Capítulo 24
Jackie lo sintió endurecer en su interior y gimió sorprendida ¿sería posible? La sola idea la excitó y el sentirlo duro dentro de ella terminó por encenderla. Movió las caderas animándolo y él levantó el rostro con una sonrisa de lobo, la besó dulce y pausadamente aún sin moverse. Ella desesperada por que lo hiciera fue la que empezó a moverse y él la detuvo apresándole las caderas.
- No, espera. Iremos despacio. – Quería prolongarlo para que ella lo disfrutara al máximo. Pero Jackie tenía otras ideas en mente, así que se dio la vuelta manteniéndolo en su interior y quedó a horcajadas. Stefano rió sorprendido y ella agitó su larga melena que tenía pegada a la espalda por la posición en la que había estado hacía unos segundos.
Parecía una diosa, pensó él observándola extasiado como agitaba su hermoso cabello. Extendió las manos y atrapó sus senos haciendo que ella echara la cabeza hacia atrás en completo abandono. Jackie empezó a moverse cada vez más rápido mientras él acariciaba sus pechos y sus caderas. Verla allí arriba, sentirla encima, cabalgándolo hizo que fuera todo un triunfo no derramarse dentro de ella tan pronto, apretó los dientes para controlarse y cuando vio que ella llegaba al orgasmo, se dejó ir de igual manera.
Jackie se derrumbó sobre su pecho y él le besó la cabeza sintiéndose el hombre más afortunado del planeta. La puso a un lado y ella se acurrucó hacia él. Le besó la frente y la abrazó, manteniéndola cerca de él.
Los días pasaron en la Isla Troyanos como en un sueño, pasaban tiempo con Maddie por supuesto, pero tomando en cuenta que era su luna de miel, no era tan fácil separarlos. A ojos de cualquiera era la pareja mas enamorada que podía existir, nadaban desnudos en una preciosa cala lejana de la casa, caminaban por la playa y hablaban de mil cosas, visitaban el pequeño pueblo que ocupaba un pequeñísimo espacio de la isla que no era nada pequeña y comían en una taberna local donde hacían un pescado excelente, Jackie conoció a casi todos los pueblerinos y practicó su griego con ellos haciendo reír a Stefano cuando se equivocaba con algunas palabras. Verlo reír tan desenfadado era lo mejor del mundo para ella, no veía al hombre arrogante y autoritario. Únicamente al hombre del que se había enamorado hacía unos años atrás en Atenas.
No sabía lo que les deparaba el futuro, sentía una garra helada en la garganta cuando recordaba que él nunca le había dicho que la amaba. A vista de cualquiera podría parecer que sí, pero es que Stefano era así, griego, apasionado y un ardiente amante por las noches, por las tardes cuando nadaban en la cala, en el día cuando ya no podían esperar más. La deseaba, era cierto y ella se aferraba a eso, porque era lo único que sentía que compartían, aparte de su hija.
Verlo jugar con Maddie, observar el verdadero amor hacia la pequeña la ablandaba más que otra cosa. Pero por las noches cuando él la atraía hacia sí después de hacer el amor, cuando la acunaba en sus brazos y le besaba el pelo mientras una posesiva mano le rodeaba la cintura, su corazón parecía querer saltar de alegría, pobre ilusa se repetía ella con tristeza. Sin embargo estaba disfrutando como una loca su luna de miel, pronto volverían a la vida diaria, a la realidad y eso la estresaba, pero era otro obstáculo que vencer.
Una noche, dos semanas después de su boda, recibió un correo electrónico de la revista para la que todavía trabajaba pues no había renunciado. Le pedían hiciera un reportaje en cuanto pudiera de algunas Islas griegas. La idea la entusiasmó, no tenía la menor intención de dejar de trabajar pues le encantaba hacerlo. Cuando llegaran a Atenas se lo diría a Stefano, no sabía que le parecería la idea, pero ella tenía que tratar de proseguir con su antiguo mundo al menos en parte, para que así cuando ellos se separaran, tuviera algo a lo cual anclarse. Que mejor que el trabajo para lograrlo.
Una mañana caminaba cerca de la casa llevando en brazos a Maddie por la playa y seguida de cerca por la niñera, Stefano estaba en su despacho como lo hacía cada ciertos días a fin de ponerse al día con el trabajo. Vio correr hacia ella a una empleada que le entregó un teléfono en cuanto llegó donde ella.
- ¡Hola! – La saludó una conocida voz femenina - ¿Qué tal la luna de miel? Seguro Stefano te tiene destrozada – Rió Allyson.
- ¿Y no puede ser al revés la situación? - Dijo entre risas Jackie, Maddie trató de tomar el teléfono y su niñera se apresuró a tomarla en brazos y dirigirse con ella a la casa.
- Lo dudo, ciertamente considero que tiene mucha energía. Yo aún no he logrado agotar a Máximo y mira que he puesto todas mis energías, empeño y dedicación a fin de conseguirlo. Así que lo más seguro es que la agotada seas tú. Esperé para llamarte todos estos días a fin de no interrumpirte, pero me muero por verte y también por ver a Maddie, y también porque...pues, te hará gracia, en serio que si.
- Ya dilo. – La urgió Jackie intrigada.
- ¿Por qué no vienen esta noche? Los invitamos a cenar y hablamos.
- ¿Qué pasa Allyson? No me dejes así.
- Esta noche a las siete, Max ya debe haber hablado con Stefano.
- ¡Allyson!
- Nada grave, te lo prometo ¿te veo entonces hoy por la noche?
- Por supuesto. – Después de colgar, Jackie se quedó pensando que podría ser lo que Allyson iba a decirle.
Caminó hacia la casa y mientras iba todavía tratando de indagar de qué se trataba el asunto, de pronto se vio por los aires y después unos fuertes brazos la sujetaban contra un musculoso tórax, ella rió encantada y se aferró al cuello de su marido.
- Estamos invitados a Siffnos. – Le dijo Stefano mordiéndole suavemente la oreja. – Pero si tú no quieres no vamos. – Le dijo con voz sensual tentándola y besando su cuello. Muy tentada a aceptar la propuesta de quedarse, Jackie estuvo a punto de decir que sí, pero la curiosidad la mataba, además quería ver a sus amigos y su sobrina.
- ¿No te gustaría ver a Máximo? – Preguntó ella.
- Prefiero estar en la cama contigo.
- La última vez ni siquiera llegamos a la cama. – Le recordó ella, riendo excitada al sentir sus dientes de nuevo en la oreja.
- Mm... - fue todo lo que dijo Stefano mientras la apretaba más contra su cuerpo y caminaba lentamente hacia la casa.
- Nos van a ver – susurró ella.
- ¿Qué importa?
- Claro que importa. Entonces, iremos a Siffnos esta noche ¿verdad? – Cambió de tema por que si no lo hacía ella también echaría las precauciones al viento y no le importaría quien les viera.
- ¿Es lo que quieres? – Preguntó esperando que ella dijera que no. Jackie sonrió con picardía.
- Sí, quiero ir.
- ¿No hay manera de convencerte de lo contrario?
- Me temo que no, pero si vamos yo te recompensaré.
- ¿Ah si?
- Lo prometo.
- ¿Y como me recompensarás? – Ella lo besó apasionadamente.
- Ya encontraré la manera. Así que, ¿Qué opinas?
- Está bien, vamos. – La verdad era que él no podía negarle absolutamente nada, lo tenía comiendo de su mano, a su completa disposición, era un loco perdido de amor por ella, no sabía como decirlo, como encontrar la manera de que ella lo creyera. Pero no escatimaba en formas de demostrárselo, rogaba por que ella se diera cuenta. Y rogaba por que ella también llegara a amarlo.
Esa noche subieron al helicóptero, la manera más rápida de llegar a Siffnos, la isla de Allyson y Máximo. El propio Stefano lo pilotaba. Jackie llevaba a Maddison quien observaba todo con interés. Después de llegar y de los saludos correspondientes, que en el caso de Jackie y Allyson fue como si tuvieran siglos de no verse, cenaron teniendo como fondo el océano, charlaron y rieron de mil cosas. Las pequeñas después de estar juntas un buen rato se habían quedado profundamente dormidas.
Allyson encontró la manera de que hablaran sin ser escuchadas cuando ya tenían bastante tiempo de sobremesa.
- ¿Vamos a ver a las niñas? – Dijo a Jackie.
- Por supuesto.
- Las esperamos en el salón. – Dijo Máximo.
Una vez en la habitación de la nena de Allyson y comprobando que las dos niñas dormían plácidamente, Jackie no pudo más.
- ¿Podrías dejar el misterio y hablar de una vez?
- En realidad es algo gracioso. – Sonrió Allyson.
- Pues quiero verlo.
- Lo tengo en la habitación en la que trabajo cuando estamos aquí.- Para seguir adelante con los proyectos e investigaciones que Allyson realizaba y con el libro de historia antigua de Florencia que escribía, siempre tenía una habitación en cada una de las casas que tenían alrededor del mundo, con todo lo necesario para trabajar. – Vamos.
- ¿Cuándo acabarás ese libro? Ya quiero leerlo. – Comentó Jackie mientras la seguía.
- Pues si no ha sido una cosa ha sido otra: el accidente en el que perdí la memoria – Hizo una mueca al recordarlo – Luego, todos los problemas que le siguieron con Máximo y que ya sabes, después mi preciosa hija y bueno, no he avanzado tanto como debería. – Allyson entró a la habitación donde estaba su computadora y montones de papeles. Tomó una pequeña llave que estaba en el escritorio y abrió un cajón sacando una revista que era de la prensa rosa pero de la exagerada y sensacionalista.
- No quiero preguntar de que va todo esto. – Gimió Jackie. - ¿Qué escribieron?
- Toma, léelo tú misma.
- ¿Es necesario?
- Te digo que es gracioso en realidad, cuando te des cuenta, estarás de acuerdo conmigo.
- Si tú lo dices...- reacia a tomar la revista, finalmente la aceptó y se sentó en el sofá más cercano, Allyson se sentó a su lado y le dijo que viera la portada de la revista. Jackie lo hizo y cual fue su sorpresa al verse en una foto vistiendo un diminuto vestido de playa.
- ¡No puede ser! – Exclamó.
- Lee lo que dice. – La instó Allyson abriendo la revista en las primeras páginas.
Los rumores resultaron ciertos, el magnate griego Stefano Troyanos tiene una hija y se ha casado con la madre, una mujer por más misteriosa y de quien no se tenía mucha información. Pero dada la importancia que ahora tiene el saberlo todo sobre ella, tomando en cuenta que es ahora la señora de Troyanos, título por el que muchas, muchísimas mujeres hubieran matado, nos hemos dado a la tarea de investigarla, nos enorgullecemos de haber conseguido mas datos sobre ella y antes que los demás.
Con una mezcla que seguramente le resultó interesante, Jacqueline Alcántara ahora Troyanos, es de padre español y madre francesa. Poseedora de una belleza única a juzgar por las escasas fotos que de ella se han encontrado. Hemos averiguado que no se limita a ser bella sino que además es inteligente y cuenta con una carrera por demás prolífica como reportera fotográfica de una famosa revista y que su espíritu es aventurero pues ha recorrido el mundo entero haciendo peligrosos reportajes que le han ganado innumerable premios en el área.
- Sólo tengo cinco reconocimientos. – Bufó Jackie – Serán escandalosos.
- Bueno, has quedado muy bien en el reportaje, al menos al principio. – Jackie se apresuró a leer al escuchar a Allyson decir aquello.
Siendo una mujer hermosa e independiente, no se podía esperar que estuviera sola antes de lograr pescar al guapísimo de Troyanos, por demás incasable e imposible de comprometer, lo que nos demuestra la inteligencia y capacidad de la ahora Jacqueline Troyanos.
- ¡Me ponen como una mujer despiadada! – Exclamó enojada.
- No has leído lo mejor.
En las únicas fotos que se han logrado conseguir de ella y que datan de hace mas de un año, antes de quedar embarazada de Troyanos, se le ve disfrutando de la paradisíaca isla de Bali al lado de un hombre bastante mayor pero con pinta de ser algo mas que un amigo.
Jackie se apresuró a pasar la página y ver las fotos, cuando lo hizo se quedó boquiabierta y explotó en carcajadas. Allyson también se rió y dijo:
- Te lo dije. Tiene mucha gracia ¿no es así?
- ¡No puedo creerlo! ¡Pero si es Fabricio! Y voy a matarlo por no venir a mi boda ¡Ni siquiera nos ha dicho donde está! – Fabricio era abuelo de Máximo y quería mucho a Allyson, pero también a Jackie después de que los tres se habían ido a Bali hacía más de un año como la revista bien decía, pero no por placer, sino para arreglar el embrollo que era la vida de Ally en ese entonces. Lo quería como a su abuelo y el cariño era recíproco.
- Está con Mabel en México, perdidos en alguna playa.- Allyson se sonrojó al decirlo, ya que Mabel era su abuela.
- ¡Qué dices! – Rió encantada. - ¡Pero si se odiaban!
- Supuestamente... recuerda que ni Mabel confirmó asistencia, ni nada, como si se los hubiera tragado la tierra. Máximo y yo nos preocupamos y bueno, contratamos para que los buscaran y resulta que están juntos.
- Cuando vean estas fotos, se reirán muchísimo.
- No se las he mostrado a Máximo, solo salgo en una, pero mi cara se ve borrosa. Tú en cambio apareces en cuatro y todas con Fabricio.
- Es cuando tú te adelantaste para buscar la casa donde vivía el cretino de William. Íbamos detrás de ti.
- ¿Recuerdas como lo pusiste? – Jackie había golpeado al tal William y bien que se lo merecía por todo el mal causado a Allyson.
- Lo hubiera matado con gusto.
- Yo iba a hacerlo, menos mal que apareció Máximo. – Suspiró Ally – Mi bello esposo al rescate.
- ¿Qué hacemos con esta revista?
- Llévatela, sales lindísima. Lastima que a Fabricio tampoco se le ve mucho la cara con esos lentes y gorra que llevaba.
- En mal momento me quité el enorme sombrero que traía, este vestido me sigue gustando. – Dijo refiriéndose al vestido multicolor con que salía en las fotos, que habían sido tomadas después de que Allyson y Max se fueran solos a arreglar sus problemas, ella junto a Fabricio habían entregado a William a las autoridades y regresado al hotel, ella iba de su brazo con una expresión de felicidad pues las cosas parecían haber salido bien. Las fotos eran durante ese trayecto recorrido. La de la portada no la recordaba, pero seguro había sido en los muchos viajes hechos a la playa en esa ocasión. – Me la llevo, se la mostraré a Stefano, seguro le hará mucha gracia. – La metió en el bolso y salieron a reunirse con ellos.
Esa noche se olvidó por completo de la revista y de la noticia de que Fabricio y Mabel estaban juntos, en cuanto estaba en los brazos de Stefano no pensaba con cordura y no pensaba en nada más. Pero la luna de miel tenía que acabar seguía reacia a aceptar que ahora tenía que enfrentarse a lo que sería su vida de ahora en adelante como esposa de un hombre maravilloso aunque no la amara. Pero ella tenía que poner de su parte y lo haría, se esforzaría, pero también protegería su independencia, su trabajo, algo que la ayudara a levantarse cuando irremediablemente cayera y eso sería cuando Stefano y ella finalizaran su matrimonio.
Unos días después los tres se dirigían a Atenas a la casa en la cual vivirían.
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