacqueline, no lo dudes. – Caminó hacia ella.

- ¡Genial! ¡Por que así también sabré yo de quien se trata...!

- ¡No me mientas! Eso no funcionará conmigo...

No te estoy mintiendo... Le había dicho ella, pero Stefano no estaba tranquilo. Jackie lo había mirado con una mezcla de coraje y de incredulidad. Pero en el mismo momento que había visto como arrugaba la tarjeta que había llegado con las flores, algo se había despertado dentro de él. Ella era suya, quería que ella entendiera eso, que supiera que no solo se trataba de simple posesión, que iba más allá de todo eso. Pero el caso es que Jackie no lo amaba, y al reafirmar el hecho de que se había casado con él por el bien de Maddie lo ponía furioso. Así había sido en un principio, todo era por la pequeña a la que amaba tremendamente, pero ahora las cosas habían cambiado, amaba a la madre de su hija y quería que ella estuviera a su lado por él, no por nadie más, no por compromiso, responsabilidad o amor de madre.

Cuando había entrado en la habitación y había oído hablar a Jackie con la bebita, había sentido algo que jamás había experimentado y eso era incertidumbre, desasosiego por que una mujer no lo amara. Ella había sido clara al decir que haría todo por Maddie y ese todo había sido casarse con él ¿no? Por supuesto que con tal de tener a su hija al lado él también haría todo. Pero las cosas habían dado un giro tremendo y deseaba como nunca que su esposa estuviera por su propia voluntad con él. Los días pasados en la Isla, habían sido estupendos. No había querido que terminasen nunca, esos días había alimentado la esperanza de que siempre fuera así entre ellos y sobre todo tenía el deseo de que ella terminara enamorándose de él.

Él haría de todo por que Jackie jamás quisiera irse y dejarlo. Pero las cosas se complicaban si había otro hombre en escena. Veía todo en color rojo solo de pensar que Jackie podía desear a otro hombre. Lo de las flores confirmaban al menos un hecho y ese era de que Jackie con lo hermosa que era siempre tendría hombres a su alrededor pretendiéndola sin importarles su estado civil. Ella era honesta, íntegra, pero no podía quitarse de la cabeza que había alguien especial para ella y que intentaba ocultarlo.

- Ya lo veremos. – Se limitó a decirle.

- No tengo por que mentirte. No sé de qué va todo esto. – Insistió ella.

- Escúchame bien... - Su móvil sonó y él maldijo por lo bajo, al ver el número en la pantalla supo que tenía que contestar. – Tíralas, no quiero que estén aquí. Esto no se ha terminado. – Amenazó antes de contestar el teléfono y se fue de la habitación no sin antes dar un sonoro portazo.

¡Ella era inocente! ¿Por qué diantres le era tan difícil a Stefano creerle? ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era el que había mandado las flores? ¿Y si era alguna broma cruel de alguna ex amante de Stefano? Por que ella jamás había tenido ningún ex amante, ex novios sí, pero ninguno le haría eso. Y seguramente Stefano tenía por docenas mujeres deseosas de provocarles problemas, sobre todo a ella como esposa por haberse llevado al soltero de oro. La cabeza le dolía. Mandó sacar las flores e hizo pedazos la tarjeta. Hablaría con Allyson para contarle y para que le ayudara a pensar quien podría haber sido. Tomó un par de aspirinas y se metió en la ducha. Al salir lo único que deseaba era dormir. Fue a ver a Maddie y después de ver que la pequeña estaba bien se metió entre las sabanas sintiendo que la cabeza le iba a estallar. No tenía ya la menor intención de salir con Stefano esa noche. Todo el mundo se daría cuenta de la tensión entre ambos y era lo que menos quería para su primera aparición juntos.

Ella encontraría la manera de que Stefano se diera cuenta de que no tenía la menor idea de quien había mandado esas flores. El efecto de las pastillas empezó a quitarle el dolor pero también contribuyó a adormilarla, pasados unos minutos se quedó profundamente dormida.

Stefano había preferido contestar una llamada de su gerente en Italia, tenían problemas con las cláusulas de un contrato muy importante pero nada que no pudiera esperar. Sin embargo, sintiendo que iba a decir algo a Jackie de lo cual después se arrepentiría, había decidido contestar el móvil y alejarse para calmarse. Después de contestar la llamada, había reforzado la seguridad alrededor de Jackie y puesto a su gente a investigar la procedencia de las flores, si ella tenía razón y no sabía quién las mandaba más valía prevenirse. Pasada una hora y sin deseo alguno de ir a la cena de recaudación de fondos, pidió a su secretario cancelara su asistencia. Subió decidido a terminar el asunto con ella, a ver si podía averiguar si realmente decía la verdad. Algo le decía que sí, que ella no era una mentirosa, pero también podía ser una realidad el que el corazón de Jackie perteneciera a alguien más. La mera posibilidad lo dejaba frío y furioso. En cuanto entró a la habitación, la vio en la cama totalmente dormida. Dormía en paz, su bello rostro relajado sin una sola pizca de maldad y mentira en él, al contrario la inocencia y tranquilidad de sus facciones le hicieron ver que tan tonto podía ser un hombre enamorado. Los celos le habían nublado la razón, cuando lo que podía hacer era intentar con todo lo que tenía que ella lo amara. Pero no, su instinto primitivo lo había hecho ponerse una furia y la había acusado sin pruebas sólidas. Fue al amplio baño y se duchó, no era tan tarde pero viendo que ella ya estaba en la cama dormida, no le apetecía nada más que reunirse con ella.

Se acostó a su lado y poniéndose de costado la observó, podía hacerlo todo el tiempo sin cansarse nunca ¿Qué había hecho para tenerla así, a su lado, en su cama? Mil cosas recordó con burla hacia sí mismo, muchas de ellas nada éticas y si sumamente manipuladoras. Pero volvería hacerlo si fuera necesario. La tomó entre sus brazos y la pegó a su cuerpo, hundió el rostro en su pelo que igual que ella olía delicioso, de inmediato se dio cuenta de su error, pues su cuerpo reaccionó con presteza. Ella se revolvió entre sus brazos rozándole, haciendo que aumentara la urgencia que sentía por poseerla. Ella no le permitiría nada esa noche seguramente por lo que había ocurrido, por como había reaccionado él. Pero no perdía nada intentándolo. Mordisqueó su oreja sabiendo lo mucho que a ella le gustaba eso. Ella volvió a retorcerse entre sus brazos, deslizó sus manos por sus muslos levantándole el ligero camisón que traía.

- ¿Me despiertas para...? – Dijo ella medio dormida.

- Para hacerte el amor. – Terminó él la frase sin dejar de acariciarla.

- No. – Atinó ella a decir mas despierta e intentando apartarse de él, que ya deslizaba las tiras del camisón por sus hombros. Ella se sentó de golpe y mirándolo furiosa se puso bien las tiras de nuevo. - ¿Me gritas furioso y esperas que después consienta tener sexo solo porque se te ha pasado el coraje y te apetece?

Stefano se pasó una mano por el pelo aún húmedo por la ducha. Sabía que eso pasaría, y con toda razón por parte de ella.

- Lo siento. No debí haber reaccionado como lo hice. – le dijo.

- No, no debiste. No tengo porque mentir.

- Lo sé. Es sólo que...

- ¿Qué? – Preguntó ella alzando una ceja.

- No me gusta nada la idea de que pueda existir otro hombre en tu vida. – Contestó dejándola un tanto confundida, no podía estar celoso ¿verdad?

- ¿Otro hombre? Pero si estoy casada contigo.

- No por tu propia voluntad. – Su mirada plateada se posó en ella con intensidad.

- Es cierto. – Confirmó Jackie – Pero eso no significa que seré infiel. Recuerda lo que te dije no hace mucho. Que si te atrevías a estar con otra mujer que no fuera yo, te haría ver tu suerte. Obviamente yo no tengo la menor intención de ser una hipócrita y faltar a mis principios morales. Y estoy tratando de que este matrimonio funcione, cosa que por lo visto a ti se te está dificultando enormemente.

- No es fácil quedarse impasible al ver como le mandan un enorme ramo de flores a tu esposa con una dedicatoria tan apasionada.

- ¿Volvemos a lo mismo? – Hizo ademán de salir de la cama y él la detuvo agarrándola de un brazo.

- ¿En serio no sabes quien es el que te las mandó? – Insistió él y ella intentó librarse de su mano consiguiendo únicamente que él la recostara sobre la cama sin darle margen de librarse pues él se había puesto casi en su totalidad encima de ella. Jackie lo miró con furia y se retorció debajo de él intentando salir. – No hagas eso o esto acabará de una manera muy diferente a lo que quieres. – La amenazó controlando el deseo que se enroscaba dentro de él.

- ¿Si? ¿cómo? – Preguntó ella desafiante, sabía a lo que él se refería. Pero también sabía que ella deseaba que las cosas acabaran así a pesar de que estaban molestos el uno con el otro. No podía negar que lo deseaba. Él no respondió, la besó con ansia, con furia, con deseo, quitándole el aliento y encendiéndola por completo. - ¿Tan difícil es creerme? – Le dijo ella con voz entrecortada en cuanto él finalizó el beso para que tomaran aliento.

- Nunca lo hagas. – Respondió él con voz ronca.

- ¿Qué cosa?

- Mentirme.

- No tengo porque hacerlo y si insistes con esto será mejor que duerma en otro lado, por que así no vamos a poder funcionar y...

- Tú no te vas de aquí. – Le quitó sin miramientos el camisón por la cabeza.

- ¡Qué haces! ¡Suéltame! Me voy a la habitación de Maddie.

- ¿Desnuda? – Preguntó él burlón. – Ya te dije que no sales de aquí.

- ¿Me crees o no? – Insistió ella y él tuvo que claudicar, por supuesto que sí le creía, pero sus celos le impedían ver las cosas con racionalidad.

- Si te creyera culpable ¿crees que estarías aquí, en mi cama? Por supuesto que no. – Por supuesto que sí, le dijo una vocecita interior a Stefano. Culpable o no, él no la dejaría ir.

- Que alivio saberlo. – Dijo ella con sarcasmo. – Aún así no me toques, no estoy de humor para nada.

- Mentirosa. – la tomó por la cintura pues ella había logrado poner un pie fuera aun con medio cuerpo en la cama y la metió dentro, la envolvió en sus brazos y buscó su boca, pero ella apartó el rostro y cerró firmemente los labios logrando que él riera y que le mordisqueara los labios jugando con ellos para intentar abrirlos. Al ver que ella seguía con su negativa, agarró sus muñecas para impedir se fuera y deslizó su boca por su cuello bajando poco a poco hasta llegar a sus senos.

- ¡No! – Exclamó ella, sabía que en cuanto su boca tocara sus pechos estaría perdida.

- ¿Te rindes? – Le preguntó socarrón.

- ¡Nunca! – Jadeó ella al sentir su boca más cerca.

- ¿Segura? – Insistió él despegando brevemente su boca del valle de sus senos. Ella ya no pudo decir nada más, resistirse a él era una batalla perdida ¿En que momento se le había ocurrido semejante cosa?

Cuando él finalmente llegó a sus pechos y cubrió uno de ellos con la boca, ella ya estaba en el cielo, deshaciéndose en sus brazos, con sus caricias. Nada más pudo hacer, que corresponderle con la misma intensidad. Como sólo una mujer enamorada apasionadamente podía hacerlo. Cuando rato después él por fin la penetró sintió una enorme descarga de placer en todo su cuerpo que se incrementó cuando llegó al orgasmo que fue tan potente que sintió que no podría experimentar algo así de nuevo. Pero se equivocó, por que él la buscó de nuevo no mucho después y volvieron a disfrutar de las delicias que solo proporciona la pasión. Rodeada por sus brazos Jackie se durmió profundamente.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top